1 1: Un deseo impuro

Advertencia: Este relato está basado en hechos reales. Los nombres que aquí aparecen han sido cambiados por motivos de seguridad. Contiene un romance incestuoso y escenas un poco fuertes. Recomiendo discreción. Favor de leer bajo su propio riesgo.

¿Por qué lo imposible tiene que ser tan tentador? ¿Cómo se puede controlar el deseo hacia lo imposible?

Me he dejado corromper por este deseo impuro; por este sentimiento de poseer todo de ella. Deseaba protegerla de todo, pero resulté ser yo su mayor peligro. Cada segundo a su lado era una tortura.

Siempre he sido alguien "normal". Tenía mis amigos, novias, tenía todo lo que un adolescente normal tendría. Vivía con mis padres y mi hermana menor. El ambiente en nuestro hogar siempre fue hostil. Mi padre llegaba intoxicado en alcohol todas las mañanas. Era el único hombre de la casa mientras mi padre no estaba, por tal razón, me tocaba cuidar de mi hermana y mi madre.

El mismo día del cumpleaños de mi hermana, nos dieron la noticia de que mi padre se encontraba en el hospital; había sufrido un ataque al corazón y siempre lo vi como algo positivo, así no tendríamos que soportar las peleas o sus golpes. Jamás permití que las tocara, prefería ser yo quien recibiera sus golpes de rabia. Nunca nos faltó lo material, pero si esa figura de un buen padre.

Ese ejemplo jamás nos lo dio. Esa situación me acercó mas a mi hermana Rachel. Mi madre se quedaba en el hospital y yo me encargaba de ella. La llevaba a la escuela, le ayudaba a estudiar, le preparaba la comida, la bañaba y le hacía un cuento todas las noches antes de dormir. A pesar de tener trece años, tenía la costumbre de escuchar un cuento para conciliar el sueño. Siempre ha sido una niña inocente y obediente. Muy inteligente en la escuela y adorada por todas sus amiguitas.

Una noche despertó al escuchar los truenos de la tormenta que estaba pasando. Olvidé que siempre le ha tenido miedo a las tormentas, así que al verla en el umbral de la puerta de mi habitación, le pedí que se acostara conmigo.

—Tengo mucho miedo...— se escuchaba tan asustada que la abracé.

—No te preocupes, yo te protegeré.

—¿Cuándo regresará mamá? — cuestionó en el mismo tono dulce de siempre.

—No sé, princesa. Papá esta muy delicado y lo mas probable esté varios días más en el hospital.

Recostó su cabeza sobre mi pecho y no se por qué mi corazón se aceleró. Podía oler ese dulce aroma que emergía de su cabello.

—Extraño mucho a mamá.

—Yo también, pero ya pronto estará de vuelta con nosotros. ¿Acaso no te gusta estar conmigo?

—Sí, me gusta. Eres el mejor el hermano del mundo — su risita llena de ternura me conmovió.

—Y tu la princesa más hermosa que existe. Vamos a dormir, mañana tienes escuela.

—Buenas noches.

Su dulzura e inocente forma de expresarse, me hacía sentir algo en el pecho. Nunca me había sentido así con nadie, y quería pensar que era por la situación que ha estado ocurriendo recientemente.

Pasaron varias semanas y empezamos a dormir juntos en la misma cama, así ninguno de los dos nos sentiríamos solos. Nuestra madre regresó a la casa, aunque mi padre no regresó con ella como pensamos. Quise confrontar a mi madre, pero me ignoró por completo y se encerró en su cuarto. No sé lo que sucede, pero por su expresión lucía deprimida. Quise dejarla en paz y que tuviera tiempo de meditar.

Me fui a la escuela a recoger a mi hermanita y vine de vuelta a la casa. Ya había preparado la cena y nos sentamos los dos en la mesa, pero mi madre no quiso bajar a cenar. Nos quedamos a solas ella y yo, pero noté cierto comportamiento extraño en mi hermana.

—¿Te sucede algo, princesa? — le pregunté, pero bajó la cabeza y llevó el tenedor a su boca.

Ambas han estado actuando extraño. Le había comentado por el camino sobre mamá, así que quería creer que era eso lo que le preocupaba.

—Mamá estará bien, solo se siente algo indispuesta. Tan pronto mejore, se sentará con nosotros a comer —comenté tratando de cambiar su ánimo y comportamiento.

—Lo sé — se levantó de la silla y subió a su cuarto. ¿Será que dije algo malo?

Me levanté de la mesa y limpié los platos. Al subir a mi habitación, estaba mi hermana parada frente a la puerta del baño.

—¿Vas a bañarte sola? — le pregunté, ya que tenía su toalla en mano.

—Sí — respondió fríamente. Su expresión lucia extraña, por esa razón, no quise molestarla.

—Ya veo. Si necesitas ayuda puedes buscarme, estaré en mi habitación — sonreí, y entré a mi cuarto.

Estábamos acostumbrados a bañarnos juntos y su cambio repentino me hizo sentir mal.

Esperé a la noche para ver si entraba a mi habitación a dormir, pero tampoco vino. Supongo que debe pasarle algo conmigo, pero no entiendo qué podría ser.

