—Ella no era de la aldea de los ángeles —Serefina soltó la verdad. Aunque las brujas podían ser muy duras con sus palabras, no les gustaba decir mentiras. Eso iba en contra de su naturaleza.
—¿No es de la aldea de los ángeles? —La expresión confusa de Fabián se mostró bajo la luz de las pequeñas gemas brillantes—. Entonces, ¿de dónde viene?
Fabián miró a Raine que ahora estaba contemplando las piedras de pixie que la fascinaban.
—Viene de un lugar lejano de aquí —La respuesta de Serefina fue intencionadamente ambigua.
—¿Y tú? —Fabián giró su mirada hacia Serefina. Tenía la misma curiosidad sobre los orígenes de la joven que estaba a su lado. ¿Cómo podría no conocerla? Hasta anoche, ni siquiera sabía que existía.
—Igual que yo —Serefina respondió secamente.
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