Estoy un buen rato circulando qi por el bastón. Como todos los días, intento reducir la zona que imbuyo con qi. Aunque no es fácil, mi control va mejorando. Lo malo es que aquí no puedo recargar qi. ¿Quizás estoy un poco malacostumbrado?
Como sea, llevo rato concentrado en la zona sobre mis dedos. Quiero reducir el tamaño un poco más. Pero al final no lo consigo. La circulación se vuelve caótica y no la puedo controlar. El qi se acaba dispersando. Casi lo tenía.
–No esperaba mucho de un ex-esclavo, no creía que tuvieras ningún talento, pero no está nada mal. Sigue practicando. Cuando consigas reducirlo a la anchura de un dedo índice, empieza a intentar dominar varios puntos a la vez. Cuando llegues a controlar cinco zonas, empieza con los movimientos. Luego, las técnicas– me alaba el instructor.
No sé cuando ha llegado frente a mí. No sé si yo estaba muy concentrado, o él ha llegado muy sigilosamente. Le hago una reverencia de reconocimiento y agradecimiento. Sus consejos me son muy útiles. Me dan una dirección clara para entrenar. Empezaba a no estar seguro si debía reducir más la zona. Ahora al menos sé qué tengo que hacer.
Él se va tras decir las palabras. Ni siquiera sé si me ha visto agradecerle. Quizás pueda parecer indiferente, pero me ha ayudado. Le estoy agradecido. Sé que hay mucho peores. Incluso los hay que parecen amables, pero solo ayudan a los suyos. Como esclavo, he visto muchas actitudes diferentes.
Sin duda, para mí este instructor es de los mejores. Ha ido uno a uno. A todos nos ha dado algún pequeño consejo. Ya sea como a mí. O que sean más suaves. O que el bastón no es adecuado. O que se enfoque en dominar una zona más extensa y luego ya irá reduciendo.
Viendo los rostros de los otros estudiantes, diría que a todos les ha sido útil.
Luego nos da una pequeña charla de despedida. Creo que hay un resumen de lo que nos ha ido diciendo a todos.
––¡¡Gracias, Maestro!!–– le despedimos todos.
Es la despedida normal. Aunque no siempre hay sinceridad. Esta vez sí. Él parece no estar afectado. Como si le diera igual. Cuando más tarde pregunto, un esclavo que estaba a la salida me ha dicho que sonreía.
También me ha dicho que no es violento o despectivo con los esclavos. No es que los trate con respeto, pero al menos no es un hijo de cultivadora endemoniada. Los hay que sin duda los son. Yo mismo sufrí algunos latigazos sin motivo.
Estoy un rato más entrenando. Tampoco importa si lo hago aquí o en la cabaña. Y no quiero ser el primero en irme. Ya llamo la suficiente atención. Al parecer, no solo es por ser esclavo. Shu se reían cuando me explicaba que tengo fama de mujeriego. Bueno, no es del todo falso. Aunque tampoco es que obligue a ninguna.
De hecho, mirando de reojo, hay algunos grupos de chicas que cuchichean y me señalan. Solo puedo ignorarlas.
El resto de mi grupo está concentrado. Poniendo en práctica los consejos del instructor. Una chica de pelo rosa atado en una cola se ve muy sexy. Su ropa le aprieta un poco en el pecho. Delinea su sugerente forma. Mejor dejo de mirarla. O aumentarán los rumores. Total, puedo mirar a Song entrenando desnuda sin problemas. ¡Cómo botan! Será mejor que me centre.
Poco después que se vaya el segundo, decido irme también. Algunas miradas me siguen. La mayoría creo que me ignoran.
De repente, me cortan el paso. Es un grupo de cinco estudiantes femeninas. La que está en frente debe de estar en la etapa cuatro. Quizás la cinco. Me resulta difícil valorarlo. Las otras también están por encima de mí.
