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Cadenas del Pasado

En un pequeño país que mantienen una monarquía moderna, y la tecnología se entrelazan, Lucian DarkBone, un adolescente marcado por el destino y atormentado por sus poderes sobrenaturales, lucha por encontrar su lugar en un mundo implacable. En un mundo donde los "despertados" poseen habilidades extraordinarias y son usados por la gente con poder y dinero, son cazados por los "Cazadores" o asesinados por los "Incompletos". Y pronto habrá una serie de eventos que desencadenan una crisis en la vida de Lucian, que harán que se vea arrastrado a una batalla que va más allá de sus propias luchas internas. Estos eventos harán que Lucian desentrañe los misterios de su propio pasado oscuro y descubrir el verdadero alcance de sus poderes. [Algunos de mis personajes hechos con una IA. https://pin.it/41HCN6Tb5].

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2 Chs

Trabajo

Aurora salió de la universidad con pasos rápidos, envuelta en el murmullo de los comentarios que flotaban a su alrededor, una mezcla de elogios sobre su belleza y susurros de envidia. La atención no deseada era algo a lo que ya estaba acostumbrada, aunque eso no hacía que fuera más fácil de soportar. A pesar de la sonrisa juguetona que mantenía en los labios, en su interior, se preguntaba cuánto más tendría que aguantar esos comentarios. El sol de la tarde acariciaba su rostro mientras caminaba por el bullicioso campus universitario. Las hojas de los árboles danzaban con la brisa suave, creando sombras que se movían al ritmo del viento. Aurora ajustó la correa de su mochila sobre el hombro y se adentró en la multitud, intentando ignorar las miradas que la seguían a cada paso. A medida que se alejaba de los edificios académicos, los comentarios se desvanecían lentamente en el trasfondo, reemplazados por el zumbido de la vida urbana que llenaba las calles. Era un escape bienvenido, aunque efímero, de la constante atención que recibía en el campus.

Se detuvo en una esquina, esperando el cambio de semáforo para cruzar la calle. El sol pintaba el cielo de tonos cálidos y dorados, y un suave aroma a café flotaba en el aire, tentándola con su familiaridad reconfortante. Sus pensamientos divagaron mientras observaba a la gente pasar, preguntándose qué les depararía la tarde a cada uno de ellos, qué historias ocultas y sueños secretos llevarían consigo. Finalmente, el semáforo cambió a verde y Aurora reanudó su camino, decidida a disfrutar del resto de la tarde antes de enfrentarse nuevamente al bullicio de la vida universitaria.

Aurora avanzó con paso tranquilo hacia su refugio habitual después de un largo día en la universidad: "El Rincón del Café". El olor reconfortante del café recién hecho la recibió en la entrada, junto con el murmullo familiar de los clientes y el tintineo de las tazas. La atmósfera acogedora del lugar la envolvió mientras cruzaba la puerta, y una sonrisa se dibujó en sus labios al reconocer a cada uno de sus compañeros de trabajo.

Dante, el hombre de aspecto imponente y serio, estaba ocupado atendiendo a los clientes con su habitual eficiencia. Su presencia robusta y su mirada penetrante imponían respeto, pero aquellos que lo conocían sabían que también tenía un lado amable y servicial. En el otro extremo de la cafetería, Alex trabajaba con destreza preparando los deliciosos cafés que tanto gustaban a los clientes habituales. Su energía contagiosa y su sonrisa amistosa irradiaban juventud y vitalidad, mientras manejaba las herramientas de barista con gracia y precisión. Con su cabello castaño claro despeinado y una barba de candado que le confería un toque de rebeldía, Alex era una figura conocida y querida en "El Rincón del Café".

Aurora se unió al bullicio habitual de la cafetería, disfrutando del ambiente acogedor y familiar que siempre la hacía sentir como en casa. Saludó a Dante y Alex, sintiendo una cálida bienvenida en sus miradas. Sabía que estaba en el lugar perfecto para relajarse y recargar energías antes de enfrentarse a las exigencias del día siguiente en la universidad. Encontró una mesa junto a la ventana, desde donde podía observar el flujo constante de personas en la calle mientras disfrutaba de su café favorito. Aquí, en este rincón acogedor, Aurora encontraba un respiro del mundo exterior, un momento de paz en medio del caos de su vida diaria.

Aurora recorrió con la mirada la cafetería, reconociendo a cada uno de sus compañeros de trabajo que formaban parte del equipo en "El Rincón del Café". Además de Dante y Alex, divisó a Marina, una joven de 17 años con cabello rubio y ojos aguamarina, cuya presencia aportaba una frescura radiante al ambiente de la cafetería. Su uniforme negro, elegante y bien cuidado, realzaba su belleza natural mientras se movía con gracia entre las mesas, atendiendo a los clientes con profesionalidad y encanto.

Junto a Marina, estaba Mei, una mujer de 18 años de origen asiático, con cabello negro liso y ojos marrones llenos de calidez. Siempre sonriente y atenta, Mei irradiaba una energía amable y hospitalaria que hacía que los clientes se sintieran bienvenidos desde el momento en que cruzaban la puerta. Con su actitud servicial y su profesionalismo impecable, se ocupaba de satisfacer las necesidades de los clientes con eficiencia y amabilidad. La presencia de Marina y Mei complementaba perfectamente el ambiente acogedor y sofisticado de "El Rincón del Café", añadiendo un toque de frescura y calidez a la experiencia de los clientes.

—¡Hola, chicos! —exclamó Aurora con entusiasmo, su voz resonando sobre el murmullo de la clientela.

Desde detrás del mostrador, Alex levantó la mirada y respondió con un tono jovial:

—¡Hola, Aurora! ¿Cómo te fue en la universidad hoy?

Dante, el hombre grande y serio, también se unió al intercambio de saludos.

—Hola, Aurora —dijo con una sonrisa amistosa, su voz profunda resonando en la atmósfera acogedora de la cafetería.

—Bien, gracias —respondió Aurora con una sonrisa, sintiéndose instantáneamente en casa entre sus compañeros de trabajo. Pero algo llamó su atención.

—¿Dónde está Lucian? —inquirió con curiosidad, notando la ausencia del barista principal.

Marina, ocupada limpiando una mesa cercana, respondió:

—Está tomando su descanso con Sofí. Debe estar durmiendo en la parte de atrás, como siempre.

Con un gesto de agradecimiento, Aurora asintió y se encaminó hacia la cocina, sintiendo una punzada de celos al pensar en la compañía de Lucian. Un destello de enojo cruzó por sus ojos, pero se obligó a mantener la compostura mientras se dirigía hacia la cocina.

—Siempre durmiendo en tus descansos —murmuró para sí misma, recordando las numerosas veces que lo había encontrado de la misma manera.

Al llegar a la cocina, Aurora encontró a Lucian descansando en los muslos de Sofí, una joven de 22 años con una belleza natural que irradiaba calidez. Sofí tenía una estatura media, con rizos castaños claros que caían en cascada sobre sus hombros. Sus ojos avellana transmitían una dulzura que iluminaba la habitación, y su sonrisa encantadora era como un rayo de sol en un día nublado. Aunque su figura era delicada y elegante, no podía compararse con el cuerpo curvilíneo y voluptuoso de Aurora, cuya presencia destacaba entre la multitud.

Sofí sostenía a Lucian con delicadeza, mientras él parecía completamente relajado, con una expresión tranquila en el rostro. Un destello de molestia cruzó los ojos de Aurora al ver la escena, aunque intentó ocultarlo detrás de una sonrisa forzada. Se acercó con delicadeza, reprimiendo los sentimientos de celos que burbujeaban en su interior.

—Hola, Sofí —saludó Aurora con una sonrisa forzada, tratando de ocultar los remolinos de emociones que la invadían en ese momento—. ¿Cómo estás? ¿Lucián está muy cansado? —preguntó, desviando la mirada hacia Lucián, quien parecía estar en un estado de letargo.

Sofí se separó de Lucián con suavidad, y sus mejillas se tiñeron de un delicado rubor al encontrarse con la mirada de Aurora.

—Hola, Aurora —respondió, devolviéndole la sonrisa con amabilidad—. ¿Qué tal tu día en la universidad? —preguntó, evadiendo sutilmente la pregunta sobre Lucian.

—Fue bien, gracias —contestó Aurora, intentando mantener la compostura a pesar de la incomodidad que la invadía—. ¿Hay algo que necesiten que haga en la cocina? —agregó, tratando de desviar la conversación hacia temas más prácticos. Aunque su tono era sereno, un nudo se formó en su estómago al notar lo cercanos que estaban Sofí y Lucián, y la sensación de malestar se intensificó dentro de ella.

Lucián apenas estaba despertando, y su presencia en la cocina no hizo más que aumentar la tensión en el ambiente. Se levantó con suavidad de los muslos de Sofí, despejando la bruma del sueño de sus ojos. A pesar de su aparente letargo, su aspecto seguía siendo igual de atractivo, lo cual hizo que Sofí se ruborizara ligeramente ante su presencia. Los rayos de luz que se filtraban por la ventana destacaban los rasgos angulares de su rostro y resaltaban el tono oscuro con destellos morados de su cabello.

Escaneó la habitación con una mirada serena y finalmente posó sus ojos en Aurora.

—Hola, Aurora —saludó con un tono tranquilo y su habitual semblante serio. Aunque su voz era sosegada, su mirada tenía un brillo de complicidad, como si hubiera captado la tensión en el ambiente y tratara de mitigarla con su presencia.

Lucián despejó su mente del sopor del sueño y dirigió una mirada somnolienta hacia Sofí.

