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Eres un tentación.

Nunca pensé que me iba a sentir tan incómoda cuando la novia de mi hermano mencionó esa palabra.

—¿Se acuerdan de Kerem Sarrafoglu y su hermana adoptiva? —cuestionó con evidente entusiasmo.

—¿Quién es esa? —inquirió Murad en un tono monótono.

—Es un actor turco —respondió ella con obviedad—. El punto es que desde hace unos meses se destaparon unos secretos ocultos. Ellos se acostaban, a pesar de que crecieron juntos.

Kemal me observó y yo me tensé. Ojalá no hubiera mencionado nada, porque eso solo alimentaba mis sospechas de que él le contó nuestro secreto.

Y no era conveniente que Samira lo supiera porque no sabía cómo iba a ser su reacción.

—Es asqueroso —respondió Murad con una expresión de asco—. Las personas hoy en día no conocen lo que es el respeto. Pero… ¿Qué podemos esperar de esas personas?

Samira negó con la cabeza.

—Pues las personas dicen que puede ser incesto. Sin embargo, yo no lo pienso así.

Murad frunció el ceño.

—Se criaron juntos, ¿y me estás diciendo que no es incesto? —rió sin gracia—. ¿Te imaginas que…

Se quedó en silencio analizando lo que iba a decir pero ni siquiera volvió a hablar al entender que no era algo apropiado.

Tomé un poco de agua para disimular lo tensa que me encontraba y eso no ayudó en nada, porque al beber un sorbo empecé a toser, llamando la atención de todos en la mesa.

—¿Estás bien, linda? —cuestionó Kemal, Samira lo observó e hizo una mueca de disgusto, yo dejé de toser y limpié mi boca con un pañuelo.

—Sí —respondí con dificultad tras recuperar el habla.

—¿Estás celosa, cuñada? —cuestionó Murad con una nota de voz divertida.

—¿Perdón? —dijo ella incrédula por el atrevimiento de Murad, y yo contuve las ganas de reírme. Murad era muy atrevido y solía decirle las cosas a las personas en la cara, y eso era algo que no me gustaba hasta ahora, ya que lo había utilizado con esa persona desagradable.

—Creo que tendrá que acostumbrarse. Bahar siempre será nuestra princesa y una de las mujeres más importantes de nuestra vida.

—Murad, ya basta —le reprendió Kemal.

—Solo bromeo, hermano —rió y luego tomó un sorbo de agua.

Samira tenso la mandíbula y entrecerró los ojos, luego bajó la mirada cuando Kemal agarró su muñeca para acariciarla.

Rodé los ojos de inmediato, estaba en modo automático.

El celular me vibró y bajé la cabeza para prestarle atención. Lo desbloqueé al ver de quién se trataba.

Gül Yildiz, mi hermana que la vida me regaló. La hija de mi tío Burak, siempre unida a mí como uña y mugre. Ella siempre guardó mi secreto con Kemal, siendo mi cómplice de aventuras. Incluso, ella me ayudó bastante, cubriéndome de mamá cuando Kemal y yo nos encontramos en esa habitación de hotel hace cinco años atrás.

Quería desahogarme, de verdad que sí. Ya no aguantaba esta maldita presión en mi pecho.

Desde que Kemal volvió del brazo de esa mujer, comencé a sentirme sofocada y no podía dejar de pensar en ello. Así que necesitaba de alguien, algún consejo. Estaba obsesionada, tal vez sí, pero esto era amor y yo no podía controlarlo.

—Ya llegué —dijo— mira a tu alrededor.

Mi atención se centró en alguna parte del jardín, y pude apreciar una silueta que se movía en mi dirección. Le dediqué una sonrisa y cuando llegó me abrazó.

—¿Cómo estás? —le pregunté.

—Estoy muy bien. Tengo tantas cosas que contarte — separó su cuerpo del mío. Y le indiqué que tomara asiento. Nos sentamos.

—Yo también tengo muchas cosas que contarte, prima —pronuncié con la voz apagada— ¿qué tal si primero nos tomamos un café?

Pedí a la servidumbre que nos preparara café; Aylín volvió con él y nos lo sirvió.

