webnovel

El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantasy
Not enough ratings
251 Chs

Es deuda o convenencia

Gustavo ayudó a Lucan a reincorporarse, se encontraba debilitado, ambos lo estaban, pero el joven de tez morena era resistente.

—¿Cuál es su verdadera identidad, macho de la raza humana? —inquirió al verle de frente, era un poco más alto, su tono, aunque altivo, denotaba respeto.

—Llámame Gus si se te dificulta decir mi nombre completo —dijo, pero Lucan rechazó la idea al negar con su cabeza, no quería darse por vencido, pues pensaba que con el esfuerzo adecuado lograría pronunciarlo tarde que temprano—. Macho de la raza humana suena horrible. —Soltó una carcajada, y se sorprendió por todavía poder sonreír, más tal pensamiento hizo que su semblante alegre se extinguiese—. Soy un guerrero de la raza humana —prosiguió al ver sus constantes intentos por pronunciar su nombre—, un soldado, al parecer, igual que tú.

Lucan hizo una mueca, desistiendo el acto de replicar la adecuada pronunciación de una entonación nunca antes escuchada. Carraspeó, enfocando su atención a lo realmente importante.

—Sigo sin comprender, ¿cómo puede estar aquí? —El desconcierto en su rostro era cada vez más intenso, mientras sus ojos claros se desplazaban entre el esplendor del cielo y la figura seria de Gustavo—. Los ancestros siempre han dicho que fuimos separados del mundo verdadero, que no podemos salir; fue el intercambio por la paz. Por tanto, su presencia solo muestra la ignorancia a la que hemos sido sometidos —dijo, su pulso se aceleraba con la cólera que comenzaba a dibujarse en su expresión—, con ustedes cómo artífices, pero aquello crea más incógnitas qué...

—No —interrumpió con delicadeza, sabedor de que si permitía que sus pensamientos vagaran entre las ilusiones, la labor de explicar la naturaleza de su llegada se tornaría muy complicada y ardua, más aún, cuando el no tenía conocimiento de lo realmente sucedido—, por lo que he recabado, los humanos no conocen de este lugar, es más, podría asegurar que es imposible llegar aquí.

—Sí es verdad lo que dice, la única incógnita real es: ¿Cómo logró acceder a la tierra de mi raza? —preguntó, fijando su atención en Gustavo, en busca de cualquier indicio que revelará la mentira que por siglos su raza había creído.

—Podría llamarle suerte —afirmó, con las emociones en conflicto resplandeciendo en sus oscuros ojos cafés—, ya que no entiendo el proceso real de lo sucedido. Ansiaba venir aquí, mi amigo lo necesitaba.

El pequeño lobo apareció en su mente, saltando y consumiendo orbes, acompañándolo por los lares más desolados que tenían las tierras que había visitado. Su pecho tembló de dolor, pero su expresión se mantuvo solemne.

—¿Lo ansiaba? —preguntó, y en la inquisición reencontró en su mente las siluetas oscuras vistas en aquella cabaña que había servido de refugio cuando ocurrió el infortunio.

La vivaz atmósfera que rodeaba a los dos personajes contrastaba con las emociones que los inundaban. La tierra que pisaban poseía aquella belleza desgarradora que parecía resurgir de algún recoveco oculto de un sueño profundo. El tiempo y la naturaleza se unían en un abrazo eterno, en la que la oscuridad no tenía cabida.

—Sí —asintió con calma—. Era mi única forma de salvarlo, pero ahora —inspiró profundo—, ya no está. Me fue arrebatado por sucias criaturas. Ahora, mi única intención es recuperarlo... O vengarlo.

Lucan observó con recelo cómo la oscuridad se adentraba gradualmente en las sombras de aquellos serios ojos del joven humano. Aunque la ferocidad presente no igualaba la intensidad que ardía dentro de ellos cuando fue rescatado, crecía dentro de él un terror inconmensurable. A lo largo de las interminables décadas, Lucan había vagado por diversos parajes, enfrentándose a seres nefastos y poderosos, todo en honor al equilibrio que representaba; buscando mantener la protección del territorio de los Bosques Altos, pero jamás había encontrado una mirada tan elocuente del mismo miedo primordial que lo embargaba... Quizás existía un individuo en el vasto legado de su memoria que se acercaba a tales profundidades, aquel villano que había intentado acabar con su vida de forma cobarde. Sin embargo, había algo en la mirada de Gustavo que eclipsaba incluso la demente perversidad de aquel ser despreciable.

