Zhou Yu sonrió y dijo:
—En la casa de Li Meng.
—No te preocupes, ahora estás bien.
Shui Tianyue giró la cabeza y miró las heridas en su cuerpo.
En ese momento, el oscuro jugo medicinal en su cuerpo había sido absorbido, y la arteria cortada casi completamente curada.
Sin embargo, todavía quedaban algunos cortes horripilantes.
Era como una hermosa pieza de porcelana cubierta de grietas.
Al ver su cuerpo transformado de esta manera, Shui Tianyue cerró los ojos y las lágrimas cayeron una tras otra de las esquinas de sus ojos. Aunque no habló, cualquiera podía ver que estaba profundamente entristecida.
Como chica, y además hermosa, nadie podía aceptarse a sí misma luciendo así.
Al ver esto, Zhou Yu la consoló apresuradamente:
—Hermana Yue, no llores.
—¿Has olvidado? Puedo curar todas las cicatrices en tu cuerpo.
Al oír las palabras de Zhou Yu, Shui Tianyue abrió los ojos de par en par.
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