—Muchas gracias, Aylín —le dije y tomé su mano—. Perdóname por lo de esta mañana, no debí hablarte de esa manera.

Me sonrió en respuesta.

—No se preocupe señora, todo está bien —le devolví la sonrisa—. ¿Necesita algo más?

—No, ya puedes irte.

—Vaya… ¿Ya te estás volviendo buena? —cuestionó ella con evidente diversión.

Resoplé.

—No sabes, esta mañana me levanté de mal humor y le hablé muy mal a la chica —respondí—. Por eso me disculpé con ella. Me sentí apenada. Es la sobrina de Zhera, la Nana de Emir, solo tiene dieciocho años. Es prácticamente una adolescente.

—Bueno, de verdad merecía esas disculpas, se le ve que es buena persona, inocente. Pero ya —hizo un ademán con la mano—. Cuéntame qué es lo que te tiene tan afligida. Por lo que veo no es nada agradable.

—No lo es —negué—. Pero es algo que me tiene inquieta, ansiosa y no tenía con quién hablar acerca de ello.

—¿Qué pasa? Ya me estás asustando.

Respiré hondo antes de hablar y jugué con mis dedos.

—Kemal está aquí —mencioné y ella abrió los ojos con sorpresa.

—¡¿En serio?! ¡Kemal está aquí! —gritó.

—Habla más despacio, te pueden escuchar —le indiqué en un murmullo. Miré hacia los alrededores para asegurarme de que no hubiera nadie —. Ay, lo siento —murmuró—, es que me tomó por sorpresa. Esperaba todo menos eso.

—Lo peor no es eso, Gül. Vino con una novia nueva y dice que es su prometida. Se van a casar y yo… Me estoy muriendo por dentro.

—¿En serio? ¿Y quién es? ¿Es alguna modelo de revista? —quiso saber.

—Es una mujer totalmente desconocida. Nunca la he visto en mi vida. Pero es muy ordinaria y no ha dejado de mirarme de forma rara y despectiva.

—¿Crees que Kemal le haya contado de lo que pasó entre ustedes?

—Eso mismo quiero saber. No veo la hora de preguntarle. Pero me da miedo que no se vaya a tomar la pregunta de buena manera.

—¿Crees que todavía sienta algo por ti?

—No lo sé. Sé que han pasado muchos años, pero yo no puedo olvidarlo. Siempre he intentado estar con él, aún si él se encontraba lejos de mí.

—Lo voy a saber en este mismo instante —rió y miró, se levantó de la silla y caminó en dirección hacia un punto detrás de mí, y yo arrugué el entrecejo confundida.

—¡Kemal! —dijo tras llegar a su lado—. Cuánto tiempo sin verte. ¿Qué tal estás?

Miré hacia atrás y su mirada se encontró con la mía, luego desvió la atención hacia Gül.

—¡Gül! Qué bueno verte —respondió con carisma.

Me moví hacia su dirección y llegué a su lado.

—Estaba en la peluquería y aproveché para pasar a visitar a mi amiga, la cual regresó de vacaciones y se le olvidó llamarme.

Bajé la cabeza y reí.

—Lo olvidé, ya, perdón.

Gül se quedó en silencio analizando a Kemal, él estaba mirándome y ella sonrió al confirmar lo que ambos ya sabíamos.

Mi corazón se sacudió dentro de mi pecho y un leve cosquilleo invadió mi estómago. Sentía que no podía respirar; era un sentimiento muy bonito. Un sentimiento que debilitaba mi voluntad y que tuve que reprimir muchas veces, pero no importaba, tarde o temprano íbamos a ceder nuevamente rendidos a ese deseo y a esa pasión.

Solo era cuestión de tiempo.

Estaba decidida a luchar por nuestro amor, aunque fuera una maldita locura y todo estuviera en nuestra contra.

El celular de Kemal empezó a timbrar y eso rompió nuestra conexión. Se disculpó antes de descolgar el móvil y ponerlo en su oreja.

Kemal se excusó y dijo que iba a irse, así que nuevamente me quedé con Gül.

—Bahar, ya no tengo que decirte lo mismo que yo. ¿No es así? —dijo Gül, mirándome fijamente.

