Conocemos la zona, ya hemos pasado por ella. Y no hay mucho peligro para nosotros. A pesar de ello, nos han atacado algunas bestias. Normalmente nos deshacemos de ellas entre quien me acompaña y yo. Pero ahora son cuatro, equivalentes a etapas seis y siete. Así que, junto con Yi, me traigo a Yu y Song, uno para cada una.
Quizás Song no puede moverse muy ágilmente, pero no le hace falta. Además de que necesita sentirse útil. La bestia se abalanza sobre ella. Es una ave terrestre, de dos metros de altura y cuello largo. Y tiene dientes, algo de lo que aves sin qi carecen. Antes de que llegue, Song planta la lanza en el suelo. El ave se empala en ella. Es una técnica básica de lanza.
Yi y Yu las esquivan y se intercambian. Las bestias siguen queriendo atacar a su objetivo original. Se obstaculizan entre ellas. Y son atacadas por sorpresa por la otra gemela. Sus cuellos pronto son atravesados.
La mía muerde el bastón. Lo giro. No lo suelta. Su cuello gira con el bastón. Una y otra vez. Hasta que se acaba rompiendo. Una forma un tanto estúpida de morir. Mejor, así sus plumas no se dañan. Al parecer, tienen algo de valor. Rong tendrá que sacarlas con cuidado.
Song aprovecha para besarme. Yu se queja de que aún no le toca. Las envío a las dos de vuelta, no sin antes manosearlas. Aunque no tardo mucho más en volverlas a llamar. A todas. Hemos encontrado el árbol.
–¡De verdad lo habéis encontrado! ¡Y no hay nadie dentro!– exclama Bai Wan, emocionada.
Saca un pergamino, en el que hay grabado un círculo mágico. Lo pone sobre el árbol y aplica qi en varios puntos, en una complicada secuencia. Empezó a explicarla el otro día, pero era demasiado larga. Mejor que lo haga ella
Parece que me ha perdido un poco el miedo. Estos días la he ido llamando cuando encontrábamos plantas u hongos. Algunos eran valiosos. Las gemelas lo sugirieron. A veces caminaba con nosotros, aunque la enviábamos de vuelta si había peligro. O si había que caminar más rápido. Yu dice que su prima está muy agradecida por dejarle coger plantas. Al parecer, Jia Xu y Bai Xuan no le dejaban. Me cuesta de entender.
Al cabo de un rato, el círculo empieza a iluminarse. De pronto, el papel se quema. El círculo se agranda y se deforma.
–Es la puerta– explica Wan.
Por lo que parece, solo puede haber una puerta. Y solo puede entrar uno. El resto deben esperar. Bien, nosotros vamos a intentar hacer trampas. Si la restricción es solo en la entrada, no debería haber problemas.
Las llamo de vuelta y miro el portal. Ahora que tengo que entrar, me asaltan las dudas. ¿De verdad puedo pasar por allí? Respiro hondo. Acerco primero la mano. De repente, noto como un poder me succiona al interior del árbol. No me da tiempo ni de gritar. En un instante, todo está negro. Al instante después, vuelvo a estar ante el árbol.
El portal sigue ahí, pero algo ha cambiado. Me giró para encontrarme con una pradera. Es hermosa. Multitud de flores la cubren. Me quedo un rato sin habla. Llamo a Rong, que ve la imagen sorprendida. Parece que no hay problemas. La devuelvo. Parece confusa. Llamo a las demás.
–¡Guau! ¡Es precioso!– exclama Liang.
–Increíble…– añade Song.
Shi se apoya sobre mi hombro, mirando al frente. Yi y Yu se miran y señalan alrededor.
–De verdad podemos entrar todos… Es increíble. ¡Oh! ¡Eso es un hibisco púrpura! ¡Increíble! ¡Mirad! ¡Hierba amatista de diez años! ¡Increíble! ¿¡Y eso de ahí…!?– Bai Wan no tarda en perderse entre las plantas.
–Mejor la dejamos, está en su mundo– ríe Yi.
–Siempre es igual con las plantas– suspira Yu.
Se quedan sentadas, maravilladas por el espectáculo, mientras su prima recoge plantas con sumo cuidado, dejándolas en un anillo de carga. Shi también se ha sentado, pero Song ha ido a dar una vuelta con Liang, rodeando el árbol. Yo lo rodeo por el otro lado. Y cojo a Song por sorpresa. Mi mano en su boca para que no pueda gritar.
