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Explorando la Fortaleza de los Goblins

Ian permaneció oculto entre los árboles, observando con atención la entrada de la cueva fortificada. Había pasado un buen rato desde que los goblins que había seguido habían desaparecido en su interior, y ahora se encontraba ante la difícil decisión de cómo proceder. Sabía que, con la reina avispa espectral a su lado, tenía una ventaja considerable, pero la prudencia le aconsejaba investigar con cuidado antes de actuar.

Decidió esperar hasta que la oscuridad de la noche cubriera completamente el bosque. Las sombras serían su aliadas mientras se infiltraba en la fortaleza de los goblins. Con el tiempo, las luces comenzaron a encenderse dentro de la cueva, pequeñas antorchas y braseros iluminaban las paredes de roca y el entorno inmediato, dando a Ian una mejor idea de la distribución del lugar.

Cuando finalmente se decidió a moverse, Ian dejó la reina avispa en un lugar seguro, dándole órdenes de mantenerse fuera de vista pero lista para acudir a su llamada. Con cautela, se deslizó hasta la entrada de la cueva y, asegurándose de que no había goblins patrullando, se adentró en la oscuridad.

El interior de la cueva era amplio, y los túneles se ramificaban en varias direcciones. Ian eligió el camino más transitado, asumiendo que lo llevaría hacia el corazón de la fortaleza. A medida que avanzaba, el eco de sus pasos se mezclaba con los sonidos de goblins moviéndose y hablando en su lenguaje gutural, un recordatorio constante del peligro que lo rodeaba.

Después de recorrer varios corredores, Ian llegó a una sala más amplia, que parecía ser una especie de centro de operaciones. Allí, vio algo que lo hizo fruncir el ceño: goblins más grandes y musculosos, equipados con armaduras de hierro y portando espadas y hachas pesadas. Estos eran claramente guerreros, y su tamaño y porte los distinguían de los goblins comunes que había visto antes.

Sin embargo, lo que más llamó la atención de Ian fue la presencia de otros goblins, vestidos con túnicas raídas y portando bastones rudimentarios. Estos goblins eran más delgados y tenían una mirada astuta en sus ojos. Mientras observaba, Ian vio a uno de ellos levantar su bastón y conjurar una pequeña bola de fuego que luego lanzó hacia una antorcha apagada, encendiéndola al instante. No había duda: estos goblins eran magos.

Este descubrimiento complicaba las cosas. Los goblins guerreros ya eran una amenaza considerable, pero los magos añadían un nuevo nivel de peligro. Ian sabía que, si quería tener éxito en su incursión, necesitaría un plan que tuviera en cuenta las habilidades mágicas de estos nuevos enemigos.

Decidió retroceder para observar más. Necesitaba entender cómo se organizaban los goblins, cuántos magos y guerreros había, y si había algún líder que controlara la fortaleza. Con cada paso que daba, Ian se sumergía más en el corazón de la guarida de los goblins, consciente de que cualquier error podría significar su fin.

Mientras se escondía en las sombras, escuchó una conversación entre dos goblins magos que pasaban cerca. Aunque no entendía completamente su idioma, captó palabras que indicaban la existencia de un líder, alguien a quien estos goblins parecían temer y respetar. Esto solo aumentó la curiosidad de Ian.

Continuó su exploración, decidido a descubrir todos los secretos de esta fortaleza. Sabía que se enfrentaba a un desafío formidable, pero también entendía que las recompensas podrían ser incalculables si lograba saquear este lugar lleno de goblins guerreros y magos.

Después de varias horas de exploración cuidadosa, Ian finalmente comenzó a juntar las piezas del rompecabezas. Había escuchado fragmentos de conversaciones entre los goblins, observó la organización de las defensas, y notó que algunos túneles eran patrullados con mayor frecuencia que otros. Poco a poco, comenzó a sospechar que la fortaleza no solo era un refugio para los goblins, sino que también ocultaba algo de gran valor.

A través de las charlas fragmentadas y observaciones, Ian pudo identificar que los goblins no actuaban solo por instinto o supervivencia; había un líder entre ellos, un goblin que destacaba por encima del resto en términos de poder y autoridad. Este líder era mencionado con un tono reverente y temeroso, y los goblins se referían a él como "El Brujo".

El título de "Brujo" implicaba una especialización avanzada en la magia, algo mucho más peligroso que los simples magos que había visto antes. Los rumores entre los goblins indicaban que este Brujo era capaz de realizar hechizos que ni siquiera los magos más experimentados podían controlar, lo que lo convertía en una amenaza formidable.

A medida que Ian seguía explorando, sus sospechas se confirmaron cuando escuchó a un grupo de goblins hablar sobre una sala oculta en lo más profundo de la fortaleza, donde el Brujo custodiaba algo sumamente importante. Aunque no pudo entender completamente de qué se trataba, las palabras que captó, como "tesoro", "poder" y "antiguo", sugerían que lo que sea que el Brujo protegía era de un valor incalculable.

