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DE OTRO MUNDO

Esta es la historia de una humana y un ser de otro universo (alien), que se emprenden a un camino lleno de obstáculos y misterio. Durante ese largo transcurso por recorrer ambos se enamoran; se dejan llevar por esas emociones, esa humana es consciente que tal hombre no es normal pero inesperadamente...

Dianiis_1417 · Sci-fi
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122 Chs

El rencor de ver a su padre

- Hola "padre". - pronunció Mey con una sonrisa forzada y en particular nada afable para saludar a su padre Franco. Sus ojos esmeraldas radiaban resentimiento e irritación al verlo.

Había prometido no volverle dirigirle la palabra a su padre pero por ende que su abuela Naty se encontraba enferma, no quería que se convirtiera en un drama.

El padre de Mey, ignoró ese saludo sarcástico y se mantuvo firme postrado en la cama de su madre anciana, Naty.

<<¿Quién será ese hombre? ¿Cómo se atreve traer a un desconocido...?>>, se cuestionó el Señor Franco, exasperado por dentro y enviando una mirada inquisitiva directo al hombre que emanaba una aura indescriptible.

Mey no esperaba un saludo de parte de su padre; sólo quiso irritarlo un poco y al ver la mirada sería de su padre se quedó satisfecha.

Camino al frente y se detuvo en medio de la enorme habitación. Dirigiéndose a Lou.

- Lou, espera aquí. - le pidió ella con gentileza y él obedeció, dando unos pasos cortos en la ventana. Quedando como todo un gran soldado.

Mey continuó caminando y se postró en la cama donde yacía su abuela Naty aparentemente durmiendo. Se veía decaída, más pálida de lo normal y con unas ojeras bastante notables así como esas arrugas en todo su rostro.

Respiraba con tanta debilidad que Mey se preocupó de inmediato e indagando qué le sucedió para qué estuviera tan mal que otras veces.

La anciana Naty tenía 75 años de edad pero ahora en ese estado enfermizo se veía de más edad al notarse su delgado cuerpo sin energía y su pelo castaño tornándose más blanco.

<<Ay dios...abuelita, luces bastante mal. ¿Por qué te has descuidado tanto?>>, pensaba Mey con la expresión afligida y llena de esmero. No espero que su abuela Naty estuviera demacrada y sin vida.

Hace un año su abuelo Francisco falleció a causa de una terrible enfermedad a los 80 años y aunque su abuelo era estricto y demandante, Mey lo adoraba mucho y no deseaba por nada del mundo que su abuelita se fuera tan pronto.

Ella se quedó contemplado a su abuela, no quería despertarla, así que se mantuvo en silencio mientras que el Señor Franco sólo podía observar sin decir nada, y mirando de soslayo a Lou.

Al siguiente segundo, la anciana Naty abrió lentamente sus ojos aceitunados, respirando con cansancio y balbuceando palabras sin sentido que Mey no logró comprender.

- Abuelita...tranquila. - le susurró Mey al oído de su abuela.

Enseguida la anciana Naty abrió más sus ojos al oír la vocecilla suave, ladeo su cara hacia la joven chica que estaba de pie con sus manos entrelazadas. La anciana Naty vio a su nieta y sus ojos brillaron de felicidad al verla de nuevo y sus lágrimas se desbordaron por la enorme alegría que sentía en su corazón.

Ella no había visto a su nieta después de aquel día que fue plantada en el altar aunque no estuvo presente, se sintió fatal al saber que su querida nieta le habían destrozado el corazón. Luego ella se fue de la casa y desde entonces ansiaba saber cómo se encontraba su nieta pero verla ahora mismo le provocó regocijo y esa energía que necesitaba para seguir adelante.

Por otro lado, el padre de Mey se había alejado para darle privacidad a su hija. Se encontraba en el umbral de la puerta, sin dejar de observar furtivamente a Lou; inspeccionando cada facción de dicho hombre, indagando sobre su identidad.