–Mmmm, mmmmm ¡MmMMMMmm!– Protesta.
Con la ayuda de Liang, le atamos las manos.
–Te dije que me vengaría– le susurró al oído, mordiéndole la oreja con suavidad. Mira a Liang, que se ríe.
–No debiste pegarme. Le prometí entonces a Kong que lo ayudaría.
–Si prometes no gritar, no te amordazaré.
Ella asiente, así que le quito la mano de la boca.
–Liang, traidora, me las pagarás– amenaza –. Kong, malo, ¡Mmmmmh!
Esta se ríe ante el gemido de su amiga. Le acabo de morder su pecho, mientras mi lengua ataca su pezón. La otra mano estruja su otro esponjoso pecho. Esta tumbada bocarriba en la cama que he invocado.
–Kong, malo– se vuelve a quejar, pero en su voz hay más pasión que queja.
Jugueteo con sus pechos. Con sus piernas, con su entrepierna. Con sus orejas, su lengua, su nariz pecosa. Acaricio su estómago. Liang me ayuda, centrándose en sus pechos. A veces la muerde.
–Kong… ¡Aaaahh! No me hagas esperar más… ¡Aaaaah!– suplica, abriendo las piernas.
–Es una pervertida– ríe Liang –. ¡Aaaaaah! ¡Kong!
Liang también está mojada. Le he introducido un dedo en su interior. Penetro entonces a Song. Liang tiene la cabeza sobre el pecho de esta. Su culo hacía mí. Muevo mis dedos dentro de ella, mientras embisto a Song.
–¡Sí! ¡Así! ¡Aaaaah!– gime Song, con pasión, con lujuria.
–¡Aaah! ¡Kong! ¡Se supone que debíamos castigar a Song!– protesta Liang, aunque el deseo en su voz desmiente sus palabras.
Sigo embistiendo a Song. Jugando con Liang. Esta tampoco deja de atacar a Song. Mi otra mano estruja el pecho libre de la pelirroja pecosa.
–¡Malos! ¡Traidores!– se queja en un susurro, gimiendo –. ¡Aaaah! ¡No paréis! ¡¡HHHAAAAaaAAAhh!!
Parece que está disfrutando de mi venganza. Bueno, es justo. Yo disfruté de su encerrona. Suelto su pecho para verlo temblar cuando tiene su primer orgasmo. Me acerco para besarla. Liang ha dejado de molestarla. Está estirada bocabajo sobre la cama. Abrumada por el placer.
–MMmmm. Kong… Por favor…– suplica.
Muevo mis dedos con más rapidez. Se deslizan con suavidad. Con otro, rozo su clítoris. Sigo hasta llevarla al orgasmo. Entonces, me vuelvo a centrar en Song. La agarro de sus dos abundantes pechos y vuelve a embestirla. Ella abre la boca. Gime, intentando no alzar la voz.
–Ah. Ah. Aaah. ¡Aah! Haaah. Ah. Ah. ¡Ah! Aah. Ah. Ah
Me mira con su brillantes ojos verdes. Acaricio sus mejillas pecosas. La beso. Busco su lengua. No la suelto ni cuando se estremece. La miro y vuelvo a embestir. Rítmicamente. Ella se muerde el labio. Empieza a moverse a mi compás.
Me mira con pasión. Supongo que igual que yo a ella. Nuestras bocas a apenas unos centímetros. Sentimos la respiración del otro. Sus gemidos. Aprieta los dientes para no alzar la voz cuando la lleno. Cuando sus paredes se estremecen, apretando mi miembro. Luego caigo sobre ella.
Cuando recuperamos el aliento, nos miramos y sonreímos cómplices. Agarro a Liang y la pongo sobre Song. A cuatro patas. Sus pechos sobre el rostro de su amiga.
–¡Espera…! ¡Se supone que éramos aliados contra Song…!– protesta.
–Y lo éramos. Pero ya ha sido castigada. Y tú todavía no.
–Kong, ¡traidor! ¡Aaaaaah!
La penetro por atrás. Song está aún atada, pero su boca llega hasta los pequeños pechos de Liang. Chupa y succiona sus pezones.
–¡Song! ¡Rencorosa! ¡Kong! ¡Traidor!
–¿Quieres que paremos?– la provoca Song.