A la mañana siguiente, mi madre se despertó muy temprano y salió de la casa sin despedirse de nosotros. La situación ha estado muy cargada últimamente. Aprovechando que yo no tenía escuela hoy, quise ir a buscar un trabajo. Mi padre no ha regresado a la casa y necesito un ingreso extra para mantenerlas bien a las dos.

Salí en busca de un trabajo y pude encontrar uno a medio tiempo en una cafetería cerca de la casa. Por tener diecisiete años, era algo complicado estar en un trabajo permanente. Al menos, estaría empezando mañana mismo.

Al llegar la tarde y buscar a mi hermana en la escuela, le comenté sobre lo del trabajo y tal parece que no le agradó para nada la idea.

—¿Vas a dejarnos como papá?— fue su primera pregunta.

—¿Qué dices? Claro que no. Solo será un trabajo a medio tiempo.

—Pero... no compartiremos como antes.

—¿Es eso? No te preocupes, solo será unas horas y podemos seguir durmiendo juntos. Nada va a cambiar.

—Eso mismo dijo papá...— según llegamos a la casa subió a su habitación y se encerró en el cuarto. Sus palabras me dolieron, pero no quería que lo notara.

Preparé la cena y ella se unió. No había rastro de mi madre en toda la casa. Al parecer no había llegado.

—¿Puedo bañarme contigo hoy? — preguntó con el mismo tono inocente y dulce de siempre. Eso me hizo sentir relajado, supongo que ya se le paso la molestia.

—Claro que sí.

Según terminamos de cenar, nos fuimos al baño juntos. Como de costumbre entramos al baño y ella comenzó a quitarse la ropa. Era algo que a menudo hacíamos, pero hoy fue distinto. Contemplé su cuerpo desnudo y, de alguna forma, me sentí atraído a sus pequeños encantos en pleno desarrollo. Sentí vergüenza de haber mirado a mi propia hermana con otros ojos por un momento. Es algo que normalmente hemos hecho desde que tengo uso de razón, pero ¿Por qué sucede esto ahora?

No quise mostrar la erección que tenía por haberla mirado con esos ojos. Mi cara quería caerse de la vergüenza. A pesar de que ella no lo había notado, me sentía sucio. No quise meterme al baño con ella, sentía miedo de que mi instinto me llevara a hacerle algo que no debía. Me dispuse solo a ayudarle a bañar.

—¿No vas a entrar?—preguntó en un tono triste.

—No puedo, recordé que tengo que salir a la casa de unos amigos. Te ayudaré a bañar, ¿Esta bien? — traté de sonar convincente.

—Esta bien— se vio decepcionada y me sentí mal por esto, pero es lo mejor. Todo esto lo hago por su bien.

No puedo estar cerca de ella en un momento como este. Tengo que salir de aquí. Salí del baño y la dejé ahí sola. Estaba demasiado excitado al verla. Cada segundo que transcurría mi erección era mas notable. Necesitaba descargar esta extraña incomodidad que sentía en mi pantalón. ¿Qué mierda me está pasando? ¿Acaso he perdido la cabeza?

Tuve que tocarme y descargar todo lo que tenía por dentro. Lo peor es que, todos los pensamientos que tuve, solo podía verla a ella. Soy un maldito monstruo.

En la noche ella entró a mi habitación y no quería tenerla cerca. Quise echarla del cuarto, pero mostró esa expresión triste. Me sentiría peor si la trato mal. Se acomodó como de costumbre y llevó su mano a mi pecho. Mi corazón estaba muy acelerado. Solo podía oler su dulce aroma que me hizo descontrolarme. Quería guardar la calma y no demostrarle como me estaba sintiendo. Quise dormirme, pero mi excitación estaba aumentado cada vez que escuchaba su respiración mientras dormía. La moví al otro lado de la cama, porque tenerla tan cerca en un momento como este solo sería un peligro. Estaba luchando conmigo mismo y tuve que salir del cuarto a tocarme nuevamente. Me sentía como un depravado al tener esos pensamientos tan sucios con mi pequeña hermana. Estoy enfermo, algo anda mal en mí.

Al día siguiente me encontraba con ella en la cama, parte de su blusa estaba desabrochada, podía ver parte de su pequeño pezón. Ella no había despertado, a pesar de que la alarma había sonado.

—Ya es hora de ir a la escuela, tienes que despertar— traté de levantarla para llevarla a la escuela, pero ella no respondió.

La tapé con la sábana y me acerqué para volver a llamarla.

—Rachel, despierta— de un brinco se levantó y dejó visible su pequeño seno—. ¡Tápate! — le arreglé la camisa y le tiré la sábana por encima—. Ya es hora de irte a la escuela. Prepárate — salí del cuarto mas rápido que ligero y me fui al baño. Esto no es normal. Tengo que evitar que se acerque a mi.

La llevé a la escuela y antes de dejarla, le dije lo que sentía.

—Comenzarás a bañarte y a dormir sola de hoy en adelante — su expresión se tornó triste en un segundo —. Será mejor así. Ya estás grande y debes hacer las cosas por tu cuenta.

—¿Tanto te desagrado? — entró corriendo a la escuela y quería detenerla, pero es mejor que las cosas se mantengan así. Para ser honesto, no entendí su pregunta.

