Al día siguiente
Li An'an había estado evitando a Bai Feifei todo el día, pero en la tarde, todavía fue acorralada.
—Li An'an, detente justo ahí. Debes estar muy contenta de que no logré castigarte ayer. ¿Te estás riendo de mí a mis espaldas? Desgraciada. No mereces estar aquí en absoluto. ¡Donde quiera que camines y todo lo que hayas limpiado se siente sucio! —exclamó Bai Feifei.
Li An'an se colocó la mano junto a la oreja.
—¿Qué dijiste? No te escuché claramente. Dilo de nuevo. Me entró agua en los oídos cuando estuve duchándome anoche. Todo suena confuso —respondió Li An'an con sarcasmo.
—¡Dije que eres despreciable! ¡Ensucias todo lo que tocas!
—Oh, ¿te sientes sucio? Entonces ve a darte una ducha. Eso debería limpiarte. Ahora que lo mencionas, cuando hablas, de hecho sí siento que apesta —Li An'an sonrió malévolamente mientras se abanicaba con la mano.
—¡Maldición, cómo te atreves a burlarte de mí! —gritó Bai Feifei indignada.
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