2 2 - Visita

La mayoría de los chicos ahorraban su mesada para comprar dulces o juguetes. Nic no tenía interés en ninguno. Tenía un frasco junto a su cama que se llenaba poco a poco con pequeñas monedas y, cuando alcanzaban el borde, Nic sabría que tenía suficiente para comprar un boleto de carroza a Ciudad Ranvar, la capital de Ranvar.

Había hecho el viaje en numerosas ocasiones por años. No para disfrutar la gran ciudad y todo lo que tenía que ofrecer, sino para la única cosa que no podía encontrarse en ningún otro lugar; el Librarium, la biblioteca más grande en todo Ranvar.

El viaje en carroza tomaba tres horas y no era muy cómodo. Normalmente estaba completamente lleno, olía terrible y traqueteaba todo tu cuerpo mientras los caballos despotricaban por la carretera. Había maneras más cómodas de viajar pero Nic no podía costearlas. Incluso si pudiera, probablemente no lo haría; tan solo iría más seguido. Mientras más viajes pudiera hacer al Librarium, más conocimiento podía acumular.

Eran las vacaciones de verano y Nic no tenía nada que hacer, excepto esperar por el nuevo periodo. Pudo haberse tomado un poco de tiempo libre para disfrutar de sí mismo, pero no tenía idea de cómo hacerlo. En vez de ello, compró un boleto de regreso a Ciudad Ranvar tan pronto como pudo.

—¿Lo de siempre? —preguntó la mujer en la taquilla. Había estado haciendo este viaje desde que tenía diez años. Todos en la estación de carrozas lo conocían.

—Sí, por favor. —Pagó y recibió una tarjeta amarilla con su destino estampado en ella.

—Oh, y bien hecho. —Ella le sonrió y asintió de una forma extrañamente inquietante.

—Erm, gracias. —Él sonrió de vuelta y se dirigió rápidamente hacia la carroza en espera. Si podía conseguir un asiento junto a una ventana sería más sencillo respirar.

Era temprano, la primera carroza del día, y el sol aún no calentaba el aire. Nic llevaba puesto una bufanda y un gorro. Más tarde, estaría muy cálido, pero la carroza de la mañana tenía ventanas abiertas y el aire atravesándolas podía congelar la punta de tu nariz si no tomabas precauciones.

Mientras subía, el conductor de la carroza lo felicitó también, y también sonrió y asintió. Si esto va a seguir sucediendo, pensó Nic, tendré que pensar en una manera apropiada de responder. Se preguntó si había un libro en la materia en el Librarium.

La carroza se llenó rápidamente. Las bolsas debían ponerse en el techo pero la gente insistía en quedarse con un poco de equipaje. Frecuentemente se consumía comida. Incluso se traían mascotas. Un perico en una jaula no era tan malo. Una cabra atada con un pedazo de cuerda podía ponerse problemático.

Afortunadamente, no había animales en este viaje. Nic terminó aplastado en la esquina por un caballero enorme que sostenía una pequeña maleta en su regazo pero a Nic no le importó. Tenía el asiento de la ventana y su gorro le cubría las orejas. Se durmió unos minutos después de partir.

Conservar su energía le permitiría hacer el uso más eficiente de su tiempo. Cuando tenías fondos limitados y requisitos infinitos, era necesario planear cuidadosamente.

Eran las diez en punto cuando llegaron a la estación de carrozas en la capital. Era, comprensiblemente, mucho más grande que la de Hammond. Carrozas de muchos lugares iban y venían, y gente pululaba en todas direcciones.

Nic se apresuró a salir de la estación, serpenteando entre las multitudes con coordinación perfecta. Se sentiría perdido en la ciudad en sí misma, pero el viaje desde la estación hasta el Librarium era tan familiar para él como caminar de la puerta de su casa hasta la reja del jardín.

Diez minutos después, Nic subió los escalones de piedra del Librarium, ansioso por desperdiciar tan poco tiempo como fuera posible. Metió su gorro y bufanda en su bolso. No los necesitaría hasta el viaje de regreso en la noche.