Pasaron varias semanas y la actitud de ella cambió por completo hacia mi. Estoy seguro que me odia, pero sería mejor que me despreciara por eso, y no por intentar hacerle algo. No sé qué esta pasando por mi cabeza. He tratado de estar con otras mujeres, pero esa sensación de excitación que siento por ella, no he podido sentirla con otra. Suena totalmente enfermo, pero es mi realidad.

Comencé hace varias semanas en la cafetería y todo me ha ido bien. En la casa todo ha ido cambiado drásticamente. Mi madre solo viene durante el día a la casa y duerme fuera. De mi padre no hemos sabido nada y ella tampoco a hablado con nosotros sobre eso, tampoco es que me haga falta.

Llegué a la casa luego del trabajo y me encontré a mi hermana en un traje de baño de dos piezas; el color rojo hacía que resaltara su pequeño cuerpo. Casi pierdo el control de mi.

—¡¿Qué haces vestida de esa manera?!

—Mañana tengo clase de natación.

—Mañana te conseguiré otro de una pieza. ¡Este te lo quitas! —le ordené molesto.

—Lo siento—bajó la cabeza, y entró a su cuarto.

No debí haberle hablado así, pero al verla de esa forma, perdí el control. Su cuerpo no parece al de una niña, se me está escapando cada vez más de las manos.

Me sentía frustrado por haberme sentido excitado al verla así. Corrí al cuarto y me tiré a la cama. Tenía que descargar esta maldita molestia que sentía en mi parte baja.

Me toqué y mientras lo hacía mi hermana entró la habitación, al darme cuenta de su presencia y ver su cara de asombro, le grité que se fuera. Me tapé automáticamente con la sábana; aunque ya era muy tarde, ya debía haberlo visto todo. Me sentí la peor persona del mundo, olvidé por completo cerrar la puerta con seguro. No sabía cómo salir a darle la cara, sabía que tenía que hacerlo y explicarle, pero la vergüenza me lo impedía. Hablar de ese tema con una niña como ella, que jamás le han hablado de esto, es sumamente incómodo.

Me paré en la puerta de su cuarto y le hablé desde el otro lado.

—Perdóname, Rachel. Debes estar pensando lo peor de mi.

—No importa lo que hayas estado haciendo.

—Los adultos hacemos este tipo de cosas, es algo normal en el cuerpo humano.

—No quiero saber sobre eso. Vete — su tono sonaba relajado, a pesar de lo que decía.

Pasaron dos días luego de ese incidente, y las cosas han ido de mal en peor.

—No quiero que las cosas entre los dos sigan así— le dije tratando de acercarme a ella, pero me evadió.

—No me hables — subió a su habitación y me dejó con la palabra en la boca.

Todo lo que haga ella, muy en el fondo me duele. No he podido concentrarme en mis cosas. Esta situación me ha afectado en todo.

Caminé a mi habitación y escuché un pequeño sonido que provenía de su cuarto. Me acerqué a la puerta y escuché unos suaves jadeos. Se me erizó la piel al escucharlo. Quería guardar la calma, pero mi erección no me dejaba pensar en nada mas que lo que estaba escuchando. Sentía ganas de entrar, pero no estaba seguro de hacerlo. Se escuchaban tan tierno sus jadeos, que solo imaginarme lo que tenía que estar haciendo, me provocó un hormigueo en mi parte baja. No puedo hacerlo, no puedo. Me masturbé en su puerta escuchando su voz.

Soy un maldito enfermo. A penas tiene trece años y ella esta tocándose. No sé si fue por lo que le dije, pero su cuerpo esta madurando y sus hormonas se van activando cada vez más. Me fui del ahí, tratando de evitar cometer una estupidez más grande, de la que ya había hecho.

Días después se acercó a mí, no se veía molesta como antes. Algo que me hizo sentir bien.

Durante la noche sentí que se acomodó en mi antebrazo y pegó su espalda a mi cuerpo. Estaba nervioso al tenerla tan de cerca luego de tanto tiempo. Me giré hacia ella para oler su cabello, me dejé llevar por mi instinto. Sentí sus pequeños glúteos rozando mi parte baja y me estaba sintiendo excitado con esto. Quise calmar mis deseos y cambié de postura de vuelta. No podía seguir con esto.

Durante cuatro años, todo fue lo mismo. Entraba a mi habitación a dormir conmigo, a pesar de estar ya grande. Fue una costumbre desde pequeños y aún no hemos podido superarlo. Mi padre jamás regresó y mi madre era muy poco lo que la veíamos. Estábamos viviendo literalmente solos. Mantenía la casa y a mi hermana. Eso sí, conseguí un mejor trabajo. Ella se sabe cuidar sola, así que no tengo que preocuparme tanto por dejarla en la casa. Cambió de escuela y a veces trae a sus amigas a la casa. Se divierten y pasan tiempo juntas. Me he dedicado solo a ella. No he podido hacer una vida normal o tener una pareja. Solo salgo del trabajo para la casa y la mayoría del tiempo solo me la paso con Rachel. Los amigos que tenía, no es mucho lo que los veo. Es como si me hubiera acostumbrado a esto.

