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¿Batalla final?

  Después de una lucha interminable con los más furiosos monstruos del laberinto, niveló sus estadísticas en las adecuadas para enfrentar a los soldados fantasmales, se equipó con una armadura de cuero oscuro, de brazales plateados y guanteletes dorados y, como arma, su preciada espada de dos manos. El combate fue intenso, pero sus más de mil intentos dieron como resultado en su absoluta victoria y, como ya conocía la costumbre del "rey", rápidamente se deshizo de sus altas estadísticas, reiniciándolas a sus números originales.

  --Esta será mi primera pelea real --Borró todos sus puntos seguros--, me di cuenta muy tarde que revivir, me hizo idiota, pensado que podría intentarlo cuántas veces quisiera, pero hoy todo cambia. Hoy si me asesinas, será el final, ya no hay marcha atrás, ya no hay nada que me espere en este maldito lugar --Se colocó en guardia al notar que el "rey" se encontraba a cinco pasos de su posición--. Porque si muero hoy, todo se termina para mí.

  --Bonito discurso --Su mano extrajo de la nada un espada de hoja carmesí, algo que sorprendió a su oponente-- y, por ello te daré una muerte honrosa.

  --Gracias.

Se miraron por un solo segundo, porque en el siguiente la batalla comenzó. La espada carmesí chocó contra la espada larga, presionándose, pero sin obtener la victoria.

  --Lo sabía, entre más fuerte fuera, más débil sería en contra tuya. --Sonrió lleno de alegría.

  --Nada cambia, solo estás ralentizando  tu muerte.

El "rey" golpeó el pecho de su oponente, lanzándolo a besar el suelo con su espalda. Se aproximó con rapidez, intentando clavar su espada en su pecho, sin embargo, el amigo de los árboles rápidamente giró hacia un lado, esquivando. Los ataques eran muy rápidos, certeros y brutales, por lo que no intentó hacerse el valiente y probar suerte, todo lo hizo con base en su conocimiento acumulado de los últimos doscientos cincuenta años, creando en un segundo las mejores estrategias y, en el mismo segundo eligiendo la mejor, pero aquello no representaba una ventaja real en contra de su oponente, ya que era igual o más habilidoso que él.

Ambos activaron sus habilidades, neutralizándose al mismo tiempo. Corrieron y se atacaron, salieron volando, creando una pequeña destrucción en la sala del trono, pero aún con la intensa batalla, sus miradas no flaqueaban en lo más mínimo. Cayeron, se levantaron, gritaron, era un espectáculo, no permitiéndose perder la concentración ni por un segundo. 

  --Lo admito, eres hábil. --Dijo el "rey".

  --Ahora sí hablas. --Se acercó, impactando su puño en su casco negro.

El "rey" devolvió el golpe, acertando con fuerza en la boca del estómago. El amigo de los árboles escupió una gran bocanada de aire y saliva, recibiendo un rodillazo en su rostro al flexionarse por el dolor, retrocedió, mirando el techo mientras intentaba recuperar el control de su cuerpo. Lo hizo, bloqueando con su espada el corte que se dirigía a su cuello, volvió a bloquear y, lo volvió a hacer por tercera vez, sus manos dolieron por la vibración, pero la adrenalina le impidió pensar demasiado en ello. Activó su habilidad de intimidación, acompañada de un rugido devastador, pero el "rey" no se quedó quieto, el mismo creó de la nada una cúpula ilusoria, que lo protegió del fuerte ataque. El joven de la espada larga entrecerró los ojos, limpiando la sangre de su frente, rápidamente se lanzó hacia atrás, evadiendo el ataque próximo. Explotaron con sus auras de pelea, chocando entre sí y, lanzando sus habilidades más poderosas al mismo tiempo, las cuales se repelieron, creando una furiosa explosión en su centro. Gritó enfurecido, estaba dando todo, pero aún con ello no podía conseguir la ventaja.

