La calma siguió a los temblores, permitiendo que los cielos recuperaran su color azul después de que el polvo se disipara. Pero mientras todos dirigían su atención hacia el horizonte, un vivo resplandor rojo comenzó a pintar el cielo. Era un tono ardiente e intenso que resaltaba notablemente contra el tono antes pacífico... eso no era una buena señal.
El resplandor era ominoso, insinuando una explosión masiva o algún evento cataclísmico dentro del territorio de la gente mágica. Este cambio repentino y alarmante en el horizonte provocó preocupaciones e incertidumbre entre los que lo presenciaron, creando una atmósfera inquietante.
Un par de horas más tarde, Artisia y su escuadrón llegaron a la capital montando el dragón marino. Se veían nerviosos, como si hubieran visto algo insano. Les tomó un par de minutos calmarse, y también varios vasos de agua.
—Maestro… —dijo Artisia mientras su rostro estaba pálido, era la máxima cantidad de emoción que había mostrado hasta ahora.
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