—Supongo que ya ha pasado un buen rato, ¿verdad? —murmuró con voz adormilada. La respuesta afirmativa de Sofí llegó acompañada de una encantadora sonrisa que hizo que Aurora se sintiera repentinamente incómoda. ¿Por qué tenía que ser tan linda? Aurora se maldijo mentalmente por sentirse amenazada por la belleza de Sofí.

Aunque sabía que ella misma irradiaba una belleza cautivadora y una sensualidad innegable, la presencia de Sofí parecía eclipsarlo todo. Era frustrante cómo todas sus compañeras de trabajo, incluida ella misma, se sentían irremediablemente atraídas hacia Lucián. A pesar de su apariencia tranquila y serena, Lucián tenía una especie de magnetismo innato que parecía atraer a las personas hacia él como polillas a la luz. Aunque Aurora intentaba negarlo, sabía que estaba luchando contra un rival formidable en la competencia por la atención de Lucián.

Lucián se estiró con gracia, desplegando su alto y esbelto cuerpo que superaba a Aurora por unos centímetros. Observó a Sofí con una sonrisa agradecida y luego dirigió su atención a Aurora.

—Bueno, Aurora, es hora de ponerte tu uniforme y acompañarme. Ya es nuestro turno —dijo con voz suave, con una gentileza que parecía caracterizar cada una de sus acciones.

Aurora asintió, sintiendo una mezcla de emociones en su interior. A pesar de su leve incomodidad por la presencia de Sofí, estaba ansiosa por empezar su turno en la cafetería. Se apresuró a dirigirse hacia el vestuario para ponerse su uniforme de "El Rincón del Café". 

El uniforme, sofisticado y elegante, incluía una blusa de manga larga que resaltaba su figura, con detalles sutiles como cuellos altos y lazos al cuello para darle un toque extra de elegancia, una falda negra y zapatos negros de tacón bajo. Se cambió rápidamente y se aseguró de que cada detalle estuviera perfecto antes de salir.

Al regresar a la cafetería, Aurora sintió una nueva oleada de confianza. A pesar de las emociones encontradas, estaba decidida a demostrar su valía y a disfrutar de su trabajo. Lucián la recibió con una sonrisa y juntos se unieron al bullicio de la cafetería, listos para enfrentar otro turno más en "El Rincón del Café".

Aurora se unió a Lucián en el mostrador con paso decidido, agradecida por la oportunidad de distraerse un momento. Mientras Lucian se ocupaba de preparar un café, ella se recostó contra la pared, tratando de ignorar la sensación de malestar que la invadía. A pesar de sus esfuerzos por mantener la compostura, no podía evitar sentir una pizca de celos cada vez que veía a Lucian cerca de Sofí o de otras chicas. Resultaba irónico saber que ninguna de ellas había expresado abiertamente sus sentimientos hacia Lucián, sin embargo, el simple hecho de verlo interactuar con otras personas provocaba una turbulencia en su interior.

Tratando de enfocar su mente en otra cosa, Aurora observó cómo Lucián manejaba con destreza la cafetera, vertiendo el café con movimientos precisos y rápidos. Admiraba la facilidad con la que parecía desenvolverse en su trabajo, como si estuviera en su elemento natural. Sin embargo, una pequeña voz en su cabeza le recordaba que esa facilidad no era exclusiva de su trabajo en la cafetería; Lucián parecía llevar esa misma gracia y confianza a todos los aspectos de su vida. Suspirando para sí misma, Aurora apartó esos pensamientos de su mente y se concentró en la tarea que tenía entre manos. Mientras ayudaba a organizar la barra y a atender a los clientes, trató de no dejarse llevar por la incomodidad que sentía en presencia de Lucián. Después de todo, tenían un trabajo que hacer y no podía permitir que sus sentimientos personales interfirieran con su desempeño laboral.

Cuando la clientela dejó de llegar, y el ambiente en la cafetería se volvió más tranquilo, Aurora aprovechó la oportunidad para romper el silencio y dirigirse a Lucián. Con un ligero rubor en las mejillas y jugueteando con el dobladillo de su falda, se acercó tímidamente.

—Lucian, ¿puedo preguntarte algo? —dijo, intentando disimular su nerviosismo detrás de una sonrisa.

Lucian dejó de limpiar el mostrador y se giró hacia Aurora, con una expresión de curiosidad en su rostro.

—Claro, Aurora. ¿Qué quieres saber? —respondió con calma, observándola con atención.

Aurora inhaló profundamente, tratando de reunir el coraje necesario para formular su pregunta.

—Bueno, he notado que... últimamente te has estado llevando muy bien con Sofí —comenzó, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Y, bueno, me preguntaba si... ¿hay algo entre ustedes dos?

Las palabras salieron de su boca con cierta torpeza, y se maldijo por su falta de habilidad para expresarse con claridad. Miró a Lucián, esperando ansiosamente su respuesta mientras jugueteaba nerviosamente con un mechón de cabello.

Lucián se recargó en la barra y giró la cabeza extrañado.

—No —contestó con simpleza—. Solo me ayuda a descansar, creo que sabías que no duermo mucho por mis pesadillas.

El tono de Lucian era sereno, pero había una ligera sombra de tristeza en su voz que no pasó desapercibida para Aurora. Asintió con comprensión, sintiendo un atisbo de culpa por haber sacado el tema.

—Lo siento, Lucián. No quería... —se interrumpió, buscando las palabras adecuadas para expresar su arrepentimiento.

Lucian le sonrió con suavidad, transmitiéndole un gesto de tranquilidad.

—No te preocupes, Aurora. Sé por qué lo preguntas, algunas situaciones pueden malinterpretarse. Somos compañeros y amigos igual que tú y yo —respondió, su voz cálida y reconfortante.

La respuesta de Lucian tranquilizó a Aurora, aunque no pudo evitar sentirse un poco incómoda por haber tocado un tema tan delicado. Se mordió el labio inferior, reflexionando sobre cómo continuar la conversación de manera adecuada.

—Lo siento, no debería haber sido tan entrometida —se disculpó, desviando la mirada brevemente antes de volver a encontrarse con los ojos morados de Lucián—. Solo quería asegurarme de que estuvieras bien. Sabes que siempre estoy aquí si necesitas hablar o... cualquier cosa —agregó, ofreciendo una sonrisa amable.

La tensión en el ambiente pareció disiparse, y Aurora se sintió aliviada de haber aclarado las cosas con Lucián. Esperaba que su amistad no se viera afectada por su indiscreción, pero sabía que la sinceridad era fundamental en cualquier relación.

Lucián asintió con gratitud, apreciando el gesto de honestidad de Aurora.

—Gracias, Aurora. Significa mucho para mí saber que puedo contar contigo —respondió con sinceridad, dedicándole una mirada amistosa.

Aurora se sintió reconfortada por las palabras de Lucián y sonrió levemente. Se acercó a él y tocó su rostro con suavidad, intentando ocultar los nervios y la pena que le daba tener tan cerca a su Lucián. La mano de Aurora se posó con delicadeza en el rostro de Lucián, sintiendo el suave roce de su piel bajo sus dedos. Aunque intentaba mantener una actitud juguetona para ocultar sus verdaderos sentimientos, el rubor que teñía sus mejillas delataba su nerviosismo y la pena que sentía al estar tan cerca de él.

—Por supuesto, siempre estaré aquí para ti, Lucián —aseguró, esforzándose por mantener la voz suave y algo coqueta, aunque su tono denotaba un nerviosismo innegable. Desde la distancia, podría parecer que estaba tratando de seducirlo, pero su rostro completamente sonrojado la delataba como una joven enamorada.

El delicado momento entre Aurora y Lucián se vio interrumpido por la repentina presencia de Mei, quien abrazó a Lucian por la espalda de forma confianzuda con un puchero en el rostro. Su gesto repentino y expresión de descontento rompieron la atmósfera íntima que se había formado entre los dos, devolviéndoles bruscamente a la realidad de la cafetería. Aurora se apartó ligeramente, sorprendida por la interrupción, mientras observaba la escena con curiosidad. 

Lucian se giró hacia Mei, con una sonrisa divertida y cálida en el rostro, intentando calmarla. 

—¿Qué pasa, Mei? —preguntó, su voz suave y tranquilizadora, mientras se esforzaba por entender el motivo del repentino abrazo.

Mei soltó un suspiro exagerado y se cruzó de brazos, lanzando una mirada juguetona a Lucian.

—No es justo, Lucian. Siempre me ignoras cuando estás con Aurora —se quejó en tono melodramático, fingiendo sentirse desatendida.

Aurora se sintió un tanto enojada ante la situación, era su momento con Lucian. Sin embargo, no pudo evitar sentir una leve sensación de triunfo al darse cuenta de que no era la única que mostraba interés entre ella y Lucian.

—Además —continuó Mei con una sonrisa maliciosa, acercándose a los labios de Lucian—, Luciii~ me prometiste una recompensa si te ayudaba con "eso" —dijo con una actitud de complicidad. Aunque Mei se veía pequeña y frágil, como una niña linda, a veces podía ser tan sugerente como Val.

Lucian solo desvió la mirada sonrojado, lo cual era raro en él. Mei se aprovechó del momento y se acercó al rostro de Lucian con una risa maliciosa pero divertida y mencionó la promesa de una recompensa por su ayuda. Sus palabras, cargadas de insinuación, hicieron que Aurora se sintiera aún más molesta. Estaba pasando un momento con Lucian, y no estaba dispuesta a cederlo tan fácilmente.

