webnovel

Capítulo 15: Fiesta de mascaras

Hoy es el día tan esperado, un día cargado de expectación. En mi mente, repaso meticulosamente cada escenario, palabra y acción que planeo llevar a cabo cuando me enfrente a Orlando. Inhalo profundamente y exhalo, tratando de calmar mi cuerpo.

—Señorita, ¿se encuentra bien? —interrumpe una de las criadas mientras ajusta los últimos detalles de mi atuendo.

—Sí, todo está bien —le sonrío con una leve tensión en el rostro.

—La noto consternada... —susurra con preocupación.

—Nervios, quizás —respondo, intentando disimular mi ansiedad.

—¡Debe ser su primera vez en una fiesta de esta categoría! —exclama una de las jóvenes con entusiasmo.

Asiento.

—Ya está lista. Ahora solo falta que vaya a reunirse con la princesa Stella en el salón —me informa la joven que me peina.

Las criadas previamente me han informado que unas damas locales de Manta nos asistirán con los preparativos una vez lleguemos allá, lo cual incluye vestuario y comida. Según nos han explicado, nos dirigiremos a una casa que el emperador ha dispuesto para que nos preparemos antes del evento.

Ya arreglada, me encamino hacia el salón donde me reuniré con la princesa Stella. El reloj avanza inexorablemente hacia la hora de la fiesta.

—Buenos días, princesa Stella —le saludo con reverencia al verla con sus escoltas esperando el carruaje.

—Buenos días, Fidelis. ¿Estás emocionada por la fiesta? —me responde, aunque no me dirige la mirada.

—Sí, es la primera vez que asistiré a una...

—¿Y la de tu bautizo?

Eso no parecía una fiesta, sino más bien una persecución...

—El carruaje está listo —informa el cochero, indicando que es hora de abordar.

La fiesta del ducado del Valle, en la Región Manta, está programada para esta noche, a las siete en punto. Sin embargo, como se realizará en la Segunda Región, partimos en carruaje desde el mediodía, Stella y yo, acompañadas por escoltas y criadas.

La anticipación y la emoción llenan el aire mientras avanzamos hacia el lugar de la celebración. Durante el viaje, el silencio reina en el carruaje, y dos horas y media más tarde, llegamos a nuestro destino: una majestuosa mansión que el emperador ha dispuesto para la ocasión.

En aquel lugar, donde nos prepararemos para el evento, nos reciben con una amplia selección de máscaras en un cajón de vidrio. Hay máscaras de diversos estilos, desde las medias hasta las completas, hechas de telas, pieles, cristales y cerámica.

En la invitación, se había mencionado claramente que la temática de la fiesta giraría en torno a las máscaras.

La elección de mi máscara es un asunto crucial; debe complementar mi vestido y, al mismo tiempo, proporcionarme el grado de anonimato que deseo. La estética en estas situaciones es importante, pero lo fundamental es que la máscara sea lo suficientemente elaborada como para ocultar mi rostro de manera efectiva.

—Yo elijo esta —dice Stella señalando un antifaz blanco adornado con plumas elevadas y gemas celestes pero sutiles. Es verdaderamente hermoso.

—Como era de esperar de la princesa, tiene un buen ojo para el estilo —comenta con admiración la estilista del lugar.

Luego, la estilista se vuelve hacia mí con un atisbo de desagrado en su mirada.

—¿Y usted, cuál elegirá? —me pregunta, desafiante.

Coloco mis dedos en mi mentón mientras observo detenidamente la variedad de máscaras. Después de reflexionar, elijo una máscara que cubre la cara y muestra un hermoso rostro blanco y decorado.

—¿No te resultará incómoda? —me cuestiona Stella en relación a mi elección.

—No, es perfecta y hermosa —respondo, satisfecha con mi elección.

Luego, cada una de nosotras se dirige a su habitación.

Me presentan una gran colección de vestidos, todos deslumbrantes y llenos de detalles.

—Mire este, está a la vanguardia —una criada me muestra un vestido ceñido al cuerpo.

—Elijo este —señalo un vestido de color negro. Me recuerda a Gina; ella usó uno similar en una ocasión, y es elegante y sencillo. Es hermoso, con encaje y un corte que resalta mi figura.

—¿Estás segura? Quizás no destacarás tanto —me advierte.

—Quizás... —respondo en voz baja, esa es precisamente la intención.

Después de ser vestida, maquillada y peinada, el evento esperado se acerca rápidamente. Era hora de partir. Las criadas elogian mi elección, asegurando que el vestido realza mi cabello naranja y le da un resplandor especial.

En la puerta de la mansión, me encuentro con Stella, radiante como siempre. Su vestido celeste y los collares realzan su elegancia natural. Su máscara le da un toque místico. Es obvio que su linaje es diferente.

—Realmente te queda bien esa máscara —comenta Stella. Viniendo de ella, no estoy segura si es un cumplido o un insulto...

