Señor de la Luz Solar

¡Toc!¡Toc!

"¡Adelante!". -Llamó Gwyn al escuchar como llamaban la puerta de su habitación.

Abriendo la puerta con cuidado, un hombre con armadura dorada se inclinó hacia Gwyn.

"Príncipe, su padre lo espera"

Levantando una ceja, Gwyn se giró y miro al hombre con curiosidad.

"¿Mi padre quiere verme?". -Pregunto sorprendido.

"Así es mi príncipe, me ha pedido que venga a buscarlo". -Respondió el hombre todavía inclinado.

"Bueno... Está bien, vamos"

Con el hombre liderando el camino, Gwyn lo siguió hasta donde lo esperaba su padre, que naturalmente era el trono.

'¿Casi seis años ya..?'. -Pensó Gwyn con nostalgia.

Mientras seguía al hombre, de vez en cuando se cruzaba con criadas que se inclinaban hacia él, a lo que les devolvía el saludo con un asentimiento.

"Hermano espérame...". -Llamó una voz débil.

Girándose, Gwyn vio como una niña pequeña de aproximadamente 4 años lo seguía con dificultad.

Sonriendo, Gwyn espero a que la niña pequeña que rápidamente salto encima de él, abrazándolo.

"Te he echado de menos. -Lloró la niña enganchándose a su cuello, y manchando su hombro de lágrimas y mocos.

Con una sonrisa irónica, Gwyn palmeo la cabeza de la niña pequeña y poco después le dejo en el suelo.

"¿Cómo has estado pequeña Gwynevere?". -Pregunto Gwyn con cariño.

Gwynevere era la hermana menor de Gwyn. Después de la muerte de su madre, su padre volvió a casarse con otra mujer, y poco tiempo después conoció a su hermana pequeña.

Tenía el pelo castaño, heredado de su madre Velka, siendo la única en la familia real que no tenía el cabello color ceniza. También tenía dos ojos grandes y marrones, con una cara linda.

Agarrando su manó, marcharon los dos hasta la sala del trono, donde dos enromes caballeros con armaduras doradas protegían la puerta.

"Primogénito del Sol". -Saludaron los dos caballeros haciendo una reverencia, y seguidamente uno de ellos abrió la enromé puerta haciendo temblar el suelo.

"Está bien Gwynevere... Espera un momento aquí mientras visito al Emperador". -Dijo Gwyn removiendo el pelo de su hermana pequeña.

"Está bien hermano". -Respondió Gwynevere con una pequeña sonrisa.

Inclinándose ante Gwyn una vez más, el guía se dio la vuelta y se marchó.

Detrás de la puerta, había una enorme sala dorada, con un gran trono en el centro, y sentado en el trono, se encontraba el emperador de un Imperio, el Señor de la Luz Solar.

Era un hombre de aproximadamente unos 50 años de edad, con el cabello largo y grisáceo, una barba igualmente larga, y dos ojos afilados. Una gran corona descansaba sobre su cabeza, exudando un aura sofocante.

El Señor de la Luz Solar era conocido en todo el continente Sol-Luna como el maestro espiritual más poderoso. Siendo un Límite Douluo en el rango 99, y poseyendo un espíritu conocido como el Alma del Señor, un espíritu herramienta extremadamente poderoso.

Gwyn se acercó al trono donde se postró sobre una rodilla, demostrando su respeto por el Emperador.

"..."

Un corto y sofocante silencio después, el Emperador abrió la boca.

"En 10 días será tu despertar espiritual... Prepárate"

Terminando de hablar, el Emperador despido a Gwyn con un movimiento de su mano.

"..."

Gwyn, furioso, apretó los puños y levanto la cabeza encontrándose con los ojos fríos del Emperador.

"¡Eso es todo lo que tienes que decir!".-Grito Gwyn, mirando sin miedo los ojos indiferentes de su padre.

"..."

"¡Mhh!". -Dejando escapar un resoplido, Gwyn se levantó del suelo y se dio la vuelta, marchándose.

Poco después de que Gwyn se marchase, un pequeño suspiro cansado salió desde los labios del emperador.- "Lo siento, hijo mío..."

"Deberías hablar con él". -Dijo otra voz, revelándose desde las sombras un hombre viejo. Tenía una complexión similar a la del Emperador, pero con el cabello castaño oscuro.

"No... Necesita ser fuerte... Es la única manera de que sobreviva a lo que sucederá en unos años". -Respondió el Emperador sin mirarlo.

Dejando escapar un pequeño suspiro, el viejo volvió a desaparecer en las sombras.

_____

Los días pasaron rápidamente para Gwyn, que entrenaba su cuerpo sin descanso. Solo paraba para jugar con su hermana pequeña.

Era de día, con el sol aún en el horizonte.

Gwyn se ejercitaba como de costumbre en un gran parque al aire libre, cuando de la nada apareció un hombre equipado con una armadura plateada, y sobre una espada.

"Gwyn, es la hora". -Llamó Artorias.

"¿Ya? Está bien, déjame lavarme y vamos". -Respondió Gwyn mientras se limpiaba el sudor de la frente.

Acabando de lavarse, Gwyn se vistió con una túnica decorada con pequeñas escamas de dragón, y se puso una pequeña corona dorada en la cabeza.

"Vamos"