Lucian, por su parte, parecía sorprendido por el repentino cambio en el tono de la conversación. Su mirada se desvió entre Mei y Aurora, buscando una manera de lidiar con la situación de manera diplomática.

—Mei, sabes que no podemos hacer eso aquí —respondió Lucian con firmeza, aunque su rostro mostraba una pequeña disimulada sonrisa y un ligero rubor ante las insinuaciones de la joven.

Aurora, sintiendo una mezcla de celos y enojo, decidió intervenir tratando mostrarse neutral.

—¿De qué se trata esto, Mei? No creo que este sea el lugar y no es apropiado. Además, Lucian y yo estábamos hablando de algo importante —dijo Aurora, tratando de mantener la compostura a pesar de su evidente frustración.

Mei soltó un suspiro dramático y rodó los ojos, como si estuviera resignada a aceptar la situación.

—Está bien, está bien. Solo estaba bromeando —dijo Mei, aunque su sonrisa sugerente aún permanecía en su rostro.

Lucian asintió con alivio ante la rápida resolución del conflicto, agradecido de que las cosas no hubieran llegado a mayores. Sin embargo, Aurora no pudo evitar sentirse intrigada mientras observaba a Mei y Lucian. Antes de que Mei se fuera, le dio un lento y suave beso en la mejilla sonrojada de Lucian.

El gesto de Mei dejó a todos en la habitación en silencio. Lucian, sorprendido por el beso en la mejilla, se quedó momentáneamente sin palabras. Su rostro tomó un tono aún más rojizo mientras miraba a Mei, quien le dedicó una sonrisa traviesa antes de alejarse con gracia. Aurora, por su parte, apretó los puños con frustración ante la escena; las luces parpadearon un poco por su poder. Aunque intentó disimularlo, no pudo evitar sentir un hueco en el estómago al ver la cercanía entre Mei y Lucian.

Lucian, después de un momento de desconcierto, intentó romper la tensión con una risa nerviosa.

—Bueno, ya sabemos que Mei es efusiva, pero supongo que eso fue... inesperado —dijo, tratando de recuperar su compostura.

Aurora asintió con una sonrisa forzada, aunque por dentro seguía sintiéndose incómoda por la situación. A medida que Mei se alejaba, se prometió a sí misma no dejar que los celos afectaran su relación con Lucian.

Aurora se acercó a Lucián con una sonrisa forzada en los labios, pero sus ojos reflejaban un fuego interior de furia acumulada desde que llegó al trabajo y lo encontró con Sofi. Con un tono que intentaba ser dulce pero que dejaba entrever su molestia, colocó una mano suavemente sobre el hombro de Lucian, pero la presión era lo suficientemente firme como para transmitir un aire de amenaza.

—Luci, cariño —comenzó, manteniendo su voz suave pero con un dejo de tensión—, ¿qué tipo de ayuda necesitabas de Mei? Porque me parece que las recompensas no deberían ser... tan personales, ¿no crees?.

A pesar de su sonrisa aparentemente amable, el brillo en los ojos de Aurora mostraba su descontento, y su cercanía con Lucián no era precisamente de afecto, sino de desafío. La sonrisa dulce pero amenazante de Aurora hizo que Lucián se sintiera incómodo. Tragó saliva, tratando de encontrar las palabras adecuadas para responder a su pregunta.

—Fue... solo un pequeño favor que Mei me hizo. Nada importante, en serio —respondió, intentando mantener la calma a pesar del tono desafiante de Aurora.

Aurora arqueó una ceja, sin estar del todo convencida por la respuesta de Lucian.

—Oh, ¿un pequeño favor? ¿Y qué tipo de favor fue ese que requirió una recompensa tan... especial? —inquirió, su tono de voz sugiriendo una mezcla de curiosidad y desconfianza.

Lucian se sintió atrapado por la mirada intensa de Aurora. No quería que desconfiara de él y la situación, pero tampoco quería dar explicaciones así que cambió el tono a uno más firme y cortante.

—Fue solo un asunto trivial, de verdad. Mei me ayudó con un pequeño problema en la cafetería, eso es todo —explicó, tratando de desviar la conversación hacia temas más neutrales.

Aurora escuchó las palabras de Lucián con atención, pero el escepticismo aún se reflejaba en su mirada. Aunque intentaba mantener su compostura, su ceño fruncido revelaba su persistente desconfianza.

—¿Un pequeño problema en la cafetería, eh? —repitió Aurora, su tono de voz ligeramente sarcástico—. Interesante. ¿Y qué tipo de problema requeriría una "recompensa especial"? —dijo entre dientes.

Vio como Lucián se sentía aún más incómodo bajo el escrutinio y cómo trató de mantener la calma, mientras intentaba encontrar una explicación que la dejara tranquila.

—Bueno, verás, Mei me ayudó a solucionar un pequeño inconveniente con una de las máquinas de café. Y... prometí darle algo a cambio por su ayuda, eso es todo —respondió Lucian, tratando de sonar convincente.

Aurora asintió lentamente, aunque aún no estaba completamente convencida. Mantuvo su mirada fija en Lucián por un momento más antes de finalmente relajar su postura.

—Entiendo —dijo con calma, aunque su tono sugería que aún tenía dudas—. Bueno, mientras todo esté bajo control en la cafetería, supongo que no hay problema.

Lucian suspiró aliviado de terminar con la situación y ante la aparente aceptación de Aurora. Sabía que había evitado una confrontación más seria por el momento, pero la tensión entre ellos seguía palpitando en el aire.

Sorprendiendo a Aurora, Lucián hizo algo inesperado. Se acercó más y la acorraló contra la barra, tomando su mentón de forma coqueta y seductora.

—Gracias por entender, mi dulce Aurora. Por eso eres de mis favoritas —le susurró al oído con voz gruesa.

Aurora se sintió atrapada por la cercanía repentina de Lucián, su corazón latiendo con fuerza en su pecho mientras él la acorralaba suavemente contra la barra. Su rostro ardía de vergüenza ante la intensidad de la mirada de Lucián y el tono seductor de sus palabras. A pesar de saber que era parte de su encanto habitual con los clientes, no pudo evitar sentir una oleada de emoción y nerviosismo.

—¿Tú? Ay... como si no te conociera —balbuceó, luchando por mantener la compostura frente a la proximidad abrumadora de Lucián y su gesto coqueto. El roce de sus dedos en su mentón envió un cosquilleo eléctrico por su piel, y su voz grave susurrando en su oído solo intensificó las mariposas revoloteando en su estómago. Se mordió el labio inferior, tratando de controlar la oleada de sensaciones que la invadía—. Pero... sabes que en lo que pueda ayudarte, Lucian —murmuró, su voz apenas un susurro, mientras se esforzaba por mantener la compostura.

El roce de sus manos y el contacto directo de su piel enviaron escalofríos por su espalda, y un rubor intenso se apoderó de sus mejillas. La cercanía repentina y la expresión seductora de Lucián desataron una mezcla de emociones en Aurora. Por un lado, se sentía halagada por la atención especial que recibía, pero por otro lado, se preguntaba si sus sentimientos hacia él estaban empezando a complicarse más de lo que deberían en un simple ambiente de trabajo. Pensó en apartarlo y continuar con sus actividades, pero quiso alargar el momento un poco más.

Tragó saliva con nerviosismo, buscando las palabras adecuadas para responder y no mostrarse tan transparente, pero antes de que pudiera articular una frase coherente, Lucián se le adelantó y se apartó con un gesto juguetón y una sonrisa traviesa.

—Bueno, mejor volvamos a trabajar, ¿no crees? —dijo Lucián, su tono casual y ligero, como si nada extraordinario hubiera sucedido entre ellos.

Aurora asintió con rapidez, tratando de recuperar la compostura y seguir adelante como si nada hubiera ocurrido. Sin embargo, en el fondo de su mente, la imagen de Lucián tan cerca de ella seguía resonando, desatando una oleada de emociones contradictorias que no pudo ignorar.

La escena se desvaneció gradualmente mientras Lucián se apartaba con un gesto juguetón, rompiendo el hechizo momentáneo que los había envuelto. Aurora intentó recuperar la compostura, pero su mente seguía girando en torno a la intensidad del momento compartido con Lucián. ¿Qué significaba todo eso? Se preguntó en silencio mientras asentía ante las palabras de Lucián, tratando de ocultar su turbulencia interior tras una sonrisa forzada.

Con paso vacilante, regresó a su puesto detrás del mostrador, esforzándose por concentrarse en las tareas que tenía por delante. Sin embargo, la imagen de Lucián tan cerca de ella seguía resonando en su mente, desatando una oleada de emociones contradictorias que no pudo ignorar.

El resto de la tarde transcurrió en un torbellino de actividad, pero Aurora se encontraba en una neblina de pensamientos confusos. Cada vez que sus miradas se cruzaban con las de Lucián, experimentaba un cosquilleo en el estómago y una sensación de calor que le subía por el cuello. «Carajo, él es menor que yo y aún así me tiene en este estado», se regañó a sí misma.

Mientras servía café y atendía a los clientes, Aurora luchaba por mantener la compostura y ocultar el torbellino de emociones que la invadía. Pero la voz crítica en su mente resonaba con fuerza mientras continuaba con sus labores en la cafetería. A pesar de sus esfuerzos por concentrarse en el trabajo, su mente seguía dando vueltas, tratando de entender los sentimientos confusos que la embargaban.

Los minutos se arrastraban mientras Aurora luchaba por mantener la compostura ante los clientes, pero por dentro, su corazón latía con fuerza, recordándole constantemente la cercanía de Lucián y las emociones que despertaba en ella. Era frustrante admitirlo, pero el hecho de que Lucián fuera más joven que ella solo intensificaba el conflicto interno que experimentaba.