El Librarium era un edificio de piedra, blanco y cretáceo en el exterior, lleno con una infinidad de estantes en el interior. Dos grandes estatuas estaban de pie a cada lado de la entrada, una era un grifo, la otra un dragón. Se levantaban en lo alto para descansar sus cabezas una contra la otra sobre el vano. Eran un gran símbolo de lo importante que era este lugar. Como nación, de lo que Ranvar más se enorgullecía era el conocimiento al que les daba acceso a todos sus ciudadanos.

Habiendo pasado sus finales, Nic no necesitaba estudiar para ninguna prueba en particular, pero eso no era la razón por la que estaba aquí. No tenía la ilusión de que estudiar en Ransom sería propuesta completamente diferente a lo que estaba acostumbrado. No solo los estándares serían más elevados, sino que los otros estudiantes estarían familiarizados con todo lo que Ransom tenía que ofrecer, y cómo utilizarlo. Estaría en gran desventaja.

—¿Tiene algún libro sobre la Escuela Ransom? —preguntó al bibliotecario en el mostrador principal.

Había algunos eruditos, pero el Librarium estaba mayormente vacío. Cuando comenzó a venir, era difícil obtener la atención de un bibliotecario. Se supone que el conocimiento era libre para todos, pero ellos no tomaban a un niño pequeño seriamente. Tuvo que persistir hasta el punto del fastidio, pero esa fue la única manera.

Con el paso de los años, el personal del Librarium se acostumbró al chico pequeño con las solicitudes extrañas de libros olvidados hace mucho y ya no le daba la larga mirada por encima del hombro. Hasta ahora.

El bibliotecario en cuestión era uno que había servido a Nic antes en muchas ocasiones. Era alto y delgado, con una nariz muy grande, así que le tomó un buen tiempo mirar por lo largo de ella. Miró a Nic sin responder.

—Erm, ¿algo que tenga que ver con su historia, las reglas, el currículo… algo?

—Tú —dijo el bibliotecario—. ¿Eres aquél?

Nic estaba confundido por la pregunta.

—¿A cuál aquél se refiere?

—El chico Tutt.

En todos los años que había estado viniendo aquí, nunca nadie le preguntó su nombre.

—Sí —dijo Nic—, ¿Hay algún problema?

El rostro del hombre rompió en una sonrisa. Giró y dijo:

—Es él. Es él.

Había unos cuantos bibliotecarios detrás del mostrador circular. Todos se pusieron de pie y se acercaron rápidamente para felicitar a Nic y saludarlo. Todos eran rostros que reconocía, hombres y mujeres, pero no sabía ninguno de sus nombres.

—Les dije, ¿verdad, Sr. Gerry? —dijo una mujer emocionada quien siempre trató a Nic como si fuera invisible—. Sabía que tenía que ser él.

—Sí, Señorita Philm —dijo el primer bibliotecario, el Sr. Gerry—. Correcta y precisa, como siempre —acomodó su abrigo por las solapas como un padre orgulloso. Todo era muy raro—. Ahora todo tiene perfecto sentido.

Era el turno de Nic de sonreír y asentir. No tenía idea de lo que se suponía que debía decir.

—Por supuesto, querrás estar completamente informado sobre la Escuela Ransom antes de que empieces a asistir a ella. Muy inteligente. Muy prudente. —El Sr. Gerry chasqueó los dedos—. Toso, lleva al Señor Tutt las pilas. Encuentra lo que sea que necesite.

Un joven salió desde atrás del mostrador a través de una puerta que se balanceaba de lado a lado y llegó al lado de Nic.

—Y después llévalo a un cuarto privado. El 2A debería estar libre. Que la Señorita Philm te ayude si es necesario.

Todos estaban de pie mirándolo con sonrisas radiantes mientras se alejaba. Muy raro, en verdad.

