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Guo Xua

Al cabo de un rato, la joven asistente vuelve. Mientras, la madre de Hai me ha mirado varias veces. En una de ellas se ha pasado la lengua por los labios. Casi imperceptiblemente. Parece escuchar aburrida a su cliente. Está haciendo algunos pedidos mientras le dice lo guapa que es. Quiere ligar con ella, pero no parece interesada.

–Las muestras son correctas. Te compraremos un máximo de dos litros. Si no hay ningún problema, aumentaremos la cantidad que podemos comprar cada vez. La señora se encargará de los detalles en un momento. ¿Desea algo más?

–Quería carne de bestias de nivel dos, tres, ocho y nueve. ¿Qué tenéis?– pregunto.

–¿Alguna preferencia en particular? Tenemos setenta y tres variedades de nivel dos, y sesenta y cinco de tres. De la ocho, hay treinta y tres. De la nueve, veintinueve. Si no tiene ningún requerimiento particular, podría recomendarle el kit de degustación. Ponemos cien gramos de cada para que pueda probarlas, todas debidamente etiquetada– ofrece ella –. El coste total serán 728 oros.

Acepto. No es barato, pero nos lo podemos permitir. Obtuvimos mucho más de la venta de las salamandras. Le entrego dos litros de cada de leche materna. Se paga mucho mejor que la carne. Es más escasa. Me ofrecen 600 oros. Solo pierdo 128. El problema está en que los gastos en carne irán aumentando. La leche será de mejor calidad también. Ya veremos.

Tarda un rato en preparar la carne. Luego coge la leche y calcula la diferencia.

–Lun'er, ya me encargo yo del resto. Puedes recoger– interviene entonces Guo Xua.

–Si señora– responde obediente.

–¿Vas a venir más por aquí?– me pregunta la madre de Hai. 

–Sí. Necesitaré más carne. También tendré más leche que vender– aseguro.

–Oh, entonces quizás podría hacerte un descuento– ofrece.

Mientras, la asistente ha salido por la puerta. Guo Xua usa algo de qi para que la puerta se cierre. Algo cubre la tienda. Algún tipo de formación. Para evitar ladrones. La miro suspicaz.

–Es para que no venga nadie más. Eres el último cliente. Si no, no cerraría nunca– se disculpa, tocando mi pecho con un dedo –. Sabes, eres muy misterioso así. Pero si tengo que hacerte descuento, deberías mostrarme la cara– pide seductora.

–Claro. Solo es una precaución menor. Aquí dentro no hace falta– acepto.

Me quito el sombrero y el barbijo. Es como se llama la tela que cubre la boca y la nariz. Lo aprendí el otro día. Liang lo sabía. Era la única.

–Oh, eres bastante guapo– me sonríe.

Su dedo se mueve por mi pecho. Por mi estómago. Acariciándome suavemente sobre las ropas.

–Mi señora no lo es menos– le aseguro.

–Ja, ja. No deberías mentir a una vieja ama de casa– niega ella.

–A mí no me parece tan vieja. Sigue siento atractiva.

No miento. Me lo parece. Ella sonríe

–¿De verdad?– pregunta mientras me coge del brazo –Pues háblame de tú. Me hace sentir más joven.

Se aprieta a mí. Noto sus suaves pechos presionando el brazo. Su culo toca contra el mío. Creo que ya no hay duda. Su hija no exageraba.

Hai decía que su madre está frustrada porque su marido no le presta atención. Y también hay algo de venganza en sus aventuras. No se acuesta con cualquiera, solo los que la atraen. Pero no duda en ponerle los cuernos a su marido.

Bien, si se muestra tan descarada, supongo que puedo atacar yo también. Mi mano llega a su culo. Ella abre los ojos pero no dice nada. Lo acaricio sobre el vestido. Añadiendo qi. Se muerde el labio con lujuria.

–¡Ah!– se le escapa un suave gemido.

No muestra rechazo. Sus ojos me miran con deseo. Una de sus manos llega también a mi culo.

–La barrera impide que nos vean desde fuera– me informa sugerente.

Hago desaparecer la carne. El oro está a un lado. La cojo de la cintura. Sorprendiéndola. Sentándola sobre el mostrador. Aparto la parte superior de su vestido. Le arranco el tanga. Muevo mi cabeza entre sus piernas.

Su respiración se acelera. Sus manos están sobre mi cabeza. Pero no hacen ninguna fuerza. Mi lengua abre la ranura que se esconde entre sus piernas. Que protege sus zonas más sensibles. Ataco su clítoris. Con qi.

–¡Aaah! ¡Así! ¡Más! ¡Aaah!– gime ella.