A medida que el día llegaba a su fin y los clientes empezaban a marcharse, Aurora se encontró suspirando con alivio y, al mismo tiempo, con una sensación de vacío. Sabía que tendría que enfrentarse a sus sentimientos tarde o temprano, pero por ahora, solo quería encontrar un momento de calma y claridad en medio de la tormenta emocional que la envolvía.

Con el cierre de la cafetería, Aurora, Lucián, Mei y Val se quedaron atrás, recogiendo los últimos detalles antes de dirigirse a casa. Aunque el bullicio de la jornada laboral había disminuido, su mente seguía zumbando con pensamientos sobre Lucián. Se preguntaba si él había percibido su incomodidad o si había interpretado mal sus gestos.

Mientras recogían los últimos detalles antes del cierre, Aurora se esforzaba por mantener la calma y la compostura frente a Lucián. Cada interacción con él la llevaba a cuestionarse si había sido demasiado evidente en su incomodidad o si él había notado su turbulencia emocional. ¿Habría interpretado correctamente sus gestos o simplemente los había pasado por alto?

La presencia de Mei y Val añadía una capa adicional de complejidad a la situación. Aunque intentaba centrarse en sus tareas, su mente seguía divagando hacia Lucián. ¿Qué pensaría Mei de su interacción con él? ¿Y Val? Aurora se sentía atrapada en un torbellino de dudas y ansiedades, incapaz de encontrar respuestas claras en medio de la confusión que reinaba en su mente.

Aurora observó a Val mientras limpiaba las últimas mesas. Val, una mujer de 25 años de estatura relativamente pequeña, irradiaba una presencia imponente que no pasaba desapercibida. Con su cabello corto y oscuro, y esos penetrantes ojos rojos que parecían escrutarlo todo, Val emanaba una confianza y sensualidad irresistibles. Sus senos firmes y redondos, junto con sus labios pintados de un rojo intenso, eran un reflejo de su seguridad en sí misma, un rasgo distintivo de su personalidad ruda y engreída.

A pesar de sus diferencias, Aurora admiraba la fuerza y la determinación que Val demostraba en cada tarea, incluso en las más mundanas como limpiar mesas. La música suave de fondo, que solía ser reconfortante, ahora parecía sumergirla aún más en sus pensamientos, como si cada nota resonara en sintonía con sus reflexiones internas. En medio de esa atmósfera cargada de emociones, Aurora se esforzaba por encontrar claridad en su mente, pero cada vez se sentía más atrapada en una red de incertidumbres y dudas que la rodeaba.

—¿Qué tanto me ves, Aurora? —Val volteó y le dio una sonrisa coqueta—. Sé que soy hermosa, pero tu mirada me extraña —dijo con una risita—. ¿Qué te preocupa, niña?

Aurora se sintió momentáneamente abrumada por la repentina pregunta de Val, quien la había sorprendido observándola. Desvió la mirada por un instante, sintiéndose avergonzada por haber sido descubierta en ese momento de distracción. Sin embargo, logró recobrar la compostura y enfrentó a Val con una sonrisa un tanto nerviosa.

—Oh, no es nada importante, Val. Solo estaba... reflexionando sobre algunas cosas —respondió Aurora, tratando de restar importancia al asunto.

La expresión juguetona de Val no se desvaneció, y su sonrisa coqueta parecía intrigada por la respuesta de Aurora. Se acercó a ella, moviendo sus caderas de manera seductora mientras se recargaba en la barra, como si estuviera a punto de escuchar un chisme emocionante.

—¿Reflexionando, eh? ¿Sobre qué? —inquirió Val con curiosidad, inclinándose aún más hacia adelante, como si estuviera dispuesta a escuchar cada detalle de los pensamientos de Aurora.

Aurora titubeó por un momento, sintiéndose incómoda al tener que explicar sus pensamientos tan repentinamente. Sin embargo, decidió dar un voto de confianza a Val y compartir un poco de lo que la estaba perturbando.

—Bueno, es solo que... hoy ha sido un día un poco extraño, ¿sabes? —comenzó Aurora, buscando las palabras adecuadas para expresar sus sentimientos—. Me he sentido un poco... confundida, supongo.

Val asintió con su sonrisa de siempre, alentándola a continuar con un gesto de su mano.

—Es solo que... bueno, últimamente he estado pensando mucho en Lucián —confesó Aurora, su voz un tanto más baja, como si estuviera revelando un secreto—. Y hoy, cuando lo vi tan cerca de Sofí y luego... bueno, tú sabes, con Mei también, me hizo sentir un poco... incómoda, supongo.

Val escuchaba atentamente, con una expresión de interés en su rostro. Asintió comprensivamente ante las palabras de Aurora, alentándola a seguir adelante.

—Entiendo. Lucián puede ser un poco... coqueto, ¿verdad? Pero no creo que debas preocuparte demasiado por eso, cariño —respondió Val, tratando de reconfortarla—. Él es así con todas, es solo su manera de ser amable y encantador. No creo que signifique nada más que eso.

Las palabras de Val trajeron un poco de calma a Aurora, aunque su mente seguía dando vueltas con la idea de la atención de Lucián hacia otras mujeres. Sin embargo, lo que dijo a continuación tomó a Aurora por sorpresa. Val se acercó a su oído y con voz sensual le susurró unas palabras sugerentes y provocativas.

—Además —añadió Val—, pienso que deberíamos compartir a Lucián entre nosotras, ¿no lo crees? A todas nos atrae Luci, así que pienso que deberíamos compartirlo. ¿Qué opinas?

El tono de Val y su sugerencia descarada dejaron a Aurora ruborizada y boquiabierta por un momento. No sabía cómo reaccionar ante la propuesta de compartir a Lucián, aunque una parte de ella se sintió intrigada por la idea. Sin embargo, no estaba segura de cómo Lucián reaccionaría ante esa sugerencia, y la idea misma la llenaba de nerviosismo y excitación.

—Eh... bueno, yo... —balbuceó Aurora, sintiéndose repentinamente nerviosa ante la propuesta de Val—. No estoy segura de qué pensar al respecto. Quiero decir, Lucián es... bueno, es nuestro amigo y compañero de trabajo, ¿no?

Val le dio una sonrisa traviesa, como si estuviera disfrutando de su incomodidad.

—Claro, es nuestro amigo y compañero de trabajo, pero ¿qué tiene de malo compartir un poco de diversión entre amigas, hmm? —replicó Val, con una mirada sugerente—. Además, todos somos "Despertados", somos cazados por la DECD (División Especial de Control de Despertados) y asesinados por otros Despertados o por los Incompletos. Así que, ¿por qué no disfrutar nuestra vida, que constantemente está en peligro?

Las palabras de Val resonaron en la mente de Aurora, trayendo consigo una nueva capa de complejidad a la situación. La mención de que todos eran "Despertados", perseguidos por la DECD y en constante riesgo de ser cazados por otros Despertados o por los Incompletos, añadió un sentido de urgencia y vulnerabilidad a la conversación. Aquella realidad siempre presente en sus vidas, marcada por la persecución y el peligro constante, hizo que la propuesta de Val pareciera más razonable y tentadora.

Aurora se sintió atrapada en un torbellino de pensamientos mientras consideraba las implicaciones de lo que Val había dicho. La idea de disfrutar de la vida mientras aún podían, de buscar consuelo y placer en medio de la incertidumbre y el peligro, tenía un atractivo innegable. ¿Por qué no permitirse un poco de diversión y distracción en un mundo tan oscuro y peligroso?

Sin embargo, también estaba la cuestión de sus propios sentimientos hacia Lucián y cómo podrían verse afectados por una dinámica tan complicada como la propuesta por Val. La idea de compartir a Lucián entre ellas despertaba emociones contradictorias en Aurora, pero al mismo tiempo, la urgencia de vivir plenamente mientras aún podían no podía ser ignorada.

—Tienes razón, Val —respondió finalmente Aurora, con una mezcla de determinación y nerviosismo en su voz—. Tal vez no sea tan mala idea después de todo. Necesito pensar en ello, pero... estoy dispuesta a considerarlo.

La confesión de Aurora fue recibida con una sonrisa triunfante por parte de Val, quien asintió con aprobación.

—¡Así me gusta, niña! —exclamó Val, dándole un golpecito juguetón en el hombro—. Piénsalo bien y, cuando estés lista, hablamos. Quién sabe, tal vez podamos hacer de esto algo realmente emocionante.

El gemido repentino hizo que Aurora y Val se detuvieran en seco, intercambiando miradas de sorpresa y confusión. Un rubor se extendió por las mejillas de Aurora mientras se esforzaba por procesar lo que acababa de escuchar. La atmósfera en la cafetería se volvió tensa, y el sonido del gemido parecía resonar en el aire, cargado de un significado incierto pero innegablemente sugerente. Val frunció el ceño, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y malicia.

—¿Qué demonios está pasando ahí dentro? —murmuró, su voz apenas un susurro, mientras se inclinaba ligeramente hacia adelante, como si tratara de captar cualquier sonido adicional desde la cocina.

Aurora, por su parte, se sentía abrumada por una oleada de emociones confusas. No sabía qué pensar ni cómo reaccionar ante la situación. La idea de que Lucián y Mei estuvieran compartiendo un momento íntimo detrás de escena era desconcertante, por decir lo menos, y despertaba una mezcla de celos y curiosidad en su interior.