La batalla tomó un respiro cuando ambos sujetos se retiraron a diez pasos uno del otro para recuperar el aliento. Uno sangraba de rojo, mientras el otro había perdido parte de la armadura de su brazo izquierdo. Ambos se miraban con intención asesina, no eran enemigos reales, pero cada uno tenía sus motivaciones para luchar y, eso era suficiente para que uno matara al otro.

  --Ríndete, no podrás matarme. --Dijo con un tono frío y bestial.

  --Sí eso fuera así, no pedirías mi rendición. --Exhaló con pesadez--. Admítelo, estás asustado.

  --Solo quería mostrar mi agradecimiento por entretenerme, pero parece que es momento de volverte uno de mis sirvientes. --Su tono perdió todo rastro de emoción, volviéndose tétrico y siniestro.

Se quitó el casco, mostrando a un individuo con un rostro similar al humano, con la diferencia de que sus ojos eran más grandes, no poseía el iris, ni la pupila, todo el globo ocultar era color rojo, con la ilusión de que de ellos salían llamas que podrían incinerar hasta el lugar más frío. La tez de su piel era grisácea, con dos puntos como nariz y una boca repleta de colmillos, poseía una cabellera extinta de cabellos, si se decía que tenía cien, era decir muchos, pero aquellos no se movían por la gravedad universal, era como si tuvieran su propia mente, flotando con lentitud.

  --¿Qué eres?

  --Pregunta equivocada.

Se lanzó a la batalla una vez más. El amigo de los árboles volvió a bloquear, contratacando casi de inmediato. Su cuerpo fue golpeado, cortado y atravesado, pero no flaqueó, ya que había logrado asestar cortes certeros en su enemigo. Al sentir que la muerte reclamaba su cuerpo, rápidamente extrajo una fruta dorada de su inventario y, con total rapidez la consumió, no esperando ni un solo segundo, ya que no lo tenía y debía ser inteligente al ocupar el tiempo que poseía. Se recuperó casi al instante, evadiendo con rapidez el ataque próximo. Tropezó y casi perdió el brazo, pero su rápida reacción le brindo una segunda oportunidad. Activó sus habilidades, explotando con su energía de guerrero, pero no fue el único, el "rey" también lo hizo, enfrentándose con todo su arsenal de habilidades. Luces rápidas, golpes certeros, sangre derramada, toda la sala estaba repleta de daños, ya no poseía la anterior atmósfera elegante e imponente, ahora solo era otra sala más, destruida por los amantes del caos.

El amigo de los árboles cayó de rodillas, su cuerpo dolía demasiado, la fatiga era extrema y, al saber que ya no podía comer una fruta más porque la estaría desperdiciando, le provocó un mal sentimiento, pero al notar que a su enemigo le faltaba un brazo, una sensación de victoria invadió su cuerpo, aún cuando a él le costaba hasta respirar. El "rey" se acercó, furioso y, con una mirada decidida, era la primera vez que era mutilado y, ese sentimiento de deshonra lo estaba consumiendo por dentro.

  --Tu muerte no será gloriosa.

Se colocó justo a un paso del individuo arrodillado, quién observó la lejanía, donde su espada descansaba, una sonrisa abatida se dibujó en su rostro, lo había intentado, en verdad lo había hecho, pero parecía que aquello al final no había servido de nada. El "rey" se arrodilló, alejó por un momento la espada de su cuerpo, quería que ganará velocidad.

  --Te diré un secreto --Se acercó a su oído y, en el mismo instante impactó con su arma la panza de su enemigo, quién gimió y dejó salir de su boca una pequeña cantidad de sangre--. Soy... --Sus ojos se abrieron de par en par, pero antes de enterarse de lo que había pasado su cuerpo cayó a un lado, con una pequeña daga clavada debajo de su mentón.

  --Me importa... una mierda... quién seas...

Sonrió, perdiendo el conocimiento al caer de espaldas.

A los pocos segundos un poderoso rayo blanco descendió para envolver su cuerpo, iluminando toda la anteriormente majestuosa sala...

*Has heredado la voluntad del arquitecto*

Su cuerpo apareció repentinamente, yaciendo en una superficie pastosa, a la luz del sol.

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