Encontró más de una docena de libros y ni siquiera tuvo que cargarlos. El cuarto privado no era muy grande, pero había una mesa y una silla y era bastante tranquilo. Era perfecto. Ni siquiera sabía que estos cuartos existían; normalmente se sentaba en el piso en algún rincón escondido con el libro en su regazo. Era mucho más fácil hacer notas cuando tenías una mesa donde poner el libro.

Había bastante información sobre Ransom que requería de muchos apuntes. Textos oficiales de las reglas y regulaciones, reportes de presupuestos y finanzas, incluso las escrituras y planos de los edificios.

Se preocupaba de que se le acabara la tinta.

—Quizá estés interesado en estos —dijo el Sr. Gerry, entrando por la puerta. Cargaba una pequeña torre de libros. Eran memorias y autobiografías de famosos Ranvarianos cuyos nombres Nic reconocía, aunque la mayoría habían estado muertos por siglos—. Todos ellos fueron a Ransom y mencionan sus días en la escuela al menos de paso. Pensé que te podía dar una idea de qué esperar.

—Sí, gracias —dijo Nic, levantándose rápidamente para tomar los libros. Se preguntaba si alguno de ellos fueron Also-Rans como él.

Más o menos cada hora, ya sea Toso o Philm asomarían la cabeza y preguntaban si necesitaba algo. Era como tener sirvientes. Pero la novedad se pasó y se quedó sumergido en sus estudios. Aunque no había un examen que tomar, el método era el mismo. Necesitaba encontrar las respuestas que encajarían con las preguntas. Ransom sería una prueba de otro tipo.

Para la hora en que el Librarium cerraba, Nic había logrado terminar menos de la mitad de los libros apilados sobre la mesa.

—No te preocupes —dijo Toso—. Puedes dejarlos aquí. El Sr. Gerry dice que puedes quedarte con este cuarto hasta que termines tus estudios. ¿Volverás, no es así?

—Sí —dijo Nic—. Pero no sé exactamente cuándo.

—Está bien, el Sr. Gerry dice que no hay límite de tiempo.

Nic le agradeció al Sr. Gerry y los otros antes de irse. Todos le dijeron cosas amables y le instaron a volver pronto. Se dirigió hacia la estación de carrozas un poco aturdido, inseguro de porqué estaba recibiendo un tratamiento especial pero no descontento sobre ello. No esperaba que durara, así que era mejor tomar ventaja de ello mientras podía.

La luz ya se estaba desvaneciendo a la hora que dejaron la ciudad y estaba completamente oscuro cuando llegaron a Hammond. Linternas colgando de la carroza iluminaron las últimas millas aunque los caballos habían hecho el viaje tantas veces que probablemente podrían haber regresado con los ojos vendados.

Agotado y perdido en sus pensamientos por todas las cosas que había aprendido sobre su nueva escuela, Nic no notó el carruaje fuera de su casa hasta que el caballo le bufó, sorprendiéndolo y sacándolo de su ensimismamiento. Había un conductor pero su sombrero era de ala amplia e inclinado tan bajo, que su rostro estaba oculto. Quizá incluso estaba durmiendo.

Nic rodeó al caballo y abrió la reja del jardín. Había una silueta en la ventana. Él vivía solo con su madre, y con toda certeza no era la suya.

Era una casa pequeña y llegó a la sala tan pronto como atravesó la puerta. El hombre que había visto a través de la ventana giró y Nic lo reconoció inmediatamente, aunque solamente lo había visto muy pocas veces. Era el Ministro Delcroix; el padre de Dizzy.

Las cosas de tu pasado normalmente se veían más pequeñas de lo que recordabas debido a que eras más grande, pero él se veía todavía más alto y más imponente.

Nic miró a su madre. Ella parecía un poco emocionada pero fuera de eso, despreocupada.

—Ah, Niclov, qué agradable verte de nuevo. —Nic tuvo la muy fuerte impresión de que el Ministro no tenía memoria alguna de haberlo visto anteriormente.

—Y a usted, señor. —Nic esperó. Esta ya era la conversación más larga que jamás había tenido con el hombre. Probablemente lo mejor era dejarle hacer las preguntas.

El Ministro sacó un reloj de bolsillo y lo abrió.