—No lo sé... Tal vez deberíamos ir a ver —sugirió, su voz apenas un susurro nervioso mientras se dirigía hacia la cocina con Val siguiéndola de cerca.

Al adentrarse en la cocina, Aurora y Val se encontraron con una escena que las dejó perplejas. Lucián, con el rostro completamente enrojecido, se encontraba de pie junto a Mei, cuya expresión estaba llena de satisfacción y malicia. El rubor en el rostro de Lucián era evidente, y su mirada se desviaba incómodamente mientras trataba de ocultar su vergüenza. Por otro lado, Mei lucía una sonrisa traviesa y desafiante, con un chupetón claramente visible en su cuello.

Aurora se quedó sin aliento por un momento, sin saber qué decir o hacer ante esa situación. La sorpresa y el desconcierto se reflejaban en su rostro, mientras intentaba procesar lo que acababa de presenciar. Val, por su parte, observaba la escena con una ceja arqueada, claramente entretenida por la situación.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —exclamó Val, su voz mezclada con incredulidad y diversión.

Lucián y Mei se miraron el uno al otro, intercambiando una mirada cómplice antes de que Mei respondiera con un aire de triunfo en su voz.

—Oh, nada importante. Solo estoy cobrando la recompensa que Lucián me prometió por ayudarlo con un pequeño problema en la cafetería —explicó Mei, su tono de voz lleno de picardía.

La revelación dejó a Aurora atónita. No sabía cómo reaccionar ante esa revelación, pero la sensación de incomodidad y celos que había estado experimentando se intensificó. Miró a Lucián, buscando una explicación o una señal de que esto era solo un malentendido, pero él evitaba su mirada, su expresión tensa y avergonzada.

Val, viendo la tensión en el aire, decidió intervenir.

—Bueno, bueno —dijo con una sonrisa astuta—, parece que alguien ha estado muy ocupado. Pero Mei tiene razón, todos merecemos disfrutar un poco, ¿no es así? —Su tono era ligero, pero había un trasfondo de advertencia en su mirada hacia Lucián.

—¿Y ya me dirás qué problema era ese? —preguntó Aurora, cruzándose de brazos, enfatizando sus grandes pechos mientras intentaba mantener la compostura ante la sorprendente revelación. Su voz, aunque seria, apenas ocultaba el desconcierto que sentía en ese momento—. ¿Y? No me dirán —inquirió, su tono ligeramente elevado reflejando su indignación.

Lucián, visiblemente incómodo, evitaba su mirada mientras Mei parecía disfrutar del espectáculo, con una sonrisa maliciosa bailando en sus labios.

—Oh, solo un pequeño inconveniente en la cafetería. Nada que no pudiera manejar con un poco de ayuda, ¿verdad, Lucián? —respondió Mei, con un toque de burla en su voz.

La explicación de Mei solo aumentó la confusión de Aurora. ¿Qué tipo de "inconveniente" podría justificar un chupetón en el cuello de Mei? Se sintió traicionada y herida por la falta de transparencia de Lucián y la actitud arrogante de Mei.

—No me vengas con evasivas, Mei. Quiero saber qué está pasando aquí —dijo Aurora, su tono ahora más firme y decidido—. Lucián, tú también tienes que explicarte. No puedes simplemente ignorar lo que acabas de hacer.

Lucián finalmente levantó la mirada, encontrándose con la mirada intensa de Aurora. Sus ojos morados parecían los de un cachorrito regañado, lo que solo agregaba confusión a la mezcla de emociones de Aurora. A pesar de sentirse herida y traicionada, no podía evitar sentir una punzada de compasión al ver la expresión de arrepentimiento en el rostro de Lucián. Era extraño cómo podía alternar entre miradas coquetas y sugerentes y otras tan tiernas y vulnerables que la hacían querer ceder y perdonarlo.

—Lo siento, Aurora. Fue un error. No debí... —comenzó Lucián, pero fue interrumpido por la risa maliciosa de Mei.

—Oh, vamos, Lucián. No te hagas el inocente ahora. Tú también disfrutaste cada momento —dijo Mei, con una sonrisa burlona, mientras se pasaba la mano por el chupetón en su cuello de forma sugerente.

Aurora apretó los puños, sintiendo una oleada de ira y frustración ante la actitud descarada de Mei y la falta de honestidad de Lucián.

—Esto es inaceptable, Lucián. No puedo creer que hayas... —comenzó Aurora, pero se detuvo abruptamente al ver la expresión de dolor en los ojos de Lucián. La presión en su pecho se desvaneció un poco al ver el remordimiento genuino en su rostro. Tal vez había sido demasiado dura con él. Suspiró, luchando por mantener la calma y encontrar una solución a la situación.

Aurora respiró profundamente, intentando controlar sus emociones antes de continuar.

—¿Y cuál fue el favor, Luci? —interrumpió Val con una sonrisa sugerente, acercándose coquetamente a Lucián y rodeando su cuello con sus brazos. Aunque la ira burbujeaba en su interior, intentó mantener la calma y abordar la situación con seriedad.

Lucián se quedó en silencio por un momento, mirando de un lado a otro, incómodo por la atención que estaba recibiendo. Se pasó la mano por el cabello, buscando las palabras adecuadas para explicarse.

—Fue solo un pequeño problema con la máquina de café. Estaba atascada y Mei me ayudó a arreglarla, pero... —intentó explicar Lucián, pero fue interrumpido nuevamente, esta vez por una risita burlona de Mei.

—Oh, vamos, Lucián. No tienes que ser tan reservado. Todos aquí sabemos cuál fue el verdadero "favor" que pedí —dijo Mei, con una mirada traviesa y una sonrisa pícara.

Aurora apretó los dientes, sintiendo que su paciencia se agotaba rápidamente. La actitud descarada de Mei y la evasión de Lucián solo la frustraban más. Sin embargo, se obligó a mantener la compostura y abordar la situación de manera madura y directa.

—Lucian, necesitas ser honesto. ¿Qué es lo que realmente está pasando aquí? —dijo Aurora, su tono más suave pero aún firme.

Lucián suspiró, bajando la cabeza.

—Mei... Mei me ofreció su ayuda con la máquina, y yo... accedí a su condición para agradecerle. No fue nada serio, Aurora. Solo un momento de debilidad —admitió, con voz apenada.

Aurora lo miró fijamente, tratando de evaluar la sinceridad en sus palabras. Val, mientras tanto, soltó una risita y le dio un golpecito en la espalda a Lucián.

—Vaya, Luci. Pareces metido en un buen lío —dijo Val, con un tono de burla—. Pero Aurora, tal vez deberías considerar que, en nuestro mundo, estos deslices son inevitables. Además, no creo que le puedas reclamar a nuestro dulce Luci. No es tu hombre ni el de alguna de nosotras para que lo celes.

Lucián permaneció en silencio, visiblemente incómodo por la situación. Mei, por otro lado, parecía disfrutar cada momento de la tensión creciente en el ambiente. Con una sonrisa engreída y ganadora, se acercó aún más a Lucián, deleitándose en su incomodidad.

—Bueno, el "pequeño favor" que Lucián me pidió no tuvo nada que ver con la máquina de café, ¿verdad, Luci? —dijo Mei con tono sugerente, jugando con la complicidad entre ellos.

Lucián tragó saliva, sabiendo que no había forma de escapar de la situación ahora.

—En realidad, lo que Lucián quería era... un poco de entretenimiento extra después del trabajo, ¿no es así, Luci? —continuó Mei, con una mirada traviesa, mientras acariciaba el brazo de Lucián con descaro.

Aurora apretó los puños, sintiendo cómo la ira comenzaba a brotar dentro de ella. No podía creer que Lucián hubiera estado involucrado en algo así, y mucho menos que Mei estuviera disfrutando tanto de revelarlo. Sin embargo, se obligó a mantener la calma y esperar a escuchar la respuesta de Lucián antes de saltar a conclusiones precipitadas.

Lucián se sintió atrapado entre la mirada acusadora de Aurora, la cercanía insinuante de Mei y los brazos envolventes de Val. Avergonzado, desvió la mirada hacia el suelo, sin atreverse a enfrentar la decepción en los ojos de Aurora.

—Es cierto, Mei. Pero no fue lo que parece. Yo... yo no pedí eso —confesó Lucián, su voz apenas un susurro. Se sentía atrapado en un torbellino de emociones, luchando por explicarse mientras se encontraba en una situación incómoda y comprometedora.

Val lo miró con sorpresa, soltando su agarre y retrocediendo un paso. Mei también parecía desconcertada por la confesión de Lucián, aunque una chispa de diversión brillaba en sus ojos.

—Entonces, ¿qué fue lo que pediste, Luci? —inquirió Aurora, su voz más suave ahora, reflejando la preocupación en su rostro.

Lucián inhaló profundamente, reuniendo toda su valentía antes de hablar.

—Lo que realmente quería era... un masaje —confesó finalmente, su voz temblorosa pero sincera—. Desde que era niño, he tenido dificultades para conciliar el sueño. Las pesadillas... me atormentan todas las noches. Mei me ofreció un masaje para ayudarme a relajarme y dormir mejor. Eso fue todo. Lo siento si causó alguna confusión o preocupación.

Las palabras de Lucián resonaron en el silencio tenso de la cocina. Aurora sintió cómo la ira y la decepción se disipaban lentamente, reemplazadas por la comprensión y la empatía hacia su compañero de trabajo y amor no tan secreto.

Val rompió la tensión con una risita coqueta, moviendo sensualmente sus caderas mientras se acercaba a Lucián.