Ian sabía que enfrentarse al Brujo sería una de las pruebas más difíciles hasta el momento. Sin embargo, también entendía que derrotarlo y acceder a lo que protegía podría proporcionarle no solo una gran cantidad de núcleos energéticos y tesoros, sino también conocimientos arcanos que podrían aumentar su propio poder de manera significativa.

Mientras se ocultaba en la oscuridad, Ian trazó mentalmente un plan. Sabía que necesitaría ser astuto y aprovechar cada recurso a su disposición. No podía arriesgarse a un enfrentamiento directo con el Brujo sin antes debilitarlo o encontrar una ventaja significativa. La clave sería acercarse lo suficiente para estudiar sus patrones, identificar sus debilidades, y estar preparado para atacar en el momento oportuno.

Con una determinación renovada, Ian decidió que su próxima misión sería infiltrarse en la sala secreta del Brujo. Aunque el peligro era evidente, también lo era la oportunidad de lograr un avance significativo en su poder y en su misión de regresar a la Tierra mejor preparado.

Ian se movía sigilosamente por los oscuros pasillos de la fortaleza goblin, sus sentidos en alerta máxima. Las paredes estaban cubiertas de musgo, y un olor rancio llenaba el aire, pero nada de eso distraía a Ian de su misión. Durante horas había estado explorando, tratando de descubrir qué protegía el Brujo y sus seguidores con tanto celo. Finalmente, encontró una sala oculta, una gran cámara detrás de una puerta reforzada con runas que apenas lograban contener la energía que emanaba desde el interior.

Al empujar la puerta, Ian se encontró en una sala iluminada por una luz azulada que provenía del centro. Sus ojos se abrieron en asombro al ver lo que había estado buscando: un portal brillante rodeado por cofres llenos de tesoros y núcleos energéticos. El portal, de un color azul profundo, parecía pulsar con un poder misterioso. Sin saber a dónde conducía, Ian sintió un intenso deseo de descubrirlo. Pero justo cuando se acercaba para examinarlo más de cerca, un súbito zumbido lo alertó de que algo andaba mal.

El sonido agudo de una alarma mágica resonó en la sala, sacudiendo a Ian de su fascinación. Un hechizo de alarma había sido activado, revelando su presencia. El aire se cargó con una energía oscura, y en ese instante, Ian sintió que algo terrible estaba por suceder. Con un nudo en el estómago, se giró hacia la entrada, donde una figura alta y encapuchada apareció: el Brujo Goblin.

El Brujo era aún más imponente de lo que Ian había imaginado, con ojos llenos de odio y poder oscuro. Sin perder tiempo, comenzó a conjurar un hechizo, y la atmósfera en la sala se volvió densa y peligrosa. Ian sabía que no tenía oportunidad de derrotar al Brujo en ese momento; estaba en una situación crítica, sin preparación ni la fuerza suficiente para enfrentarlo directamente.

Sin pensarlo dos veces, Ian invocó a la Reina Avispa, quien respondió a su llamado casi de inmediato. Montó sobre ella y, con un golpe de sus poderosas alas, se lanzó hacia la salida de la fortaleza. El Brujo, enfurecido por la intromisión, desató una horda de goblins para perseguirlo, y lanzó hechizos explosivos que hicieron temblar los túneles.

Mientras Ian y la Reina Avispa avanzaban a toda velocidad por los oscuros pasillos, la fortaleza estalló en caos. Goblins corrían en todas direcciones, tratando de detenerlos, pero la Reina Avispa los barría a un lado con su aguijón venenoso, mientras Ian repelía a los enemigos con su espada. Cada golpe de las alas de la Reina Avispa los acercaba más a la salida, pero los ataques mágicos del Brujo y la cantidad abrumadora de goblins los ponían en peligro constante.

Con cada paso, la situación se volvía más desesperada, y aunque la Reina Avispa se movía con una velocidad increíble, Ian sabía que el tiempo estaba en su contra. Apenas podían mantenerse a salvo en medio del caos, pero su determinación de sobrevivir y descubrir el secreto del portal lo impulsaba a seguir adelante.

Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, la salida de la fortaleza apareció ante ellos, pero la batalla estaba lejos de terminar. Con los goblins aún en su persecución y el Brujo conjurando su magia más poderosa, Ian sabía que debía darlo todo para escapar con vida.

Ian sabía que su vida pendía de un hilo mientras él y la Reina Avispa se precipitaban a través de los estrechos pasillos de la fortaleza goblin. El aire estaba cargado de tensión, y cada golpe de las alas de la Reina Avispa resonaba como un tambor de guerra en su mente. A su alrededor, los goblins surgían como sombras, llenos de odio y sed de sangre, bloqueando cada salida posible.

La Reina Avispa, sintiendo la urgencia de la situación, arremetía con furia contra los enemigos. Sus mandíbulas chasqueaban y su aguijón se movía con una precisión mortal, atravesando armaduras y cuerpos con facilidad. Sin embargo, los goblins eran innumerables y atacaban desde todas las direcciones, obligando a Ian a pelear por su vida en cada instante.