—Milly dijo que volverías antes de las diez, y aquí estás. —Sonrió con una sonrisa sin emociones y cerró de golpe el reloj—. Has estado en la capital.

No era una pregunta, pero aun así, se sentía como si necesitara una respuesta.

—Sí, señor. Fui al Librarium a investigar sobre la Escuela Ransom.

—Muy acertado. Puedo ver que te gusta estar preparado. Estaba muy impresionado cuando Milly me dijo que fuiste aceptado en Ransom, pero no tenía idea de qué tan bien lo habías hecho hasta que vi los resultados en el periódico. Dime, Niclov, ¿a qué le atribuyes tu éxito? ¿Trabajo duro? ¿Buena Suerte? ¿Hacer trampa?

Cualquier otra persona lo hubiera hecho sonar mal intencionado, pero no había filo en su voz. Sonaba como si todas las opciones fueran perfectamente razonables y que ninguna lo sorprendería más que la otra.

—Lo atribuyo a usted, señor —dijo Nic.

—¿Oh? ¿Cómo es eso?

—Fui el compañero de su hija cuando era más joven. Cuando los tutores llegaban a enseñarle, me sentaba con ella, para evitar que se sintiera sola supongo. Todo lo que ella aprendió, yo también, lo aprendí. Usted me educó. Gracias.

Nic fue cuidadoso de no sonar como si estuviera besándole el trasero mientras se aseguraba de alagar al Ministro. Habló de manera simple y sin emoción, imitando el estilo del Ministro. Los exámenes no eran el único lugar donde Nic había aprendido a responder correctamente.

—¿De verdad? Idea de mi esposa, supongo. En cualquier caso, es un logro notable. Considerando que mi hija fue la única en superarte, diría que el gusto de mi esposa en tutores debe ser ejemplar.

—¿Cómo se encuentra la Señorita Delcroix? —preguntó Nic, actuando como si fuera una pregunta educada. Resistió ser demasiado familiar—. Espero que esté bien.

—Oh, sí. Es una niña digna del nombre Delcroix. Son los otros estudiantes los que me preocupan. Se supone que están recibiendo la mejor educación disponible, pero un chico en una escuela pública menos que promedio los superó. Quizá todos los maestros deberían ser alineados y azotados.

Nic asumió que estaba bromeando. No estaba seguro.

—Si soy de alguna manera responsable, lo justo es que devuelvas el favor, ¿no crees?

—Er, sí, por supuesto, señor.

—Asumiendo que estés a la altura de tu potencial, quiero que vengas a trabajar para mí cuando te gradúes.

Nic estaba sorprendido. No esperaba una oferta de trabajo.

—¿En la casa?

—No, por supuesto que no. En el Ministerio.

El primer impulso de Nic fue preguntar qué es lo que hacía el Ministerio, pero no lo hizo.

—Gracias. Estaría honrado. Si usted piensa que sería digno.

—Eso es lo que está por determinarse, ¿no es así? Ya veremos. Sin embargo, como tu patrocinador indirecto, creo que al menos debería darte un regalo.

Nic de repente tuvo la visión de un pase de carroza de por vida. Viajar a cualquier lugar en el país gratuitamente. Visitaría el Librarium cuando lo deseara.

El Ministro Delcroix buscó en un bolsillo interior y sacó un lapicero. Era grueso y negro con un clip de oro unido a la tapa. Lo extendió hacia él.

—Yo, no podría —dijo Nic, absolutamente en serio—. Debe ser muy costoso.

—Lo es. También es descortés rechazar un regalo. —Le extendió el brazo y Nic lo tomó. Era el lapicero más pesado que jamás había sostenido.

—Gracias, señor.

—De nada. Y no lo vendas, tampoco.

—Yo, nunca lo…

—Asegúrate de que así sea. De cualquier modo, debo retirarme. Te veré en la mañana, Milly.

La madre de Nic había estado saltando de un pie al otro, sonriendo de oreja a oreja mientras su hijo era tan abundantemente recompensado. Un trabajo con uno de los Ministros era más de lo que ella podía haber soñado para su chico.

