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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantasy
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Deuda de sangre

  --En mi familia hay una tradición que existe desde que la primera casa del señor Verion se levantó --Dijo-- y, esa es que cuando el primer hijo cumple los catorce años, debe emprender un viaje para reforzar sus habilidades, así como para crear carácter. Yo fuí la primera hija de cinco, por lo que cuando cumplí los catorce, salí de casa, al principio todo lo que encontré fue nuevo, mi único acompañante fue mi espada... En realidad nunca había tenido un combate real, aunque había sido entrenada desde pequeña, por lo que en aquellos bosques casi pierdo la vida más de una vez --Sonrió al recordar--, sobrevivir no fue fácil, tuve aprender a hacer cosas que antes me resultaban molestas, por lo que valore más la compañía de mis padres en mi vida --El silencio se presentó--, cuando volví a casa un año después, fui aceptada inmediatamente como una verdadera guerrera, una sobreviviente y, una digna hija de la familia Inver... Pensé que siempre sería así mi vida, llena de dicha y alegría, aunque encontrara obstáculos, los resolvería con la ayuda de mi astucia y mi espada... Me equivoqué --Miró a Gustavo con una mirada complicada--, al cumplir los diecisiete años, mi pueblo fue invitado a la ciudad real, para festejar el cumpleaños sesenta del rey. Ahí se llevaría a cabo un torneo, donde cualquiera menor de veinte podía participar, el premio para el ganador eran cien monedas doradas y la posibilidad de poder pertenecer a la guardia real, por supuesto, yo me inscribí --Miró al cielo--, todavía tengo la duda de ¿Qué habría pasado si no lo hubiera hecho? Soy una tonta ¿No? --El joven negó con la cabeza, pero no interrumpió a la dama. Meriel suspiró y continuó con su historia--. Las reglas del torneo eran simples, los participantes se reunirían en una explanada y, pelearían con espadas de madera, los últimos ocho en pie, pasarían a la segunda ronda, donde serían separados en parejas para tener un duelo... Fue ahí donde mi vida cambió --Su expresión se volvió nostálgica, aunque por momentos sonreía--, al pasar a la siguiente ronda, me enfrenté con un joven de aspecto noble y mimado, aquellos que te dan ganas de darle una paliza solo de verlos --Sonrió con sutileza-- y, me dispuse a hacerlo, pero para mí sorpresa, aquel joven solo aparentaba ser un enclenque, pues al comenzar la batalla su mirada cambio, al igual su postura... Obtuve la victoria en aquel combate, pero ese joven se gano mi corazón --Su mirada se volvió suave--, llegué al final del torneo, pero no logré derrotar a la joven contra la que me enfrenté, su dominio de dos espadas era sublime, tanto que solo le bastó dos movimientos para someterme y aceptar la derrota... Al final del torneo, los ocho finalistas fuimos invitados al banquete real, fue donde me di cuenta que era la única con un título de noble de octava categoría y, para mí sorpresa, aquel joven de aspecto mimado, era el hijo del gobernante de la ciudad Bosfron, un noble de tercera categoría. Me acerqué a él en el banquete y, le pedí una conversación, él aceptó con gusto, salimos del palacio y paseamos por la ciudad real, aquella noche fue estupenda y, también fue en esa noche donde conocí su nombre: Beldram Jarnes --El dolor apareció en su rostro, tanto que su voz se estaba quebrando--. Al final del festejo, Beldram me acompañó a casa, junto con sus guardias, por supuesto. Mi madre, quién entendía mi corazón mejor que nadie, me preguntó que si debía hablar con su padre para formar una alianza, yo me negué por supuesto, era demasiado pronto y, todavía no conocía los sentimientos de Beldram... Pero solo bastó un par de días para conocerlos. Cuando decidió volver a casa, yo pedí acompañarlo, él aceptó sin resistencia, yo aún no lo sabía, pero tenía intenciones de pedirle a su familia que solicitarán una alianza con mi padre, siendo nosotros dos la