Cuando regresé del trabajo a la casa, fui a saludar a mi hermana, por lo regular, siempre me esta esperando en la entrada, pero esta vez no la vi por ninguna parte. Me dirigí a su cuarto y toqué la puerta para entrar, pero no estaba. Fui a mi cuarto pensando que quizás estaba en la casa de su amiga o algo parecido, pero la encontré acostada en mi cama. Estaba en ropa interior y sus manos estaban frotando sus senos.

—¿Qué estas haciendo?— tragué saliva al ver su rostro rojo y ver lo sudorosa que estaba.

—Siento cosquillas —dijo con su voz entrecortada. Es como si su dulce voz no hubiera cambiado.

Bajó la mano a su parte baja y comenzó a masajearse frente a mis ojos.

—Vete de mi cuarto, Rachel — le pedí desviando la mirada.

—No puedo detenerme — mi auto control se estaba acabando.

—¿Por que no hiciste esto en privado? ¿Y por qué en mi cuarto?

—Mi cuerpo se siente muy caliente, Oscar. Quítame esto— su voz entrecortada y sus jadeos, me tenían al borde de la locura.

Me acerqué a la cama y me senté a su lado, aún tratando de guardar la calma.

—Quita tu ropa interior — le ordené.

Me sentía culpable por haberla arrastrado a este lado perverso, pero jamás tuvo a nadie que la ayudara o le enseñara a calmar sus hormonas. Jamás la toqué de ese modo, aunque fantaseaba con estar dentro de ella.

Ella quitó su ropa interior y pude ver lo húmeda que estaba. Sentí un escalofrió por todo mi cuerpo.

—Tócate lentamente.

Llevó su mano a su parte baja y mordí mi labio inferior al escuchar el sonido de su roce en su pequeña vagina.

Esta muy húmeda. Me pregunto, ¿en qué estará pensando ahora?

—No es suficiente— gimió.

—No quiero pasar la raya contigo, eres mi hermana — llevó mi mano a su vagina y pude sentir su humedad.

Mi mano estaba cubierta de sus deliciosos fluidos.

Quería contenerme, pero al verla de esta manera, terminó por acabar con mi auto control. Quería probarla, deseaba escucharla gimiendo mi nombre con esa dulce voz que me enciende. Tanto tiempo controlándome para terminar cayendo.

Me subí encima de ella, pero no podía mirarla a la cara. Sé que esto no esta bien, pero ¿cómo le digo eso a este fuego que me esta consumiendo por dentro?

Toqué sus mejillas rosadas; su piel sigue siendo igual de suave que antes. Cerró sus ojos al sentir mi caricia, dejando escapar un tierno gemido, y tragué saliva al ver que su cuerpo no reacciona de la misma forma que lo hacia cuando era una niña.

Removí el mechón de cabello que cubría su cuello y me acerqué a oler su perfume, tenía la intención de besarla, pero si hago algo como eso, no podré detenerme y no podría perdonármelo.

Siempre he querido protegerla de todo, pero soy yo su mayor peligro. ¿Qué estoy haciendo? Me levanté de encima de ella y retomé mi postura.

—No vuelvas a entrar a mi cuarto y a exponerte de esta forma. No puedes desnudarte frente a un hombre —quería sonar lo mas cortante posible para que ella se fuera y evitara acercarse en este momento.

—¿Por qué me tratas así? — me reclamó, con esa expresión de tristeza que me quema por dentro.

—¡Vete de aquí! — la halé del brazo y la saqué del cuarto, si permanecía un poco más con ella, no hubiera podido detenerme y hubiera acabado con su inocencia.

Esto cada vez se está saliendo más de control. Ella es mi hermana y es solo una niña; a pesar de ya haber cumplido sus diecisiete años. Si pongo una mano en ella como planeaba hacer, no podría perdonármelo nunca. Antes éramos muy unidos, pero las cosas han cambiado.

Su ropa interior estaba sobre mi cama y la tomé en mi mano. La acerqué a mi nariz para oler su dulce aroma. Estaba tan húmeda y saber que pude sentir su suave piel, no me ayudaba a calmar el deseo. Necesito pensar en otra cosa. La alejé, pero mis manos aún olían a ella. Lamí mi dedo y solté un suspiro de placer al probarla. Estoy completamente enfermo.

Al día siguiente tocaron a la puerta y era mi madre. Creí que vendría a disculparse, o al menos quedarse, pero no fue así.

—Necesito dinero, Oscar — me pidió según abrí la puerta.

—Hace tiempo no regresabas a la casa, ¿y ahora vienes a pedir dinero? ¿Para qué lo quieres?— le cuestioné.

—Tengo que pagar unas cosas.

—¿Cuánto necesitas?

—500.00 USD.

—¿Qué? ¿Por qué tanto?

—Ayúdame, hijo— me rogó arrodillándose.

—No puedo darte esa cantidad porque tengo que atender la casa y las cuentas, pero esto te ayudará de algo— busqué en mi cartera $100.00, era lo único que tenía encima en ese momento.

—Sabía que me ayudarías.

—Antes de que te vayas, ¿Qué paso con nuestro padre? — le pregunté con la esperanza de que respondiera.

—No sé, no lo he visto. — se fue sin decir mas.

No parece la misma de antes, se ve que no se está alimentando bien. Su cuerpo se ve mucho más delgado de la ultima vez que logré verla. Sabía que si le preguntaba solo iba a evadir la pregunta, así que me limité a preguntar lo necesario. No le diré nada a mi hermana de esta visita, porque lo mas probable se sienta mal al no haberla visto.

