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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantasy
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El amor que nos une

Las llamas explotaron, furiosas e indomables, consumiendo la oscuridad de sus alrededores y, creando una sensación abrasadora. Tensó su mano izquierda, apuntando con sus dedos al cielo. Una espiral compuesta por el fuego más denso del infierno se presentó, flotando en su palma. Mientras que con su otra mano sostenía su preciada arma, envuelta en la oscuridad del abismo.

--Aún eres un infante en mi presencia. --Dijo de manera tajante, con un alto toque de superioridad.

Abrió su hocico, devorando la oscuridad y la luz de las cercanías, creando una bola negra, con pequeños puntos blancos que parecían estrellas.

--¡Vamos gatito! ¡VAMOOOS!

Los ataques colisionaron como una furiosa tormenta y, en medio de todo el caos, ambos individuos se mantenían de pie, observándose con sonrisas frías. Los cuerpos de las bestias y de humanos desprovistos de vida salieron volando, cayendo en direcciones completamente aleatorias. Los sobrevivientes aún por rescatar tuvieron que ocultarse detrás de las grandes rocas de las anteriormente estructuras, procurando no asomarse para no perder la cabeza por una piedra distraída.

--Ese individuo es un monstruo. --Dijo alguien en las cercanías, aterrado por lo que sus ojos observaban y, no era para menos, la destrucción ocasionada por esos dos ataques era de temer.

--Ese joven es tu salvador --Le miró una dama, de manera fría y colérica--, si mañana vives, será por él. Recuérdalo.

Meriel guardó silencio, mirando a la mujer de cabello negro, tal vez no habían sido las palabras que ella hubiera ocupado, pero claramente le había robado la idea.

∆∆∆

--Antes de contestarte, prometí que te contaría la historia detrás de esa florecilla roja que te regalé --Sonrió con calidez, acariciando la mano de su hermano--, así que déjame hablar.

Herz hizo por callar, tragándose las palabras que estaba por soltar. Prisilla observó las tranquilas ramas que se movían con el viento, respirando profundo.

--Hace mucho tiempo --Comenzó--, en la Era de los Años Perdidos, existió un reino de nombre Arbedul, compuesto por solo hechiceros, hombres y mujeres de alta cuna que habían decidido salvar el futuro de la humanidad con sus descubrimientos y avances mágicos. Su regente no era rey, como al que estamos acostumbrados, sino un poderoso y misterioso hombre, que dictaba y hacía cumplir las leyes --Tragó un poco de saliva para refrescar su garganta, notando que su hermano había respetado su petición, pues ni una sola vez la había interrumpido--. El reino no estaba exento de enemigos --Continuó-- y, menos en ese tiempo del que desconocemos tantas cosas, pero, se sabe que había un enemigo en especial. Una tribu alejada de guerreros, de un nombre ya perdido, liderada por una mujer de aspecto temible y, feroz como nadie. La confrontación comenzó por una disputa de tierras, la tribu exigía el abandono de todos los magos de sus tierras sagradas, pero los arcanos individuos se negaron, por supuesto. La tribu no era muy dada a la diplomacia, asediando la pequeña ciudad con más de diez mil tropas al recibir la negativa... Los días se convirtieron en semanas y, las semanas en meses, los enfrentamientos se volvieron una costumbre, comenzando a pelear cada que el sol se ponía en el horizonte...

Una poderosa y lejana detonación la interrumpió, retomándola al volver el silencio.

