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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantasy
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El regreso de un señor

Entre jadeos cansados, gritos desesperados y sonidos de choques de armas, una pequeña habitación destruida vibraba. En el centro, una enorme criatura de proporciones poco usuales se encontraba combatiendo con los intrusos que habían llegado a su territorio sin invitación. Movió sus cuatro brazos con hostilidad, los cuales parecían estar hechos de roca, sus ojos desprendían una gelidez inimaginable, aun cuando estaban compuestos por el fuego más abrazador del infierno, mientras sus cuernos curvos que apuntaban a su espalda lo hacía ver aún más siniestro.

--Maldita sea, esa cosa es demasiado dura. --Dijo Xinia al caer en una rodilla, su mirada impotente, junto con sus jadeos pesados indicaban que había ocurrido una intensa batalla.

--Váyanse de aquí --Hizo una mueca de cansancio--, yo haré lo posible para detener esa cosa.

--Bromeas ¿Verdad? --La dama del escudo lo miró con un semblante endurecido-- Sin nosotros dos para robar su atención, no durarías ni cinco respiraciones.

--Gracias por la confianza. --Dijo con una sonrisa abatida, retrocediendo para evadir el brutal ataque que se aproximaba.

--¡Maldición! --Gritó, obstruyendo el sangrado con su mano izquierda, mientras que con la derecha sostenía su espada.

--¡Meriel! ¿Estás bien?

--Lo estoy... --Asintió, pero al notar la sangre excesiva que mostraba su mano izquierda, entendió que la herida no había sido tan suave. Se mordió el labio inferior, observando hacia atrás, las caras de sus compañeros la observaron con preocupación, aunque Ktegan quiso forzar una sonrisa.

--Retrocede, déjame la primera línea a mí. --Dijo con dificultad, golpeando su escudo con su espada para camuflar lo débil que su mente estaba.

--No --Negó con la cabeza, respiró profundamente y exhaló, para después sonreír, cambiando su expresión rápidamente a una más seria y lúgubre, con la que observó a su adversario, quién hacía sonidos ensordecedores con su hocico--. Lo siento, amigos...

Sus ojos se cubrieron de color azabache, las venas de sus brazos se tornaron negras, mientras la piel de su rostro parecía caerse, siendo remplazada por un cráneo cadavérico. Expulsó una gran cantidad de energía de muerte de su cuerpo, era tan poderosa que parecía tangible. Tosió, dejando caer gotas negras al suelo, parecía que el gran poder obtenido conllevaba un costo, uno que estaba dispuesta a pagar para salvar a sus compañeros de viaje.

*AAAAAAHHHHHH.

Gritó, lanzándose con su espada en mano al cuerpo de su adversario.

--¡Meriel! ¡Nooo! --Gritó Xinia.

El tiempo pareció detenerse para ella, logrando ver su vida pasar ante sus ojos, recordando esos días de entrenamiento al lado de su padre, las historias a la luz de la hoguera, los besos de su madre antes de dormir, las peleas con sus hermanos pequeños... la masacre de su pueblo y familia, la muerte de su ser amado, las eternas batallas que combatió, solo para que después perdiera por completo la esperanza y, ahí, sin ningún camino, observó al hombre que cambiaría por completo su destino, con un nombre único y una personalidad aún más, la recibió bajo su bandera, entregándole parte de su energía vital, todavía podía ver su sonrisa, o su mirada taciturna cuando observaba el horizonte, pareciendo perdido por momentos, las noches de pláticas de historias que parecían de otro mundo, las nuevas peleas, nuevos compañeros, nuevas aventuras... pero parecía, que todo tenía un final y, ahora, le tocaba enfrentarse al suyo.

Su espada estaba a nada de impactar la dura piel de la monstruosa criatura, quién no se había esperado semejante ataque.

--Muchacha estúpida.

Una sombra apareció repentinamente ante ella, llevándola a diez pasos de dónde anteriormente había estado y tocando con el pulgar su frente. En el acto absorbió toda su energía de muerte, liberándola de la pesada carga.

