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El Mundo del Río y otras historias (1)

Tom Mix había huido en la Tierra de viudas furiosas, de toros enloquecidos, y de acreedores desesperados. Había huido a pie, a caballo y en coche. Pero esta era la primera vez, tanto en su mundo natal como en el Mundo del Río, que huía en barco.

Navegaba rápidamente Río abajo y contra el viento, rodeando un recodo con su perseguidor a unos cincuenta metros a sus espaldas. Ambas embarcaciones, la gran cazadora y la pequeña cazada, eran catamaranes de bambú. Estaban bien construidas, aunque no había ni un solo clavo metálico en ellas: de doble casco, timón delante y detrás y recios spinnakers. Las velas estaban hechas de fibra de bambú.

Faltaba una hora para el ocaso. Las sombras de las montañas occidentales del valle cruzaban las colinas que había a sus pies y cubrían la mitad de la llanura que bordeaba el Río. La gente formaba grupos junto a las grandes piedras fungiformes que se alienaban por la ribera, a kilómetro y medio de distancia entre sí. Cuando el sol agonizante tocase las cimas de los montes, las piedras rugirían y echarían llamas, y los centenares de recipientes grises cilíndricos que había en la cima de cada una de ellas se llenarían con la comida vespertina, el licor, el tabaco, la marijuana, y la goma de los sueños. Pero por el momento no tenían nada que hacer excepto haraganear por allí, hablar, y esperar a que ocurriera algo excitante.

Pronto iban a verse complacidos.

La curva que acababa de rodear la embarcación de Mix reveló que el kilómetro y medio de anchura del Río tras él se había convertido de pronto en un lago de cinco kilómetros delante. Había allí centenares de botes, todos ellos llenos de pescadores que habían depositado sus cilindros en las piedras y luego salido para aumentar su dieta normal con pescado. Eran tantas las embarcaciones que de pronto Mix descubrió que tenía menos espacio para maniobrar que en el estrecho que acababa de dejar a sus espaldas.

Tom Mix estaba a la caña del timón. Delante suyo en la cubierta había otros dos refugiados, Bithniah y Yeshua. Ambos eran hebreos, unidos entre sí por la sangre y por la religión aunque separados por mil doscientos años y sesenta generaciones. Esto representaba mucha diferencia. En algunos aspectos Bithniah era menos extraña a Mix de lo que lo era con respecto a Yeshua; en algunos aspectos, Yeshua estaba más cerca de Mix que la mujer.

Los tres, en aquel momento, compartían rasguños, magulladuras y contusiones producidos por un mismo hombre, Kramer. Él no estaba en la embarcación que seguía su estela, pero sus hombres sí. Si los capturaban, los llevarían de vuelta a «El Martillo», como había sido llamado Kramer en la Tierra y lo seguía siendo aquí. Si no podían capturar a los refugiados vivos, los matarían.

Mix miró hacia atrás. Cada pizca de vela en los dos mástiles del gran catamarán estaba izada.

Estaba ganándole lentamente distancia a la embarcación más pequeña. El bote de Mix hubiera debido ser capaz de mantener la distancia, puesto que su tripulación era mucho más ligera, pero, durante la escapatoria, tres lanzas habían atravesado la vela. Los agujeros eran pequeños, pero su efecto se había ido acumulando durante la persecución. En unos quince minutos la proa de la perseguidora podría tocar la popa de su embarcación. Sin embargo, los hombres de Kramer no intentarían abordarles por la popa. Seguirían hasta situarse a su costado, lanzarían sus garfios de abordaje, tirarían de ellos hasta unir a las dos embarcaciones, y luego saltarían en enjambre por el costado.

Diez guerreros contra tres, uno de ellos una mujer, otro un hombre que podía echar a correr pero que se negaba por principios a luchar, y un tercero que se había visto metido en muchos duelos y combates en masa pero que no podría resistir durante mucho tiempo a un tal número.