–¡Ni se os ocurra!
Song y yo reímos. Mis manos juegan con sus nalgas, sus piernas y su espalda. Acariciando. Estrujando. A veces acaricio su sedoso pelo negro. Mi miembro juega con su interior. Embistiendo. Moviéndose en pequeños círculos. Inyecto qi en ella. Le queda poco para llegar a la etapa dos. Quizás en una semana. Por ahora, expando su contenedor y la llevo a un segundo orgasmo.
Ella se desploma. Song se burla. Yo le doy un momento de respiración antes de continuar.
–Sí, castígame. Fui mala. ¡Aaaaah! ¡Lléname! ¡Aaaah!
–¿Y quien es ahora la pervertida?– la provoca Song.
–¡Aaaah! Las dos. ¡Aaaah!
–Yo no… ¡Aaaaah!– intenta negar Song, pero mi mano llega a su entrepierna.
Las llevo a las dos a la vez al orgasmo. Llenado a Liang. Ambas tiemblan. Una encima de la otra.
–Ahhh. Cuando se emociona, Kong es muy malvado– me recrimina Song.
–Sí. Aaah. Tendremos que provocarle más a menudo– ríe Liang, casi sin fuerzas.
–Sin duda– ríe también Song.
–Y yo soy el malo…– me quejo.
Ellas ríen. Cuando se recuperan y se incorporan, hay un brillo travieso en sus ojos.
–Aún no has castigado a Shi– me sugieren.
—————
Nos acercamos sigilosos. Las gemelas están ayudando a su prima. Liang llega al lado de Shi.
–¿Dónde estabais?– pregunta suspicaz.
Supongo que en parte lo imagina. Pero solo en parte. La ataco por detrás, silenciándola con la mano.
–Más te vale ser obediente– la amenazo, con una mano a punto de hacerle cosquillas.
Ella primero se sorprende. Luego asiente. La atamos de pies y manos. Me la llevo en brazos a la parte de atrás. La dejo sobre la cama.
–Así que al final has decidido castigarnos. Has tardado mucho– me dice sugerente.
–Sé una buena víctima o sufrirás– la vuelvo a amenazar con cosquillas.
Ella sonríe. Luego intenta poner cara de aterrada.
–No es muy buena actriz– critica Song.
–Le falta práctica– confirma Liang.
–Vosotras, traidoras, mejor callad– les recrimina ella, aunque su tono es de broma.
–Oh, parece que quiere pelea– amenaza Song.
Yo estoy a su espalda. De lado, como ella. Acaricio su pecho. Mi boca juguetea con sus lóbulos.
–Ahora eres mía. Quiero oírtelo decir– le exijo.
–¡Jamás!– se resiste, siguiendo el juego.
Mi miembro se restriega en su entrada, que empieza a humedecerse. Liang acaricia sus piernas. Song sus pechos.
–Di que eres mía o no continuo– la amenazo.
–¡Eso es trampa!– protesta.
–Es tu castigo, no tienes derecho a protestar– ríe Song.
–Ríndete– le sugiere Liang.
Ella infla sus mejillas. Luego me mira. Sonríe.
–Soy toda tuya.
Su voz es sincera. Sugerente. Pidiéndome un beso. Me acerco y se lo doy. Cuando nuestros labios se separan me mira suplicando. Entonces la penetro. Ella gime. Pero no deja de mirarme. De sonreírme.
–Hazme lo que quieras– susurra.
–Es una pervertida…– la critica Song, queriendo parecer escandalizada.
–¿Cómo puede ser así?– intenta parecer Liang sorprendida.
Luego las tres ríen, aunque Shi no por mucho. No tarda en empezar a gemir.
–Ah, Kong, te estás portando mal. ¡Aaaah! ¡No pares! ¡Aaaaaah!
Mis labios no dejan de jugar con su cuello y oreja. Los suyos lamen mis dedos cuando los acerco a su boca. Ella intenta moverse conmigo, aunque no le es fácil.
–Hoy eres mía. Déjame a mí.
Se detiene. Se rinde a mí. Deja que la embista. Que la domine. Que la lleve al orgasmo una y otra vez. Disfrutando. Dejándome disfrutar de ella. Hasta que la lleno de mí. Nos recuperamos yo abrazado a ella. Ella atada.
–¿Pensáis desatarme?– se queja al cabo de un rato.
