Bronceada vuelve a pujar. Inquieta.
–¡91 para la dama embarazada! ¿¡Quién da más!? ¡Por ese precio, es una ganga!– anima Guo Bo.
–Quizás sería mejor una subida más firme quien quiera ganar– comenta Shi.
–Miran un poco mal si siempre se puja el mínimo– añade Song.
Hablan entre ellas. Pero es para mí. Supongo que tienen razón. Así que le digo a Bronceada que me pase la señal. Ella está demasiado nerviosa.
–¡100!– puja nuestro competidor.
–¡120!– pujo yo inmediatamente.
Intento poner una voz grave. No sea que alguien me reconozca. Aunque no creo. Además, intento parecer seguro de mí mismo. No sé si lo consigo. Lo sabré por la noche. No dudo ni por un momento de que se burlarán de mí.
Nuestro rival me mira con el ceño fruncido. Se lo piensa y vuelve a pujar.
–¡130!
–¡150!– lo supero inmediatamente.
Es un precio un poco caro. Aunque no desorbitado. Demuestra que la quiero comprar como sea.
Parece dudar. Al final decide no seguir. Aunque me mira con rencor. En serio. Es una subasta. Si pierdes, lo asumes. Habla con su acompañante. Este se levanta. No me gusta. He oído historias.
Viene una mujer joven a cobrarme. También con la ropa muy ceñida. Su escote a la vista. Muy sensual. Ideal para subir las pulsaciones de los compradores masculinos. Para que pujen con más ganas.
Me da una llave con un número. Dejarán a la esclava allí. Puedo ir a buscarla cuando quiera. Puedo incluso probarla o inspeccionarla. Me ha asegurado que es insonorizada.
Espero un par de subastas más. Me ha dejado de prestar atención. Me levanto con Bronceada. Nos dirigimos a la habitación. Ella está muy nerviosa.
–Mi señor. Mi señora– se arrodilla Hong cuando abrimos la puerta.
No decimos nada hasta que se cierra la puerta. Entonces le doy permiso a Bronceada.
–¡Tata!– exclama.
Se quita el velo y la capucha. La abraza. La hace levantarse. Mirarla.
Hong la mira confusa. Incrédula. Sus ojos se humedecen. Hasta ahora, había actuado totalmente sumisa. Como una esclava profesional.
–¿Mi princesa? ¿Zhu'er?– la reconoce con voz entrecortada.
La envuelve en sus brazos. La aprieta contra ella. Con sus ojos derramando lágrimas. Los de Bronceada también. Parece que eran todavía más cercanas de lo que creía. Las dejo llorar un buen rato. Hasta que se calman.
–Amo, ella es mi tata. Hong– la presenta finalmente Bronceada.
Su barriga se ha caído. Algo que Hong mira confundida. De repente me mira nerviosa. Se vuelve a arrodillar.
–Mi señor. Disculpe a esta esclava por actuar tan negligente. No volverá a pasar– asegura.
Me acerco y le pongo la mano sobre el hombro. Es evidente lo que piensa. No entiende del todo la situación. Pero sí que yo soy quien manda. Y ella debería actuar solo bajo mis órdenes. No puede permitirse ponerse a llorar. Es una esclava veterana. Ha debido de ser disciplinada más de una vez. Por la más leve indiscreción. Incluso sin ellas. Como todos.
–Levántate y mírame– le ordeno.
Ella obedece. Asustada. Con los ojos húmedos. Me debe de ver borroso. Bronceada nos mira desde el lado.
–No es momento de explicaciones. Solo necesito que entiendas que eres mía– sentencio.
Es lo más fácil. El resto puede esperar.
–Por supuesto, mi señor. Soy suya. Obedeceré lo que me ordene– responde.
Es una lealtad más firme de lo que esperaba. Supongo que está acostumbrada a obedecer.
–No te asustes de lo que veas. Te lo explicarán todo– le aseguro con una sonrisa.
Al cabo de un momento desaparece. Con Bronceada. Las he enviado con Liang. Su rostro desconcertado es evidente. Liang sonríe. Las gemelas se ríen a unos metros. Bronceada parece feliz. Se lo dejo a ellas.
He llamado a Lang y Rui. Totalmente cubiertas. Pueden pasar por esclavas o por compradoras. Sustituyen a las otras dos. Yo me cambio de ropa. Las de ellas son holgadas. No dejan ver si están embarazadas o no.
Salimos los tres. Tan solo nos miran salir. No nos preguntan nada. Es lo normal.
Nos alejamos y nos separamos poco después. Cada uno por su lado. Cuando lo han planeado antes, me parecía exagerado. ¿Qué problemas puede tener comprar una esclava?
Ahora les doy la razón. El que estaba hablando con el otro comprador nos ha mirado. No estaba solo. Ha hecho intención de seguirnos. Hasta que nos hemos separado. Ellas se han puesto las manos en la cintura. Apretado el vestido. Demostrado que no tienen barriga.