—Sí, señor. Muchas gracias, señor. Me aseguraré de que cuide bien de su maravilloso regalo.

Ella lo acompaño a la puerta mientras Nic sostenía el lapicero que apenas podía rodear con los dedos.

***

El Ministro Delcroix de despidió de su sirvienta y caminó hacia la pequeña portezuela del jardín. Era un hogar modesto, limpio y bien cuidado, como esperaría; el jardín estaba bien aseado y pulcro. La portezuela chillaba ligeramente cuando la abría, pero eso era perdonable.

La puerta del carruaje se abrió conforme se acercaba y se cerró una vez que entró. Unos pocos segundos después estaban en marcha.

Milly era una sirvienta capaz y nunca le había dado una razón para regañarla o castigarla. Honesta, trabajadora y confiable. Crió a su hijo por sí sola y al parecer hizo un trabajo digno de mención. El chico hacía honor a ella. Hacía honor a la ciudad

Como Ministro de Instrucción, era su trabajo asegurarse que Ranvar permaneciera como un ambiente seguro y productivo para sus ciudadanos. Eso no solo significaba estar consciente de las condiciones en el presente, sino también tener una comprensión de lo que estaba por venir. Con los eventos recientes, la estabilidad era más importante que nunca. Valía la pena mantener un ojo en un chico como Nicolav Tutt.

Hubo un crujido fuera de la ventaja del carruaje. Se estaban moviendo rápidamente a través de las calles de Hammond, pero algo se movía igual de rápido a un lado.

—¿Seguiste al chico todo el día? —dijo el Ministro Delcroix.

—Sí, amo. —Una voz susurrante llegó a través de la ventana—. Fue al Librarium.

—¿Y después de eso?

—Eso fue todo, amo. No salió hasta que regresó a casa. —La voz tembló con el viento, pero Delcroix estaba acostumbrado a las vocalizaciones sueltas de su sirviente.

—¿Y qué fue lo que estudió tan meticulosamente en el Librarium? —preguntó Delcroix a la negrura fuera de la ventana.

—La Escuela Ransom, amo.

Era tal como dijo el chico.

—¿Y magia? ¿Se preparó para el Colegio Real? —Sería lógico que el objetivo real del chico sea obtener la entrada al Colegio Real de las Artes.

—No, amo.

¿No? Todos los indicios sugerían que buscaría prepararse para el Colegio tan pronto como fuera posible. Una persona meticulosa, una persona ambiciosa, conocería las dificultades al frente y no perdería tiempo para empezar. A menos, por supuesto, que ese no fuera su objetivo. Podía ser una de aquellas personas que amaban aprender solo por el gusto de aprender. Un académico.

El chico era joven y a pesar de su enorme potencial, podía terminar siendo nada. Pero también podía terminar siendo algo muy especial.

—Tenemos a un profesor ubicado en Ransom —dijo Delcroix.

—Sí, amo —susurró la voz.

—Instrúyele que mantenga al chico bajo observación.

—Sí, amo. —Hubo una ráfaga de aire y luego un vacío fuera de la ventana que siempre estuvo vacía. El carruaje dejó la ciudad atrás y subió la colina hacia la mansión.

Si el chico no tenía interés en las Artes, lo cual era improbable a pesar de las apariencias, no sería nada de lo cual avergonzarse. Si los eventos recientes mostraban algo, es que sería un camino mucho más seguro a seguir. Y el Departamento siempre necesitaba oficinistas y secretarios.

Por otro lado, si tenía la intención de obtener poderes más allá del alcance de la mayoría, Delcroix estaba en la posición ideal para guiar y moldear esas habilidades nacientes y ponerlas en buen uso. Y si probaban ser incontrolables, entonces también sería mejor descubrirlo más temprano que tarde. Y mejor si era descubierto por el Ministro de Instrucción. Después de todo, era su trabajo asegurarse que tales poderes no se quedaran sin supervisión. Eventos recientes habían dejado esto demasiado claro.

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