--Los años de batallas cansaron a ambos bandos, concertando una audiencia en terreno neutral para hablar sobre concesiones. La primera fue un rotundo fracaso por la falta de confianza, pero aunque eso había sucedido, algo completamente increíble y difícil de entender había ocurrido en ese lugar. Ambos líderes habían quedado tocados por la Diosa del Amor, pero sus obstinadas personalidades provocaron que las batallas se intensificaran, volviendo la probabilidad sobre una futura alianza menos factible y, por querer negarse a sus sentimientos, las bajas no hicieron más que aumentar... La líder de los guerreros fue emparejada con el líder de una tribu aliada un año más tarde, fortaleciendo su ejército y, ejerciendo mayor presión a la ciudad, por el contrario, el líder de los magos se quedó solo, aislándose de todo para continuar con sus investigaciones --Una pequeña sonrisa tranquila floreció en su bello rostro--... Una década transcurrió en un parpadeo y, en esos últimos años muchas cosas pasaron, siendo la noticia de más notoriedad sobre el repentino nacimiento de una hermosa niña por parte de la líder de los guerreros, suceso que reforzó la moral de sus tropas y, la fe de su pueblo, sin embargo, respecto a la lucha, nada cambió, pues aún con la ventaja en tropas, no habían logrado ganar terreno. Los arcanos individuos eran pocos, pero muy hábiles, sus invocaciones eran tenebrosas, sus hechizos destructivos y, sus estrategias siniestras, logrando equilibrar con ello la batalla --Respiró profundo--. Pensarás que la historia que estoy contando es irrelevante para ti, pero permíteme continuar, hermano, te prometo que te sorprenderá.

--Por supuesto... --Asintió, cada segundo que pasaba se sentía más débil y, aunque tenía razón su hermana sobre que él pensaba que la historia era irrelevante, no tenía problemas por escuchar un poco más, ya que, quién la estaba contando, era su preciada hermana Prisilla.

--Pasaron ocho largos años y, en una noche desolada de nubes, el gran líder de los magos demostró el poderío de las verdaderas artes mágicas, destruyendo a más de la mitad de las fuerzas enemigas con un poderoso hechizo dual --Herz alzó las cejas, ligeramente sorprendido por la escena que imaginó, ya que, por su gran amor a la lectura, conocía que los hechizos duales estaban casi extintos por la extrema dificultad al realizarse--. La alianza tuvo que aceptar su derrota, sabiendo que no tenían la ventaja si continuaban, ofreciendo a la heredera de la líder de guerreros para terminar de una vez por todas con la disputa. Los magos accedieron, pues, aunque por fuera parecía que tenían la ventaja, el hechizo ocupado había sido uno de sacrificio, perdiendo a muchos de sus compañeros que voluntaria o involuntariamente se dispusieron para terminar con la lucha. El ritual de unión fue tranquilo, ninguno hizo actos hostiles, ambos bandos querían paz, ya habían sido casi tres décadas de batallas continúas y, eso había destruido más de lo que hubieran conseguido con la victoria. El hombre elegido para unirse con la heredera, no fue otro que el líder de los magos, una noticia que no sorprendió a nadie, pues los guerreros amaban el poder y, los magos respetaban a su gobernante, pero, había alguien que estaba renuente con esa decisión y, por voluntad propia se escabulló a los aposentos del gran mago después del ritual de emparejamiento, lugar donde tendría la escena de unión --Sus mejillas se colorearon débilmente--. Al verlo, las emociones del pasado explotaron, aquellos sentimientos que ambos individuos habían encerrado muy dentro de sí mismos florecieron, esa noche lo único que no hubo en la habitación fue silencio, pero esa emoción tan fuerte tendría un costo y, la sangre sería el precio --Liberó la mano de su hermano de su agarre, volteando para verlo de frente--. La heredera los descubriría en pleno acto sexual, explotando de cólera con su propia madre, al igual que con su ahora pareja de vida, su ira fue tan fuerte que perdió la cabeza, atacando al gran mago, pero para sorpresa de ambos, fue la líder de los guerreros quien lo defendió, asesinando a su propia hija al querer detenerla...

Herz tosió de manera seca, sintiendo un ligero ardor en su garganta, volvió a toser con fuerza, no teniendo más remedio que taparse con la mano, encontrando una mancha roja al retirarla.

--Por favor... continúa...

Prisilla sonrió levemente, limpiando con un paño blanco la sangre en las comisuras de su hermano.

