2 Aléjate de mí

Existía un sistema de educación, basado en lo que la gran reina implantaba en nuestro interior. La universidad de Famme, era una de las más prestigiosas, porque estaba directamente conectada con ella. Me refiero a que allí, sólo se aprendía a sacar cualquier don que esta, halla puesto dentro de nosotras, mientras éramos sólo unos fetos.

Además de que daban clases de ciencia y artes marciales. Ella escogía a quien sí y a quién no, como si se tratara de algún juego, y nosotras las piezas. Yo estuve por varios años en el  salón número 32A, en este, estudiaban junto a mí, 32 chicas.

Todo iba normal, hasta que un día, los programadores decidieron eliminar algunas materias; es por ello, que tuve que ir a otro salón, el 101C. Por suerte no fui sola, porque también fueron conmigo mis compañeras, Matzuki, y Yume.

Varias semanas después, encajábamos a la perfección en todo y con todos, excepto con alguien...

—Zoe... ¿ya viste esa chica? —me preguntó Yume.

—Sí, se ve bastante extraña. No habla con nadie. Ha de ser tímida o algo así.

—¿Por qué no le preguntamos qué le pasa? No es normal ser de esa manera.

—¿Saben lo que pienso yo? —Pregruntó Matzuki—. Opino que no es nuestro problema lo que le pase a esa chica. Vinimos a estudiar, a hacernos fuertes... Estamos aquí, para defender nuestro país, no para perder el tiempo. Por mí se puede morir... Paso, no cuenten conmigo —gritó, enojada, y luego se sentó, dándonos la espalda. Se puso a leer, mientras arrugaba el entrecejo.

—Matzuki está loca...

—Yume, ¡ya te oí!

Pero yo, en verdad llevaba días observándola, y cada vez que lo hacía, algo dentro de mí se activaba. Algo que me obligaba a querer acercarme hacia ella. Así que, ese mismo día, durante el descanso, me le acerqué, mientras metía unos libros a su casillero.

—Hola... Ah, yo...

—No te me acerques —susurró, agachando la cabeza. Tratando de ocultar una mirada fría y penetrante, que yo ya había visto y conocía, de alguna forma.

Se alejó, pero, traté de seguirla, apresurada. Creo que me acerqué demasiado, porque se detuvo de golpe. Hubo un instante de silencio, apenas unos tres segundos, que se me hicieron eternos. Después, giró hacia mí y me empujó hacia la pared.

—¡Que no te me acerques! —Luego, se fue de allí, corriendo.

El piso quedó marcado, y aquel muro, casi se desploma por completo encima mío. "¡Zoe San! ¡Oye vuelve aquí, la pagarás!" (gritaron Yume y Matzuki).

Se fueron sumando a la escena, muchas alumnas más, asombradas por lo que ocurría.

Poco a poco, perdí el conocimiento; cuando desperté, me encontraba en la dirección.

—Señorita Yuka... ya le he advertido sobre situaciones como esta.

—Ella empezó, le dije que no se me acercara, no hizo caso, señora.

—Eso no te da derecho de golpear a tu compañera. ¡Ya te lo he dicho! Me temo que si sigues así... No has hecho caso a mis ordenes, tendré que expulsarte. No podemos darnos el lujo de tener a alguien con ese temperamento y manchar nuestra reputación. Fuera de mi vista; Ve a estudiar a otra parte. Veremos que universidad te acepta, después de la ficha que te voy a poner en tu expediente.

Escuchar eso me conmocionó. Ella sólo se puso de pie y se fue, sin decir nada más. No dejé de mirarla, hasta que desapareció tras la puerta.

—¿Señorita Zoe?... Señorita Zoe, espero que ya se sienta mejor. El reporte de la enfermera confirma que esta usted bien y que puede regresar a su clase.

Yo no salía de mi asombro, pero tuve que reaccionar, para tratar de convencer a la directora de que no me sentía bien y que necesitaba irme a casa. Después de insistirle más de cinco minutos, entonces accedió.

Yo estaba bien, pero deseaba encontrar esa mujer, necesitaba saber quién era en realidad. No había sentido tanta fuerza en mi vida...

La busqué por todos lados y en los alrededores de la universidad, hasta que la encontré, justo en la parada de autobús.

Ella Caminaba despacio, arrastrando sus pies, era como si el tiempo se estuviese congelando, de tanto frío que hacía.

—Oye, espe... —Me detuve, recordé como me había golpeado, así que decidí seguirla en silencio.

Tuve que darme prisa, porque a demás de fuerte, de pronto, se volvió muy rápida. Saltaba tan alto, por encima de los techos de las casas, tan escurridiza como una ninja. Yo trataba de no quedarme atrás, pero también tenía que ser más lenta, para que no me viera. Seguí tras su rastro por horas, sin descanso, hasta que llegamos a la salida de la ciudad.

Allí, su silueta salvaje se mezcló con la espesura de un bosque... y no la volví a ver por ahí. Eso no me detuvo, continué corriendo, incluso por entre las ramas de los árboles, que parecían rozar el cielo; Yo también era muy ágil.

No sé, quizá me preocupé, o mis pensamientos locos me distrajeron, y por poco me mato. Estuve apunto de caer por un acantilado. Me sostuve con toda mi fuerza, y no sé si fue real o un espejismo, pero vi su cara asomarse, luego, volvió a desaparecer.

—Espera... No me dejes aquí.

Eso me dio fuerza, y subí a aquel sendero, lleno de flores muertas y espinos. Respiraba profundo y tomaba mucho aire, aliviada. Decidí continuar, aunque ya estaba algo cansada. Ya había llegado muy lejos, como para regresar.

Después de varios minutos más caminando, detrás de unos enormes arbustos, vislumbré una casa, a simple vista, abandonada, antigua, y tan extraña. Presentí que ella podía estar dentro.

La puerta estaba entreabierta, entré y me dispuse a averiguar más de... "Yuka", así escuché que la llamó la directora. Todo estaba medio oscuro, iluminado por lámparas de aceite y velas, parecía que no había electricidad. Soplaba el viento fuerte por la ventana de la sala, el frío había aumentado. Me dispuse a cerrarla. Al hacerlo, escuché pasos... alguien bajaba por las escaleras. Me asusté y entré en la única puerta abierta que tenía en frente, que resultó ser un baño.

La cerré, y tapé mi boca para no hacer ruidos, y evitar gritar o algo. Pero entonces, vi como trataban de empujar y abrir la puerta. Estaba tan asustada, pero debía actuar, esconderme en algún lado.

Parecerá estúpido, pero no tenía más opción que meterme detrás, con la esperanza de que fuera quien fuera, no se volteara y me descubriera. Y sí, al entrar, me di cuenta que era ella. Estaba desnuda, y entró a la ducha, era mi oportunidad de salir. Pero algo salió mal porque la puerta se trabó y por todo el ruido que hice intentando salir, me atrapó; salió a ver que pasaba, y se sorprendió al verme.

—¿Tú? ¿Qué demonios haces aquí?

Pero más sorprendida estaba yo con lo que acababa de ver. No podía asimilar, ni creer lo que veían mis ojos.

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