Me agarra del pelo con pasión. Cuando está mojada, empiezo a juguetear con un dedo en su agujero. Se estremece. Sigue pidiendo más. Gimiendo. Totalmente abandonada al placer. No paro hasta que se corre.

Me levanto. Me mira jadeando. Expectante. Sus ojos se pierden en mi entrepierna. Se nota la erección bajo el pantalón. Le hago darse la vuelta. Mostrarme su culo. Su cabeza apoyada en el mostrador. Sobre sus brazos. La penetro despacio. Con algo de qi. Llegando sin prisa hasta el fondo.

–¡¡¡¡Aaaaahhh!!!! ¡Por fin una polla decente! ¡No como la de mi marido! ¡¡¡HHHHAAaaaaaaaAAHH!!!

Parece encantada. Apasionada. Entro y salgo de ella cada vez más rápido. Me cuesta un poco encontrar como desabrochar el vestido. Desnudarla. No lleva sostén.

Mi mano abierta coge uno de sus pechos. Se tensa un momento. Pero no tarda en dejarse llevar de nuevo. Jugueteo con él. La otra mano agarra su cadera. Ayudándome a cada embestida.

Su cuerpo sudado resulta excitante. Junto a sus gemidos. A su culo vibrando a cada acometida. A su espalda de piel clara que tiembla cuando la recorro con qi.

Su agujero no está muy apretado. Quizás estoy acostumbrado a las chicas que lo han mejorado. Al menos las que están en la Residencia. Las otras quizás no tanto, pero más que Guo Xua.

Quizás no me da tanto placer. Pero me permite más movimiento. Puedo ir más rápido sin hacerle daño. Hacerla temblar en cada embestida. Rozar con la parte que quiera en sus paredes interiores.

Cuando llega al orgasmo, la dejo recuperar el aliento. Luego le doy la vuelta. Para mi sorpresa, se cubre los pechos. La miro sin entenderlo. ¿Ahora es tímida?

–Yo… No soy tan joven. Están caídos. Mejor no los mires…– me suplica.

Ya veo. Está un tanto traumatizada. No me extrañaría que su marido tuviera la culpa. La agarro de la muñeca. Suavemente, le hago quitar una mano. Luego la otra. Ella me mira preocupada. Traga saliva. Nerviosa. Yo cojo uno de ellos. Mientras la miro.

–Eres preciosa. No tienes nada que esconder– le aseguro.

Quizás no sean tan firmes, pero no por ello son feos. Al menos a mí no me lo parecen. Ella sonríe tímidamente.

–Si dices algo así, tienes que tomar responsabilidad– me provoca, tocando mi miembro insinuante.

Le hago levantar una pierna. La penetro. Ella gime al sentirme dentro de nuevo. Durante unos instantes, no me muevo. Espero a que me mire. Entonces reclamo sus labios. La pillo por sorpresa. Pero no se resiste.

Me separo. Me mira. Esperando. Muevo la mano que agarra su pecho. A la vez acaricio con los dedos la pierna que agarro con la otra.

Empiezo a mover mis caderas. Al mismo tiempo, reclamo de nuevo sus labios. Está vez introduzco la lengua. Ella responde con pasión. Dejándose llevar. Dejándose penetrar. Dejándose sobar.

Tras el siguiente orgasmo, levanta las dos piernas. Me rodea con ellas. Sigo embistiéndola. Empujándola contra el mostrador. Besándola. Jugando con sus abundantes y lujuriosos pechos. Con sus pezones. Con su lengua. Dejándola casi sin aliento. Llevándola al límite del placer. Haciéndola temblar violentamente cuando la lleno.

Sus piernas se apoyan al suelo cuando salgo de ella. Casi sin fuerzas. La estoy abrazando un rato.

–Nunca me había sentido así… Ah…– me susurra –¿Volverás?

Casi me está suplicando. La miro. Me encuentro con sus ojos azules. Acaricio su cabello mojado del sudor. Sonrío.

–¿Me estarás esperando? Volvería solo por ti, incluso si no tuviera nada que comprar o vender– le aseguro.

Resulta excitante tener sexo con ella. Mis pervertidas dicen que soy peor que ellas. Quizás tengan razón. Ella sonríe, preciosa. Asiente. Toma la iniciativa de besarme. De colgarse de mi cuello.

–Es una promesa– me exige, mirándome fijamente.

No tardo mucho en irme. Ella tiene que arreglarse y volver a su casa. No me cobra el oro que faltaba. La carne por la leche. Supongo que quiere asegurarse de que vuelva dándome un buen precio. Me ha dado una insignia de cliente preferente. De bronce. Incluso se ha disculpado por no poder darme una más alta.

