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Entrar al Portal

Después de haber superado los desafíos de la montaña y salir de la cueva, los jóvenes se dieron cuenta de que sus teléfonos no funcionaban en esta zona. La energía espiritual densa que impregnaba el área bloqueaba cualquier tipo de comunicación moderna, haciendo imposible contactar con sus respectivas facciones.

Sin embargo, como descendientes de familias poderosas, los jóvenes no se alarmaron. Sabían que contaban con métodos ancestrales para enviar señales a sus aliados.

Uno de los jóvenes de la familia Watanabe, habilidoso en técnicas antiguas, sacó un pergamino especial de su cinturón. Lo desenrolló cuidadosamente y lo encendió con una pequeña chispa de energía espiritual. Al quemarse, el pergamino emitió un humo blanco que se elevó rápidamente en el aire, formando patrones complejos. Este humo no solo era visible, sino que también estaba cargado de energía espiritual, lo que permitía que las facciones cercanas lo detectaran y supieran la ubicación exacta del grupo.

Otro joven, perteneciente a la familia Yamaha, sacó de su bolsa un cristal pequeño que emitía un pulso luminoso. Este cristal estaba sintonizado con la energía de su dueño y podía enviar un eco de energía espiritual que otros miembros de la familia podrían captar. Al activarlo, envió una onda que las facciones cercanas, sintonizadas con la misma frecuencia espiritual, sentirían en su interior, indicándoles dónde estaban los jóvenes.

Finalmente, uno de los chicos de la familia Hattori, conocidos por su afinidad con los animales espirituales, llamó a una majestuosa águila que apareció desde los cielos. Esta criatura, envuelta en una ligera neblina de energía espiritual, era capaz de viajar largas distancias y atravesar cualquier interferencia. El joven susurró un mensaje en clave al águila, que salió volando rápidamente para encontrar a los miembros dispersos de su facción y guiarlos hacia el portal.

Mientras esperaban, Ian observaba con calma, sabiendo que su plan estaba funcionando perfectamente. Las facciones pronto llegarían, atraídas por la promesa del portal y lo que podría estar escondido en su interior. Para mantener su laboratorio oculto, Ian necesitaba que todos se centraran en el portal de la Gruta del Cielo.

—No podemos entrar hasta que lleguen los demás —dijo uno de los jóvenes—. Sabemos que esto puede ser peligroso, y debemos tener la mayor cantidad de personas posible para explorar el lugar.

Ian asintió, aunque en su mente, él ya estaba pensando en los próximos pasos. Sabía que la llegada de las facciones le permitiría mezclarse entre ellos y obtener valiosa información sin levantar sospechas.

—¿Cuánto tiempo crees que tardarán en llegar? —preguntó Ian, haciendo un esfuerzo por parecer interesado en el plan colectivo.

—No mucho, las señales ya deben haber llegado a los líderes. Probablemente están en camino mientras hablamos —respondió uno de los jóvenes con confianza.

Los minutos pasaban, y poco a poco, los miembros de las diferentes facciones comenzaron a aparecer. Cada grupo venía preparado, algunos con armamento moderno, otros con artefactos espirituales y reliquias antiguas. Todos parecían listos para lo que fuera que encontrarían en el portal.

Ian sonrió internamente. Todo estaba saliendo de acuerdo a su plan. Mientras los demás estaban ansiosos por entrar y descubrir los tesoros, Ian ya estaba calculando cómo usar esta oportunidad para investigar a sus competidores sin que ellos se dieran cuenta.

Finalmente, cuando estuvieron todos reunidos, uno de los líderes de facción alzó la voz:

—¡Es hora! Vamos a ver qué nos depara este lugar.

Ian se posicionó estratégicamente en el grupo, listo para lo que vendría a continuación. Aunque fingía estar emocionado por lo que pudieran encontrar, su verdadera meta era mucho más ambiciosa.

Una vez que todas las facciones estuvieron reunidas, los líderes de cada grupo asintieron, conscientes de que el portal podría contener riquezas inimaginables y peligros desconocidos. Ian, manteniendo su expresión calmada, aunque con el corazón acelerado, se preparó junto a los demás.

El portal brilló con un destello cegador. La energía espiritual que lo rodeaba se arremolinaba, formando un vórtice que envolvía a los exploradores. Uno a uno, los grupos comenzaron a atravesarlo, con Ian en medio de ellos.

