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Capítulo 66: Reencuentro (parte 3)

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La brisa cálida del verano hacia de las suyas en el bosque de montaña, los grillos cantaban largas y místicas canciones a la luz de las estrellas. Era noche sin luna, lo único que iluminaba el cielo nocturno eran las titilantes estrellas, el calor húmedo y la oscuridad tenían un contraste de película, el calor de la noche era mucho más soportable que durante el día, en el día el calor era sofocante y seco, pero en la noche se convertía en húmedo haciéndolo extremadamente agradable.

Alexandra, vestida con un vestido ligero de color azul oscuro que tenía una cinta color negro atada debajo de su pecho (cumpliendo casi la función de un corsé), se sentó sobre la rama de un árbol, su piel pálida no perdió su hermosa apariencia en la oscuridad, su cabello recogido en una coleta alta revoloteaba con la brisa. Las pestañas de Alexandra, como abanicos oscuros, estaban inmóviles mientras ella mantenía los ojos cerrados. Sobre su hombro derecho estaba apoyado un gato pequeño, de fino pelaje blanco y gris, y bigotes largos que se entremezclan con el cabello negro de la niña, sus ojos de dos colores (uno verde y otro azul) emitían un brillo helado como una niebla helada, la disposición de este gato era muy parecida a la de Alexandra, se quedó allí, inmóvil y con sus ojos felinos perdidos en algún lugar del cielo estrellado, con sus sentidos alerta ante cualquier anomalía en su entorno.

Pum-

Pum-

Stella alcanzó a observar dos ondulaciones de luz en el cielo, sucedió tan rápido y discreto que solo los animales con sentidos agudos podrían verlo, además de ellos solo algunas brujas podrían verlo.

Crack-

El sonido fue como el de un cristal rompiéndose, retumbó en todo el bosque de montaña, a pesar de todo era un sonido de frecuencias tan altas que los humanos no podrían oírlo, los hombres lobo por otro lado se tiran un choque de fuerza que los dejaría desorientados, los vampiros (dependiendo de su rango) apenas podrían el zumbido de un mosquito, y las brujas aunque no podrían escuchar nada aún podrían ver en el cielo el destello con diseño de cristal agrietado.

Alexandra abrió sus párpados a la mitad, sus iris dorados brillaron con un frío helado. Al ver que el escudo conjurado desaparecía por completo, Alexandra bajó del árbol de un salto y se sentó con las piernas cruzadas apoyando su espalda en el tronco del árbol, su actitud era una mezcla de indiferencia y frialdad corta huesos.

- Sabes qué hacer - Alexandra desvió su mirada hacia la tranquila y tierna cara del gato en su hombro.

Stella no hizo ningún sonido, saltó velozmente del hombro de Alexandra y corrió a la velocidad del rayo ocultándose en la maleza.

Una vez que el gato se fuera, Alexandra hizo un fuerte chasquido con sus dedos. Al instante una brisa helada se formaba por encima de las copas de los árboles, casi tres segundos después un relámpago de luz opaca y fría, como la luz de la luna, se extendió por el vasto cielo, fue así como un nuevo escudo conjurado se creó, pero este era cinco veces más potente que el anterior.

Posterior a eso, Alexandra volvió a cerrar sus ojos. En realidad, en la oscuridad de la noche, su presencia podría ser pasada por alto si ella no hacia ningún movimiento, si alguien se encontrará con ella en esas condiciones podría pensar que estaba alucinando.

Los grillos cantaban su fúnebre y melancólica canción, lo hicieron continuamente en los alrededores a Alexandra hasta que, súbitamente, se detuvieron. Entonces el ambiente tuvo un gran cambio, ya no cantaban ni búhos ni grillos, todo se quedó en silencio, un silencio sepulcral, de esos que te cortan la respiración, de esos en los que sientes que te observan cínicamente, de esos en los que el corazón se acelera y, aunque no le temas a la oscuridad, en ese momento sabes que tu vida pende de un hilo, sabes que sería muy fácil acabar con tu vida, y entiendes por primera vez que eres una minúscula existencia en un vasto mundo en donde se mezclan corderos, serpientes, lobos y tigres.

Alexandra se quedó allí, inmóvil, completamente indiferente al cambio en su entorno, era como una diosa de hielo que despreciaba el mundo mortal.

Con el tiempo, empezaron a escucharse pisadas a lo lejos, pisadas lentas y huecas, que harían que una persona normal se le ponga la piel de gallina. Pasó un tiempo antes de que las pisadas se acercarán, en ese momento Alexandra se impulsó con sus piernas y saltó directamente en la rama más baja del árbol detrás de ella. El ruido fue casi nulo. Ella dejó que sus pies colgarán del árbol, sus zapatos de suela baja color blanco antiguo[1] podían ser claramente distinguidos en medio de la noche. Volvió a cerrar sus ojos, sólo los abrió cuando escuchó las pisadas a sólo diez metros de distancia, cada vez se acercaban más en su dirección.

Con sus ojos apenas abiertos, Alexandra pudo distinguir claramente la presencia que caminaba lentamente a través del bosque, todavía se veía como una seductora mujer treintañera de cabello color castaña y piel color melocotón, pero sus ojos eran completamente negros, parecían haber sido devorados por la nada, la nada oscura.

Pah-

Alexandra soltó la moneda de oro que tenía en las manos, el sonido del metal se escuchó claramente en la madera.

El cambiador se detuvo en seco, sus vacíos ojos recuperaron la apariencia de unos normales, desvió su mirada hacia la fuente del sonido, vagamente vió el tenue brillo de la moneda, lo que llamó la atención de la criatura era el par de piernas que colgaban flácidamente de alguna rama del árbol, una mirada de extrañeza se reflejó en los ojos vacíos del cambiador llamado Lía. Desde su distancia ese par de pies cubiertos por la falda de un vestido azul oscuro se veían flácidas, rígidas como las de un muerto, pero con un análisis más profundo se podía ver en la poca piel expuesta un saludable tinte rosa pálido, se veían suaves y elegantes. Lía se acercó con cautela, su mirada se cubrió con una niebla de frialdad.

- Si lo haces más lento, me dormiré del aburrimiento - Alexandra habló en tonalidades roncas, movió sus piernas un par de veces antes de saltar del árbol despreocupada, cayó limpiamente en el suelo - Tanto tiempo sin verte, parece que fue tan solo ayer cuando te hacías pasar por mi hermana no filial al ir a las reuniones sociales - Alexandra se cruzó de brazos y sonrió burlonamente.

- Tú... - las pupilas de Lía se contrajeron abruptamente al reparar en la inmensamente hermosa apariencia de la mujer - tú... tú... moriste...

- ¿Ah sí? - Alexandra levantó su ceja burlonamente, sus ojos se llenaron de rayos de desdén y destellos de intención asesina - Si, de hecho si, morí. Pero soy una persona obstinada, por lo tanto, si yo no quiero morir, nadie puede obligarme a morir.

El rostro del cambiador osciló entre blanco y lila continuamente hasta que se quedó completamente pálido (como el color de la pantalla que estás leyendo ;-* )

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[1] Blanco antiguo es como el color de las páginas de los libros antiguos, algo amarillento.