Es más bien delgada. Su pecho medio. Ojos verdes. Pelo rojizo con varios tirabuzones. Nariz chata. Media cabeza más baja que yo. Atractiva. Su ropa es de estudiante interna. Se ha hecho el silencio. Todos nos miran. ¿Qué querrá?
–¿Tú eres el esclavo Kong?– me pregunta.
Mal vamos. Su tono no es precisamente amistoso. Quiera lo que quiera, no viene con buenas intenciones.
–Mi nombre es Kong, pero no soy un esclavo– le respondo un tanto secamente.
No quiero problemas. Pero eso no quiere decir que me deje pisotear. Ella aprieta los dientes y frunce el ceño. Oh. ¿No esperaba que le respondiera?
–¿Un mero estudiante externo se atreve a contradecirme?– me acusa con desdén.
–Me has hecho una pregunta y te he respondido. ¿Qué es lo que quieres?– le pregunto un tanto impaciente.
–¡Habla con más respeto a lady Lin!– espeta una de sus seguidoras.
La miro un instante. Buenas tetas. ¿En qué estoy pensando? Mejor la ignoro y vuelvo a mirar a la que parece la líder a los ojos. A la tal lady Lin. Sin pestañear.
–He oído que tienes… relación con varias mujeres. ¿Es eso cierto?– inquiere.
No me digas que es otra puritana como lo era Ning. Tengo que controlarme para no sonreír. No puedo ignorar la diferencia de cultivación. No me interesa lidiar con ella, pero no me queda otro remedio. ¿Quizás debiera jugar un poco? Quizás si la sorprendo será menos agresiva. Espero que no sea peor.
–¿Por qué? ¿Estáis interesadas?– pregunto intentando sonreír inocentemente.
Durante un par de segundos me miran sin saber qué decir. Incluso algunas se sonrojan un poco. Al final, la misma que ha irrumpido antes interviene.
–¡¿Cómo te atreves?! ¿¡Por qué íbamos a tener el más mínimo interés en un esclavo!?– grita enojada.
–¿De verdad? Entonces, ¿por qué me preguntáis sobre algo que no es asunto vuestro?– sigo preguntando algo agresivo.
–¡Es totalmente inmoral!– reacciona la líder.
–Tu moral no tiene nada que ver conmigo ni con ellas. Es cosa nuestra lo que hagamos y dejemos de hacer. Así que, si no tienes ningún otro asunto conmigo, tengo que irme. No quiero hacerlas esperar.
Bien, no saben como reaccionar. Y eso que en realidad no sé dónde están mis chicas estudiantes, ni me esperan. Eso me da tiempo para escabullirme. Rodeándolas. No intentan detenerme. Parece enojadas. Algunas aprietan los puños o los dientes. Espero sea lo último que sepa de ellas. Tendré que pedir a los esclavos que les echen un ojo. Por si acaso. Aunque probablemente lo harán sin que se lo pida.
Entonces, otro estudiante se cruza. Está dos o tres etapas por encima. Me apunta con su espada.
–¿¡Cómo te atreves a hablar así a Lady Lin!? ¡Te reto a un duelo!
¿En serio? ¿De dónde salen todos esos estúpidos? ¿No tienen nada mejor que hacer? ¿No podrían dejarme en paz?
–No me interesa– me niego.
Aparto la espada con la mano. Si intenta herirme, estará rompiendo las normas. Aquí, en el pabellón de entrenamiento, son especialmente estrictas. Sigo mi camino.
–¿Acaso eres un cobarde? No me extraña, solo eres un esclavo– me provoca.
Me detengo. Suspiro. Me giro. Lo miro de arribo abajo.
–Claro. Tú eres muy valiente retando a alguien con varias etapas menos, y que ha gastado su qi entrenando. No tienes vergüenza ni honor– le reprocho.