Al buscar a mi hermana a la escuela, la noté cabizbaja. No me dirigió palabra alguna hasta llegar a la casa.

—¿Puedo salir? — preguntó llevando su mano a la falda. La noté muy nerviosa para preguntarme.

—¿A dónde vas?— la curiosidad me estaba matando.

—Al cine con unas amigas.

—Otras veces no estás tan nerviosa para pedirme permiso.

—¿Por qué tanta pregunta?

—Porque soy tu hermano y tengo que saber lo que le pasa a mi hermana.

—Como si te importara. ¿Puedo ir? — bajó la cabeza y sujetó más fuerte la falda.

—Esta bien. Toma algo de dinero por si quieres comprar algo. Diviértete.

—Lo haré. Adiós— subió a su habitación a cambiarse.

Estaba tratando de mostrarse rebelde, pero sin darse cuenta, mostró su lado tierno.

Al ella irse quise entrar a su habitación para limpiarla y encontré su teléfono encima de la cama. ¿Cómo se supone que podrá comunicarse conmigo, si olvidó el teléfono? Que niña tan descuidada.

Nunca he sido de registrar las cosas de los demás, pero sentía curiosidad de hacerlo. Siempre carga su teléfono a todas partes. Busqué en sus contactos y mensajes, pero todo estaba en orden. Al buscar en su galería, encontré varias fotos de ella y sus amigas. Había fotos también con un chico de su edad. Estaban muy cerca, y muy en el fondo sentí celos. No debo sentirlo, esta en esa edad de tener amigos. Pensar en esa idea me hizo sentir una rabia dentro de mi. No podría ver a mi hermana con otro hombre. Yo no quiero que nadie más toque su cuerpo o que le endulce el oído de mentiras. Ella es demasiado inocente y creería en lo que le digan. ¿Qué mierda estoy pensando? Dejé su teléfono encima de la cama y esperé a que llegara.

En la noche, escuché su voz en la puerta, quería esperar a que entrara, pero me alertó la voz de un hombre. Me dirigí a la ventana y vi a un chico agarrado de manos con ella y sentí que me cegó la rabia. Abrí la puerta de mala forma y le halé el brazo.

—¿Qué demonios estas haciendo? ¿Este quién es? — pregunté acercándola a mi.

—Suéltame, Oscar. Él es mi amigo Richard.

—¿Y de cuándo acá los amigos se agarran de manos? — fijé la mirada llena de rabia hacia el hombre, pero no parecía de su misma edad —. No te quiero volver a ver por mi casa. Como te acerques a mi hermana otra ves , no respondo— le halé y la llevé dentro de la casa.

—¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué tratas a mi amigo así? ¿Sabes lo que pasará ahora? Seré la burla de todas mis amigas. ¡Eres un idiota!

—No te quiero con nadie. No estás en edad para tener amigos como él. Ese tipo se nota que es mayor de edad. ¿Dónde lo conociste?

—Estoy bastante grande para saber con quién salir y con quién no.

—¿Te crees saberlo todo? ¿Sabes con que intención se acercan los hombres a las chicas como tú? ¡Eres demasiado ingenua!

—No todos piensan igual que tú. ¡Vete a la mierda! — me gritó molesta y eso me hizo enojar mucho.

—Jamás me habías hablado así.

—Esta vez te pasaste, no te quiero cerca. ¡Muérete! — trató de irse a la habitación, pero no quise dejarla ir.

La subí en mi hombro a la fuerza y la llevé al cuarto. La tiré encima de la cama y me subí sobre ella. Me había dejado cegar por la rabia que sentía al escucharla pronunciar esas palabras.

Arranqué los manguillos de su blusa y agarré sus brazos por arriba de su cabeza, ejerciendo presión sobre la cama. Al verla tan indefensa debajo de mi, me hacía sentir sumamente excitado. Siempre quise verla así. Sus piernas estaban abiertas y estaba tan pegado a ella, que estoy seguro que debía sentir mi erección por encima de la ropa. Si estuviera desnuda, ya estaría dentro de ella.

Acerqué mi rostro a su mejilla y ejercí algo de presión en su parte baja para que sintiera mi roce. Cuando besé su frente, fue cuando vi una lágrima bajar por su mejilla. ¿Qué estoy haciendo?

—De esto somos capaces al ver una niña tan inocente como tú, Rachel — al ver sus lágrimas de susto me detuve—. Yo no quería hacer esto, yo... solo quería demostrarte de lo que son capaces los hombres. No quería asustarte, perdóname — la solté, y al verla tan afectada por lo que hice, traté de acariciar su mejilla, pero me evitó.

—¡Estás enfermo! — su voz se escuchaba entrecortada. Escuchar esas palabras de ella me hizo sentir peor, porque aunque me duela, ella tiene toda la razón.

—No volveré a hacer algo como esto. Lo siento — me levanté, y salí de su habitación.

Luego de ese incidente no me dirigió la palabra mas. Nos mantuvimos distantes, a pesar de vivir en la misma casa. Quería pedirle disculpas por haberla asustado de esa forma. Sentía tantas ganas de ella, que me dejé cegar por la rabia otra vez.

