El corazón de Silvia latía en su pecho mientras se levantaba, sus ojos usualmente vibrantes reflejando su shock. Su previamente alegre actitud fue reemplazada por algo más, algo que sus seguidores raramente habían visto: temor.
—¿C-Cómo encontraste a Silvia...? —murmuró Silvia mientras sujetaba los lados de su vestido.
Una serenidad engañosa se dibujaba en el rostro de Sabina mientras caminaba hacia Silvia. Sus ojos brillaban con una anticipación juguetona. —Cierto pequeños amigos en el camino te habían visto, y casualmente yo estaba cerca de ti. Dado tu tendencia a descansar y relajarte, no fue tan difícil encontrarte. Los Demonios deben saber cuánto me necesitas —admitió, su voz melodiosa.
La confesión hizo que los labios de Silvia se apretaran en una línea delgada, sus ojos rojos destellando con arrepentimiento. Había sido demasiado descuidada, y le había costado esto.
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