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Infiltración

Desde la captura de Ning, han pasado ocho días. Sigue igual. Se ha convertido en una ninfómana que solo piensa en sexo. La he follado hace un rato. No solo obedece cualquier cosa respecto a sexo, sino que parece desearlo. Lo malo es que su progreso con cualquier arte marcial es patético. Solo piensa en sexo. En ese aspecto, Rui es mucho más útil.

–Yo creo que siempre ha sido así– sugiere Song.

Está sentada, apoyada en un árbol. Yo estoy recostado sobre sus suaves pechos. Disfrutando de su contacto. Shi sobre mis piernas. De vez en cuando juguetea con mi miembro. Las gemelas están talando madera.

–¿Qué quieres decir?– le pregunto.

–Ya antes estaba obsesionada contra el sexo. Su actitud debía de ser una reacción contra su propia naturaleza. Quería negar lo que era. Por eso era tan radical.

Me la quedo mirando, sorprendido.

–¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?– se extraña.

–Es normal, a mí también me ha impresionado. No sabía que podías decir cosas con sentido. Estoy orgullosa de ti– se burla Shi, aunque sé que hay algo de verdad en sus palabras.

–¡Oye! ¡No te rías de mí!– protesta Song.

–Ya se ha enfadado. Con lo mona que estaba antes a cuatro patas– sigue Shi.

–No tanto como alguien con una levantada y pidiendo que le dieran más fuerte–contraataca Song.

Yo no digo nada. Mejor me callo. Si no, recibiré. Están un rato discutiendo, hasta que Song suspira.

–Es la hora–anuncia.

–Vamos– se pone seria Shi.

Voy a entregar la leña. Dejo a las gemelas. Estas van a entrenar en la zona de lucha. Allí se pueden acordar peleas con otros del mismo nivel. El objetivo es normalmente ganar las suficientes cada mes. Y mejorar en el combate. O probar el progreso en el arte marcial que se estén estudiando. Aunque para ellas, es tener una coartada.

Hoy Pen tiene una cita con Jin Shao. La han pedido para él. Irá a su cabaña. A cumplir sus órdenes. Yo me escondo un poco más allá. En el bosque. Cerca de la salida para esclavos al bosque. En teoría debería estar en la otra punta, cortando leña. Veo desde allí a Shi acercarse a la cabaña. Debe haberse ocupado de Pen. Espero que no le haya hecho mucho daño.

Llama y se para fuera. No entra, como si tuviera miedo. Como si fuera tímida. Jin Shuo sale a buscarla. La coge del brazo para forzarla a entrar. Y es noqueado. Lo ha pillado totalmente desprevenido. No puede resistirse. Hay una diferencia de dos etapas. Lo deja inconsciente y lo mete en un carro. Lo cubre de basura. Sale por donde la estoy esperando.

Dejamos el carro a un lado. Lo llevamos al mismo sitio que a Ning. Bien atado. Me aseguro de que esté inconsciente durante horas. Doy un gran rodeo para ir donde debería estar. Esquivo a Bei Liu y Bi Lang. Puede que me estén buscando. Hoy no tengo tiempo. Voy entregando leña. Más tarde recojo a las gemelas

Por la noche, hay algo de movimiento. Al parecer, una esclava no ha acudido al control. No es algo excepcional. Pasa de vez en cuando. El problema viene cuando el estudiante al que tenía que acudir ha desaparecido. Dejando su cabaña abierta. Y que luego la han encontrado en un rincón de un almacén. Atada e inconsciente. Por supuesto, es Pen.

Cuando vuelve al almacén-dormitorio está confundida. La han estado interrogando. No ha visto nada. Tiene un golpe, aunque no muy grave. Shi tenía que hacerlo así para que no sospecharan de Pen. Liang me mira y asiento. La trae a la habitación. Estará más tranquila aquí. O no.

Al principio explica todo lo que ha pasado. Que al parecer ha desaparecido el estudiante al que tenía que ir. Y que alguien la ha golpeado antes. Luego pide que la mimen. No suele venir a la habitación. No es íntima de Liang. Aunque tampoco se llevan mal. Han estado charlando muy animadamente. Liang le está quitando la ropa mientras se ríe. Pen intenta protestar. Sin mucha convicción.

Por supuesto, yo ayudo a Liang. Agarrando a Pen. Por detrás. De sus grandes pechos. Pronto se rinde. Acaba a cuatro patas. Con su cabeza apoyada en las piernas de Liang. Con sus pechos moviéndose libremente. Sudando. Gimiendo. Sofocada mientras la penetro una y otra vez. Mientras su culo choca contra mi cuerpo. Mientras se corre una y otra vez.

Luego se venga de Liang. Empotra la cabeza de esta en sus pechos, mientras yo me la follo. Liang ni hace el amago de resistirse. Sé que le gusta tenerme para ella sola. Pero tampoco se niega a compartir. Sobre todo si fuera Song. Sé que la hecha mucho de menos.