Las semanas pasaron y todo seguía igual entre los dos. Sentía la necesidad de tenerla cerca, me hacía falta que me recibiera todos los días del trabajo en la puerta, o que entrara a mi habitación y se acostara a mi lado, o el simple hecho de verla sonreír.

Entré a su cuarto mientras dormía solo para verla dormir. Me senté al lado de su cama y la contemplé por un rato. Quería sentir su delicada y suave piel, o oler su dulce perfume. Llevé mi mano a su rostro y lo acaricié.

—Oscar...— musitó dormida y eso me erizó la piel.

No debo estar aquí. Planeaba levantarme, cuando ella haló mi camisa. Quedé petrificado creyendo que había despertado y me había encontrado en su cuarto, pero aún estaba dormida. Si me encuentra aquí se va a molestar, pero ¿Cómo puedo irme cuando me esta sujetando así de fuerte?

Traté de mirarla, y ahí fue cuando logré darme cuenta que parte de su cuerpo estaba descubierto. Sus delgadas piernas se podían apreciar a la perfección y sentí la necesidad de acariciarlas. Su piel se sentía muy suave y caliente.

Mi erección se hacía visible, mis fantasías se estaban saliendo de control nuevamente, pero al tenerla tan cerca, ya no importaba. Estaba tan excitado al tocarla, que no podía soportar un segundo más sin tocarme. Necesitaba descargar todo lo que sentía por ella. No quería levantarme porque sabía que si lo hacía, ella despertaría y eso sería un problema.

Traté de controlar mi respiración agitada y mis jadeos mientras me descargaba. Al terminar, quité su mano de mi camisa, lo mas sigilosamente posible, y salí de su cuarto. Necesito ayuda, estoy muy mal.

A la mañana siguiente, mi hermana se despertó a la misma hora que yo y desayunó conmigo antes de irse a escuela. Cuando regresó no se veía de la misma forma que hace varias semanas atrás. Hoy me dio un abrazo desprevenidamente, que me hizo sonreír luego de tanto.

—¿Trabajas hoy? — se veía muy alegre.

—Sí, ¿necesitas algo?

—¿Puedo traer a mis amigas a la casa?

—Claro.

Sabía que iba a pedirme algo, es demasiado obvia. Eso la hace ver mucho más tierna.

Cuando llegué del trabajo me encontré con sus amigas y ese maldito infeliz amigo que vino a la casa el otro día. Me sentía muy molesto, pero no quise hacer un drama delante de ellos.

Saludé y subí a mi habitación. Dejé que se divirtieran, ella no es de salir a ninguna parte, pero la idea de que ese infeliz esté en mi casa es demasiado molesto.

Al terminar, subió a mi habitación y tocó a mi puerta.

—¿Por qué trajiste a ese tipo aquí? — pregunté según entró.

—¿Por qué no le das una oportunidad para que lo conozcas? No es una mala persona.

—No quiero conocer a nadie, Rachel.

—Por favor, nunca te pido nada.

Cuando usa su ternura en mi contra, es un fastidio.

—Haz lo que quieras, pero a mi no me lo presentes. Creo que es tiempo de que ambos hagamos nuestra vida, Rachel.

—¿Eso qué significa?

—Nada. No voy a interponerme mas. Si ese tipo es a quien quieres, adelante — me levanté de la cama y salí de la casa. Necesitaba despejar la cabeza.

Me he dedicado solo a ella y así me paga. Creo que ya es tiempo de que olvide esta maldita obsesión y seguir con mi maldita vida. Debo sacarla de mi cabeza. Ella es mi hermana y no puedo mantenerla encerrada toda la vida. Ella debe tener su libertad y ser feliz. Nadie me obligó a ilusionarme con ella.

Ella es un ave, sabía que tarde o temprano, terminaría abriendo sus alas y escaparía de mi, aún así, quise creer que tenerla cerca era suficiente. No la puedo obligar a vivir una aburrida vida a mi lado. ¿Por qué ese hecho me duele tanto?

Ha pasado un mes desde que renuncié por completo a ese deseo impuro que estaba quemando mi alma y mi cuerpo. Se podría decir que tenemos una relación de hermanos normal, supongo. Solo hablamos de temas comunes. Ella se encierra en su cuarto y yo en el mío. A veces trae de visita a su novio a la casa y los dejo en la sala a solas. Les doy su privacidad y me voy a mi cuarto o simplemente salgo a dar una vuelta. Ya está grande para saber lo que está bien y lo que está mal. En el tiempo que me quede libre salgo con mis antiguos amigos o amigas.

Hoy invité a Fracheska, una amiga de la universidad que hace mucho no veo. Salimos a comer y luego llegamos a mi casa. Creí que Rachel no estaría, pero fue la primera que nos recibió. Bajó la cabeza al ver que estaba acompañado y subió a su cuarto sin decir una sola palabra. Fue incómodo, pero a Francheska no le estuvo malo.

Subí a mi habitación con ella, ya que sentía ganas de tener compañía de alguien esta noche. Me gustaba, pero era como si mi cuerpo no respondiera al estar en contacto con ella. Jamás había tenido sexo con alguien solo por cumplir. Tenía ganas de estar con alguien, pero al llegar al acto, simplemente no sentía ganas. Su cuerpo es de ensueño, cualquier hombre que la tenga en frente podría llevarla fácilmente a la cama sin problemas, pero yo no me sentía satisfecho.

