Las palabras de Valerie lograron enfurecerlo tanto que la agarró por la mandíbula, sus labios se estrellaron contra los de ella. Para frenar su resistencia, le mordió los labios y la lengua, obligándola a sucumbir a su tortura.
Esta era la segunda vez que la castigaba con un beso, y recordando la primera vez, Valerie se rindió, sabiendo lo que sucedería si continuaba resistiéndose. Su beso era feroz y dominante, enseñándole quién estaba a cargo.
Valerie no le respondió, pero tampoco volvió a luchar. Para cuando él se apartó, ambos estaban sin aliento mientras él enterraba su cara en el hueco de su cuello. El mero pensamiento de perderla le hacía sentirse sin vida.
Se preguntaba qué la hacía tan fácil cada vez para abandonarlo. Era obvio que su advertencia había sido olvidada, así que se la recordó.
—Si me desobedeces de nuevo, te forzaré a entrar en ese coche, me aparearé contigo y te marcaré. Solo entonces te permitiré dejarme
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