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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantasy
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La espalda de lo anhelado

Una extraña manta blanca los cubrió, el suelo comenzó a vibrar y las hojas de los árboles bailaron, las ráfagas de poder eran demasiado intensas, pero como todas ellas estaban dirigidas a un solo individuo, no causó un daño externo. Gustavo comenzó a gemir de dolor, entrecerrando los ojos y apretando los dientes para poder resistir. Las venas de su cuello, brazos y frente resaltaron, dejando en evidencia el gran esfuerzo que estaba haciendo. Ollin observó el cielo, estaba tan anonadado por lo sucedido que no sabía que si lo que acababa de pasar era verdad o no, pues claramente había visto una poderosa fuerza de transporte ser destruida por el manto blanco, sin embargo, se seguía cuestionando sobre la veracidad de ese suceso.

Guardián fue desprendido forzosamente de su servicio de invocación, siendo enviado devuelta al abismo. Meriel quiso acercarse para ver qué era lo que estaba sucediendo, pero no podía siquiera avanzar un paso, no sabía porque, pero algo la estaba deteniendo y, no solo a ella, sino a todos los presentes.

--Espero que pueda ayudarte de algo. --Dijo al alejarse de la frente del muchacho, al mismo tiempo que la manta blanca desaparecía.

Gustavo respiró de manera agitada, viendo con una mirada perdida al espíritu.

--¿Qué me hiciste? --Preguntó luego de un momento.

--Liberé algunos de tus sellos de potencial, te entregué lo poco que conservo y, trate de armonizar nuevamente tu mente con la energía de muerte, sin embargo, todo dependerá de ti, ya sea que te termine consumiendo, o tú la termines dominando.

Gustavo guardó silencio, no tenía palabras, no las encontraba, todo había sido demasiado repentino.

--No pongas esa expresión, te prometo que pronto me lo agradecerás, sin embargo, es momento del adiós. --Con una velocidad inhumanamente rápida se acercó a Ktegan, tocando su hombro--. Una cosa más --Volteó para observarlo--, cuida de esa armadura, fue muy difícil crearla. --Sonrió. Gustavo asintió, imitando su armónica expresión.

Ktegan suspiró, entregando su bolsa de cuero a Xinia, sonriéndole de manera tranquila.

--Guardé un pergamino de transporte inmediato a la ciudad de Atguila, es muy poderoso, así que úsenlo con cuidado. Hay algunas cosas de valor en agradecimiento y, una explicación de mis actos --Sonrió avergonzado--, para los curiosos... Despídanme de Erin, díganle que lo siento.

--Espere, señor Ktegan...

--Sé lo que quiere decirme --Interrumpió--, joven, Gus. Sé lo que ha prometido y, entiendo perfectamente lo que siente, pero está decisión fue tomada mucho antes que fueras concebido, así que, sé feliz y, sigan cuidándose mutuamente.

Hizo un sello con la mano, mientras se tocaba el entrecejo con la otra. Sus ojos brillaron de verde, sus piernas perdieron la fuerza y, la vida comenzó a drenarse de su cuerpo, transformándose en un esqueleto en menos de cinco segundos. No hubo lágrimas, ni una oración de despedida, no porque no lo desearan, sino porque después de convertirse en un sacó de huesos, una silueta, idéntica al espíritu de Aliana salió de su cuerpo, mostrando a un joven Ktegan, sin barba y sin su gran barriga.

--Adiós. --Dijeron ambos, desapareciendo como el polvo en el viento.

Todos guardaron silencio, no podían comprender nada de lo que había ocurrido, el hombre que los había acompañado por algunos meses había desaparecido así como así, sin explicación, ni nada y, lo peor de ello era que lo había hecho de una manera tan misteriosa que los dejaba con una insatisfacción interna.

--Te lo advertí. --Dijo Ollin, mirando el gran lago.

Gustavo asintió, para luego acercarse con calma.

--¿Y ahora, mi señor? ¿Qué es lo que quiere que hagamos? --Preguntó Meriel.

Gustavo observó al pequeño lobo, entendiendo que era momento de regresar a la ciudad, en busca de lo prometido.

--Activa el pergamino, regresaremos a Atguila.

Xinia asintió, extrayéndolo de la bolsa de cuero.

∆∆∆

Todo era muerte, sangre y destrucción, una escena brutal para cualquiera, dolorosa y hasta desesperanzadora. Los cuerpos regados, de humanos y bestias eran demasiados para contarse y, parecía que el conteo no iba a detenerse.

--Hazme una promesa, Karsay --Dijo con un tono cansado, mirando a la enorme bestia en el frente--, si muero, dile Cirilla que lo siento. --Tragó saliva, exhalando con pesadez.

--¿De qué hablas, Arkul? --Preguntó, sin quitar la mirada del frente.

--Solo prométemelo.

--Lo haré. --Asintió después de un momento.

Arkul sonrió y, sin dilatarse un solo instante se lanzó nuevamente a la batalla, su pecho sangraba, al igual que su brazo izquierdo, pero sus ojos poseían más vida que nadie. Gritó, fortaleciendo su cuerpo con su energía de guerrero y, con un movimiento sumamente rápido golpeó el cuerpo de la enorme bestia, haciéndola retroceder, tragó saliva, entendiendo que era el momento indicado. Se quitó su media mascarilla, mostrando la parte cubierta de su rostro que había mantenido de incógnito, revelando al mundo una mandíbula carcomida y destruida por algo sumamente siniestro. Sus ojos se cubrieron de color azabache, mientras la energía de muerte se apropiaba de todo su cuerpo.

--Arkul... --Dijo con un tono bajo, no queriendo aceptar lo que estaba próximo a suceder.