—Bueno, Luci, si lo que necesitas es un buen masaje para relajarte, puedo ayudarte con eso —dijo Val con una sonrisa traviesa, su voz cargada de sugerencia—. Y si eres tan generoso con tus recompensas, imagina lo bien que podría hacerlo yo. Aunque, claro, tendría que pedir algo un poco más... interesante, ¿no crees?

Con un gesto juguetón, Val rodeó a Lucián con sus brazos, enterrándolo en su generoso escote. La acción provocó una mirada de irritación en Mei, cuyos ojos destellaban de celos. Aurora, por su parte, sintió un nudo en el estómago al presenciar la escena, una mezcla de molestia y confusión agitando sus emociones.

—¡Deja de acosarlo, Val! ¡Estás siendo irrespetuosa! —exclamó Mei con dramatismo, su rostro reflejando su desaprobación, mientras Aurora asentía en señal de acuerdo, lanzando miradas de advertencia a Val.

Sin embargo, Val parecía ignorar sus protestas y se limitaba a sonreír, observando la expresión de Lucián, que oscilaba entre la vergüenza y la incomodidad mientras estaba atrapado entre sus pechos.

—Oh, vamos, chicas, no parece tan incómodo, ¿verdad, Luci? —dijo Val con una sonrisa traviesa, disfrutando de la atención que generaba—. Además, si él no se queja, ¿por qué deberíamos hacerlo nosotras?

—Val, por favor, suéltame —murmuró Lucián, tratando de deshacerse del abrazo con delicadeza, pero Val lo retuvo con un apretón juguetón.

—Vamos, chicas, no sean tan dramáticas —continuó Val, su tono juguetón pero con un toque de malicia—. Lucián y yo nos estamos divirtiendo, ¿verdad?

Lucián asintió débilmente, sintiéndose atrapado en una situación incómoda, sin saber cómo salir de ella. Las miradas de Mei y Aurora se llenaron de preocupación, pero no sabían cómo intervenir sin empeorar las cosas.

Lucián se encontraba en una encrucijada emocional. Por un lado, se sentía incómodo por la situación comprometedora en la que se encontraba, pero por otro, no podía negar que el cálido abrazo de Val y la sensación de estar rodeado por su cuerpo lo estaban reconfortando de una manera extraña. Con un suspiro resignado, Lucián admitió en voz baja:

—Bueno, en realidad, no es tan incómodo como parece.

Su confesión provocó un destello de triunfo en los ojos de Val, quien lo abrazó con más fuerza, sintiéndose complacida por su respuesta. Mei y Aurora intercambiaron miradas celosas, sin estar seguras de cómo reaccionar ante la situación.

—Creo que deberíamos empezar a cerrar —dijo Lucián finalmente, tratando de deshacerse con delicadeza del abrazo de Val, aunque sin querer admitir lo agradable que le resultaba.

Val, con una sonrisa pícara, lo soltó y se apartó con un guiño juguetón.

—Oh, claro, cariño. No queremos que la noche se nos escape —respondió con una melodiosa risa, mientras comenzaba a recoger las últimas cosas.

Lucián se unió a ella en el proceso, tratando de ignorar las miradas interrogantes de Mei y Aurora, quienes seguían sin comprender del todo la dinámica entre ellos. Aurora observó la escena con una mezcla de incredulidad y confusión. Aunque Val siempre había sido coqueta y provocativa, la manera en que interactuaba con Lucián esa noche era más intensa de lo habitual. Mei, por su parte, miraba con los brazos cruzados, con una expresión entre molesta y desconcertada.

Aurora decidió que era momento de abordar la situación directamente. Se acercó a Lucián y Val, su voz firme pero tranquila.

—Val, ¿podrías darnos un momento a solas, por favor? Necesito hablar con Lucián —pidió Aurora, su mirada fija en Val, intentando mantener la calma.

Val arqueó una ceja, pero finalmente asintió, soltando un suspiro dramático.

—Claro, Aurora. Solo intenta no ser demasiado dura con él, ¿de acuerdo? —dijo Val con una sonrisa antes de retirarse al fondo de la cocina.

Cuando Val se alejó, Aurora miró a Lucián directamente a los ojos, su expresión una mezcla de preocupación y determinación.

—Lucián, necesito que me digas la verdad. ¿Qué está pasando realmente entre tú y Val? —preguntó Aurora, su voz suave pero urgente.

Lucián, aún sintiéndose incómodo, suspiró y finalmente respondió.

—Aurora, lo siento si esto te ha molestado. Val y yo... bueno, no hay nada serio entre nosotros. Ella solo estaba jugando y yo... me dejé llevar un poco. No quise causar ningún problema —dijo Lucián, su voz llena de arrepentimiento.

Aurora asintió lentamente, procesando sus palabras.

—Entiendo, Lucián. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti. Pero necesitamos ser honestos unos con otros, especialmente en momentos como este. No podemos permitir que estas situaciones nos dividan —dijo Aurora, su voz suave pero firme.

Lucian asintió, sintiéndose aliviado por la comprensión de Aurora.

—Lo sé, Aurora. Prometo ser más cuidadoso y transparente a partir de ahora —dijo Lucián, su voz sincera.

Después de terminar de recoger y cerrar la cafetería, todos se dirigieron hacia el vestuario para cambiarse antes de irse a casa. Lucián optó por una camiseta negra de manga larga que se ajustaba ligeramente a su cuerpo, resaltando su figura esbelta y marcada. La tela suave contrastaba con su piel blanca, mientras que sus cabellos negros con destellos morados caían de manera desordenada sobre su rostro atractivo. Completó su atuendo con unos vaqueros oscuros y una chaqueta del mismo color para protegerse del frío del otoño.

Aurora, que solo usaba la ropa con la que había ido a la universidad, llevaba un suéter de lana de color gris, que contrastaba con su melena, y unos pantalones vaqueros ajustados que realzaban sus curvas. Un par de botas negras altas mantenían sus pies calientes mientras caminaba por las frías calles de la ciudad.

Mei, por otro lado, se decantó por un abrigo largo de color marrón oscuro que combinaba con unos pantalones negros ajustados y una bufanda de lana gruesa. Su cabello negro liso le caía por la espalda, añadiendo un toque de elegancia a su conjunto.

Val, siempre atrevida en su estilo, lucía un vestido ajustado de color rojo intenso que resaltaba su figura. Combinó el vestido con unas botas altas negras y una chaqueta de cuero del mismo color. Su cabello corto y oscuro enmarcaba su rostro, acentuando su expresión de confianza y seguridad.

Con sus atuendos listos y abrigados para enfrentar el frío nocturno, Lucián sacó las llaves de su bolsillo y se dirigió hacia el aparcamiento, donde su automóvil aguardaba bajo la luz de un farol. Era un vehículo impresionante, con líneas elegantes y un diseño que recordaba a los clásicos muscle cars de antaño. Las luces tenues del estacionamiento hacían resplandecer la pintura roja y las rayas negras brillantes del automóvil, mientras que las llantas cromadas añadían un toque de sofisticación.

—Chicas, ¿quieren que las lleve a casa? —propuso Lucián, con una sonrisa amistosa, mientras desbloqueaba las puertas del auto—. Mi coche está justo aquí, y puedo dejarlas en sus respectivos destinos.

Aurora y Mei intercambiaron miradas breves antes de asentir con agradecimiento. Val, siempre segura de sí misma, aceptó la oferta con una sonrisa deslumbrante.

—¡Claro que sí, Lucián! ¿Y quién se resistiría a dar un paseo en este magnífico Nightfire? —exclamó Val, emocionada, mientras se dirigía hacia el asiento del copiloto con un aire de confianza.

Lucián abrió la puerta del conductor y se deslizó en el asiento, mientras ocupaban sus lugares en el interior del automóvil. El motor ronroneó con una potencia contenida, listo para emprender el camino hacia el hogar de cada una de ellas.

Mientras Lucián conducía por las calles iluminadas de la ciudad, el ambiente dentro del automóvil se llenó de una atmósfera relajada y cómoda. Mei observaba por la ventana con curiosidad, admirando los destellos de las luces nocturnas, mientras Val tarareaba una melodía suave y Aurora se recostaba en el asiento, sumida en sus pensamientos.

—Oye, Lucián, ¿alguna vez nos has contado cuál es tu talento? —preguntó Val de repente, rompiendo el silencio con su voz animada.

Lucián mantuvo la vista fija en la carretera, pero una leve tensión se apoderó de su postura. Era un tema que evitaba deliberadamente, y aunque sus amigos se habían acostumbrado a su reluctancia a hablar de ello, de vez en cuando surgía la curiosidad.

—Ya saben, siempre hemos compartido nuestros talentos entre nosotras. ¿Por qué no nos cuentas el tuyo? —insistió Mei, mirándolo con una mezcla de curiosidad y complicidad en sus ojos.

Lucián se mordió el labio inferior, indeciso sobre cómo responder. Era un secreto que guardaba celosamente.

—Chicas, ya saben que prefiero mantener eso en privado —respondió evasivamente, con una sonrisa forzada—. No es nada especial, de verdad. Mejor hablemos de algo más interesante, ¿de acuerdo?

Aurora asintió en silencio, comprendiendo la incomodidad de Lucián. Era un tema delicado, y aunque su curiosidad estaba picada, respetaba su deseo de no hablar al respecto. Sin embargo, una pequeña chispa de intriga se encendió en su interior, preguntándose qué poderes ocultos podrían estar latentes en su misterioso compañero de trabajo.

Val suspiró, aparentemente dispuesta a dejar el tema por ahora.

—Está bien, Lucián. Solo queríamos conocerte un poco mejor. Pero respetamos tu privacidad —dijo, con una sonrisa comprensiva.