Cuando se duermen y aparecen las cuatro, Shi le da un beso a Pen donde le ha pegado.

–Lo siento.

Luego decidimos los planes para mañana. O, más bien, me explican lo que han decidido. Luego me atan. Y me usan como quieren. Supongo que no fue buena idea cuando ayer las embosqué una a una. Y han esperado hasta la noche para vengarse. Son pacientes. Temibles.

Luego me desahogo con Ning y Rui. A Ning acostada boca a arriba, mientras lame a Rui. Rui a cuatro patas, con Ning sirviéndola. Y mientras la azoto. Mientras sus manos estrujan los pechos de Ning.

—————

Al día siguiente vamos hasta donde está el prisionero. Nos aseguramos de que nadie haya entrado. Las señales que dejamos están intactas. Mientras, las gemelas hablan de su encuentro por la mañana con los otros dos violadores. Al principio les tenían miedo, pero ya no. Para ellas son los próximos.

–Yin les ha preguntado por Jin Shao. Se han quedado blancos– explica Yu, con rencor y desdén en su voz.

–Aunque no tanto como cuando Yu ha mirado a Mao Xuo. La verdad es que Yu puede dar miedo– sigue Yi.

–No tanto miedo como cuando lo atrape. Como el que va a tener Jin Shao– responde Yu.

Ahora da un poco de miedo. Se nota el odio que tienen. Cuando pronuncian el nombre de cualquiera de ellos, se me hiela la sangre. Llegamos hasta la víctima. Está despierto, sin poder moverse. Se ha meado encima. Quizás vuelva a hacerlo. 

Lo primero que hace Yu es cortarle un dedo. Se revuelve, pero está bien atado. Le quitan la venda y le hacen mirarlas.

–Hola Shao. Parece que las tornas han cambiado– empieza Yi.

Él se estremece. Los ojos abiertos de par en par.

–Háblanos de Bai Xuan– exige Yu.

Le corta otro dedo. Solo cuando deja de intentar gritar, le quita la mordaza.

–Sé que eres un cobarde y que no aguantas el dolor. Puede elegir entre morir rápido o lento. Depende de tus respuestas– continúa Yi.

Yu clava la daga en la amputación del dedo y hurga en ella. Jin Shao grita de dolor.

–¡¡¡AAAAAAAAAAAAAaaaaaaargh!!!

No cuesta mucho que lo explique todo. Como ha dicho Yi, es un cobarde.

–¡Fue idea de Bai Xuan! Ella nos dijo dónde. Y que debíais morir. Y… ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAaaaaaaargh!!!

Las gemelas aprietan los puños. Bai Xuan era casi una hermana para ellas. Las había ayudado cuando entraron. Es una prima cercana. Incluso las había cuidado de pequeñas. Se sienten traicionadas y heridas. Aún más que antes. Las lágrimas casi se les escapan. Aprietan los dientes

–Entonces quedan cuatro más– declara Yi entre dientes, con el ceño fruncido, los puños apretados y un tono de voz que hiela la sangre.

–Sí– es lo único que dice Yu, pero no estremece menos que su hermana.

Se vuelven a Jin Shao.

–Te hemos mentido. No hemos olvidado como te reías de nosotras. Lo que nos hiciste. No puedes morir tan fácilmente– sigue Yi con desprecio.

Yu no dice nada, sino que actúa. Mete la daga por dentro de una uña. Para hacer palanca y arrancarla. Yi mete la suya entre los dientes. Para arrancárselos poco a poco. Dolorosamente. Es un tanto sádico. No tienen nada que ver con las Yi y Yu que suelo tener en mis brazos. Que juegan y bromean. Ahora dan incluso miedo. Pero no a nosotros. Estaríamos ayudándolas si no quisieran hacerlos solas. El dolor de las gemelas es ahora también el nuestro. Su odio, nuestro odio.

Las dejamos allí. Yo tengo que seguir mi trabajo, y ellas tienen para rato. Tienen que arrancar los dientes uno a uno. Las uñas una a una. Cortar los dedos, quizás poco a poco. Las extremidades. Su miembro viril recibirá una especial atención. Se asegurarán que no se desangre, con métodos especialmente dolorosos. Quizás no se sentirán mejor después de hacerlo. O quizás sí. Pero llevarán a cabo su venganza.

Por la noche las recojo donde siempre. Inexpresivas. Cansadas. Me dan un saco para que lo guarde. Sé lo que hay. Un regalo para los otros tres. O cuatro.

—————

Hoy Liang está sola. La beso con mucha dulzura. Ella me lo devuelve con aún más. Hoy la necesito así. Y ella me lo da. Siempre me lo da todo. Estoy acostado, con las rodillas dobladas apuntando al techo. Ella sentada sobre mí. Abrazada a mi cuello. Con su cuerpo inclinado sobre mí. A veces besándome. A veces tentándome. 

