Isabella pasó los siguientes días sumida en una tormenta de pensamientos y emociones. Cada vez que miraba a su padre, veía la desesperación y el arrepentimiento en sus ojos, lo cual solo aumentaba su angustia. La decisión que debía tomar era como una pesada carga sobre sus hombros, y sabía que no podía postergarla por mucho tiempo.
Una tarde, mientras paseaba por el parque cerca de su casa, Isabella se detuvo junto a un banco y se sentó, observando a las personas que pasaban. Las familias felices, los niños jugando, las parejas riendo juntos... todo parecía tan lejano de la realidad que ella enfrentaba.
Sacó su teléfono y marcó el número de su mejor amiga, **Clara**, quien siempre había estado a su lado en los momentos difíciles.
—Hola, Isa. ¿Cómo estás? —respondió Clara con su voz cálida y reconfortante.
—Clara, necesito hablar contigo. Es urgente —dijo Isabella, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar.
—Claro, ¿dónde estás? Voy para allá.
Unos minutos después, Clara llegó al parque y encontró a Isabella sentada en el banco, con el rostro pálido y los ojos llenos de tristeza. Sin decir una palabra, se sentó junto a ella y la abrazó.
—Cuéntame todo —dijo Clara suavemente.
Isabella le relató todo lo que había sucedido: la crisis financiera de su padre, la propuesta de Alejandro y la presión que sentía para aceptar el matrimonio.
Clara la escuchó atentamente, sin interrumpirla, y cuando Isabella terminó, tomó sus manos y la miró a los ojos.
—Isa, esto es una locura. No puedo creer que tu padre te haya puesto en esta situación. Pero también sé lo mucho que te importa tu familia. ¿Qué es lo que tú quieres hacer?
Isabella suspiró, sintiendo que el peso de su decisión era casi insoportable.
—No lo sé, Clara. Quiero seguir con mi vida, con mis sueños, pero no puedo dejar que mi familia se hunda. No puedo.
Clara asintió, comprendiendo el dilema de su amiga.
—Entonces, tal vez la pregunta no es qué quieres hacer, sino qué estás dispuesta a sacrificar para salvar a tu familia. Si decides aceptar, tendrás que encontrar la fuerza para enfrentar esta situación y hacer que funcione a tu manera.
Las palabras de Clara resonaron en la mente de Isabella mientras regresaba a casa. Esa noche, se quedó despierta pensando en su futuro, en lo que significaba aceptar la propuesta de Alejandro y en lo que perdería y ganaría al hacerlo.
Finalmente, en las primeras horas de la mañana, tomó una decisión. Se levantó y se dirigió a la oficina de su padre. Emilio estaba sentado en la sala, con los ojos enrojecidos y las manos temblorosas. Al verla entrar, se levantó rápidamente.
—Isabella, lo siento tanto. No quería que esto pasara —dijo, con la voz quebrada.
Isabella lo miró con determinación.
—Papá, he tomado una decisión. Aceptaré la propuesta de Alejandro. Me casaré con él para salvar nuestra empresa y nuestra familia.
Emilio se quedó sin habla por un momento, y luego la abrazó fuertemente, lágrimas de alivio corriendo por su rostro.
—Gracias, hija. No sé cómo agradecerte esto.
Isabella sintió una mezcla de alivio y tristeza mientras abrazaba a su padre. Sabía que su decisión era un sacrificio, pero también sabía que era lo correcto para proteger a su familia.
Más tarde, llamó a Alejandro y le informó de su decisión. La voz de él era tan calmada como siempre, pero había una nota de aprobación en su tono.
—Bien, Isabella. Nos casaremos en una semana. Haré los arreglos necesarios.
Isabella colgó el teléfono y sintió que su vida había cambiado irrevocablemente. Con una semana para prepararse para su boda, sabía que tenía que encontrar la fuerza dentro de sí misma para enfrentar lo que venía.