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La Esclavización del alma del Dragón Subterráneo

La cueva quedó en un silencio sepulcral después de la caída del dragón subterráneo. La vasta criatura yacía inerte sobre el suelo rocoso, con su cuerpo colosal cubierto de grietas donde la magia y el ácido lo habían erosionado. La caverna, ahora libre de la tormenta de tierra y fuego, comenzó a revelarse en toda su magnitud. Cristales de mejora brillaban en todas las direcciones, incrustados en las paredes y el techo, algunos tan grandes como un puño humano, otros pequeños y relucientes como joyas.

Ian sabía que no debía perder tiempo. Ordenó a sus esclavos de alma que recogieran todos los cristales de mejora lo más rápido posible. Los goblins magos, bajo la supervisión de Tarek, el brujo goblin, comenzaron a usar hechizos de levitación para desincrustar los cristales más altos, mientras los guerreros goblins escalaban las paredes con sorprendente agilidad, arrancando los cristales más pequeños a mano. Las avispas soldado se movían entre las sombras, recogiendo fragmentos más dispersos y llevándolos de vuelta a los pies de Ian. El gigante rocoso arrancaba bloques enteros de cristal de las paredes y los colocaba en pilas ordenadas.

Los árboles vivientes extendieron sus sombras espectrales, permitiendo que sus raíces gaseosas envolvieran los cristales, desprendiéndolos suavemente de la piedra. El líder de los árboles vivientes, con su poder etéreo, se concentró en los cristales más grandes, arrancándolos con precisión quirúrgica mientras el viento helado que lo rodeaba ayudaba a limpiar el polvo y los restos.

Ian observaba el trabajo de su ejército con una sonrisa de satisfacción. Sabía que cada uno de esos cristales tenía un valor incalculable y que su posesión lo llevaría a un nuevo nivel de poder. Con un gesto de su mano, abrió su espacio de almacenamiento, una pequeña abertura en el aire que brillaba con una luz azulada. Los cristales de mejora flotaban hacia el espacio de almacenamiento uno por uno, desapareciendo en su interior hasta que la caverna quedó limpia de todo rastro del tesoro.

Con los cristales a salvo, Ian se volvió hacia el verdadero premio de esta batalla: el alma del dragón subterráneo de nivel 4. Este ser colosal, ahora muerto, albergaba un poder inmenso en su alma, una fuerza que, si podía ser esclavizada, añadiría un aliado formidable a su creciente ejército de almas.

Ian cerró los ojos y extendió su mano derecha hacia el cuerpo inerte del dragón. Una tenue luz púrpura comenzó a brillar en la palma de su mano mientras invocaba su habilidad: Control del Alma. El aire a su alrededor se enfrió, y una niebla espectral empezó a surgir del cuerpo del dragón, girando lentamente en espirales irregulares. La cueva se volvió aún más silenciosa, como si el mismo aire contuviera la respiración ante lo que estaba por ocurrir.

El alma del dragón se resistía. A diferencia de las almas más débiles que Ian había capturado antes, esta no estaba dispuesta a ser atrapada sin lucha. Un rugido etéreo resonó por la cueva cuando la niebla espectral se condensó en la forma de la cabeza del dragón, sus ojos resplandecían con un fuego de desafío, aún después de la muerte.

Ian sintió un dolor agudo en su mente, como si mil agujas se clavaran en su cerebro. El alma del dragón estaba intentando romper el vínculo antes de que pudiera establecerse por completo. Un alma tan poderosa puede herirme, pensó Ian, apretando los dientes mientras su mente luchaba por mantenerse unida. Sabía que había solo un 10% de probabilidad de éxito.

"¡No te resistas!" gruñó, concentrando más de su poder mágico en el hechizo. El alma del dragón se sacudió con violencia, enviando una onda de energía que hizo que las paredes de la cueva temblaran. La forma espectral intentaba escapar, pero Ian no iba a dejar que eso sucediera. Podía sentir la presión en su mente aumentando, una tensión que amenazaba con romper su control.

Ian invocó más de su energía, canalizando cada fragmento de su fuerza de voluntad hacia el hechizo. Las sombras de los arboles vivientes comenzaron a moverse a su alrededor, como si estuvieran protegiendo a su amo.

El alma del dragón lanzó otro rugido, uno tan potente que el eco reverberó en las paredes. Intentó una última embestida desesperada para liberarse del hechizo. La energía pura emanó de su forma espectral, golpeando directamente a Ian en la mente. Ian cayó de rodillas, sintiendo un ardor punzante en su cráneo, como si su cerebro se estuviera partiendo en dos.

Pero él no cedió. Usando todo el poder que le quedaba, Ian gritó en un esfuerzo final, concentrando su voluntad y su magia en el punto de conexión con el alma del dragón.

Entonces, ocurrió.

El alma del dragón se detuvo en su lucha. Su forma etérea, antes violenta y agitada, comenzó a calmarse, sus rugidos disminuyeron hasta que solo quedó un susurro en el aire. Finalmente, con un sonido parecido a un suspiro, el alma se encogió y se comprimió, transformándose en una esfera de luz púrpura que flotó hacia la mano de Ian.

Ian, jadeando, cerró su puño en torno a la esfera de luz, sintiendo el poder que ahora residía en su interior. El alma del dragón estaba bajo su control.

Ian se levantó lentamente, sintiendo el sudor frío en su frente, pero con una sonrisa de victoria en su rostro. El dragón subterráneo ahora era suyo. Sintió la esencia del dragón dentro de su mente, su presencia etérea esperando instrucciones. Aunque el alma del dragón no podía aumentar su poder más allá del que había tenido en vida, su fuerza y habilidades ya eran considerables.

"Bienvenido al servicio," murmuró Ian, con una chispa de satisfacción en su voz. "Tengo grandes planes para ti."

Ian estudió atentamente la esencia etérea del dragón subterráneo recién esclavizado. A través de su habilidad de Control del Alma, podía sentir las habilidades únicas del dragón resonando en su mente, como fragmentos de conocimiento que se le revelaban lentamente. Sintió una oleada de satisfacción; cada habilidad representaba un arma formidable que podría emplear en futuras batallas. Cerró los ojos y se concentró, dejando que las capacidades del dragón fluyeran hacia su conciencia.