Amanecí en la cama con ella y se fue muy temprano. Bajé a prepararle el desayuno a mi hermana, pero ella no bajó.

Rachel se había quedado toda la mañana en el cuarto y eso me tenía preocupado. Me acerqué a su puerta y la toqué.

—Rachel, ¿Por qué no bajaste a desayunar hoy?

—No tengo hambre— su voz se escuchaba extraña.

—Ya veo— di media vuelta para irme, pero escuché un suave quejido que me alertó.

Entré sin pensar a su habitación y la encontré con su cabeza debajo de su almohada.

—Rachel, ¿Qué te pasa?

—¡Déjame sola! ¡No te quiero en mi cuarto! — gritó molesta.

—Oye, no tienes que tratarme así. No te he hecho nada — traté de tocarla para saber que estaba ocurriendo, pero no me dejó.

—¡No me toques! — gritó de nuevo, pero está vez quitó la almohada de su rostro. Se veía roja y sus ojos estaban llorosos.

—¿Qué te pasa? ¿Quién te hizo llorar? ¿Fue ese novio? — me sentía incómodo, hace mucho no la veo llorar y me dolió verla de esa forma.

—¡Te dije que me dejes sola!

—No me iré. Soy tu hermano y me importa mucho lo que te pase.

—No te importa nada. ¡Lárgate de aquí!

—Si me importa. Cuando te calmes y quieras hablar con alguien, ya sabes donde encontrarme — salí de su cuarto dejándole su espacio. No entiendo para nada su actitud.

Me bañé y me fui a mi cuarto. Al rato, ella entró a mi habitación sin tocar y estaba recostado en mi cama.

—¿Ya se te pasó? — le pregunté al verla, pero sin decir nada, se subió encima de mi—. Oye, ¿Qué estas haciendo?

—Quiero que me digas que estabas haciendo con esa mujer aquí — su rostro estaba rojo y su voz se escuchaba tiernamente entrecortada.

—¿Por qué tienes esa curiosidad? ¿Acaso estabas espiándome?

—Sí, quiero saber lo que hacían— tragué saliva al notar su insistencia.

Me quedé en silencio al no saber que responderle. No tenía cara para decirle la verdad, tampoco entiendo su insistencia.

—¡Eres un traidor! — reclamó afligida. Me dio golpes en el pecho y la detuve agarrando ambas manos—. Vas a dejarme sola al igual que nuestros padres, ¿cierto? — preguntó entre lágrimas.

—¿Qué estas diciendo? Jamás te dejaría sola.

—Mientes — al verla llorando tanto la solté, y la hale con suavidad por la cabeza para recostarla sobre mi pecho.

—Jamás te mentiría. Yo menos que nadie podría dejarte sola. No sabes cuan importante eres para mi, Rachel — levantó su cabeza y me miró.

Nuestras miradas se cruzaron luego de hace mucho. Tenerla tan cerca me hacía daño. Sabía que no estaba en lo correcto, pero al tenerla así, no podía contener el deseo que sentía por dentro.

—¿Me lo juras, Oscar?

—Rachel... —no pude contener ese deseo inmenso por probar sus dulces labios.

Estampé mis labios en los suyos. Sabía que sería mi perdición, ya luego no podía dar marcha atrás, pero me dejé llevar por la tentación y el momento.

Sus suaves y carnosos labios correspondieron los míos. Me dio su aprobación para adueñarme de ellos por completo. Jamás la había besado y estoy seguro que robé su primer beso. Su beso no era de alguien experimentada, pero lo suficiente para hacer que mi cuerpo se estremeciera a su antojo.

Soltó un gemido dulce al llevar mi mano a su cuello para continuar besándola. Jugaba con su lengua lentamente y ella imitaba lo que hacía, había perdido el control absoluto de mi.

La acosté a un lado y me subí sobre ella, esta vez no veía ni un poco de resistencia de su parte, lo que hizo que sintiera ganas de continuar. La línea que había tratado de no cruzar, ya la había cruzado y, en realidad, ya no me importaba nada más.

Besé su cuello con delicadeza y dejó escapar un dulce gemido. Siempre había querido escucharla de cerca, y más, si quien lo estaba provocando era yo. Me adueñé de cada parte de su cuello, lamía y daba pequeñas mordidas juguetonas.

—Oscar... — gimió.

Sonreí al escuchar su voz temblorosa. Quiero escucharla más. Bajé de su cuello besando cada parte de su pecho hasta llegar a su blusa. Quité los botones y dejé al descubierto sus pequeños y delicados senos. Lamí alrededor de su pezón hasta que tuve contacto directo a ellos, haciendo que su cuerpo se estremeciera a mi antojo. Disfrutaba de cada expresión de excitación que mostraba. Continúe acariciando con la punta de mis dedos sus pezones y sus jadeos comprobaban que se estaba sintiendo bien.

Me detuve para bajar su pantalón y quité su ropa interior junto con todo, dejándola casi completamente desnuda. Pude apreciar su cuerpo desnudo, ya no quedaba nada de esa niña.

