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21 ¿Invertir o apostar?

Invertir tiene muy mala prensa por desconocimiento: no es una cuestión de tomar decisiones a cara o cruz, eso es apostar. Invertir es conseguir la formación e información necesaria que permite tomar decisiones casi obvias, casi sin riesgo ni incertidumbre.

Invertir no es un riesgo; pero sí lo es la falta de educación financiera.

Por ello, antes de invertir dinero es preciso invertir mucho, muchísimo tiempo en averiguar en qué invertir. Invertir es un trabajo en sí mismo, no es tomar una decisión. Es más una labor de búsqueda que tomar una decisión. La decisión viene después de ese inmenso trabajo que consiste en conocer a fondo la inversión. Y cuando se está bien informado, y formado, las decisiones se toman cantando en la ducha.

Si me permites una analogía: así como en la arqueología hay más trabajo de despacho que de campo, en la inversión toma más tiempo la investigación que la decisión.

Como dije, la palabra «inversión» tiene muy mala fama porque se asocia con riesgo, si bien las pérdidas son siempre consecuencia de apuestas y no de inversiones. Las inversiones de verdad son muy seguras. Muchos, que en realidad están apostando, creen que están invirtiendo. Pero no creo que haya malas inversiones en el mundo, sino malos inversionistas.

Muchas personas pierden dinero en bolsa porque no saben qué están comprando. Muchas personas pierden dinero en el mercado inmobiliario porque no saben que están comprando. Muy pocos saben comprar bien porque desconocen lo que compran. Y los negocios no se hacen al vender sino al comprar.

Ingvar Kamprad, Míster IKEA, empezó su negocio multimillonario de muebles de buen diseño a bajo precio vendiendo... ¡cerillas! Su secreto es comprar grandes cantidades a buen precio, revendiendo a un precio muy bajo pero suficiente como para dejar un margen. Su otro secreto: separar una parte del beneficio para comprar más producto de una línea diferente y ampliar así su actividad. Hoy es el quinto hombre más rico del planeta según la revista Forbes y las muebles de IKEA decoran hogares de todo el mundo.

El buen inversionista invierte más tiempo que dinero. El mal inversionista sólo invierte dinero y poco tiempo en averiguar qué está comprando. Siempre me ha llamado la atención lo rápido que las personas colocan el dinero —que tanto tiempo les costó ganar— en lo que desconocen. Invierte más tiempo en aprender a invertir, e invierte menos dinero.

El buen inversionista no especula, es decir, no compra con la intención de vender a un precio superior. Eso es comerciar, no invertir. Invertir es mantener un activo porque ofrece rendimientos periódicos en forma de renta (flujo de caja). Lo que ocurre es que cuando un mal inversor no encuentra una buena inversión con un flujo de caja regular, apuesta en inversiones de ganancias de capital, es decir: invierte con la esperanza de que con el tiempo, y mucha suerte, su compra aumente de valor (por eso digo que el inversor hace números y el apostador reza).

La bolsa no es inversión sino especulación porque los agentes que allí actúan buscan la plusvalía de las acciones y no el dividendo de las acciones que compran.

El flujo de caja regular es infinitamente mejor que la plusvalía o ganancia de capital. Pocos se dan cuenta, o tal vez sí se dan, pero aman la rapidez y detestan la lentitud. Quizás la mayoría de inversores eligen la ganancia de capital porque es lo más sencillo cuando la economía crece; y muy pocos eligen el flujo de caja porque es más complejo y requiere de conocimiento. El resultado, por ejemplo en el mercado inmobiliario, es que la mayoría pierde el juego del dinero debido a la estrategia del «ladrillazo». La diferencia entre ambas estrategias es que en caso de una caía del mercado, aun devaluándose el activo, la renta se mantiene. Pero si vives de las plusvalías, ¿qué te queda cuando los valores se desploman? Si entiendes este concepto, si percibes la diferencia, sabrás algo que desconoce el 90%.

Crea activos con flujos de caja —o rentas— y serás libre financieramente.

Lo entenderás mejor con un ejemplo. En los años setenta Bill Gates compró los derechos exclusivos del sistema operativo DOS para las minicomputadoras a su inventor; después, en 1979, concedió la «licencia no exclusiva» a IBM para montarlo en sus PC. Después hizo lo mismo con otros fabricantes de ordenadores. Fíjate que dije

«licenció», no «vendió». Si hubiese vendido el sistema DOS habría obtenido una gran suma, desde luego, pero eso habría sido todo, y ahora Microsoft no valdría lo que vale, ni Gates sería el hombre más rico del planeta. Licenciar es como «alquilar» su sistema operativo a cualquier fabricante. Las licencias del sistema inicial DOS, hoy de su evolución Windows, suponen unas rentas de ingresos infinitas (un flujo de caja) para su compañía.