Cada una de nosotras se sube a un carruaje diferente esta vez. Los carruajes se dirigen hacia las verdes y vastas tierras del Ducado del Valle. Mientras avanzamos por el camino que conduce a la fiesta, mis manos comienzan a ponerse sudorosas.

Desde lejos, ya se pueden divisar las luces parpadeantes y el majestuoso jardín de la mansión. Los invitados comienzan a llegar, creando una atmósfera de elegancia y esplendor que llena el aire.

Los carruajes se detienen frente a la majestuosa entrada de la mansión, y un mayordomo me recibe para conducirme al interior. La princesa Stella, al llegar su carruaje primero, se adelanta para entrar en el lugar. A medida que cruzo el umbral, siento algunas miradas posarse sobre mí, algunas, porque la mayoría se las lleva Stella, que pese a que lleve interfaz que oculte parte de su rostro, su noble porte y elegante vestuario delatan su identidad. Los susurros y las miradas de admiración se propagan como un rumor en la atmósfera.

Con cuidado, avanzo al interior de la mansión.

Dentro de la mansión, el salón es un espectáculo por sí mismo. El techo alto está adornado con candelabros centelleantes, y las paredes están decoradas con sedas y tapices lujosos. La alta nobleza se reúne, charlando con copas en mano, y la música fluye en el aire, brindando una atmósfera animada y alegre.

Stella se acerca a un grupo de jovencitas que parecen ser sus amigas, dado por la efusión con la que la saludan. Está claro que tiene un círculo social bien establecido.

Para pasar desapercibida creo que lo mejor es estar alejada de ella, ya que llama mucho la atención.

Me adentro en la multitud de enmascarados, todos están sumidos en conversaciones y deleites banales.

Por la voz es fácil reconocer quien es quien por lo que automáticamente se conglomeran con los suyos.

Mi mente trabaja a toda velocidad mientras trato de descifrar cómo encontrar a Orlando en medio de este mar de máscaras.

—¿Desea un trago? —me ofrece un miembro de la servidumbre, que también está enmascarado. Observo que todos se toman muy en serio la temática de la fiesta.

—No, gracias —respondo elevando un poco la voz para que me escuche entre el bullicio. Necesito estar sobria y alerta para llevar a cabo mi búsqueda.

Ahora... socializar tomaría demasiado tiempo, así que mi mejor opción es recorrer el lugar de manera discreta y tratar de escuchar conversaciones ajenas de los grupos que se han formado.

Mientras camino, mi instinto me guía hacia grupos de hombres, especialmente aquellos que están más alejados del centro y cerca de las paredes. Supongo que es más probable encontrar a Orlando entre ellos, discutiendo asuntos de negocios en la marina o interactuando con otros líderes importantes. En estos eventos, la prioridad es establecer conexiones y tratar temas comerciales, particularmente para aquellos que han alcanzado cierta edad, a diferencia de los más jóvenes que asisten principalmente para encontrar pareja.

Entre las conversaciones que he logrado escuchar, destacan temas como "La desaparición de la hija de un conde", "Lo guapas que están ciertas mujeres", "Deudas" y la que más llama mi atención: "Burdel". Vaya, son más idiotas de lo que pensé, al parecer no se guardan nada y van directo al grano.

Agarro una copa de vino para disimular no estar en mis cabales, me acerco un poco más.

—Amigo, deberían cerrar esas pocilgas —comenta uno de los hombres.

No obstante, no parece ser la voz de Orlando.

—Estoy de acuerdo, esas mujeres están maltratadas y desnutridas, pero aún así cobran caro como si fueran valiosas. —Otro hombre se une a la conversación.

El tema de su discusión no me agrada en absoluto, están hablando de las mujeres de Perla.

—Abrió uno nuevo, clandestino obviamente, pero es todo un lujo; está en la ciudad Oxof de Manta. Así que no se conformen con la basura de la región muerta.

Una sonrisa irónica se curva en mis labios ante la absurda etiqueta de "región muerta" que utilizan. Agradezco profundamente el velo de mi máscara, ya que me permite ocultar las emociones que bulle en mi interior. Aunque me consume la rabia escuchar su despectiva charla sobre las mujeres de Perla, me concentro en mantener la calma y continúo observando y escuchando con sumo cuidado.

—¿Y cómo van las cosas en el imperio, señor Neftis?

Ese nombre me suena familiar... ¿dónde lo escuché antes?

—Con incertidumbre por la arpía de Júpiter, debería tomarme unas vacaciones.

Mientras intento recordar, alguien jala de mi brazo, es Stella First.

Ella me lleva más al centro, donde se encuentra su grupo de amigas. Sus amigas Nea, la hija del anfitrión, y Mina, la hija de Orlando, también están en el conglomerado. Las reconozco por sus voces.

—Oh, Fidelis, te estaba buscando —comenta Mina, su vestido y máscara relucen en una paleta de colores morados.

—¿Sí? Yo igual —respondo.

—Le pedí a la princesa Stella que te trajera. Mira, ella es mi madre. Dijiste que eras su fan, ¿verdad? —dice Mina empujando con sutileza a su madre del brazo.