Sus pequeños pechos casi al alcance. Pero mis manos están ocupadas con sus muslos y sus nalgas. Ella se mueve despacio. Sin nunca dejar de mirarme a los ojos. Yo miro los suyos. Sus profundos ojos marrones. Pronuncia mi nombre. Yo el suyo. Siento que no estamos unidos solo por nuestros cuerpos.

Ella cierra un momento los ojos cuando se corre. Luego me besa con más pasión. Ya no suelta mis labios. Acelera un poco. Exigiendo más. Dejándose llevar. No para hasta que la lleno de mí. Luego se recuesta en mi pecho. Jadeando. Acariciándome con un dedo. Yo acaricio su cabello negro. Su espalda.

–Ojalá pudiéramos estar siempre así– suspira.

–Quizás algún día– pienso yo, pero no puedo decirlo en voz alta. Aún no.

Luego llamo a las gemelas. Me cabalgan salvajemente. Se van turnado. Hay cierta rabia contenida. O estrés. No hablamos. Cuando una se corre viene la otra. Luego vuelven a cambiarse. De alguna forma, acaban las dos abrazadas a mí. Con lágrimas en sus preciosos ojos verdes. Las dejo llorar hasta que se calman. Hasta que se duermen.

Cuando llegan Shi y Song, asienten al verlas. Pueden ver que han llorado. Y que ahora duermen pacíficamente. Luego me cabalgan también. Pero con suavidad. Ni siquiera se molestan la una a la otra. Nuestros cuerpos continuamente en contacto. Los pechos de Song apretándose a mí. Los de Shi, pinchándome suavemente. Mis manos acariciando su espalda. Sus nalgas.

Nuestros labios parecen sedientos los unos de los otros. Nuestros cuerpos necesitados de calor. Nuestras almas, necesitadas de la otra. Necesitamos saber que nos tenemos. Que podemos apoyarnos los unos en los otros. Las llenó de mí como si quisiera asegurarme que así serán mías para siempre. Como si así, siempre estuviera yo en ellas.

Cuando llamo a Ning, la acuesto en una cama que he traído. No es la suya. Ella duerme en paja. La acuesto boca abajo. Totalmente estirada. Con las piernas abiertas fuera de la cama. De pie, me meto entre sus piernas y la penetro. Está totalmente a mi merced.

La hago apoyarse ligeramente en los codos. Para ver el perfil de sus pechos, que justo no están aplastados. Para ver como se mueven. La cojo de los muslos. Por delante. A la altura de su entrepierna. Empujando una y otra vez. Ella gime. Totalmente entregada. Pruebo a azotarla con una rama en la espalda. Con qi. Sin qi. Ella sigue gimiendo. Parece incluso disfrutar del dolor.

–¿Quién soy?

–Eres… ¡¡Hhaaa!! Mi amo… ¡¡¡HhhhAAAAAAah!!!

–¿Quién eres tú?

–Tu mascota… ¡¡¡AAAaauuuu!! ¡¡¡Haaaaaaah!!! ¡Tu perra! ¡¡¡HHHHHAAAAAAaaa!!! Soy tuya…

La hago correrse. Aumento la intensidad hasta que se desmaya. La devuelvo y traigo a Rui. Se la pongo en la boca. Me corro inmediatamente en ella. Se lo traga. Sin mediar palabra la tiro a la cama. Boca arriba. Pongo sus piernas sobre mis hombros. La penetro. La saco. La penetro analmente.

Ella me mira. Con la boca semiabierta. Gimiendo. Le abro las piernas. Me inclino sobre ella. No se atreve a besarme sin mi permiso. Me mira con casi adoración.

–¿Quién soy?

–Mi amo ¡Ah! ¡Ah! mi único amo! ¡Haah! Pase lo que pase ¡HAAAaaaaH! Mi amo.

–¿Quién eres tú?

–Soy tu mascota… ¡¡HHaaaah!! O lo que quieras que sea ¡¡Haah!! ¡Ah! Por ti, mi amo, lo que sea ¡Ah! Si he de morir por mi amo, moriré ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!

–Hoy puedes besarme.

Sus labios se lanzan apasionados hacia los míos. Mientras entro y salgo de ella. Hambrienta. Ansiosa. La verdad es que me da algo de pena. No puedo corresponder a sus sentimientos. A su amor enfermizo. Sigo sin poder olvidar lo que le hizo a Song. Aunque es fiel. Totalmente entregada. Más útil que Ning.

Se corre varias veces. Hasta que recibe mi semen. La dejo jadeante en la cama.

–No hace falta que te ocupes de Ning. Sigue practicando las técnicas.

–Sí, mi Amo. Hah. Ah. Ah.

Luego me acuesto junto a Liang, acariciando su cabello suavemente. Resulta extraña la diferencia. Y mis sentimientos. Rui y Ning son mías. De mi propiedad. Mis esclavas. A las demás, quiero hacerlas felices. Supongo que no es tan raro. Es normal tener esclavos y familia. Aunque no que el que los tenga sea un esclavo. Espero cambiar eso. Necesito tiempo.