--¿Señor? --Alzó la mirada, notando al joven de ojo de ébano, se sentía muy feliz, pero más que nada sorprendida.

--Hablaremos después. --Dijo con frialdad.

Su cuerpo era resistente a la energía de muerte, sin embargo, un movimiento final conllevaba un gran sacrificio y, al haber roto el movimiento por la fuerza, hizo que él mismo recibiera un poderoso impactó en su interior, volteó, limpiando con su antebrazo las líneas rojas en sus comisuras y, con una gélida mirada observó a la alta criatura.

--Lamento haberlos hecho esperar tanto. --Dijo con un tono frío, aunque en realidad el contexto de su frase era más bien cálido.

Desenvainó con rapidez, liberando una poderosa aura de combate negruzca y roja. El puñetazo de la enorme bestia cayó en picada, queriendo destruirlo todo, sin embargo, su hábil movimiento de evasión le evitó unas cuántas fracturas en su cuerpo. Guio su arma al brazo del enorme monstruo, estocando con brutalidad y rapidez.

--Meriel aléjate. --Ordenó al verla con el rabillo de su ojo.

La dama pelirroja lo miró con una expresión complicada, apretando la empuñadura de su arma y mordiendo su labio. Xinia se acercó, tocando su hombro.

--Ven, no lo estorbemos.

Meriel asintió con calma, siguiendo a su compañera.

--El joven Gus es fuerte, él talvez pueda acabar con esa cosa.

--No talvez, él lo hará. --Dijo Meriel, observando la batalla.

Xinia asintió, estando de acuerdo con su afirmación. Ktegan solo pudo sonreír, no encontrando las palabras correctas para responder.

Dibujó un par de sellos alrededor de la terrible criatura, activándolos al finalizar. La enorme cosa notó la extrañeza en el ambiente, observando en cada rincón de la pequeña sala, podía apreciar como una rara energía comenzaba a apresarlo, conteniéndolo en un solo lugar. Respiró profundo, forzó sus piernas al máximo y, con el poderío que lo caracteriza salió disparado al pecho de su oponente, con la punta de su sable como vanguardia. La criatura soltó de su hocico un ensordecedor sonido, bestial y antiguo, que se dirigió con rapidez al cuerpo de Gustavo, retrasando su velocidad. Su ojo derecho palpitó, cortando con su propia intención de muerte el último intento de la criatura por deshacerse de él, la hermosa hoja del sable se iluminó de rojo, impactando un segundo después el pecho de la enorme cosa. Sus ojos color fuego lo observaron, sintiéndose furioso por la deshonrosa derrota, pero al no querer irse solo al abismo, comenzó a detonar su cuerpo.

La explosión duró poco menos de dos segundos, pero fue tan devastadora que hizo temblar los cimientos del lugar, dejando un gran cráter en el centro de la pequeña sala que no se logró apreciar por la alta cortina de polvo y escombros. Los tres individuos se quedaron helados, Meriel sentía que su señor era demasiado fuerte como para perecer en un lugar así y, menos por un ataque suicida, al menos eso se gritaba en su mente para mantenerse tranquila, mientras que los otros dos individuos se quedaron estáticos, pálidos y con el corazón palpitando a una velocidad sobrenatural, la explosión había sido todo, menos suave y, aunque podían declarar con toda seguridad que el joven era sumamente fuerte, para resistir la fuerza de un ataque suicida, tendría que ser un monstruo, o algo más poderoso.

--Maldición, fui demasiado impulsivo. --Se dijo, sintiéndose furioso por haber tenido que ocupar nuevamente la túnica negra hecha de energía pura de muerte.

Su silueta salió de la espesa cortina de polvo, mostrando varias líneas de sangre resbalando por sus extremidades, mientras que sus cabellos desordenados ocultaban su mirada.

--Su señor ha vuelto. --Dijo con una sonrisa bromista, intentando destruir la tensa atmósfera, sin embargo, no lo consiguió, pues a sus preocupadas seguidoras no les habían agradado sus palabras después de observar su estado.