Rocé mi dedo en su vagina y estaba sumamente húmeda. Quería probar su dulce y adictivo sabor, sentir como se iba humedeciendo a mi contacto con mi lengua. Al sentir mi lengua se estremeció mucho más. Trató de cerrar sus piernas y la hice dejarlas abiertas. Pasaba mi lengua lentamente alrededor de su vagina. Su sabor dulce era irresistible.

—Siento cosquillas — comentó entre jadeos incontrolables.

Aceleré mis movimientos con la lengua, hasta que escuché sus quejidos y su humedad se volvió mucho más notable. Sus piernas estaban temblando y su respiración se escuchaba agitada. Me detuve y fijé mi mirada en ella.

—Quiero estar dentro de ti.

—Yo nunca...— la interrumpí al saber lo que iba a decir.

—Ya lo sé. Relájate — bajé el cierre de mi pantalón y dejé visible mi erección, luego busqué en la gaveta un preservativo para ponérmelo.

Sus piernas se tensaron al verlo, pero no podía detenerme ahora. Quería estar dentro de ella.

Lo rocé por encima de su vagina, humedeciéndolo con sus fluidos para que fuera mucho más placentero para ella, y pudiera sentir el calor que provocaba en mi. Puse la cabeza en su pequeña vagina y forcé mi entrada de un golpe. Sabía que dolería, pero hacerlo suave solo le causaría mas dolor.

Soltó un pequeño grito al sentirlo tan de repente, un grito que me excitó mucho más que antes. Sus manos sujetaban mis brazos fuertemente. Su interior estaba tan ajustado y caliente, era como si me estuviera derritiendo.

—Duele—gimió de dolor.

—Lo sé, pero pronto se acabará el dolor — no encontraba cómo moverme, sabía que dolería, pero quería acabar con su dolor y hacerla sentir bien.

Me acerqué a su boca para robar nuevamente sus labios y poder moverme dentro de ella. Soltaba dulces quejidos de dolor mientras continuaba entrando profundamente en su interior. Entre más lo entraba, más ajustado se sentía. Es como si quisiera comerme vivo. Imaginar ese hecho, me hacía sentir más caliente.

Poco a poco se iba abriendo y ajustando a mi tamaño. La idea de ser el primero, me tenía alucinando.

Ella colocó sus brazos alrededor de mi cuello y gemía más fuerte cada vez que la embestía con ganas. Una sensación de humedad y calor brotó de su vagina y me hizo sentir en el cielo.

Sus piernas temblaban en cada estocada profunda que daba. Quería apoderarme de cada parte de su interior, lo hacía con más rudeza y ella soltaba un gemido más placentero.

No podía aguantar más al verla tan excitada, y su rostro inocente había cambiado por uno mas perverso. Todo eso ya me tenía a mi limite.

Quería llenarla de mi. Deseaba poseerla por completo. La besé con más rudeza y antes de dar una ultima estocada para correrme, musitó una palabra que me hizo desbordar de felicidad.

—Te amo, Oscar.

—Te amo, princesa— respondí agitado.

Nuestros cuerpos se encontraban en un profundo calor y deseo, como si hubiéramos estado deseando esto por mucho tiempo.

—Eres mía y no dejaré que te acerques a nadie mas — permanecí dentro de ella, mientras entrelazaba mis manos en las suyas.

—Era mentira— comentó.

—¿Qué cosa?

—Él y yo no somos novios, solo quería ponerte celoso.

—Rachel...

—Nunca te he visto como un hermano, Oscar. No puedo hacerlo — tragué saliva al escucharla pronunciar esas palabras—. Siempre quise acercarme a ti, siempre quería tenerte para mi. Sabía que lo que estaba sintiendo no era un amor de hermanos. Me hacía feliz el verte entrar todas las noches a mi habitación. Me gustaba amanecer en tu cama todas las mañanas. Solo quería que me notaras. Sé que esto no está bien, que es un amor imposible. Tenemos la misma sangre y eres mi hermano, pero no puedo verte como eso. Siempre te he visto como un hombre. Nunca entendía el por qué mi cuerpo se sentía tan caliente al verte, ver el rostro que ponías cada vez que trataba de provocarte, era de alguna forma divertido. Quería que me tocaras, deseaba ser tuya. Moría por saber si lo que siento yo, es lo mismo que sientes tu. Verte todo los días era una tortura para mí. Imaginar el hecho de verte con otra mujer, me hacia sentir molesta. No quiero que me dejes, al igual que mamá y papá. Quiero estar contigo siempre, Oscar.

Eso era lo que me hacía falta escuchar para poder sentirme completo. Esas palabras me llenaron. Estoy consciente de que no deberíamos estar juntos, y más por el hecho de que somos hermanos, pero saber que ella siente lo mismo que yo, y que desea lo mismo, simplemente no puedo negarlo. Moría por esto. Solo quiero que ella sea mía, quiero tener todo de ella.

—Sé mía, Rachel — le pedí acariciando su mejilla.

—Sí — asintió con su cabeza, y sonrió dulcemente.

No sé lo que nos depare el destino, pero quiero vivir el presente junto a ella.

La amo mas que a nada en la vida y estoy consciente que está mal, pero... No puedo ver una vida lejos de mi hermana Rachel.

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