—¡Mi señor caballero, está herido? Lo siento mucho, quizá he usado demasiada fuerza —exclamó con genuina preocupación.
—No has hecho nada mal. De hecho, lo has hecho excelentemente, para mi deleite. El escudero que necesito es uno con habilidades de combate superiores, y has superado mis expectativas. ¡En el campo de batalla, tu destreza realmente te haría mi mano derecha! —Howard se levantó, sacudiéndose el polvo.
—¡Me esforzaré aún más en el futuro! No decepcionaré las grandes esperanzas que ha depositado en mí, mi señor caballero! —El rostro de Margarita se iluminó de alegría, asintiendo con entusiasmo, como un conejito exuberante.
—Howard torció su cuello, luego, con un ademán de su espada, inició el duelo con Ana.
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—En tres movimientos, Ana fue forzada al borde del campo.
La espada a dos manos de Howard, pesada y poderosa, la golpeó de nuevo, derribando a Ana.
Ella concedió la derrota, marcando otra victoria para Howard.
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