Tengo que reconocer que es una experiencia diferente. Una mujer casada, frustrada y apasionada. Gao Hai me ha explicado que su padre comparte cama con su madre una vez al mes. Por obligación. Aunque cree que ni siquiera tienen sexo muchas de las veces.

Su madre ha tenido varios amantes, pero nunca le han durado mucho. Me pregunto si se librará de mí pronto. Por ahora, parecía querer verme más.

Es ya el atardecer cuando salgo. Hay gente en la calle. En las terrazas. Muchos han vuelto de trabajar. En los campos. Algunos incluso de la secta. Está bastante animado. Aunque no tanto como cuando había mercado.

No me entretengo mucho. Me voy hacia el mercado junto a la secta. Allí me quito la ropa. Me pongo la de estudiante. Aunque con el rostro tapado. Lang y Liang me ayudan. Tras ello, vuelvo. Esta vez no he tenido problemas. Pero tengo que ir con cuidado. Las chicas me han hecho varios disfraces. Iré cambiando.

—————

Hai parece entusiasmada de que me haya follado a su madre.

–Ojalá pudieras hacérnoslo a las dos a la vez– ha dicho mientras la follaba sobre la mesa.

Las chicas se lo han tomado como algo normal. Incluso han dicho que hubiera sido raro lo contrario. ¿Qué concepto tienen de mí? ¿O se están burlando? ¿Un poco las dos cosas? Mejor no pienso en ello.

Me han demostrado que un cuchillo normal no les corta. Sin qi, claro. Ni tampoco a mí. No lo había probado. El resultado de la técnica de refinamiento del cuerpo Yin Yang es sorprendente. Aún me faltan algunas zonas por completar. Pronto deberíamos pasar a órganos y huesos. No sé si será más difícil.

Por otra parte, se han reído bastante de mí. Todas ellas. Sin excepción. No quería contárselo, pero las marcas del golpe eran evidente. Las que me he dado al caer subiendo las escaleras de la secta. Mientras practicaba la técnica de movimiento. Me he confiado. Aún tengo que mejorar.

Cuando les he dicho que también las he visto caer a ellas, no me han hecho caso. Se han seguido riendo. Incluso más. Luego me han atacado entre todas. Una me montaba mientras el resto me acariciaban. O mordían. Incluso algún pellizco he recibido. Y muchos besos por todo el cuerpo. Luego se turnaban. Les gusta hacerlo de vez en cuando.

Después, me he ido a ver a Di Tao. A penetrar su culo salvajemente. A abrumarla de placer. A disfrutar de su interior. De su cuerpo. En especial atacando sus pechos. Sus piernas totalmente abiertas. Bocarriba mientras la penetro. Gime mientras hago con ella lo que quiero. Mientras absorbo su qi. Aumento la cantidad de mi qi más denso. Hasta el límite de lo que puedo aguantar.

La dejo durmiendo. Asegurándome de que no despierte. Me quedo por la noche despierto. Entrenando. Puedo hacerlo de vez en cuando. Aún necesito dormir. He oído que ya no hace falta en cultivaciones altas.

A Rui y Ning las he dejado antes para poder usarlas por la noche. Para poder recuperar qi. Y volver a entrenar.

Ya casi por la mañana despierto a Di Tao.

–Eh… Otra vez… Espera… ¡¡Aaaaahh!!

Me la vuelvo a follar. Ella bocabajo contra la cama mientras penetro su culo. Y vuelvo a absorber qi. Un poco más. Ya que estaba con ella, debo aprovechar al máximo. 

Se vuelve a dormir cuando acabamos. Salgo con ropa y formas femeninas. A las chicas les encanta disfrazarme así. Es mejor para no levantar sospechas. Es fácil encontrar un lugar para cambiarme y volver a la cabaña. Y jugar una a una con mis chicas. Ayer por la noche fue su turno. Ahora es el mío.

–¡Aaaah! ¡Te estás aprovechando! ¡No seas malo!– se queja Song con la boca pequeña cuando muerdo suavemente su pezón.

–Hazme lo que quieras– se ofrece Shi mientras beso su ombligo.

Liang, Shun, Lang y Yu se comportan muy sumisas.

 Yi algo rebelde, jugando, forzándome a que la ponga a cuatro patas.

Como venganza las como a todas a besos. Las acaricio y chupo también. En especial sus pezones. A Yu la muerdo un poco. Las penetro despacio. Las abrazo. Creo que pretendían que me vengara así. No puedo negarme. Otro día que empieza de forma maravillosa.