—Mi Señor, ¿estás bien? —le preguntó ella.
Ella podía ver que estaba tenso y él trató de relajarse. —Estoy bien —la aseguró.
Al menos antes de que se asustara, quería apreciar estos momentos con ella porque podría no tener esta oportunidad otra vez. Quería dejar que ella lo cuidara y quería darle todo. Su casa, sus cosas y todo lo que pidiera. Quería hacerla feliz aunque solo fuera por un tiempo y quería que supiera cómo se sentía por ella. Quería ser su esposo.
La tristeza superó la felicidad que sintió al ver su cara esa mañana. Se sintió asustado cuando se dio cuenta de cuánto quería estar con ella, su esposa, y esperanzadamente su compañera en el futuro. Temía que ella ya no le agradara, pero también temía no poder desprenderse de la muerte ahora que recuperó su corazón. ¿Y si un día simplemente ya no existiera más?
Qué irónico. La vida lo había estado acosando y ahora la muerte lo estaba burlando.
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