–¿No?– sugiere Song.
–La podemos dejar así unos días– añade Liang.
–La verdad es que está muy sexy– la alabo.
–Malos…– se queja. Luego sonríe –Aunque quizás no esté tan mal. Así soy la más sensual.
–Desatémosla– se acerca Song.
–Cuanto antes mejor– coincide Liang.
Las tres ríen mientras la desatan. Luego sonríen traviesas.
–Aún quedan dos por castigar– amenaza Shi.
Al cabo de un rato, las gemelas están atadas. La una junto a la otra. Siendo molestadas por las tres. Yo introduzco mis dedos en las dos a la vez. Una mano en cada una. Llevándolas cerca del orgasmo.
–¿Reconocéis que habéis sido malas y merecéis un castigo?– les vuelvo a preguntar.
–¡¡Aaaah!! ¡Malditas traidoras!– protesta Yi.
–¡Aaah! He sido mala. ¡Castígame!– pide Yu.
En ese momento la penetro.
–¡Eh, no es justo! ¡Yo también he sido mala!– protesta entonces Yi.
–Espera tu turno– ríe Shi.
Las tres se van a molestar a Yi mientras me follo a Yu. Su pelo rubio sobre la cama. Sus ojos verdes mirándome apasionados. Sin ninguna resistencia. Sus manos atadas tras su pequeños cuerpo. Sus piernas abiertas. Yo entre ellas.
Me gusta cuanto la penetro con rapidez y sus pequeños pechos vibran. O cuando lo hago en embestidas profundas, con tiempo entre ellas. Entonces, sus pechos parecen saltar. Su lunar bajo el pecho izquierdo resulta hipnótico.
Decido embestirla sin parar hasta que llega al clímax. Entonces paro y me acerco para besarla. Ella me recibe con pasión. Lo hago ahora despacio. Acariciándola. Llevándola poco a poco de nuevo al límite. Sin dejar de besarla
–Como antes. A empujones– me pide dulcemente cuando recupera el aliento.
No puedo negarme. Empujo hasta el fondo. Luego salgo de ella despacio. Vuelvo a empujar de golpe. Ella se arquea a cada embestida. La espera con deseo antes de que se produzca. Alguna vez la hago esperar. Ella me mira expectante.
–¡Aaah! ¡Asssí!
No se da cuenta, pero ha llegado su prima. Supongo que nos buscaba por alguna razón. Se queda un rato mirándonos. Escondida. Luego se va. Corriendo. Completamente roja.
–Wan nos estaba mirando hace un momento. Ya se ha ido– les susurro.
–¡Aaah! Tampoco es que no lo sepa. Casi mejor así. ¡¡Aaaaaaah!!– le quita importancia Yu.
–Malditas. Dejad de pellizcar mis pezones. ¡Aaaah! No pasa nada, ya se acostumbrará. ¡Liang!– se queja Yi.
No tardo en llevar a Yu al orgasmo. Luego voy por Yi. Ella tiene el lunar bajo el pecho derecho. Son como un espejo de la otra. Las otras deciden molestar a Yu.
–¿No vais a desatarme?– se queja.
–¿Para qué? Estás muy mona así– se burla Song.
–Mira Shi, estos pechos son igual que los de Yi– añade Liang.
–Idénticos. Mismo tamaño. Misma textura. Mira, igual de duros– juguetea Shi con ellos.
–Ah. Malditas traidoras. ¡Parad!– protesta Yu.
Mientras, yo estoy dentro de Yi.
–Has tardado mucho– se queja.
–¿Quieres que vuelva a tardar?– le sugiero en el oído.
–No hay ninguna prisa– sonríe con lujuria.
Así que embisto. Levantando sus piernas. Apoyándolas contra mis hombros. Llevándolas contra ella cuando me acerco a besarla. Sus manos atadas a la espalda. Ella rendida a mí. Dejándome hacer. Como yo la dejé unos días atrás.
Le beso los tobillos. Las piernas. Mis manos la acarician. A veces llegan hasta sus modestos pero jugosos pechos. Ella gime, totalmente entregada al placer. Sus ojos verdes no dejan de mirarme, excepto cuando no puede mantenerlos abiertos.
Cuando la lleno de mí, sigue mirándome. Respirando pesadamente. Me acerco para besarla. Ella me recibe con la boca abierta. Luego aún tardaremos un rato en soltarlas.