De pie en la azotea, numerosos pensamientos atravesaban su mente. Estaba pensando en sus inquilinos, en la gente del pueblo, en la familia Noel, en el asesino, en la oscuridad y, lo que es más importante, en sí mismo.
Había una sensación muy sutil en su estómago, algo mucho más suave que cualquier advertencia que hubiera recibido antes de sus instintos. No podía identificar exactamente qué era, y era tan leve, de hecho, que solo ahora se daba cuenta de que había estado acumulándose desde hace un tiempo.
Cerró los ojos e intentó enfocarse. Podía sentir el viento frío corriendo por su cuerpo, susurrarle al oído como un amigo cercano. Podía sentir peso. Era el peso de su cuerpo, pero también de responsabilidad.
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