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El Encanto de la Noche

``` —El cuerpo de una sirena es una caja de tesoros. Sus lágrimas formaron las perlas más espléndidas, su exquisita sangre un estimulante eufórico para los vampiros, su lujoso cabello tejido en la más fina de las sedas, y su tierna carne buscada por los hombres lobo más que el ambrosía del Cielo. Las criaturas de la noche se mezclaban dentro de la sociedad humana, vestidos con la lana de la aristocracia, velados en su inocencia y nobleza retratadas, su salvajismo continuaba depredando a los débiles e indefensos. Genevieve Barlow, Eve para abreviar, era una joven excepcionalmente extraña. Poseía una naturaleza seductora y cautivadora, donde apenas había cambiado de apariencia desde su decimoctavo cumpleaños a sus veinticuatro años. Había engañado a la administración y había obtenido un título para poder tener una vida mejor. Más extraño aún era que Eve tenía un secreto que no compartía con nadie. Entra en la casa de Moriarty, no solo para ganar dinero sino también para encontrar respuestas sobre lo que le sucedió a su madre hace casi dos décadas. Lamentablemente, las cosas no siempre salen como uno planea. A pesar de su naturaleza cautelosa y su deseo de permanecer inadvertida, una pareja de ojos fríos cae sobre ella, que pronto se niega a dejarla fuera de su vista. ```

ash_knight17 · Fantasy
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Luz mejor que antes

Recomendación Musical: La Oración de Chiyo - John Williams

—Rosetta, quien podía escuchar la respiración de Eugenio, la usaba para desviar su atención de la oscuridad —dijo—. Déjame intentar abrir la puerta. Tal vez solo esté atascada. De lo contrario, puedo romperla.

Eugenio escuchó a Rosetta moverse en su asiento antes de que se pusiera de pie mientras él escuchaba sus pasos contra el suelo de mármol. —No creo que sea fácil explicar a los demás por qué estabas aquí conmigo, o por qué la rompí, Señora Rosetta —afirmó.

Aunque el corazón de Rosetta latía fuertemente, ya que todavía se sentía sofocada en ese lugar, movió sus manos frente a ella hasta tocar la puerta de madera —dijo emocionada—. ¡He encontrado la puerta, Eugenio!

—Buen trabajo, Señora Rosetta. Pero no rompas la puerta —Eugenio le advirtió.

—Está bien... —Rosetta intentó girar la manija de la puerta de todas las formas posibles que sabía que podía. Pero aunque pasaron buenos dos minutos, no pudo abrir la puerta.

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