—¿Qué? —susurré porque no se me ocurría nada más en ese momento, ya que mi cerebro se había apagado por completo después de que él dijera esas palabras.
Una pequeña sonrisa tiró de la comisura de sus labios y él se recostó contra la pared junto a la que estábamos, cruzando lentamente los brazos.
—Es porque me gustas, Jules —respondió de nuevo, ojos recorriendo todo mi cuerpo esta vez, llenándome de repente con el impulso de esconderme de él.
—¿Por qué? —exclamé, y sus cejas se arquearon mientras ladeaba la cabeza.
—¿Por qué qué? —hizo eco y solté un largo suspiro mientras levantaba la mano y presionaba mis dedos contra mis ojos cerrados.
Ni siquiera entendía por qué había hecho esa pregunta.
—Si te refieres a por qué me gustas, la respuesta es porque eres tú —respondió y solté otro suspiro mientras continuaba.
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