Me da tiempo de verlo sonrojarse antes de girarme. Su actitud valiente se califica como degradante según las normas no escritas. Alguien de una etapa mayor nunca debería retar alguien de una menor. Si encima son dos o tres, se considera bastante deshonroso.
Supongo que hay alguien más a quien vigilar. Esperemos que no me guarde mucho rencor. No sé si me he ganado hoy varios enemigos. Y sin hacer nada. ¿No pueden vivir su vida y olvidarse de mí?
Por suerte, nadie más me corta el paso. Sí puedo sentir muchas miradas. Resulta incómodo.
—————
Aunque aliviado por dejar atrás las miradas, algunas hostiles, no puedo dejar de sentirme frustrado. Necesito desahogar un poco de tensión. Y ya me he follado antes a mis esclavas. Menos a Bronceada. Antes de recurrir a ella, decido echar un vistazo. Me pilla cerca.
No puedo evitar sonreír. Están charlando delante de la cabaña de Bei Liu. Bi Lang me ve. Quiere saludar. Le hago un gesto de silencio con el dedo.
Me acerco por detrás de Bei Liu. Por sorpresa, la amordazo con una mano. La cojo por la cintura de la otra.
–Más te vale obedecer si no quieres que haga daño a tu amiga– amenazo a Lang.
–No le hagas daño, haré lo que quieras– responde Bi Lang, queriendo parecer asustada.
Claro que sería más creíble si no hubiera tanta pasión en su última frase. Bei Liu se ha relajado al oír mi voz. La he asustado.
Entramos dentro. Empujo a Liu contra la cama. Con suavidad. Me mira con pasión. Su tono de voz contradice sus palabras.
–¿Qué nos vas a hacer? No nos hagas daño– hace como que suplica.
–Haremos lo que quieras– se rinde Lang, sugerente.
–Empezad chupándome si no queréis que me enfade– amenazo, bajándome los pantalones.
–Yo nunca…
–Eso es…
De nuevo, el brillo en sus ojos y la pasión en su voz traicionan sus palabras. Además, pronto demuestran su habilidad. Una corriente de placer me recorre cuando sus lenguas recorren las zonas más sensibles.
Las aparto de un ligero empujón. Ellas exageran, tirándose sobre la cama. A Bei Liu se le escapa una risita.
–Ah, no. No me violes. No abras mis piernas del todo y me penetres hasta el fondo– suplica sugerente Bi Lang.
Bei Liu la mira con las mejillas infladas. Su amiga se le ha adelantado. La otra le saca la lengua. Luego me mira. Cubriéndose el cuerpo con las manos. Queriendo parecer asustada. Les encanta jugar así. No es la primera vez.
Como me ha pedido. Fuerzo sus piernas abiertas. Muy abiertas. Antes le he arrancado sus bragas. Aunque con cuidado de no romperlas. Se enfadaron un poco conmigo cuando las rompí el otro día. Aunque me perdonaron cuando les prometí ir de compras con ellas. Tocaba mañana.
Está mojada. Era de esperar. Acerco la punta de mi miembro a su entrada. Perfectamente visible.
–Ah… ¡No! ¡No lo hagas! ¡Soy virgen!– suplica.
–Ja, ja, tampoco te pases– se ríe Bei Liu, que se está quitando la falda. O mini falda, más bien.
–¡Aaaaaaahhh! ¡Nooooo! ¡Ya no me puedo casar! ¡¡¡AaAAAaaaaaaahhhhH!!! ¡Duele! ¡¡¡AAAAaaaaahhhh!!!– se lamenta entre gemidos de placer cuando la penetro.
–¡Qué mala actriz!– se burla su amiga, tocándose por debajo de las bragas rosas de encaje.
–¡Aaahh! ¡No deberías reírte! ¡Luego te violará a ti! ¡¡AaaaaaAAAHHHhh!! ¡Lo sufrirás!– amenaza Lang entre gemidos y casi risas.