Al cruzar el portal, el grupo apareció en un vasto y misterioso bosque. En lugar de antiguas estructuras o ruinas, estaban rodeados por árboles colosales, mucho más grandes de lo que cualquiera había visto en la Tierra. La luz apenas penetraba las frondosas copas, sumergiendo todo en un ambiente sombrío pero cargado de energía espiritual pura.

Ian sintió el cambio al instante. La energía en este lugar era abrumadora, vibrando en el aire como una fuerza latente. Su piel se estremecía con la intensidad de la energía espiritual que lo rodeaba, y su percepción le alertaba de que no solo había tesoros aquí, sino también peligros acechando en cada rincón.

Los jóvenes que lo acompañaban, pertenecientes a las familias más influyentes, miraban con asombro el nuevo entorno. La exuberante vegetación brillaba con colores extraños, y algunos árboles parecían hechos de minerales preciosos. El aire estaba impregnado de una fragancia que evocaba poder y vitalidad.

Sin embargo, Ian sabía que cualquier lugar lleno de riquezas también oculta peligros. Mientras los exploradores comenzaban a dispersarse para observar más de cerca el terreno, Ian activó su percepción mejorada y captó movimientos furtivos en las sombras del bosque.

—No bajen la guardia —advirtió uno de los jóvenes de la familia Yamaha—. Este lugar está lleno de energía, pero también de criaturas que no conocemos.

Y tenía razón. Del espeso follaje surgieron bestias que desafiaban la imaginación. En primer lugar, serpientes gigantes, cuyos cuerpos emitían un tenue brillo espiritual, se deslizaban sigilosamente entre los árboles. Sus colmillos afilados chorreaban veneno brillante, lo que las hacía aún más amenazantes. También había tigres mutados, cuyas garras estaban imbuidas de energía, capaces de atravesar incluso el acero más duro.

Murciélagos enormes sobrevolaban por encima, su tamaño descomunal proyectando sombras mientras sus chillidos resonaban en el bosque. Por último, las aves depredadoras con plumas tan afiladas como cuchillas surcaban el cielo, lanzándose en picada hacia el grupo cuando detectaban alguna debilidad.

Ian, evaluando la situación, decidió fingir que no podía enfrentarse solo a las bestias para seguir ganándose la confianza de los jóvenes. Mientras ellos luchaban juntos para derrotar a las criaturas, Ian observaba cuidadosamente el entorno, conduciéndolos sin que lo notaran hacia el portal que había descubierto.

La batalla comenzó con un rugido de acción, los jóvenes desenvainaron sus armas y activaron sus habilidades ancestrales. El aire se llenó de energía espiritual, brillando en diferentes colores según el poder que cada uno manifestaba. Los del clan Watanabe formaron escudos de luz espiritual para protegerse de los ataques aéreos, mientras que los de la familia Yamaha, expertos en manipulación de energía, lanzaron ráfagas luminosas que destrozaban las sombras del bosque.

El joven de la familia Hattori, con su habilidad para convocar animales espirituales, llamó a un león etéreo, que emergió de la nada con un rugido profundo. La bestia cargó contra una serpiente gigante, desgarrándola con sus garras luminosas, mientras otros miembros de las facciones combatían en perfecta coordinación, atacando y defendiendo con una destreza que hablaba de años de entrenamiento.

Ian, sin embargo, se mantuvo en segundo plano, aparentando un papel más defensivo. De vez en cuando, lanzaba ataques menores, suficientes para no levantar sospechas pero sin mostrar su verdadera fuerza. Sabía que el verdadero peligro no eran las criaturas, sino los secretos que el bosque ocultaba y las intenciones de cada facción.

Aprovechando el caos del combate, Ian agudizó sus sentidos, detectando un cambio en la energía espiritual del entorno. Sintió un leve pero claro pulso proveniente de lo que parecía ser un punto central en el bosque. Esto lo intrigó: era como si una fuente de energía latente, escondida entre las sombras, emitiera señales para aquellos que pudieran percibirla.

Disimuladamente, Ian comenzó a moverse en esa dirección, guiando a los demás bajo la pretensión de buscar un lugar más seguro. "¡Por aquí!" gritó con convicción, señalando un claro en el bosque. Los otros, ocupados en su batalla contra las criaturas, lo siguieron sin dudar, pensando que Ian había encontrado una forma de reorganizarse y establecer una defensa más sólida.

