Evan Holmes vio su lamentable estado y pensó que su esposa ya había fallecido, su cabeza zumbando y su rostro palideciendo instantáneamente.
—¿Tu cuñada… No lo logró?
—Eructo...
Bobby Prince alzó la cabeza en un aturdimiento y dijo vagamente:
—¿Cuñada? Ella está bien, no le pasa nada a la cuñada.
Había un joven doctor en el lugar que utilizó una aguja de plata para ayudar a detener el sangrado, y poco después llegó la ambulancia.
El médico de la ambulancia dijo que si no hubiera sido por el buen tratamiento de ese hermano, quizá la cuñada habría tenido realmente problemas.
—Te digo, hermano, no tienes idea, la técnica de ese hermano fue realmente rápida, con esas agujas de plata zumbando...
Evan Holmes finalmente entendió y no esperó a que Bobby terminara; levantó el pie y le dio una patada.
—Por el amor de Cristo, ¿tu cuñada está bien y tú aullas como un tonto aquí?
—Yo... Solo estaba arrepintiéndome...
Evan Holmes, con el rostro oscurecido por la ira, maldijo:
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