El salón, que había estado lleno de energía festiva hace solo unos momentos, ahora estaba envuelto en un silencio mortal, los tres sentados en la mesa de Asher atónitos por la brutalidad que acababan de presenciar.
Oberón, con la garganta seca, apenas podía tragar mientras miraba la horrenda vista del cuerpo mutilado de Droco.
Un escalofrío recorrió su columna vertebral al pensar en la posibilidad de encontrarse con un destino similar.
Se resolvió interiormente a que preferiría morir protegiendo a Rowena que dejar que estos bastardos draconianos se satisfacieran.
Leonidas y Caelum intercambiaron miradas, ambos sintiendo la pesada y opresiva tensión que ahora llenaba la habitación. Esto ya no era una celebración; era una muestra de poder y una advertencia.
Aún así, no podían evitar preguntarse sobre el mensaje que Drakar intentaba transmitir al ejecutar a un traidor de una manera tan pública y macabra, y eso ante ellos.
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