Mientras se acercaban al corazón del bosque, el ambiente se tornaba más denso. La luz era casi inexistente, y solo algunos destellos de energía espiritual iluminaban su camino. Ian se dio cuenta de que el pulso que había sentido antes se volvía más fuerte. El aire estaba cargado con una energía que no había sentido antes, una vibración única que emanaba del suelo y de los árboles a su alrededor. Sabía que estaba cerca de algo importante.

Al llegar al claro, se encontraron con una vista impactante. En el centro, había un enorme árbol cuyas raíces se extendían como tentáculos por todo el terreno. A diferencia de los otros árboles, sus hojas eran negras como la noche, y su tronco emanaba un resplandor dorado, como si estuviera hecho de luz pura. Pero lo más inquietante era que, alrededor del árbol, flotaban esferas de luz, moviéndose lentamente en círculos, como si estuvieran en una danza ritual.

Ian pudo percibir que estas esferas eran concentraciones de energía espiritual pura, restos de antiguos guerreros o seres espirituales que habían quedado atrapados en este lugar. El árbol, evidentemente, era una fuente de poder inmensa, y probablemente el portal central que conectaba esta dimensión con otras.

Los líderes de las facciones se acercaron con cautela. "¿Qué es este lugar?" preguntó uno de los jóvenes de la familia Watanabe, mientras examinaba las esferas de luz con asombro y desconfianza.

Ian aprovechó el momento de duda. "Creo que este es el verdadero portal", dijo, fingiendo estar sorprendido, "y probablemente la clave para entender qué es lo que guarda este bosque". Su tono era convincente, y los demás asintieron, intrigados por lo que tenían frente a ellos.

Sin embargo, Ian sabía que había más en juego. Podía sentir que el árbol era más que una simple fuente de poder; era un guardián, una entidad viva que protegía algo escondido en su interior. Sus raíces parecían vibrar ligeramente, como si respondieran a la presencia de los intrusos.

Los otros jóvenes comenzaron a discutir entre ellos, evaluando si debían acercarse al árbol o mantener la distancia. Algunos querían analizar la situación con más cuidado, mientras que otros, más impacientes, proponían avanzar y tocar el tronco para ver qué pasaba.

Ian, mientras tanto, aprovechó la distracción para examinar más de cerca el entorno. Sus ojos se fijaron en un símbolo tallado en la base del árbol, un emblema antiguo que reconoció de sus estudios: la marca de una poderosa entidad espiritual, una entidad que alguna vez gobernó este lugar antes de que el bosque existiera.

En ese momento, una de las esferas de luz se acercó lentamente a Ian. Parecía tener una conciencia propia, flotando frente a él como si lo estuviera estudiando. Ian alargó la mano con cautela, sintiendo la vibración de la energía dentro de la esfera.

De repente, la esfera se fusionó con él, inundándolo con una visión. Ian vio imágenes de un pasado lejano: un vasto templo en el corazón del bosque, guardado por un ejército de espíritus y criaturas místicas. En el templo, una joya radiante reposaba en un altar, emanando un poder inimaginable. Luego, una figura oscura apareció, sellando el templo y transformando el entorno en el bosque que ahora veían.

Ian regresó a la realidad, con su corazón latiendo con fuerza. Ahora sabía que su verdadero objetivo no era el portal visible, sino el templo escondido que guardaba esa joya. Pero no podía hacer nada precipitadamente; necesitaba que los demás siguieran pensando que el árbol era su única pista.

"Necesitamos investigar más", sugirió Ian, con un tono de urgencia calculada. "Podría haber algo en las raíces o tal vez dentro del tronco. Si queremos entender el verdadero propósito de este portal, debemos descubrir qué esconde este árbol".

Los demás asintieron, algunos de ellos nerviosos, pero otros movidos por la curiosidad. Comenzaron a prepararse para acercarse más al árbol, algunos usando herramientas espirituales para examinarlo, otros entonando cánticos protectores.

Ian sonrió para sí mismo. Sabía que la distracción había funcionado. Mientras todos estaban enfocados en el árbol, él planeaba cómo encontrar el templo perdido sin alertar a los demás. Su plan estaba en marcha, y cada movimiento lo acercaba más a su verdadero objetivo: el poder oculto que yacía en las profundidades de este bosque místico.