Explotó con esa energía, enviando un solo puñetazo al cuerpo de la enorme bestia, sin embargo, antes de tocarla, un poderoso relámpago impactó en su puño, creando una onda de choque, mientras las energías volátiles peleaban, lamentablemente, al final fue Arkul quien perdió la batalla, siendo arrojado a decenas de metros.

*Grrrr.

La bestia gruñó, claramente enfadada por lo sucedido. Los relámpagos comenzaron a cubrir su cuerpo, atravesado a los desafortunados que tenían la intención de acercarse. <<La Princesa Hielo>> salió disparada como pudo al lugar donde su compañero había caído, estaba más allá del cansancio, pero por ver a la persona que amaba, no le importaba que sus piernas se rompieran, llegando un par de segundos después, solo para encontrar un cuerpo calcinado y sin expresión. Sus manos temblaron al ver lo sucedido, derramando un par de lágrimas de furia y tristeza, se arrodilló, congelando el cuerpo del hombre, mientras el bao de su aliento se hacía más denso.

--Aléjense --Dijo, pero nadie la escuchó por el tono bajo con el que había hablado--... ¡Qué se alejen! --Gritó con todas sus fuerzas, manipulando la energía de hielo de los alrededores y, creando enormes estacas en el cielo. Su tez comenzó a volverse pálida, mientras que en algunas partes parecía que se estaba criogenizando.

--Basta --Le dijo Karsay, pero no podía acercarse, estaba al límite, sus piernas y brazos ya no daban más--... Por favor...

Cirilla miró a su amigo, pero con un movimiento lento de cabeza le avisó que no iba a detenerse, enviando su más poderoso ataque. Los relámpagos destruyeron algunos carámbanos de hielo, pero otros no, de los cuales dos lograron impactar, creándole unas pequeñas heridas en su poderosa piel. Volvió a gruñir, mirando con frialdad a la maga de hielo, quién también lo observaba. Sonrió, entendiendo lo que la bestia quería de ella, pero desafortunadamente, no lo iba a conseguir, inhaló, cerrando los ojos y dejando que la energía gélida se apropiara de su cuerpo, cayendo al suelo como una estatua fragmentada.

--Maldita sea. --Dijo el último del equipo de tres, con gran tristeza en su rostro.

Geryon había pedido su brazo derecho, su frente sangraba y, su armadura estaba casi destruida, sin embargo, no había desistido en su ataque, detrás de él estaba su hogar, el lugar de nacimiento de sus hijos y, el territorio de quién para él, era el futuro rey, por lo que no dejó de atacar, no le importaba el costo si podía acabar con la bestia, en verdad no le importaba.

--Debes volver. --Fue más una orden que un consejo.

--No, quiero combatir.

--Mirate, Herz --Lo miró, observando al mismo tiempo el campo de batalla--, apenas si puedes mantenerte en pie, las pócimas solo están retrasando tú mal estado, si continúas sobreexigiéndote, morirás. El reino va a necesitarte, no puedes morir.

--¿Qué reino? --Le preguntó con una sonrisa cansada--, este lugar será historia si no logramos matarla. Déjame luchar, Irtar, sé que no soy muy fuerte, ni muy hábil, pero puedo pelear y, aunque sea poco, ayudaré.

--Cuanto hubiera deseado conocerte mejor, sin duda te habría apoyado. Podrías haber sido un gran rey --Dejó caer su mano en su hombro--, pero ya es tarde, muy tarde.

--Señor, los aventureros ya no creo que puedan resistir. --Dijo Yukio, quién asesinaba sin misericordia a cualquier bestia que se atreviera a acercarse a la pareja de Príncipe y súbdito.

Irtar observó al frente, donde la batalla con la bestia de la Cueva Roja se desenvolvía y, era cierto, de los casi cuarenta aventureros y exploradores de mazmorras que eran, solo quedaban poco menos de cinco y, de los mismos, solo dos seguían en pie. Uno de ellos era Lar <<La Rata>> y, Amaris <<La Sobreviviente>>, pero parecía que sus estados no eran tan buenos como parecía, pues los ataques del guerrero de armadura ligera ya no eran tan rápidos como antes y, los hechizos de la maga ya no era tan efectivos, pues su energía se había vuelto algo caótica, resultado del fuerte golpe que había recibido en la cabeza, al igual que el cansancio mental que poseía.

--Al menos --Tosió un poco de sangre--, hice lo posible para ganar un lugar a tu lado --Tragó saliva, sus manos temblaban al sostener el báculo y, sus piernas apenas si la soportaban--. Perdóname padre, por mi egoísmo.

Levantó una vez más su canalizador de energía, creando una pequeña, pero poderosa bola de viento y relámpagos, era un hechizo mezcla, creación propia y, que, aunque era muy poderoso, fallaba en el control, no obstante, al intuir su destino próximo, sabía que la mejor opción era morir con gloria, idéntico a como él lo había hecho. La bestia pareció sentir la peligrosidad de aquella pequeña bola, lanzando un ataque inmediato para destruir a la maga y, así evitar el terrible desenlace. Amaris maldijo para sus adentros al ver el gran rayo aproximarse, no había tenido el tiempo suficiente para lanzar su hechizo, lamentándose por morir sin cumplir con su último objetivo. Cerró los ojos, esperando su final.

--¿Te encuentras bien?

Una voz masculina la despertó de su sueño, notando una espalda conocida y, la mitad de un rostro que la observaba aún más, sin embargo, no sabía si aquello era producto de su imaginación por el fuerte golpe, o era porque en realidad ya había muerto, pero fuera como fuese, podía jurar que frente a ella, se encontraba la persona que más anhelaba volver a ver.

--¿Gustavo?