—Solo en este momento se dio cuenta de por qué Greg se había atrevido a venir solo al escondite de los bandidos; resultó que este hombre poseía una fuerza tan aterradora.
—¿Es él, después de todo, humano?
—Greg, sosteniendo su cuchillo, caminaba paso a paso hacia Angus. Antes de que Angus pudiera hablar, se arrodilló con un golpe frente a él.
—Te ruego, no me mates, yo... soy hombre del General Sam; si me matas, el General no te dejará ir.
—¿Me estás amenazando?
—La penetrante mirada de Greg envió escalofríos por la columna de Angus.
—¿General Sam? ¡Meramente hormigas! —Greg resopló fríamente, su rostro lleno de desprecio.
—Saca todas las cosas valiosas que tengas aquí.
—Angus ya había perdido toda esperanza, pero al oír esto, un destello de alegría se encendió en su corazón, y dijo apresuradamente:
—¿Eso significa que si entrego los tesoros, no me matarás?
—Greg se rió, una risa muy arrogante.
—Eso dependerá de si tus cosas valen tu despreciable vida.
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