Mientras Asher y los demás se acomodaban en el espacioso interior del carruaje, Leonidas notó inmediatamente algo extraño —Eh... las ventanas. No puedo ver afuera —murmuró, con una expresión de confusión y leve preocupación.
Asher también había observado esta peculiar característica al entrar.
Examinó las ventanas, frunciendo el ceño —¿Por qué están estas ventanas selladas con maná? —preguntó en voz alta, notando que las ventanas no solo estaban teñidas de negro, sino completamente oscurecidas, impidiendo que cualquier luz penetrara, y así haciendo invisible el mundo exterior.
El anciano conductor del carruaje, con voz respetuosa y firme, respondió desde la cabina del conductor —Perdóneme, Su Majestad. Pero es por su propia protección, considerando las circunstancias.
Leonidas se encogió de hombros y agregó —Bueno... tiene sentido. Quizás para desanimar a aquellos que intentan asesinarnos en el camino. No es que vayan a tener éxito de todos modos —dijo con una sonrisa confiada.
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