—No lo sé Gül, creo que él ama a esa mujer porque él la escogió para pasar su vida con ella —negué con la cabeza, con la mirada cristalizada y un nudo en mi garganta que obligué a tragarlo y dolió, pero no más que la herida de mi corazón hecho pedazos.

Mi amiga agarró una de mis manos.

—Tú no estás enamorada de Emir, y están casados. Puede que solo esté intentando escapar de ti. Lo irónico es que él está más cerca de ti y solo es cuestión de tiempo para que se vuelvan a acostar.

—Sabes que mi esposo y yo solo estamos casados por obligación, no por elección. Son cosas distintas.

—Esta noche me voy a quedar contigo, creo que necesitas distraer la mente. No quiero que hagas una maldad. Te conozco, Bahar. Eres muy impulsiva y a la vez inteligente.

Abrí la boca en una expresión de indignación.

—¿Eres mi prima o mi enemiga?

—Soy la prima que te quiere y que te conoce. Sé de lo que eres capaz de hacer, por eso distrae la mente. ¿Qué tal si vamos de compras?

—Está bien, Gül, iré contigo. Necesito vengarme de mi esposo.

Lanzó una carcajada burlona.

—¿Por qué?

—Pedí un puesto en mi empresa y solo se burlaron de mi petición —apreté los puños al recordarlo.

—Eres muy valiente, sabes que a nosotros nunca nos van a dejar trabajar.

Sonreí con malicia.

—Ya que no nos dejan trabajar, ¿qué tal si hacemos una compra millonaria?

Río nuevamente y me contagié de su risa. Era un hecho, iba a despilfarrar el dinero de mi esposo. Era una venganza por todo lo que me había negado.

...

Después de la cena, me escapé al jardín y esperé pacientemente para escapar de esa jaula solo por unos instantes. Emir avisó que no vendría hasta la madrugada, como si eso me importara. Ya hasta había perdido la cuenta de todo el tiempo que llevaba fuera. Es más, hasta creo que nunca nos comunicamos directamente.

Estaba en un espacio apartado del jardín, era un espacio solo para mí, casi nadie caminaba por esos alrededores. Era un espacio cerrado con los mismos árboles artificiales, ese jardín nunca dejaba de tener árboles, aunque estuviéramos en invierno.

Con cada paso que daba, me sentía aún más aturdida y embelesada, y mis sentidos se descontrolaban.

—¿Por qué tan sola? —dijo, y yo le miré.

—Siempre lo estoy —contesté con suavidad—, así que para mí es algo totalmente normal.

Me sonrió con ternura.

—¿Qué te parece Samira? ¿Crees que sea una buena compañía?

Fruncí el ceño desconcertada.

—Pues, tú la escogiste como compañera. ¿Por qué lo preguntas?

Río con diversión.

—Preciosa —tomó mi mano y me estremecí por dentro, tanto así que casi abrí la boca para suspirar, pero me contuve.

Diablos.

Tragué y lo miré a los ojos con tanto deseo de que estuviéramos solos y que no fuera solo su mano que estuviera tocando mi piel; quería que su piel hiciera contacto con la mía, desnuda.

—No quise decirlo por mí, es por ti —respondió, sacándome de mi trance—. Quiero que ustedes salgan a pasear y que se diviertan. Sabes que cuando venga Emir, no tendré mucho tiempo libre y no quiero que se aburra.

Reí con vergüenza al entender a qué se estaba refiriendo y a la misma vez sentí esos malditos celos, mi pecho dolió mucho, estaba muy furiosa, furiosa de que ella tuviera la atención de Kemal y ni siquiera tenía un día aquí y ya la odiaba.

No era esa mujer de buenas vibras; la que aceptaba todo, no. ¿A quién le iba a mentir? Kemal era mi hombre, solo era mío. ¡Joder! Y esa estúpida mujer tampoco era buena conmigo porque desde que había llegado, me había estado observando de forma despectiva y lanzando indirectas.

—Dime algo Kemal, ¿acaso tú le dijiste algo? Me refiero a lo que pasó entre nosotros dos?

—No quiero hablar de eso, Bahar —respondió.

—Ya sé que para ti es incómodo, pero quisiera saber —insistí—. Tengo derecho a saber con quién compartiste nuestro secreto.