Mei asintió, mirando a Lucián con una mezcla de empatía y curiosidad no resuelta. A pesar de su deseo de saber más, también entendía la importancia de respetar los límites personales de sus amigos.

La conversación cambió a temas más ligeros mientras el coche avanzaba por las calles iluminadas de la ciudad, cada uno de ellos disfrutando de la compañía y el calor del automóvil en una fría noche de otoño.

A medida que continuaban su camino, Lucián y Val intercambiaron miradas rápidas pero significativas, una señal silenciosa de que algo no estaba bien. Lucián apretó levemente el volante, su expresión seria y concentrada mientras observaba el retrovisor. Val, por su parte, mantuvo la compostura, pero una tensión apenas perceptible se reflejaba en sus ojos.

—Chicas, ¿han notado que nos están siguiendo? —preguntó Lucián en voz baja, sin apartar la mirada de la carretera.

El tono grave de Lucián hizo que Mei y Aurora se enderezaran en sus asientos, mirándose entre ellas con preocupación. Aunque no estaban acostumbradas a este tipo de situaciones, sabían que algo serio estaba ocurriendo.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Aurora, su voz temblorosa ante la inquietante posibilidad de peligro.

Aunque Mei y Aurora miraban a Val en busca de orientación, era evidente que la calma de Val contrastaba con la ansiedad que se propagaba en el interior del automóvil. Sabían que entre todos los que trabajaban con ella, Val, Dante y Lucián eran los únicos con experiencia en peleas verdaderas, con un historial marcado por enfrentamientos mortales y peligrosos. Recordaban vívidamente las historias sobre los coliseos clandestinos, donde los "Despertados" luchaban a muerte para entretener a la élite adinerada y obtener ganancias. Dante y Lucian habían participado en estos combates, una realidad que no escapaba a la mente de Mei y Aurora. Además, Val había sido miembro de una banda criminal, lo que la había obligado a adoptar un enfoque pragmático hacia la supervivencia, aunque esto significara enfrentarse a situaciones de alto riesgo.

Ante la mirada ansiosa de sus compañeras, Val mantuvo una expresión imperturbable, como si estuviera preparada para esta eventualidad. Aunque era consciente del peligro que representaba la situación, su experiencia previa le había enseñado a mantener la compostura en momentos de crisis. Con una serenidad que contrastaba con la tensión en el ambiente, Val tomó el control de la situación y ofreció una solución para lidiar con el posible peligro.

—Tenemos que perderlos de vista y asegurarnos de que no sean una amenaza —respondió Val, su tono firme y decidido—. Lucián, conozco un lugar donde podríamos... manejar este asunto. Es un poco alejado de la ciudad, pero es seguro y discreto.

Lucián asintió, sin decir más. Siguió las indicaciones de Val, desviando el curso hacia un camino más apartado que los llevaría lejos del peligro inminente, y quizás, hacia un enfrentamiento inevitable. Mientras el paisaje urbano se desvanecía en el espejo retrovisor, el bullicio de la ciudad dejaba paso al silencio del camino rural. La luna, apenas un destello en el oscuro firmamento, iluminaba débilmente el camino, creando sombras danzantes entre los árboles que bordeaban la carretera. El brillo de las luces del automóvil era la única compañía en la oscuridad de la noche, mientras avanzaban hacia su destino desconocido.

Lucián y Val permanecían en silencio, pero cada uno estaba alerta, consciente de la tensión que se acumulaba en el ambiente. El rugido del motor del automóvil parecía un eco de la agitación que sentían dentro de ellos. A pesar de la calma aparente, sus mentes estaban ocupadas con el pensamiento de lo que vendría a continuación. Val mantenía la vista fija en el camino, su expresión serena pero vigilante. Conocía cada giro y cada recoveco de la ruta que seguían, un conocimiento adquirido en sus días tumultuosos en las calles. Lucián, por su parte, estaba más tranquilo de lo que aparentaba. Aunque sentía la tensión en el aire, confiaba en la habilidad de Val para manejar la situación.

El tiempo pasaba lentamente mientras se adentraban más y más en la oscuridad del bosque. A medida que avanzaban, el entorno se volvía más sombrío y opresivo, como si el mismo bosque estuviera ansioso por desafiar su presencia.

Finalmente, Lucián tomó un desvío y condujo por un estrecho camino de tierra que serpenteaba entre los árboles. El sonido de las hojas crujientes bajo las llantas era el único ruido que rompía el silencio. Después de unos minutos, llegaron a un claro oculto, rodeado por altos árboles que proporcionaban una cobertura natural.

—Aquí estamos —dijo Val, su voz firme mientras observaba el entorno—. Este lugar es perfecto para lidiar con cualquier amenaza. Mei y Aurora, quédense en el coche. Lucián y yo nos encargaremos de esto.

Lucián apagó el motor y asintió, listo para enfrentar lo que fuera que los seguía. Mei y Aurora intercambiaron miradas preocupadas pero obedientes, quedándose en el interior del automóvil. Val y Lucián salieron, preparados para cualquier confrontación que pudiera surgir en la oscuridad del bosque.

El silencio se hizo más profundo, y cada sombra parecía ocultar un peligro potencial. Val y Lucián avanzaron con cautela, sus sentidos agudizados y listos para cualquier cosa.

Apenas tuvieron tiempo de salir del vehículo cuando la camioneta que los seguía se detuvo frente a ellos. Desde el interior del vehículo, emergieron seis hombres y dos mujeres, cuyas miradas hambrientas y gestos agresivos dejaban en claro sus intenciones. Eran "Incompletos", como los llamaban. Su presencia era una advertencia clara de peligro inminente. Lucián apretó los puños, sintiendo una oleada de adrenalina recorrer su cuerpo mientras se preparaba para lo que venía a continuación. A su lado, Val permanecía tranquila pero alerta, lista para enfrentar cualquier amenaza que se presentara.

Los "Incompletos" se acercaron lentamente, sus movimientos erráticos y sus miradas salvajes revelaban la profunda inestabilidad que los consumía. Lucián y Val intercambiaron una mirada rápida, comunicándose sin necesidad de palabras. Sabían que debían actuar con rapidez si querían salir de esa situación con vida. Antes de que pudieran actuar, Val tomó la iniciativa.

—Bienvenidos, amigos. ¿Qué les trae por aquí esta noche? —preguntó Val, su voz tranquila pero cargada de autoridad.

Los "Incompletos" gruñeron en respuesta, mostrando sus dientes en una mueca grotesca.

—Buscamos algo... especial —respondió uno de los hombres, su voz áspera y llena de malicia.

Lucian frunció el ceño, reconociendo la sed de sangre en sus palabras. Val mantuvo la compostura, su mirada firme mientras evaluaba la situación. Sabía que debían actuar con cautela.

Ante la amenaza que representaban los "Incompletos", Mei y Aurora salieron del auto, sus expresiones tensas pero decididas. Sabían que debían apoyar a Lucian y a Val en caso de que la situación se volviera violenta. Aunque no tenían la experiencia en combate de sus compañeros, estaban dispuestas a hacer lo que fuera necesario para protegerse a sí mismas y a los demás.

Mientras tanto, uno de los "Incompletos" se dirigió a Val con una mirada lasciva y una sonrisa desagradable en el rostro.

—Mira lo que tenemos aquí, chicos. Una perra lista para jugar y otras dos en ese lindo auto —dijo con voz ronca, sus palabras cargadas de insinuaciones indecentes.

Val apretó los puños, conteniendo su indignación ante el comentario grosero.

—No estamos aquí para tus juegos, así que recomendaría que te vayas por donde viniste —respondió Val, su tono firme y desafiante.

Los ojos de Mei y Aurora brillaban listas para manifestar sus Talentos y para intervenir si la situación se salía de control. Lucián observaba la escena con atención, sus ojos morados brillaban con intensidad, estaba preparado para desatar su "Talento" si era necesario, pero esperaba evitar llegar a ese extremo si fuera posible.

Lucián mantuvo una expresión seria mientras hablaba, sus ojos morados brillaban llenos de una amenaza subyacente.

—No queremos problemas. Solo déjennos en paz y podrán irse sin problemas —dijo con firmeza, esperando que los "Incompletos" entendieran el mensaje.

Sin embargo, los "Incompletos" parecían estar más interesados en la violencia que en la negociación. Uno a uno, empezaron a manifestar sus "talentos", mostrando la inestabilidad y la brutalidad de sus poderes. El primero de los hombres dejó escapar un rugido gutural mientras su piel se volvía escamosa y su boca se alargaba en un hocico lleno de dientes afilados. Su "Talento" era la metamorfosis, lo que le permitía transformarse en una criatura parecida a un reptil. La mujer que lo acompañaba extendió las manos, y de repente, se formaron ráfagas de fuego azul que danzaban entre sus dedos.

Val y Lucián se prepararon para la confrontación, conscientes de que el enfrentamiento era inevitable. Los "Incompletos" avanzaban lentamente, sus movimientos llenos de una agresividad contenida. Val, con una sonrisa desafiante, se colocó en posición de combate, mientras Lucián se preparaba para usar su "Talento" si era necesario.

—Aurora, Mei, quédense atrás y estén listas para ayudar si es necesario —ordenó Lucián, sin apartar la vista de los "Incompletos".

Aurora y Mei asintieron, comprendiendo la gravedad de la situación. Aunque estaban nerviosas, sabían que debían mantener la calma y estar preparadas para cualquier cosa.

Lucián miró a Val con seriedad, sus ojos morados brillaban con intensidad.

