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25 de Junio de 1425, Puerto Real de Oftalmolecusamp

Después de partir de la isla de los Artipewos, el Explorum Nova Tevra navegó de regreso a Oftalmolecusamp. La travesía fue tranquila, un soporífero abrazo del océano que me ofreció tiempo para reflexionar sobre los logros alcanzados y los desafíos que aún nos aguardaban. El barco avanzaba con firmeza, llevando consigo los materiales esenciales que habíamos obtenido para nuestra próxima fase de exploración.

Finalmente, al llegar al puerto de Oftalmolecusamp, fui recibido por oficiales del reino, quienes nos esperaban con miradas de admiración y expectativa. La tripulación y yo desembarcamos, sintiendo el crujir de la madera del muelle bajo nuestros pies, mientras el bullicio del puerto se entremezclaba con un aire de celebración. Rápidamente nos condujeron al palacio, donde se preparaba una reunión con los dignatarios más altos del reino.

En la gran sala del trono, el ambiente era solemne. Ante mí se encontraba el rey Alder VII, un hombre de imponente presencia, cuya mirada reflejaba la sabiduría de años de liderazgo. A su lado, el príncipe Kyllia I y la reina Hista IV de Yamet observaban con interés. El ambiente estaba cargado de expectativa, y sabía que cada palabra que pronunciara tendría un peso considerable.

Capitán Stormwind —comenzó el rey Alder VII con una voz grave—, hemos oído informes de su exitosa parada en la isla de los Artipewos y de los recursos que ha obtenido. Es momento de discutir los siguientes pasos en su misión.

Inclinándome en señal de respeto, respondí: —Majestad, hemos cumplido nuestra primera etapa con éxito. Los Artipewos nos han proporcionado materiales cruciales y hemos completado nuestras tareas en Oftalmolecusamp. Ahora estamos listos para continuar nuestra exploración.

La reina Hista IV, con una mirada inquisitiva, interrumpió: —¿Qué más necesitan de nosotros para su próximo destino?

Sentí la atención de todos sobre mí mientras me volví hacia el príncipe Kyllia I. —En caso de que lleguemos a las costas Vorómadas, necesitamos conocer qué defensas podríamos encontrar allí. Hemos oído rumores de poderosas fortalezas en el imperio Vorómada.

El príncipe frunció el ceño, mostrando interés. —¿Qué fortalezas son esas?

Tomando un respiro, me enderecé. —Son los tres fuertes ubicados en Ak'mura, la capital del imperio Vorómada. Estos fuertes, conocidos como Alleig, Saoro y San Aliac, son famosos por su capacidad defensiva. El Alleig defiende el paso norte, el Saoro controla el acceso a la ciudad desde el oeste, y el San Aliac protege el lado sur. Estos fuertes son la primera línea de defensa del imperio, y conocer su disposición nos será invaluable en caso de que tengamos que enfrentarnos a ellos.

El rey Alder VII asintió, comprensivo. —Tomaremos nota de su información y les proporcionaremos un informe detallado sobre las posibles defensas en el Imperio Vorómada. Su seguridad es de nuestra mayor preocupación.

Kyllia I me miró con una mezcla de respeto y curiosidad. —Que su viaje sea seguro, y que encuentren lo que buscan. Mantengan sus caminos claros y regresen a nosotros con buenas noticias.

La reunión concluyó con formalidades y despedidas, una danza de palabras que reforzaba los lazos entre nuestros reinos. Agradecimos a los dignatarios por su apoyo y asistencia, sabiendo que los suministros adicionales y la información estratégica estaban listos para ser embarcados en el Explorum Nova Tevra.

Una vez fuera del palacio, el murmullo del puerto me dio la bienvenida. Me dirigí al muelle, donde el barco esperaba, y vi a mi tripulación realizando los últimos preparativos. El ambiente estaba cargado de una mezcla de anticipación y determinación, un reflejo de lo que teníamos por delante.

Con el sol descendiendo en el horizonte, el Explorum Nova Tevra se preparó para zarpar una vez más. Subí a bordo, dando una última mirada al puerto de Oftalmolecusamp, una visión que guardaría en mi memoria. Luego, con voz firme, di la orden de zarpar.

¡A las velas, hombres! Es hora de continuar nuestra exploración. El continente desconocido nos espera.

Las velas se izaron y el barco comenzó a moverse con la fuerza del viento, como si también estuviera ansioso por embarcarse en nuevas aventuras. A medida que nos adentrábamos en el vasto océano, dejando atrás el familiar puerto, el horizonte se extendía ante nosotros, prometiendo desafíos y descubrimientos en los días que vendrían. Mi corazón latía con fuerza, sabiendo que este era solo el comienzo de una odisea que marcaría nuestras vidas para siempre.