Después de escuchar el discurso de Li Yao, Jin Xinyue sintió como si hubiera presenciado una batalla de vida y muerte entre dos expertos superiores desde una distancia cercana y que las afiladas espadas y sables pasaran por su piel por poco. Incluso podía sentir que las hojas de pensamiento de su maestro y de su padre estaban frotando su cerebro, causando un dolor insoportable y un éxtasis como si alguien hubiera derramado un cubo de agua helada sobre su cabeza.
La sensación de emoción la hizo sudar y apenas podía pararse.
Repasando todo el asunto, sintió que su padre era más magnífico y misterioso que nunca en su corazón. Jin Xinyue sonrió amargamente y dijo:
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