La gente de un bote de pesca le gritó furiosamente cuando llevó al catamarán demasiado cerca de ellos. Mix sonrió y se quitó de la cabeza su sombrero blanco de ala ancha, hecho de fibras de paja entretejidas y pintadas con un raro pigmento. Los saludó con el sombrero y luego volvió a ponérselo. Llevaba una larga capa blanca hecha con toallas unidas por sus cierres magnéticos, una toalla blanca rodeando su cintura, y botas de cowboy de tacones altos de piel blanca de serpiente del Río. Esta última prenda era, en aquella situación, tanto una afectación como un estorbo. Ahora que la lucha estaba cerca, necesitaba tener los pies desnudos para afianzarse bien en la resbaladiza cubierta.

Llamó a Yeshua para que se hiciera cargo de la caña. Con el rostro rígido, inexpresivo ante la sonrisa de Mix, Yeshua se le acercó apresuradamente. Medía metro setenta, exactamente la altura de Mix, lo cual lo situaba entre los altos con relación a la gente de su tiempo y lugar en la Tierra. Su pelo era negro pero con asomos rojizos al sol. Lo llevaba limpiamente cortado a la altura de la nuca. Su cuerpo era delgado pero fibroso, y lo llevaba cubierto tan sólo por un taparrabo negro; su pecho estaba lleno con un rizado vello negro. El rostro era delgado y largo, ascético, el de un lampiño joven judío de aspecto erudito. Sus ojos eran grandes y marrón obscuro con chispas de verde, heredadas, decía, de antepasados gentiles. La gente de su tierra nativa, Galilea, estaba muy mezclada, debido a que durante varios miles de años habían sido tanto una ruta para el comercio como una carretera para los invasores.

Yeshua hubiera podido ser el gemelo de Mix, un doble que no hubiera comido o dormido tan bien como su contrapartida. Había ligeras diferencias entre ellos. La nariz de Yeshua era un poco más larga, sus labios un poco más delgados, y Mix no poseía chispas de verde en sus ojos ni asomos de rojo en su pelo. El parecido seguía siendo sin embargo tan grande que la gente necesitaba un cierto tiempo para distinguirlos siempre que no hablaran.

Era esto lo que había hecho que Mix apodara a Yeshua Apuesto. Ahora, Mix sonrió de nuevo. Dijo al otro:

Está bien, Apuesto. Cuida de ella mientras yo me libro de esos.

Se sentó y se quitó las botas, luego se puso en pie y cruzó la cubierta para dejarlas caer junto con su capa en una bolsa que colgaba de un obenque. Cuando miró a la caña, sonrió por tercera vez.

No pongas esa cara tan ceñuda. Vamos a tener un poco de diversión.

Yeshua habló con una voz profunda de barítono en un inglés con fuerte acento.

¿Por qué no vamos a la orilla? Estamos ya muy lejos del territorio de Kramer. Podemos pedir asilo.

Pedirlo es una cosa respondió Mix con una voz de barítono casi tan profunda como la del otro. Obtenerlo es otra.

¿Quieres decir que toda esa gente está tan asustada de Kramer que no nos permitiría refugiarnos entre ellos?

Quizá. O quizá no. Simplemente no siento deseos de averiguarlo. De todos modos, si vamos a la orilla, ellos lo harán también, y nos liquidarán antes de que los del lugar puedan interferir.

Podemos echar a correr hacia las colinas.

No. Les daremos un poco de trabajo antes de intentar eso. Vuelve aquí, ayuda a

Bithniah con las cuerdas.

Yeshua y la mujer manejaron la vela mientras Mix empezaba a hacer zigzaguear el barco. Las miradas por encima de su hombro le mostraron que su perseguidor estaba siguiendo su estela. Podía haber continuado en línea recta por el centro del Río, y así situarse por delante de la embarcación de Mix. Pero su capitán tenía miedo de que alguno de los zigs o zags pudiera convertirse en una línea recta cuyo final terminara en la orilla.

Mix dio una orden de aflojar un poco la vela. Bithniah protestó:

¡Nos atraparán antes!

Eso es lo que ellos creen dijo Mix. Haz lo que digo. La tripulación nunca discute con el capitán, y yo soy el capitán.

Sonrió, y le dijo a la mujer lo que esperaba hacer. Ella se alzó de hombros, indicando que si iban a ser abordados, tanto daba que fuera más pronto o más tarde. También dejó entrever que desde siempre había sabido que él estaba un poco loco y que ahora esto había quedado doblemente confirmado.

