El enorme cuerpo del Lycan blanco temblaba en el abrazo de Esperanza. Sus cuatro patas cedieron mientras él apoyaba su gran cabeza sangrienta en su regazo. Su respiración se hizo superficial y sus ojos rojos se atenuaron.
—Kace... despierta... —balbuceó Esperanza. Su mano temblorosa rascaba detrás de las orejas de la bestia haciéndola ronronear suavemente, aunque sus ojos se cerraron.
Incluso con su miedo, Esperanza se dio cuenta de que había algo más aterrador en comparación con la horrible escena que la rodeaba.
Su mente trabajaba a toda velocidad, mientras sus ojos parpadeaban rápidamente para deshacerse de las lágrimas que hacían que su visión se volviera borrosa.
Esperanza giró su cabeza hacia la dirección de Ethan y gritó tan fuerte como pudo, dejando de lado su emoción tumultuosa. —¿Qué... qué hago?
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