No obstante, se sentía extrañado a ver a su hija e incrédulo que ella se atreviera a dirigirle la palabra. Recordó la última vez; ese día que ambos discutieron con demasiadas frases duras y ásperas después que Isaac y Wendy huyeran del altar. Una gran mentira que se desencadenó dejando a Mey a merced de una terrible realidad, una traición que ella juro no perdonar y lo más duro fue saber que el Señor Franco sabía de esa relación embustera.

Ese día había sido el comienzo de un distanciamiento de padre e hija.

Aunque Mey se pareciera a su padre tenía la actitud renuente de su madre, Mariel y a veces actuaba sin importar las consecuencias de sus actos.

Lou permanecía cómo una estatua humana con la vista al frente. Él sólo tenía qué obedecer lo que Mey le había instruido antes.

- Mey, mi niña linda...te ves mejor. - habló cabizbaja la anciana Naty.

- A-Abuelita, estoy bien. Por favor no te esfuerces mucho. - dijo Mey con una sonrisa fugaz.

Tenía en mente que su abuela padecía arritmia y cualquier impresión o exaltación sería peligroso para su salud. No dejaba de preguntarse por qué su abuela se veía peor que antes.

- Acércate más mi niña. - pidió la anciana y

Mey se sentó con mucha cautela en el borde de la cama. La anciana Naty tendió su mano en el rostro de Mey.

- Estas hermosa...me llena de felicidad verte. Yo...sé que eres buena. - dijo la anciana con la voz entrecortada al mismo tiempo que acariciaba la mejilla de su nieta. Mey rebozo una sonrisa al sentir el tacto cálido de su abuela.

Mey: - Abuelita, no te preocupes. D-Debes cuidarte mucho. Sabes, tengo que irme. Yo...tengo cosas que hacer. - comentó sin borrar su sonrisa para no preocupar a su abuela pero enseguida ella se dio cuenta que su nieta le estaba mintiendo; utilizando una excusa para irse lo antes posible.

Sin embargo, la anciana Naty no permitiría dejar a su nieta fácilmente. Así que junto todas sus fuerzas y logró reincorporarse y su hijo Franco se exaltó. También Mey se levantó y ayudó a su abuela sentarse sobre la cama.

- Madre, ¡¿Qué haces?! Estás delicada... - pronunció el Señor Franco con su voz exaltada dando zancadas a la cama de su madre.

Mey se hizo a un lado para no tener contacto visual con su padre. El rencor que sentía por él era inmenso e imposible de oprimir.

- Ohh...estoy bien. Estoy bien, no me trates como una niña. Mi querida nieta me ha venido a ver así que deseo pasar tiempo con ella. Ordena que preparen la merienda antes de lo previsto. Voy a bajar a comer junto a ella. - pronunció la anciana Naty, determinante y llena de gozo.

Mey y su padre se sobresaltaron al escuchar la potencia de la voz de la anciana.

- Pero madre...tu salud. Sabes que no estás en condiciones. - refutó el Señor Franco, nada contento con la orden de su madre. Pero la anciana Naty negó varias veces con su cabeza.

- Ya he hablado. Estoy bien así que ve avisar. Mi niña se quedará a comer.

El Señor Franco, suspiró ante la decisión de su madre, no quería alterarla así que accedió sin réplica alguna. Salió de la habitación con la mirada sombría.

- Abu-Abuela, no es necesario. En serio yo debo...

- Basta de excusas. Sé muy bien que no tienes nada qué hacer. - interrumpió su abuela y Mey no le quedó de otra que suspirar derrotada.

No quería exaltar a su abuela y ahora que la veía con más ánimos, le dio alegría interna. Cuando Mey se movió a su derecha, la anciana divisó aquella presencia solitaria, estática y con una aura misteriosa.

Entonces quiso saber quién era ese hombre elegante y con esa aura de aristocracia.