Ian blandió su espada con fuerza, cortando a través de los goblins que se lanzaban sobre él. Cada golpe era preciso, buscando los puntos débiles de sus enemigos. La sangre verde de los goblins salpicaba las paredes mientras caían uno tras otro, pero por cada uno que caía, otros dos ocupaban su lugar, armados con lanzas y espadas de hierro, y con una furia que no conocía límites.

Uno de los goblins, un guerrero más grande que los demás, cargó hacia Ian con una lanza en alto. El goblin era rápido y fuerte, pero Ian, entrenado por incontables batallas, anticipó su movimiento. En un instante, esquivó el golpe mortal y contraatacó con un corte limpio a la garganta, haciendo que el goblin cayera al suelo, ahogándose en su propia sangre.

Pero no había tiempo para respirar. Otro goblin, un mago, comenzó a lanzar hechizos desde un rincón oscuro del túnel. Bolas de fuego y rayos eléctricos volaron en dirección a Ian, obligándolo a moverse con rapidez. Con reflejos agudos, Ian se lanzó hacia un lado, esquivando una explosión de fuego que incineró a varios goblins cercanos. Antes de que el mago pudiera conjurar otro hechizo, Ian lo abatió con una estocada certera que lo atravesó.

La Reina Avispa seguía avanzando con fuerza imparable, aplastando a los goblins que intentaban detenerla. Sin embargo, la cantidad de enemigos no disminuía, y cada vez más goblins aparecían de las sombras, tratando de rodearlos. A pesar de su tamaño y fuerza, incluso la Reina Avispa empezaba a mostrar signos de agotamiento, su aguijón cubierto de sangre y su vuelo menos fluido.

En medio de la confusión, Ian sintió una oleada de energía oscura acercándose. Giró la cabeza y vio al Brujo Goblin en la distancia, sus ojos brillando con malevolencia. El Brujo comenzó a entonar un conjuro, y el suelo bajo Ian comenzó a temblar. Estalagmitas afiladas emergieron de la tierra, casi empalándolo, y un rayo de energía oscura surgió de las manos del Brujo, dirigido hacia Ian.

Sin otra opción, Ian lanzó una última mirada hacia el portal que había dejado atrás. El poder que emanaba de él seguía atrayéndolo, pero sabía que no podría alcanzarlo en ese momento. Con un rugido de frustración, instó a la Reina Avispa a volar aún más rápido. Con un giro brusco, la Reina Avispa esquivó el rayo, que chocó contra la pared de la cueva, creando una explosión que hizo temblar la fortaleza entera.

El camino hacia la salida estaba cada vez más cerca, pero las hordas de goblins seguían acosándolos. Ian luchaba por mantenerse a la par de la Reina Avispa, cortando a los enemigos que intentaban detener su avance. Un goblin particularmente grande, con una espada en cada mano, se abalanzó sobre Ian. Era un guerrero feroz, sus movimientos eran rápidos y precisos, pero Ian, guiado por su instinto de supervivencia, bloqueó los ataques con su espada y contraatacó con un corte mortal que atravesó la armadura del goblin y lo dejó desplomado en el suelo.

A medida que la Reina Avispa finalmente alcanzó la salida, los goblins restantes se arremolinaron en una última embestida desesperada. Ian, herido y agotado, sabía que no podía enfrentarlos a todos, pero debía ganar tiempo para escapar. Con un esfuerzo final, lanzó un hechizo explosivo que había aprendido en su viaje. Una ráfaga de fuego estalló desde sus manos, incendiando a los goblins más cercanos y creando una barrera temporal entre ellos y la Reina Avispa.

La salida estaba justo delante, y sin perder tiempo, Ian y la Reina Avispa se lanzaron al exterior, dejando atrás la fortaleza en llamas y a los goblins en caos. Sin embargo, la batalla había cobrado un alto precio. La Reina Avispa estaba gravemente herida, sus alas quemadas y su cuerpo cubierto de cortes. Ian, apenas consciente, sintió la vida escaparse de su cuerpo mientras intentaba mantenerse en la montura.

Sabía que no llegaría lejos en ese estado. Con las últimas fuerzas que le quedaban, sacó dos pociones de curación de grado C de su bolsa y las bebió rápidamente. El líquido curativo corrió por su cuerpo, sanando sus heridas más graves, pero el dolor y el agotamiento seguían siendo abrumadores.

Finalmente, alcanzaron el refugio de Ian, lejos de la fortaleza y del peligro inmediato. La Reina Avispa se desplomó a un lado, exhausta pero viva, mientras Ian se dejó caer al suelo, su respiración agitada y su mente luchando por no desmayarse. Habían escapado por poco, pero la amenaza del Brujo y el portal seguían rondando en su mente. Sabía que esto no había terminado, pero por ahora, lo único que importaba era que estaban a salvo... al menos por el momento.