—¿El qué se llevó a tu amigo te siguió a estás tierras? —inquirió, su pecho palpitó con brusquedad, y las ansias por escuchar la negativa destacaron en su corazón, pero intuía la respuesta por las explicaciones antes dadas.

—No —Negó con la cabeza. Apretó el puño, temblando por la furia contenida. Lucan inspiró aliviado, un enemigo poderoso era suficiente, aunque empatizaba con el humano, él mismo ya había perdido demasiado—, esas criaturas residen en este lugar.

El alivio le supo insípido al escucharle, pero, entonces, pensó en algo, no era descabellado su razonamiento, pues sabía que ya había sido marcado.

—¿Las criaturas a las que te refieres son un ejército de muerte, destrucción y caos?

—No —dijo, mientras su mente divagaba al recuerdo de algunas noches pasadas, en las que en un momento de locura había terminado con la vida de una docena de encapuchados, de orejas largas, similares al individuo frente a él. No comprendía la causa de aquel recuerdo, pero sirvió para apaciguar su ira—, fueron unos malditos lobos, tres de ellos para ser específico.

Lucan se mostró confundido, como si las palabras del humano fueran una absoluta locura.

—Los únicos lobos que transitan por los territorios conquistados por la oscuridad, son los espíritus del bosque, pero jamás han atacado a los nuestros —afirmó, con la obviedad implícita, entonces rio para sus adentros al recordar la identidad de Gustavo—... Ellos perciben algo que dudo puedas entender, son la esencia misma de la naturaleza, las creaciones de los que algunas vez fueron los gobernantes de estás tierras. Y con el debido respeto, estás contaminado, probablemente igual que los tuyos. Los espíritus del bosque tal vez creyeron que tu amigo era una amenaza...

—Acepto el juicio sobre mi condición, y no me excusaré por el mismo, pero —Su semblante se tornó severo, y con una seña de su dedo reforzó su discurso—, no toleraré que se hable de mi amigo, o compañeros con tal ligereza. Será la única advertencia que estoy dispuesto a darte, ¿lo comprendes?

Lucan asintió con calma, reconociendo su extralimitación, aunque no renunciaba a su declaración anterior, en su corazón, si algo representaba la pureza del bosque, eran los espíritus del mismo que se encarnaban como lobos.

—¿Sabes dónde puedo encontrarlos? —inquirió.

—No, las únicas capaces de desvelar los secretos del bosque son las sacerdotisas de las villas —dijo, con tal solemnidad que Gustavo entendió el esfuerzo detrás por mantenerse así—. Ellas también podrían conocer la verdad tras el rapto de tu amigo.

Gustavo suspiró con un profundo alivio, experimentando que no todo estaba perdido, que todavía existía una oportunidad para rescatar a Wityer, aunque la ira por esos cuadrúpedos no aminoró, su venganza por el dolor causado sería terrible, ya lo había decidido.

—Te agradezco la información, Lucan. —Se giró, observando las magníficas copas de los árboles que formaban la cabaña en la colina, para inmediatamente volver su atención al residente del bosque—. No conozco estos lares, me harías un gran favor si nos guiarás a la villa más cercana.

Lucan guardó silencio, mientras apreciaba con sus otros sentidos la calidez del sol. Tuvo la intención de negarse, lo habría hecho sin dudar en cualquier otra situación, pero su orgullo, y el de su raza estaba arraigado a él como las raíces de un árbol a la tierra, sabiendo que su rescate de las manos de la corrupción había representado un enorme costo para el humano, se lo debía, pero, sobretodo, se encontraba débil, y el bosque ya no les pertenecía cuando caía la noche, por lo que necesitaba compañía, aunque esos fueran humanos.

—Lo haré.