Yo no voy a derramar sangre digo sin embargo Yeshua.

Sé que no puedo contar contigo para una lucha dijo Mix. Pero si ayudas controlando el barco, estarás contribuyendo indirectamente al derramamiento de sangre. Mete eso en tu pipa filosófica y fúmatelo.

Sorprendentemente, Yeshua sonrió. O quizá su reacción no fue tan inesperada. Le encantaba el americanismo de Mix, y también le gustaba discutir sutilidades éticas. Pero en estos momentos iban a estar demasiado ocupados como para iniciar una discusión.

Mix miró de nuevo hacia atrás. El zorro el perseguidor era el zorro y él era el conejo estaba ahora casi a su popa. Había una separación de seis metros entre ellos, y dos hombres estaban preparados en la proa de la embarcación de doble casco, listos para arrojar sus lanzas. Sin embargo, las rápidas subidas y bajadas de la cubierta bajo ellos hacían muy difícil afinar la puntería.

Mix lanzó un grito a su tripulación si podía considerársela una tripulación, y giró bruscamente la caña del timón. La proa había permanecido apuntada formando ángulo hacia la orilla derecha del Río. Ahora se alejó repentinamente, mientras el bote se inclinaba y la vela giraba con rapidez. Mix se inclinó mientras pasaba silbando por encima de su cabeza. Bithniah y Yeshua se aferraron a las cuerdas para evitar ser arrojados fuera de la cubierta. La parte derecha del casco de la embarcación se alzó, abandonando por unos breves segundos el agua.

Por un momento, Mix pensó que el barco iba a volcar. Luego se enderezó, y Bithniah y Yeshua estaban tirando de nuevo de las cuerdas. Oyó gritos tras él, pero no volvió la cabeza. Frente a él hubo más gritos cuando las tripulaciones de dos pequeños botes de pesca de un solo mástil vocearon su irritación y su miedo.

La embarcación de Mix pasó entre los dos botes por un canal que no tendría más de diez metros de ancho. El canal se estrechó rápidamente cuando las dos embarcaciones convergieron. Sus timoneles estaban intentando apartarlas, pero habían sido arrastradas la una hacia la otra por el paso de la tercera, en un rumbo de colisión. Normalmente hubieran podido salvar la situación, pero ahora la otra embarcación extranjera estaba entre ellas, y su proa estaba girando en ángulo hacia el bote de babor.

Mix podía ver los contorsionados rostros de los hombres y mujeres de aquella embarcación. Reflejaban claramente su angustia mientras su proa se estrellaba contra el lado de estribor del bote, cerca de su popa. Lentamente, demasiado lentamente pareció, la proa de aquel bote giró. Luego su botavara empezó a oscilar como si repentinamente hubiera quedado desequilibrada.

Una voz de mujer brotó por encima de todas las demás, gritándole algo en un inglés casi ininteligible. Un hombre le arrojó una lanza, una acción inútil y estúpida pero que revelaba parte de su cólera. El arma pasó a unos treinta centímetros por encima de la cabeza de Mix y fue a hundirse en el agua a estribor.

Mix miró hacia atrás. El perseguidor había caído en la trampa. Ahora, si él conseguía evitar el caer en la suya propia

Su embarcación se deslizó junto al bote de babor, y el extremo de su botavara casi se enredó con los aparejos del mástil atado al borde de estribor de la cubierta. Y luego la embarcación se vio libre.

Tras él, los gritos y chillidos aumentaron. El resonar de madera golpeando contra madera le hizo sonreír. Miró rápidamente hacia atrás. El gran catamarán se había estrellado de proa contra el costado del bote de pesca de su derecha. Había hecho que la embarcación de bambú de un solo casco, mucho más pequeña, girara sobre sí misma en un ángulo de noventa grados con respecto a su anterior rumbo. Las tripulaciones de ambas embarcaciones fueron arrojadas por cubierta, incluidos los timoneles. Tres de los hombres de Kramer cayeron por la borda y se agitaron desesperadamente en el agua. Eso los eliminaba. Quedaban tan sólo siete con los que enfrentarse.