Evidentemente, nadie dejaría a su recién comprada esclava irse sola. Y ninguna está embarazada. Así que nos han dejado estar.
Nos reunimos un par de calles después. Las envió de vuelta. Al cabo de un rato, aparecen Shi y Song. Habíamos planeado dar un paseo por el mercado. Pero preferimos volver. Después de que les he contado que vigilaban.
Me pongo la ropa de la secta y las envío de vuelta. Mientras lo hago, puedo verlas a hablar con Hong. Ya me explicarán.
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–Bronceada no es descendiente directa de Wu Ye. Él las adoptó después de que su padre muriera. Era un subordinado. Hong sospecha que Wu Ye podría haber sido el responsable– empieza Liang.
–Esa escoria apenas esperó para violar a su madre. Estaba tan desesperada, que Hong la oyó decir que se mataría, hablando a su hija bebé. Que se la llevaría con ella para evitar que sufriera igual. Que haría saber a todos lo que había pasado. Ese maldito cerdo– maldice Yu.
–No sabe que pasó después. La vendieron cuando Bronceada no tenía aún los diez. Aunque es posible que matara a todos los sirvientes y esclavos para evitar que corriera la voz. Puede que se suicidara o que la matara Wu Ye. Presta luego atención a Bronceada. Ha llorado mucho– me pide Liang
Ahora mismo, Bronceada está en su cama. Abrazada a su tata.
–A Hong le ha costado creerse lo que le hemos contado. También creía que tú no querrías tener sexo con ella. Que eres demasiado guapo. ¡Tiene un problema de vista!– ríe Shi –Dice que hará lo que le ordenes. Trátala con cuidado. Ha sufrido mucho.
Hablamos un rato más de Wu Ye. Pero es evidente que no podemos hacer nada. Es demasiado poderoso. No somos más que insectos para él.
Así que acabamos follando. Absorbo su qi. Su yin. Les doy yang. Ayudo un poco en su cultivación. Aunque muchas están al límite de la nueve. Luego sigo con mis esclavas. Por la noche iré a ver a Pen y Fen Huan. Así que ninguna se queda conmigo.
Cuando acabo con Ning. Veo que Bronceada se ha levantado y ha salido de su habitación. Así que la llamo. Me mira. Se arrodilla.
–Amo. Gracias. Por mi dao, prometo serte siempre fiel. Incluso si me envías a la muerte. Solo te pido que, si hay la oportunidad en el futuro, me ayudes a vengarme de Wu Ye. Sé que ahora es demasiado fuerte, pero estoy segura de que no siempre será así.
Me ha hecho un juramento solemne. Además, puedo percibir que su lealtad es absoluta. Sin ningún resquicio. Sigue arrodillada.
–Levanta. Bésame– le ordeno.
Ella obedece. Me abraza. Me besa con pasión. Entregada. Me mira esperando mis órdenes cuando nuestros labios se separan. Mientras mis manos la agarran por sus nalgas.
–No te lo puedo asegurar, pero lo intentaremos cuando seamos suficientemente fuertes– le aseguro –. Ya es hora de subirte de etapa.
–Amo…– dice con pasión.
Sus ojos brillan. Su expresión es de felicidad. Sobre todo tras la última frase. Sabía que la mantenía una etapa por detrás de las demás.
La suelto. Se deja caer en la cama. Boca arriba. Me mira con ardor en sus ojos. Con deseo. Es totalmente mía. Se entrega a mí en cada embestida. Grita mi nombre a cada orgasmo. Siendo mi nombre "Amo". La subo de nivel fluidamente. Me deja ir reacia. Queriendo abrazarme más. Otro día.
Lo más curioso es que me ha preguntado si la follaría también dos veces. Como a las demás. Hasta ahora, era suficiente con una. Dado que la he subido de nivel, la aprovecho mejor con dos. Parecía contenta.
A Hong no la llamo. Está durmiendo. Supongo que agotada. Lo dejaré para mañana. Así que me voy a ver a Huan y Pen. A disfrutar de ellas. A azotar a mi masoquista. A absorber su qi más denso. A satisfacerlas a las dos.
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Al día siguiente, después de una sesión matutina con Pen y Huan, vuelvo a la cabaña. Para otra sesión matutina con las chicas. Después de gastar qi con una técnica de bastón. Solo la practico por las mañanas. Requiere mucho qi. Consiste en imbuir de qi el bastón y expulsarlo en el momento de impacto. "Explosión de qi" se llama.
Es un golpe terrible. Pero gasta mucho qi. Me he pasado un momento por el campo de entrenamiento para ejecutarlo. No había nadie. Aún no es de día.
Abuso de las chicas que se dejan. Hoy solo Lang. Las gemelas abusan de mí. Se han divertido bastante. Las demás se portan bien. Con muchos mimos para ellas y para mí.
Llamo a Hong. Al principio está desorientada. Luego me saluda con una reverencia.
–Mi señor.
–Puedes llamarme Kong.
