Skender iba hacia su habitación cuando se cruzó con Rayven. El demonio lo empujó al pasar, chocando sus hombros sin mirarlo.
—Rayven —Skender lo detuvo.
Rayven se giró luciendo molesto. Le lanzó una mirada de '¿qué quieres ahora?'.
—¿Tienes algún problema? —preguntó Skender—. Usa tu lengua.
—Soy más de acciones que de palabras —replicó Rayven.
El demonio definitivamente tenía un problema con él. No podía culparlo. Las cosas siempre se torcían cuando finalmente iban bien. Eso pasaba con todo en su vida.
—Sabes que no quería que te castigaran en lugar de mí —dijo Skender.
—Lo que quieras, necesites o pienses no me importa en lo más mínimo. Solo me importa lo que haces.
Skender asintió. —Estoy intentando. Todos estamos siendo castigados y si no lo sabías, estoy siendo castigado por ser negligente cuando de repente me dieron todas estas responsabilidades.
Rayven metió sus manos en los bolsillos y inclinó la cabeza. —¿Debería sentir lástima por ti?
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