Otro ejemplo donde la licencia es visible es en una de mis tiendas favoritas: Sephora, la cadena de perfumerías más grande del mundo. ¿Crees que cada fragancia es explotada por el propietario de la marca? Claro que no, esa tienda es una mina de licencias. Cada nombre de perfume está licenciado por su propietario a fabricantes perfumistas. Cuando vuelvas a entrar en una perfumería, contempla el ilimitado alcance de la licencia.

¿Qué te parece más interesante la ganancia de capital —plusvalía— o los flujos de caja —licencias—?

Ahora voy a compartir contigo el secreto de los inversionistas. Los buenos inversores son más sofisticados y coleccionan activos que ponen dinero en sus bolsillos regularmente, por eso no se desprenden de sus inversiones ni piensan en venderlas. Como les costó mucho encontrar una buena inversión, también les cuesta mucho desprenderse de ella. El mayor inversionista del mundo, Warren Buffet, dijo: «Mi período preferido para conservar una acción es para siempre». Y añade: «Me gusta comprar negocios, no me gusta vender y espero que la relación dure toda la vida». Amén.

La inversión más sencilla es colocar dinero en acciones en la bolsa o en fondos de inversión en las entidades financieras. Fácil comprar, fácil vender, fácil perder. Ambas inversiones son un dudoso negocio porque cuando llegan a las manos del inversionista particular, el beneficio ya está hecho, no queda mucho que ganar y sí muchas comisiones que pagar. Ha sin duda, otras inversiones más interesantes pero no son atractivas para el inversor promedio porque requieren invertir más tiempo y conocimiento.

La bolsa es en realidad una casa de apuestas con aspecto de templo de la inversión. Hoy hay millones de euros invertidos en acciones de empresas que en cinco años no existirán (también ahora hay millones de personas trabajando en empresas que en cinco años no existirán).

Sí, es una opinión (la mía) pero no veo la bolsa como una inversión sino como una apuesta, un juego de azar. Vamos, como la ruleta de un casino o los cartones de un bingo. Entre el 2007 y el 2009 la bolsa perdió un 50%. ¿Cuándo se recuperará?, nadie lo sabe, de modo que debe tratarse de un asunto de azar. Sé que los expertos en bolsa replicarán que me equivoco. Tal vez. Seguramente son los que animaban a comprar acciones a sus clientes poco antes de los desplomes del 2000 y del 2008. Los que animan a «diversificar» porque no tienen ni idea de qué valor subirá. Y los mismos que dicen que en el periodo bajista es el momento para «entrar». Entrar, ¿dónde?, ¿al desastre? Los desplomes de la bolsa con seguridad habrán de repetirse.

Si aun así, alguien desea probar suerte en la bolsa, recomiendo apostar una cantidad que no necesite y que pueda permitirse e1 lujo de perderla sin arruinar su economía. Y algo más: si compras valores, busca en las acciones su rendimiento en dividendos (flujo de renta) y no su revalorización (plusvalía o ganancias de capital).

Algunas personas buscan consejo financiero en los empleados de una entidad financiera y lo que consiguen, en realidad, son propuestas comerciales fruto de las campañas comerciales del momento. Yo me pregunto qué puede saber de negocios e inversiones una persona empleada. Piensa en esto, ¿pero alguien cree de verdad que llevando su dinero a una institución financiera y firmándoles un papel se hará rico?

Los beneficios no están en los productos financieros acabados, empaquetados y colocados en un expositor de una entidad financiera. Una cuenta de ahorro, un depósito a plazo, un fondo de inversión, acciones, bonos... no son una estrategia inteligente para hacerse rico. Son instrumentos para el refugio temporal del dinero hasta que se presente una verdadera oportunidad de inversión. Seamos claros: tus beneficios han de estar en tu propio negocio, no en el de otro. Pásalo.

Respecto a los consultores financieros, la mayoría aconsejan inversiones que ellos mismos no secundan. Sólo el 20% de los asesores se aplican lo que predican, el 80% restante no sigue sus propias recomendaciones. Los intermediarios financieros, brokers, y asesores no están interesados en enseñar a invertir a sus clientes sino en vender productos financieros e ingresar sus comisiones. Millones de personas han colocado sus ahorros para el retiro siguiendo el consejo de vendedores financieros. Asusta pensarlo,

¿verdad?

¿Sabes qué es lo malo de no saber qué hacer con tu dinero?: que, cuando lo mencionas, de inmediato aparecen docenas de personas que ¡si saben qué hacer con tu dinero!