–Mi señor Kong– vuelve a hacer otra reverencia.
Suspiro. Ya se acostumbrará con el tiempo.
–Ya te lo han explicado todo. ¿Algo que decir?– le pregunto.
–Yo… No creo que lo merezca. Ya no soy joven. Incluso me faltan algunos dientes– se ningunea a sí misma.
–Todo eso ya lo arreglaremos. ¿Algo más?– la refuto.
–Yo… Soy una esclava… Haré lo que el señor diga…– se muestra sumisa –¡Iiiih!
La cojo en brazos por sorpresa. Parece incrédula. Dado que es obediente, será mejor demostrarlo con actos.
La dejo sobre la cama. La desnudo. No opone resistencia. Ni siquiera se sonroja. Tampoco hay pasión.
Me acerco entre sus piernas. Con mis manos y mi boca juego con su entrepierna. Ella no se resiste. Quizás está un poco tensa al principio. Pero pronto el placer la invade. Noto como se estremece. Como sus fluidos vaginales empiezan a surgir. Como ahoga sus gemidos. Como se acaba corriendo.
Me levanto. La miro. Jadea. Me mira con una expresión extraña. Entre incrédula y anhelante.
–¿Estás bien?– le pregunto.
–Sí… Aah… Mi señor Kong… Hacía tanto… Aaah…
Las chicas me han contado que la han usado a menudo. Sin muchas contemplaciones. A veces con insultos. O denigrándola.
–¿Seguimos?– le pregunto.
Ella asiente. La penetro despacio. Ella se tensa. No es nada estrecha. Aunque eso no me impide frotar mi miembro contra una de sus paredes. Añadiendo qi.
Ella se estremece. Salgo y entro de ella unas pocas veces con delicadeza. Puedo observar como sus pechos se mueven con suavidad. Por mucho que diga, me parecen sensuales. No son muy grandes.
Me inclino para chupar sus pezones negros. Contrastan con su piel más bien clara. Saboreo su leche. Es similar a la de Shun. Lo único que le falta es qi.
–¿Tienes problemas de espalda?– le pregunto.
–Un… ¡Aaaah! Un poco… Si hago movimientos bruscos o… ¡Aaaah! …cargo peso– confiesa.
Lo he percibido tras penetrarla. Diría que tiene unas vértebras desgastadas. Es fácil de solucionar. Pero no ahora.
–Pasaré un poco de qi. Si te duele, díselo a las chicas. Así disminuirá el dolor. Esperaremos a que seas cultivadora para arreglarlo del todo– explico.
Ella me mira con los ojos muy abiertos. Parece sorprendida.
–Gra… Gracias… ¡¡HHhhaaahhhHH!! Pero ya soy muy mayor para cultivar… ¡¡¡Aaaaaahhhh!!!– se muestra escéptica. Parece que no se lo han explicado todo.
–En unos días hablamos de eso. Ahora, vamos a ver como besas– la amenazo.
Su técnica es buena. Aunque un poco fría al principio. La follo poco a poco. Con dulzura. Con sumo cuidado. Añadiendo qi muy poco a poco. Es una mortal. No puedo sobrepasarme.
No dudo en acariciar su piel. Jugar con sus pechos. No importa que diga que ya no es joven. Además, pronto cambiará. Cuando empiece su cultivación.
No sé muy bien por qué dicen que no se puede cultivar cuando se llega a cierta edad. Puedo percibir que es perfectamente posible. Quizás pierden la esperanza. Aunque también es cierto que, si se tarda tanto en empezar, es probable que se tarde igual en continuar. Que el aumento de la esperanza de vida no sea suficiente para llegar a la siguiente etapa.
De todas formas, no veo un problema de aptitud. Más bien, de falta de qi en su entorno. De falta de tiempo y técnicas.
La lleno al siguiente orgasmo. No quiero extenuarla. Es mortal. Y más bien débil físicamente. Quizás por su edad. Quizás por sus condiciones de vida.
Me he asegurado de pasar qi por varios músculos. Zonas que veía inflamadas. Rasguños recientes. De las cicatrices antiguas ya me encargaré cuando ella tenga un poco de qi. Estoy convencido de poder hacerle crecer los dientes que le faltan. Quizás renovar todos. Me servirá como práctica. Mejor no mencionar esto último.
Por lo demás, noto que su lealtad ha mejorado. Cambiado. Ya antes de traerla. Y más después de nuestra sesión de sexo. Supongo que no está acostumbrada a que la traten como algo más que un objeto. Incluso ha tomado la iniciativa de besarme. De darme las gracias. Me ha parecido sincera.
Sigue siendo un tanto distante. Comportándose como esclava ante su señor. Confío en que irá cambiando. Las chicas sin duda me ayudarán. Y Bronceada.
De hecho, cuando la devuelvo, Bronceada la abraza. Se abrazan las dos. Algo se dicen. La veo sonrojarse. No lo ha hecho cuando estaba conmigo.