—¡Ese viejo bastardo! —apretó su puño, dejando un rastro de sangre negra a su paso. Pero en el siguiente instante, rápidamente recuperó su compostura.
—No culpes a otros. Es mi culpa —Carius nunca había sido alguien que tolerara el fracaso, pero había una cosa que no haría: poner excusas cuando ocurría.
Nadie más tenía la culpa excepto él. Había luchado con sus propias manos y perdido. Esta era la realidad, por más dolorosa que pareciera.
Un frío destello apareció en su mirada mientras se estabilizaba.
—Atticus —mientras ese nombre resonaba en su mente, sus pasos parecían hacerse más pesados, rebotando más fuerte.
—Atticus —Carius lo repitió, su aura tornándose más gélida.
—Atticus —una abrumadora intención de matar inundó el pasillo, haciendo temblar a cada sirviente y guardia.
Carius tomó una profunda respiración.
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