—¿Crees que sería capaz de dañar tu reputación? —cuestionó indignado—. Tú sabes lo reservado que soy, Bahar. No puedo creer que me hayas hecho esa pregunta.

—Lo siento, Kemal, pero… Es que ella… Ella estaba hablando de incesto y… Tal vez… Bueno, pensé que era alguna indirecta.

—Samira no es ese tipo de mujer, yo la conozco, así que no hables así de ella —habló con seguridad y molestia.

—Pues yo no la conozco y lo siento, Kemal, pero solo me estoy asegurando. Perdona si ofendí el nombre de tu esposa en tu presencia.

Los ojos se me cristalizaron pero no iba a derramar lágrimas; no quería hacerlo. Sin embargo, era inevitable, porque yo lo amaba muchísimo y era muy duro verlo a él con otra mujer. Mi corazón estaba roto y aún así tenía fuerzas para latir por él. Sentía que no podía respirar porque comprendí que él había dejado de amarme y que su corazón le pertenecía a esa mujer.

Quería salir, quería escapar, por primera vez en la vida quería alejarme de él y que dejara de restregarme en la cara inconscientemente que su corazón le pertenecía.

—Lo siento —suspiró y suavizó la expresión—. No quise hablarte así.

Una lágrima gruesa bajó por mi mejilla.

¡Maldita sea!

—Bahar, no llores —limpió esa lágrima traicionera que se escapó con el dorso de su mano—. De verdad, lo siento.

—Kemal… Yo…

—No hagas esto —acarició mi mejilla—. No me lo digas, por favor. Eso ya quedó en el pasado.

Los pedazos de mi corazón se volvieron a añicos dentro de mí nuevamente, y me ardió todo por dentro con esas palabras. Era un hecho, su boca había hablado, pero sus ojos decían otra cosa.

—Si no te lo digo con mi boca, mis ojos me delatan —miré sus labios. Me sentía tentada a probar esos carnosos labios, pero me contuve.

Él tampoco dejaba de mirarme, y yo estaba temblando.

—Si supieras cuánto te he extrañado, Kemal —continué.

—Lo sé, Bahar, porque yo también te he extrañado tanto. Pero fue un error, y lo sabes.

—Tengo unas terribles ganas de besarte —murmuré con voz melosa, muy cerca de sus labios; él cerró los ojos y se acercó levemente.

—Eres una tentación —pegó su nariz a la mía, y mis manos no se quedaron quietas; acaricié su mejilla y acorté la distancia entre nosotros.

Mandé todo al demonio, solo quería sus caricias y ni siquiera me importó que estábamos en la casa y que nos pudieran ver. Me dejé llevar por mis instintos primitivos y no pensé, solo lo quería dentro de mí.

Nos besamos con rudeza y pasión, su lengua se adentró en mi boca y yo la recibí encantada. Suspiré perdida en esa calidez de su cuerpo y sentí una corriente en mi estómago, eran esas mariposas, ese sentimiento de ternura y pasión que hizo presencia ante el tacto de sus labios contra los míos.

Kemal quiso profundizar más el beso y liberó mi pelo, lo dejó expuesto, con su otra mano, quitó la pequeña goma que lo sostenía y este cayó por mi espalda.

Jadeé en su boca y mordí su labio inferior, él tiró de mi cabello y acarició mi cintura, luego subió la mano lentamente hasta mis pechos.

Dios.

—No sabes cuánto soñé con esto— murmuré contra sus labios — pensé que nunca iba a volver a acariciar esos labios, que más que tuyos son míos.

Apretó más mi cintura y la mano que tenía en mi cabello bajó a mi cuello.

Él se separó de mí, y yo quise acercarme nuevamente pero él se alejó.

—Esto está mal— dijo — no podemos hacer esto Bahar, no podemos.

Silencio.

—¿La amas?— pregunté con temor y con los latidos de mi corazón en mi garganta.

Dudó para responder, así que ya sabía lo que iba a decirme y mi corazón se volvió a lastimar mucho antes de que pronunciara esas palabras.

—La amo. Por ti, solo siento una atracción sin importancia y no quiero perderla por un desliz. Solo eres una tentación en la que caí y no quiero volver a cometer ese error.