—Oh, sí, es un placer conocerla. Quedé encantada con la confección de su vestido —saludo mientras inclino la cabeza.

—Vaya, qué respetuosa. No es necesario. —Sonríe la madre de Mina, la misma mujer que vi en la plaza cuando me encontraba con don Adonis.

Me sorprende que no muestre un perfil egocéntrico.

Muevo la cabeza de un lado a otro, buscando con la mirada a su marido, Orlando, pero como deduje, debe estar en algún grupo de hombres en la fiesta.

—Usted tiene manos para tal arte como lo es la confección de vestidos —continúo alagándola.

—Ojalá pudieras conocer a mi padre, pero hoy no pudo asistir, le surgió un inconveniente —me informa Mina, lo que me desilusiona completamente. Si no podía chantajear a Orlando, ¿de qué servía venir?

La música ambiental cambia a una más romántica con tonos de compás.

—¡Vamos, despejen la pista, es hora de que se emparejen para bailar! —anuncia un hombre que parece estar un poco pasado de copas.

—¡Qué vergüenza!... es mi papá —dice Nea. Así que el duque esta noche está muy motivado.

—No te apenes, Nea, tu padre es el alma de las fiestas, con él las risas nunca faltan —comenta Stella—. Lo más importante, has estado todo el tiempo mirando a ese chico...

Mientras dice ello, mi vista se dirige a donde ambas miran. Había un hombre quien lleva una peculiar mascara negra, vaya, es alguien que le gusta llamar la atención, y es que lleva cuernos.

Mientras ella habla, mis ojos siguen su mirada. Había un hombre que llevaba una peculiar máscara negra con cuernos, sin duda alguien que le gusta llamar la atención.

—¿Por qué no lo invitas a bailar? —Stella anima a su amiga Nea.

—No... se supone que los chicos deben invitar a las damas. ¿No pareceré demasiado desesperada? —Nea se muestra indecisa.

—¿Es así? —cuestiona Stella con un tono inocente.

Pobre Stella, conociendo al emperador Lunae, era de esperar que él nunca la invitara a bailar y que ella siempre tuviera que dar el primer paso.

—Fidelis, ¿por qué no ayudas a Nea? —interviene Mina.

No entiendo exactamente cómo se supone que debo ayudarla.

—Las parejas se están empezando a formar, aún hay tiempo —explica Mina—. ¿Podrías ir hacia ese joven y pedirle que invite a Nea a bailar?

Hago una mueca. Parece que ahora estoy siendo reclutada para hacer mandados, pero la confianza que he forjado con las amigas de Stella podría debilitarse si me niego. Suspiro.

—Está bien.

Lo bueno de tener una máscara con rostro y que oculta el rostro es que siempre parece que estás sonriendo.

Me acerco al joven enmascarado.

—Disculpen que interrumpa su charla —saludo con una reverencia, tratando de mantenerme elegante en mi vestido.

El chico que lleva cuernos detiene su charla con su carcajeante amigo.

—Veamos, a quien tenemos aquí —su amigo se acerca lo suficiente como para que pueda verme a los ojos, lo único de mi rostro que es visible bajo la máscara. —¿A quién cazaste hoy, Farid? —le pregunta al chico de los cuernos. Me sorprende que haya adivinado que vengo en busca de su amigo, pero es comprensible, con esa máscara que lleva, emana una aura enigmática que atrae a cualquiera y su porte es favorecedor.

—Si me disculpa... —mi mirada se dirige al hombre con la máscara de cuernos —le vengo a pedir un favor que le beneficiaría. Verá, allá —señalo—, hacia un costado, junto a la princesa —hago hincapié en la palabra princesa—, se encuentra su amiga, la hija del anfitrión, el duque del Valle. No ha dejado de mirarle. ¿No cree que sería una oportunidad para invitarla a bailar?

Ante mi petición, él se muestra pensativo, su amigo ríe y le pone el brazo al hombro, instándolo a aceptar. Un hombre tan insistente...

—La escucharé, señorita —asiente con la cabeza—. Ah, ¿Cómo se llama?

—Me da vergüenza decir mi nombre —respondo.

—¿Algún apodo? —pregunta amablemente. Que comprensivo.

—Ana. Y usted es Farid, ¿verdad? —así lo llamó su amigo anteriormente.

Él asiente.

—Bueno, si me disculpa —dice, educadamente.

Farid se acerca a Nea.

El ambiente entre su amigo y yo se torna incómodo mientras observamos la escena.

—Bueno, yo creo que me... —estaba a punto de despedirme, pero él me interrumpe.

—Y, ¿por qué no me invitas a bailar? —se le oye entusiasmado.

—No sé bailar —digo rápidamente.

—Yo puedo guiarte —insiste.

Que insistente...

—Además, no lo conozco.

—Si nos conocemos —afirma con seguridad.

Eso me sorprende.

—¿Sí? —frunzo el ceño.