unión entre ambas familias... chico tonto --Sonrió, pero tan pronto como sus comisuras bajaron, una lágrima resbaló por su mejilla--, al llegar a la ciudad, fuimos recibidos con alegría y sonrisas, ahí conocí a sus padres, como a sus hermanas, si debo describir lo que sentí en ese momento, la palabra que ocuparía sería: aceptación, me sentí aceptada inmediatamente, nadie me miraba por debajo de su hombro por ser proveniente de un pueblo lejano, o por poseer un título que los nobles principales nombraban como: nobles plebeyos, nadie me trató mal, nadie --Su voz se rompió--, lamentablemente todo terminaría de una horrorosa manera... Mientras los padres de Beldram me acompañaban a mi pueblo para pedir la unión de las familias, fuimos emboscados por un grupo de asesinos y magos, personas despiadadas que mataron tanto a la madre de Beldram, como a sus hermanas --Apretó los puños, mientras mordía su labio inferior--, yo desperté un día después de la tragedia, rodeada de un charco de sangre y cuerpos inertes, mi cabeza dolía, mientras la sangre fresca todavía se encontraba en mi nuca, traté de buscar sobrevivientes en aquellos cuerpos, pero todo lo que encontré fue el rostro de mi amado cubierto de sangre, con una expresión de dolor --Sus ojos se volvieron rojos por las lágrimas que salían sin querer detenerse--... junté los cuerpos y les prendí fuego, mientras le pedía al Dios Land que me diera la fuerza para resistir, así como le rogaba que los aceptarán en el salón de los héroes... Vague por el bosque por días, intentando recuperarme, pero era inútil, el gran amor que sentía por Beldram se convirtió en un tormento de dolor por su partida. Así que juré, le juré a los cielos que encontraría al villano que se había atrevido a levantar sus armas contra mi amado, me dirigí nuevamente a la ciudad para encontrar al responsable, pero fue ahí donde descubrí otra cruel noticia, yo había sido enmarcada como la asesina de la familia Jarnes, acusada injustamente de matar a mi propio hombre --Su expresión era una mezcla de profundas emociones--, así que robé un caballo y huí de vuelta a casa, esperanzada de encontrar cobijo en los brazos de mis padres, pero al llegar a mi pueblo, descubrí que la pesadilla no había terminado --Gustavo miró a Meriel, podía notar que aquellas lágrimas poseían un intenso dolor, uno más fuerte que el peso de un montaña--, no llegue a un pueblo, llegué a un páramo de muerte, arrasado por las llamas y cubierto por la sangre de inocentes y grandes guerreros... Pase días arrodillada en el suelo, con la mirada perdida y el corazón destrozado, todo lo que conocía se había extinguido, ya no había nada para mí en este mundo, excepto por la deuda de sangre, la única cosa que todavía poseía... Quemé los cuerpos de mi padre y mi madre, al igual que los de mis hermanos y, enterré sus cenizas en la cripta familiar, fue ahí donde encontré mi espada --Señaló con sus ojos al arma en sus manos--, la espada de Inver Rayo fugaz, el arma que protegía la esencia de mis ancestros, pero que ahora me ayudaría a buscar venganza... Mi sendero se volvió rojo por la sangre que derramé y, oscuro porque dentro de mi ya no hay luz, maté a tantos, pero el verdadero responsable sigue vivo --Miró a Gustavo--, el hombre que dirigió todo entre las sombras, fue el rey Gition, el hombre más poderoso del reino de Tinoc ¿Ahora entiende porque intente quitarme la vida? --Gustavo no respondió--, porque aunque lo intente, no puedo matar a ese hombre, no tengo la fuerza, ni la habilidad para hacerlo --Su mirada sin esperanza observó a Gustavo--, ya conoce mi historia, mi señor, ahora sabe a lo que nos enfrentamos ¿Aún quiere ayudarme? --Gustavo la miró con solemnidad.

  --Te equivocas en algo, Meriel --Dijo después de un momento de silencio--, talvez antes no tenías la fuerza, pero ahora la tienes --Su mirada se tornó oscura, tan oscura que podía devorar la luz de sol--, y te prometo que te ayudaré a vengarte, sin importar el título que posean nuestros enemigos.