Aila salió lentamente de la cama y caminó perezosamente hacia el baño, ignorando la atracción que sentía al alejarse de Damon. Giró la llave del lavabo, se echó agua en el rostro para calmar sus pensamientos y su corazón acelerados. Al mirarse de nuevo en el espejo, Aila vio que sus ojos brillaban de nuevo.
—¿Malia? —llamó a su loba en su mente.
—No soy yo. ¿Tal vez es el lazo? —respondió Malia.
Aila sacudió su cabeza por la sensación de hormigueo que sentía en el cuerpo y se secó la cara con una toalla. Cuando volvió a mirar, soltó la toalla y casi saltó de su piel al ver el reflejo de Damon en el espejo, de pie detrás de ella. Se giró para enfrentarlo, y él la miró intensamente, sus propios ojos brillando. Acarició su mejilla, y sus ojos volvieron a la normalidad mientras una pequeña corriente eléctrica recorría a ambos.
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