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Capitulo 6

La adaptación a su nueva vida no fue tan fácil como Isabella esperaba. Aunque intentaba mantener una actitud positiva, las diferencias entre ella y Alejandro comenzaban a hacerse más evidentes. Sus mundos y formas de ver la vida eran radicalmente diferentes, lo que provocaba tensiones constantes.

Una tarde, mientras Isabella revisaba algunos documentos en la biblioteca de la mansión, Alejandro entró con el ceño fruncido.

—Necesito hablar contigo —dijo él, cerrando la puerta tras de sí.

Isabella levantó la vista, sorprendida por su tono.

—¿Qué sucede?

Alejandro se acercó, dejando caer un periódico sobre la mesa frente a ella. Isabella lo recogió y vio la portada: una foto de ella hablando con Miguel Hernández en la reunión de negocios, acompañada de un titular insinuante.

—Esto es inaceptable —dijo Alejandro, su voz baja pero cargada de enfado—. Sabes cómo funciona la prensa, y aún así te expones de esta manera.

Isabella sintió una oleada de indignación.

—No hice nada inapropiado. Solo estaba conversando con uno de tus socios. No puedo controlar lo que la prensa decide publicar.

Alejandro la miró con frialdad.

—Debes ser más cuidadosa. Cualquier escándalo podría afectar mis negocios y nuestra imagen pública.

Isabella apretó los labios, tratando de mantener la calma.

—Entiendo tu preocupación, pero no puedo vivir con miedo de cada movimiento que haga. Necesitamos confiar el uno en el otro.

Alejandro suspiró, su expresión suavizándose ligeramente.

—Tienes razón, pero aún así, debemos ser prudentes. Los medios siempre buscan un ángulo sensacionalista.

Isabella asintió, aunque su frustración no disminuyó. Alejandro era un hombre controlador, y aunque entendía sus motivos, se sentía sofocada por sus expectativas.

Los días siguientes fueron tensos, con ambos tratando de mantener una fachada de cordialidad mientras las fricciones subyacentes persistían. Isabella se sumergía en su arte, encontrando en sus pinturas un escape de la presión constante.

Una noche, mientras pintaba en su estudio, recibió una visita inesperada. Alejandro entró sin previo aviso, observando su trabajo en silencio antes de hablar.

—He estado pensando en lo que dijiste sobre la confianza —dijo él, acercándose lentamente—. Tal vez hemos empezado esto de manera incorrecta. Necesitamos encontrar una manera de comunicarnos mejor.

Isabella lo miró, sorprendida por su admisión.

—Estoy de acuerdo. No podemos seguir así, con malentendidos y tensiones constantes.

Alejandro asintió, su expresión más relajada de lo habitual.

—Quiero que sepas que aprecio lo que estás haciendo por nuestra familia. Y quiero intentar entenderte mejor, para que esta relación funcione.

Isabella sintió un rayo de esperanza.

—Yo también quiero que esto funcione, Alejandro. Pero necesitamos ser honestos y apoyarnos mutuamente.

Alejandro se quedó en silencio por un momento, como si considerara sus palabras cuidadosamente.

—De acuerdo. Vamos a intentarlo.

A partir de ese momento, comenzaron a hacer pequeños esfuerzos para acercarse el uno al otro. Compartían cenas más relajadas, conversaban sobre sus intereses y trataban de entender las presiones y expectativas que cada uno enfrentaba.

Una noche, mientras cenaban en el patio con vistas a la ciudad iluminada, Alejandro mencionó algo que sorprendió a Isabella.

—He estado pensando en lo que dijiste sobre tener tu propia exposición de arte. Conozco a algunos galeristas que estarían interesados en ver tu trabajo.

Isabella lo miró, emocionada y agradecida.

—¿Hablas en serio? Eso sería increíble, Alejandro. Gracias.

Alejandro asintió, sonriendo ligeramente.

—Quiero que tengas tu propio espacio y que sigas tus sueños. Esto no es solo un acuerdo de negocios, también es una vida compartida.

Esa noche, Isabella se fue a la cama con un sentimiento de esperanza renovada. Sabía que aún había muchos desafíos por delante, pero también veía que Alejandro estaba dispuesto a hacer su parte para que su matrimonio funcionara. Y eso le daba fuerzas para seguir adelante.