--La líder de los guerreros se culpó por todo lo sucedido, quitándose la vida al no poder aguantar el dolor, pero eso no le agradó al gran mago, quién la amaba con un amor excesivo, casi enfermo, así que, sacó de un lugar misterioso una bella flor rojiza e intentó vincular la esencia de la recién fallecida mujer... lo intentó más de una vez, tanto que la locura se comenzó a apropiar de su mente, pero nada ocurrió... Ese día pasó a la historia como "El día de los amantes rotos" y, fue ese mismo que las tribus de la alianza, junto con la ciudad de Arbedul dejó de existir en el mundo, dejando solo un jardín de florecillas rojas en el páramo cubierto de sangre...

--Bonita --Entrecerró los ojos por el extremo cansancio, exhalando con pesadez--... historia... pero, eso no contesta... mi pregunta...

--Herz --Sus ojos resplandecieron con ese brillo de amor y calidez--, te traje aquí por las palabras de nuestro padre --Dijo. Su expresión cambió, mostrando un gran interés en las próximas palabras que su hermana estaba por decir--. Quiero decirte que nuestro padre está muy orgulloso de ti, hermano, me dijo que habías cambiado mucho y, que habías demostrado ser un verdadero heredero al trono... Que estaba orgulloso de tener a un hijo como tú --Herz no aguantó las lágrimas, entendiendo las buenas intenciones de su hermana--. Hermano, nuestro padre deseaba que tú te convirtieras en el próximo rey...

--Pero... no lo entiendo --La sonrisa aún no se apagaba de su rostro--... prometí volver aquí... el día en que me convirtiera... en el monarca de este reino... pero aún no lo soy...

--Lo eres, hermano --Le sonrió, masajeando su mejilla y limpiando sus lágrimas con sus dedos--. Padre falleció --El segundo príncipe perdió un poco más de fuerza al escuchar la noticia, se podría decir que no amaba a su progenitor, pero, aun así, él era su padre después de todo-- y, por derecho real, hoy eres el rey. Herz, cumpliste con tu promesa.

--No, Prisilla --Negó con la cabeza--... así no funcionan... las cosas...

--Lo sé, pero quería permitirte ver este lugar por última vez.

--¿Última vez?...

--Sí, hermanito --Suspiró, ligeramente culpable--... La historia que te he contado es el poema de dos amantes prohibidos, un amor que no fue permitido y, por ello, quería mostrarte todo lo que significas para mí --Apretó los labios, forzándose a no derramar ni una sola lágrima--. Herz, te amo y, te pido que me perdones.

Abrió los ojos repentinamente, bajando la mirada para notar una daga ceremonial perforar su estómago, con lentitud llevó sus manos a su abdomen, jadeando al no tener la fuerza suficiente para respirar con normalidad, cayendo al final de rodillas.

--¿Fhor... qhee?... --Sus ojos con la vida drenándose de su interior observaron a su hermana, no entendiendo nada de lo que estaba sucediendo.

--Porque es el sacrificio que nuestro amor requirió... Solo así, Katran y yo podremos estar juntos.

Prisilla sacó de su atuendo una pequeña cajita de madera con una pequeña flor rojiza, una que resplandecía de rojo con intensidad, mientras el Príncipe se desangraba tirado en el suelo.

--La maldición que poco a poco te estaba consumiendo se ha roto. Eres libre, hermano, libre para unirte a tu madre. --Le sonrió con esa misma calidez de siempre.

--Mi señora, debemos irnos, mi hechizo no va resistir por mucho tiempo.

Una silueta de atuendo blanco apareció repentinamente, pero no se acercó, parecía más que estaba en una posición defensiva. Prisilla asintió, observando a su consanguíneo por última vez.

--Adiós hermano, adiós para siempre.

Herz se quedó mirando el cielo, no había sentimiento que pudiera describir lo que estaba sintiendo, el dolor era tan fuerte en su corazón que había bloqueado su propia cordura, ahora, lo único que podía hacer, era esperar su fatídico deceso.