Otras estrategias para «hacerse rico», y que son un desastre, son: jugar a la lotería, ahorrar, trabajar duramente, esperar un golpe de suerte... Tal vez estas estrategias no tienen nada de malo, quizás; el problema es que no tienen nada de bueno. La lotería es el «impuesto voluntario» que pagan las personas que son muy malas en matemáticas y que carecen de un plan realista para hacerse ricas. La lotería es atractiva para quienes no han creado aún su propio juego.

Como escribió el coach Paul Mckenna: «Si vas a jugar en algo, juega en ti». Apuesta por tu vida, apuesta en ti.

Si quieres invertir en negocios de otros, de acuerdo, pero deberás conocerlos muy bien. En la vida no se trata tanto de en qué inviertes sino más bien de qué sabes sobre esa inversión. Puedes ganar dinero en bolsa, en inmuebles, en materias primas, metales preciosos... y también perderlo; lo uno o lo otro sucederá en función del conocimiento o desconocimiento de esos mercados.

Hablemos del ahorro.

Déjame decirte que ahorrar es deseable pero no es una estrategia que pueda solucionar una economía. «Vivir del ahorro» es una receta obsoleta y que ya no funciona en nuestros días, fue un buen consejo en el pasado pero no lo es en nuestros días. ¿Cuántos ricos conoces que lo sean por invertir en una libreta de ahorro? Para la generación anterior, ahorrar tenía sentido porque antes de los años setenta del siglo pasado los ahorros no sufrían elevados índices de inflación. Permite que introduzca un término tan poderoso como el interés compuesto (aumenta el ahorro exponencialmente), y es la inflación compuesta (disminuye el ahorro exponencialmente).

Los ahorradores de hoy pierden el juego del dinero.

Cuando en el mundo no había inflación, ahorrar era una buena opción, pero desde que convivimos con la inflación, lo que pueda pagarte el banco se lo come la pérdida de valor del dinero año tras año. Te lo demostraré con la «Regla del 72», que es un sencillo cálculo para ver en cuantos años duplicarás una suma ahorrada. Sólo tienes que dividir

72 entre el tipo de interés que recibes. Si mi banco me paga el 2%, entonces 72 + 2 = 36 años. Independientemente de la cifra que haya ahorrado, necesitaré 36 años para duplicarla. Demasiado lento. Hagamos más números, imagina que depositas un euro en tu banco, el cual podría pagarte el 3% de interés anual compuesto. ¿Cuánto crees que tardarás en convertir ese euro en un millón de euros? Yo hice el cálculo, la friolera de

468 años. Demasiado tarde, ni los hijos de los hijos de mis hijos lo verían.

No digo que no reserves parte de tus fondos para posiblcs contingencias (te sugiero guardar una reserva para cubrir un año), digo que elegir el ahorro como estrategia para alcanzar la riqueza es un engaño. Ahorra hasta reunir el dinero requerido para invertir en un activo. Es decir, la cuenta de ahorro es un destino provisional para tu dinero.

Para los que piensan en el mercado inmobiliario, a la fecha de escritura de este libro, expresaré mi opinión con una metáfora: «la fiesta ha terminado» y por mucho, mucho, tiempo. Aquellos que creyeron que «se harían ricos comprando una casa» al venderla por «una fortuna», habrán aprendido una lección: nadie se hace rico por comprar una casa.

Los humanos sufren periódicamente una «fiebre del oro» contra la que carecemos de vacuna. Después de tantas burbujas que han pinchado, la codicia humana no escarmienta.

¿Qué queda entonces? ¿En qué invertir? Vayamos a lo que sí funciona: invierte en ti, en tu propio negocio personal. ¿Hay otra cosa más controlable por ti? Tu trabajo es buscarle «trabajo» a tu dinero, y puesto que imagino que te costó ganarlo, pon tu dinero a trabajar duramente para ti en tus propios negocios. Crea tus activos, colecciónalos.

Los ricos saben que su riqueza no proviene de un empleo, ni de los ahorros en el banco (ya sean depósitos, acciones, fondos de inversión), sino de crear activos que generan flujo de caja ilimitados. Tienen su receta: su propio sistema de ingresos múltiple.

Dejan la especulación para los especuladores.

Dejan el ahorro para los ahorradores. Dejan el comercio para los comerciantes.

Dejan el puesto de trabajo para los trabajadores. Dejan las apuestas para los apostadores.

Lo que los ricos hacen es crear activos que les rentan flujos de caja, fijos o variables, pero duraderos en el tiempo. Siempre ha sido así y seguirá siendo así. Los ricos lo son porque eligieron ser ricos. Porque tienen un plan específico para conseguirlo. ¿Y tú, tienes el tuyo?