–Aah. No serás tan cruel, ¿verdad?– pregunta Liu con pasión.
–Estate quieta y espera tu turno, o te arrepentirás– la amenazo.
–¡Nooooo!– hace ver ella como que llora.
Aunque pronto vuelve a tocarse. A masturbarse. Caen sus bragas. Mientras mira como penetro a su amiga. Que ya ha dejado su pobre actuación. Gime mientras las paredes de su vagina frotan contra mi miembro. Mientras sus pechos rebotan sugerentes. O son detenidos por mi lujuriosa mano. Que los masajea con pasión.
Nuestros labios se juntan un par de veces. Nuestras lenguas se buscan desesperadas. La parte superior de su ropa se desliza a hacia arriba. Su sostén desabrochado. Sus suaves piernas siendo acariciadas. Su culo es de vez en cuando golpeado con suma suavidad.
–¡¡¡Aaaaaaaahhh!!! ¡He sido deshonrada!– exclama Lang al correrse.
Miro entonces a Liu. Me devuelve la mirada apasionada.
–No… No me violes desde atrás– me pide.
–Aaah… Hablando de malas actrices– le devuelve la crítica Lang.
Está casi desnuda. Solo le queda su camisa semi transparente y abierta. No pone mucha resistencia para ponerse a cuatro patas. Su cabeza contra la almohada. Mojada. Sugerente. Provocativa.
–Por favor, no seas rudo desde el principio– pide con pasión
¿Cómo negarme? Como a su amiga, la penetro hasta el fondo. Entro y salgo de ella con toda la extensión de mi miembro. Golpeo a ratos su culo. Con suavidad. Aunque suficiente para hacer vibrar sus nalgas.
–¡No me hagas daño! ¡¡¡AAAAaaaahhhhHH!!! ¡Bruto! ¡Salvaje! ¡No tan fuerte! ¡¡¡AAAaaaaAAAAaaAAHHHHH!!! ¡No se te ocurra cogerme del pelo y forzar un beso!
–Vaya quejas más poco creíbles– se burla su amiga.
Por supuesto, le hago caso. Cogiéndola del pelo. Forzándola a girar al cabeza. Me acerco. Penetro sus labios con la lengua. Con la otra mano, sujeto su pecho. Lo aprieto. Compruebo su elasticidad. Tan erótico como siempre.
Se vuelve y se apoya en mí tras correrse. Lang también. Me miran y me besan.
–¿Estás bien? Parecías un poco tenso– me pregunta Lang.
Liu, aún jadeando, afirma con la cabeza. Coincide con su amiga. Me conocen bien. No puedo evitar sonreír.
–Antes me he encontrado con una tal lady Lin. Ha sido un poco desagradable– confieso, sin querer entrar en detalles.
–¿¡Esa reprimida!? No me extraña que estuvieras tenso. Es estúpida– estalla de repente Lang.
–¿Te acuerdas de Ning? ¿La que quería convertirnos? Era una admiradora de esa creída de lady Lin. Se cree que puede decidir por los demás– la critica Liu.
¿Ning? Le preguntaré luego. Ahora no está tan reprimida. Aprieto sus culos, jugando.
–¡Ah! No serás tan cruel para violarnos otra vez, ¿verdad?– me mira Lang con una sonrisa seductora.
–Ahora sois mis juguetes sexuales. Haré lo que quiera con vosotras– amenazo.
–Nooo… Más noooo…– suplica Liu entre risas.
Pongo entonces a Lang a cuatro patas. Miraba a su amiga con envidia. Luego le tocará a Liu. Pronto, sus gemidos llenan de nuevos la habitación. Esta vez, las llevo al límite y acabo llenándolas.
Las dejo durmiendo. Parece que, "por mi culpa", no podrán hacer nada productivo lo que queda del día. No es que lo lamenten mucho. Las miro una última vez antes de irme. Parecen unos angelitos. Unos angelitos pervertidos.