Desde que Atticus había sido reencarnado en Eldoralth, había sentido muchas emociones. Felicidad, tristeza, ira, miedo, emoción, orgullo, amargura, odio... La lista era interminable.
Sin embargo, a pesar de experimentar este amplio espectro de emociones, Atticus nunca había perdido completamente la compostura. Siempre había mantenido sus sentidos y se aseguraba de reaccionar de acuerdo con la situación.
Pero ahora, estaba sintiendo algo nuevo, algo que no había encontrado antes: horror. Era como una actualización de la sensación de miedo, un miedo que se había hecho realidad.
Atticus sabía en el fondo que esto era una mentira, pero algo seguía jugando con su mente, algo que no podía comprender, haciéndole creer que era la verdad.
No obstante, la mente de Atticus estaba abrumada por esta sensación y, debido a eso, la compostura que había mantenido desde su llegada a Eldoralth se desmoronaba.
Atticus gritó desde lo más profundo de su alma.
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