Gu Lingsha captó la reacción de Qi Feng y sintió que su corazón se hundía. Inhalando profundamente, se calmó antes de decir: —¡Está bien, Ah Feng! Confío que, con tu inteligencia y sabiduría, tomes el control de Qi Kai y dejes que esas personas te sirvan. No será algo difícil de hacer. ¿No has hecho eso todos estos años también?
Al escuchar eso, una sonrisa burlona brilló en la esquina de los labios de Qi Feng. Su mirada hacia Gu Lingsha de repente parecía un poco aguda y apremiante, pero su tono era frío como el hielo. —Shasha, estoy seguro de que sabes qué tipo de persona soy.
—Ah Feng...
Gu Lingsha miró hacia abajo, a las piernas de Qi Feng, con una expresión mixta mientras murmuraba: —¿Los médicos en el extranjero no tienen forma de ayudarte? Simplemente no lo creo. Si incluso tu cara y tu voz pudieron curarse, no hay forma de que tus piernas no puedan hacerlo
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