—Val, protege a Mei y a Aurora si algo me sucede. Eres la única, además de mí, que sabe pelear —dijo con tono grave, transmitiendo la seriedad de la situación.

Val, que sostenía un orbe rojo de energía cinética en la mano, le dirigió una sonrisa sin gracia.

—No te hagas el héroe, Luci. Todos saldremos de esta —respondió con confianza, aunque en su voz se percibía un deje de preocupación.

Pero Lucián se mantuvo serio, con una mirada fija y determinada. Con un gesto de su mano, manifestó sus "Talentos". Cadenas de aspecto intimidante empezaron a emerger de su espalda, enredándose en el aire con una oscuridad que infundía temor. Simultáneamente, llamas moradas brotaron de sus manos y de las cadenas, haciendo que el aire se sintiera sofocantemente seco y caliente.

Aurora, Mei y Val observaron con asombro y algo de miedo la demostración de poder de Lucián. No comprendían por qué él no quería hablar sobre sus "Talentos", pero ahora entendían su magnitud.

La tensión en el aire era palpable mientras Lucián y los "Incompletos" se preparaban para el enfrentamiento inminente. Las cadenas oscuras se contorcían y retorcían en el aire, listas para ser lanzadas como proyectiles mortales, mientras que las llamas moradas danzaban alrededor de Lucián con una intensidad casi hipnótica.

—Lucián, ten cuidado —dijo Aurora, su voz temblorosa.

Mei asintió con firmeza, preparándose para usar su hidroquinesis en caso de necesidad, mientras que Val se rodeaba de energía cinética, generando varios orbes con firmeza, lista para defenderse y protegerlas.

En un abrir y cerrar de ojos, la tensión en el aire alcanzó su punto máximo y el caos estalló en el tranquilo bosque. Los "Incompletos" mostraban una rabia salvaje mientras avanzaban hacia Lucián, desplegando sus habilidades de manera salvaje y despiadada. Uno de ellos, un hombre con la piel desgarrada y los ojos enrojecidos por el deseo de poder, lanzó proyectiles de energía oscura desde sus manos, intentando atravesar las defensas de Lucián.

Lucián, sin vacilar ni mostrar ninguna emoción en su rostro, se preparó para el enfrentamiento, dejando que sus "Talentos" se desataran con toda su fuerza. Las cadenas salieron disparadas desde su cuerpo, serpenteando con una precisión letal hacia sus objetivos. Cada cadena cortaba el aire con un silbido amenazante, buscando atrapar a sus enemigos y arrastrarlos hacia su destino final. Mientras tanto, las llamas moradas envolvían todo a su paso en un torbellino de fuego.

Los "Incompletos" se lanzaron con salvajismo hacia Lucián, armados con sus propios "Talentos". Val, Mei y Aurora se mantenían cerca, preparadas para actuar en cualquier momento. Val canalizaba su energía cinética, creando una barrera protectora alrededor del grupo para mantener a raya los ataques enemigos. Mei, con su hidroquinesis, manipulaba el agua del ambiente para defenderse, y Aurora, con su manipulación de la luz, se preparaba para cualquier eventualidad.

El bosque resonaba con el estruendo de la batalla, cada impacto y cada explosión llenaban el aire con una cacofonía de sonidos. Lucián se movía con una agilidad sorprendente, esquivando los ataques entrantes mientras lanzaba sus propios contraataques con ferocidad controlada. Las cadenas oscuras se enrollaban alrededor de los cuerpos de los "Incompletos", arrastrándolos hacia él con una fuerza inexorable, mientras que las llamas moradas los envolvían en un abrazo abrasador, consumiendo todo a su paso.

El primer "Incompleto" que atacó desató un torrente de energía oscura, intentando atrapar a Lucián en un remolino de sombras y desesperación. Otro conjuró extraños relámpagos rojos que parecían explotar como fuego al impactar, buscando golpear a Lucián con una fuerza devastadora. Pero Lucián, con una calma imperturbable, esquivaba cada golpe con una agilidad asombrosa, como si estuviera bailando en medio del caos y la destrucción. La precisión y velocidad de los ataques de Lucián eran impresionantes.

Rápidamente, Lucián lanzó dos puntas de sus cadenas a ambos "Incompletos". Cuando se clavaron en sus objetivos, cientos de cadenas empezaron a multiplicarse y enroscaron el interior de los cuerpos de los dos "Incompletos", apretando con una fuerza implacable y desgarradora. Los gritos de agonía resonaron en el aire mientras las cadenas se multiplicaban, cortando la carne y destrozando los huesos en un frenesí de destrucción. La lluvia de sangre y vísceras pintó el suelo del bosque de un rojo oscuro, creando un paisaje macabro y siniestro.

Lucian se mantenía imperturbable en medio del caos, sus ojos morados brillando con una intensidad feroz mientras continuaba luchando contra los "Incompletos" con una determinación inquebrantable. Ella y Mei observaban con asombro y horror la escena que se desarrollaba ante sus ojos, conscientes de la brutalidad del combate pero también admirando la valentía y habilidad de Lucián para enfrentar a sus enemigos. Sabían que estaban en peligro, pero confiaban en que Lucián los protegería con su vida si fuera necesario.

Una de las dos "Incompletas" intentó atacar a Lucián desde la espalda, convirtiendo su brazo en un grotesco pico hecho de diamantes. Sin embargo, con movimientos rápidos y precisos, Lucián contraatacó con una ferocidad despiadada. Las cadenas la atraparon y se incrustaron en la mujer, quien rápidamente volvió su cuerpo completamente en diamantes. No le sirvió de nada cuando los picos de las cadenas atravesaron su armadura y desataron un torrente de fuego morado dentro de ella, convirtiendo su cuerpo en cenizas en menos de un segundo que el viento rápidamente se llevó.

Lucian se mantuvo firme, su rostro impasible mientras observaba el resultado de su enfrentamiento con la "Incompleta". La batalla era una danza macabra de destrucción y muerte, y Lucián era el maestro de ceremonias, llevando a cabo su baile mortal con una precisión fría y calculada. Con cada movimiento, dejaba un rastro de destrucción a su paso, aniquilando a sus enemigos con una eficiencia despiadada.

Los "Incompletos" restantes estaban enfurecidos al ver cómo Lucián derrotaba a sus compañeros con una facilidad aparentemente sobrenatural. Temerosos y desesperados, intentaron coordinar un ataque conjunto contra él, pero Lucián se anticipaba a cada movimiento con una destreza sobrehumana. Mientras tanto, Val mantenía el escudo para protegerlas, mientras Mei y Aurora observaban la escena con asombro y preocupación, conscientes de la peligrosidad de la situación pero incapaces de apartar la mirada. Sabían que estaban presenciando una muestra de poder inigualable, pero también entendían la oscuridad y el peligro que acompañaban a los "Talentos" de Lucián.

La batalla continuó con una furia incesante, cada lado luchando con determinación y desesperación. Lucián, rodeado por un aura de fuego morado y oscuridad, rápidamente se abalanzó hacia los "Incompletos" restantes, atrapando a dos por sus cuellos con sus cadenas: el que se había convertido en reptil y el que había manifestado látigos de energía. Los "Incompletos", atrapados en la garra implacable de Lucián, luchaban con desesperación por liberarse, pero sus esfuerzos eran en vano frente a la fuerza y habilidad del joven "Despertado".

Val, Mei y Aurora observaban con asombro y temor la determinación de Lucián mientras sostenía a los "Incompletos" en su agarre mortal. Sabían que estaban presenciando una muestra de poder sobrenatural, pero también comprendían la gravedad de la situación y el peligro que representaban los "Incompletos". En un último esfuerzo por liberarse, los "Incompletos" intentaron desatar sus "Talentos" en un acto desesperado de resistencia. El que se había convertido en reptil lanzó un ataque con su lengua venenosa, mientras que el que había manifestado los látigos de energía intentaba liberarse con un estallido final de fuerza bruta.

Lucian, sin embargo, permaneció imperturbable ante los intentos de sus enemigos por escapar. Aunque el que se había convertido en lagarto intentó romper las cadenas y el de los tentáculos intentó contraatacar, Lucián dispersó los látigos del hombre y mantuvo su agarre sobre el lagarto, inmune a sus inútiles intentos. Con un rápido movimiento, Lucián arrastró a ambos hacia él con una fuerza irresistible. Una vez cerca, no dudó en acabar con ellos de la manera más rápida y brutal posible, poniendo sus manos en los rostros de ambos y quemándolos con sus llamas, provocando que ambos hombres gritaran desesperadamente mientras sentían el calor abrasador de las llamas moradas consumiendo sus rostros. La agonía se reflejaba en sus ojos llenos de locura y terror. Con un gesto decidido, Lucián aplicó el fuego con precisión letal hasta que los gritos se extinguieron en un silencio desgarrador.

Los cuerpos de los "Incompletos", ahora reducidos a cenizas, yacían inertes en el suelo del bosque, testigos mudos del poder y la ferocidad de Lucián. Con una rapidez asombrosa, Lucián canalizó su poder a través de las cadenas, haciendo que miles de ellas emergieran del suelo con fuerza devastadora. Las cadenas negras se retorcieron y contorsionaron, desgarrando el suelo a su alrededor y dispersando a los "Incompletos" restantes antes de que pudieran organizar un contraataque coordinado.

Con un movimiento fluido, las cadenas se abalanzaron sobre el "Incompleto" que había demostrado poder manipular la materia. Con un crujido siniestro, las cadenas se cerraron en torno a su cuerpo, aplastándolo con una fuerza implacable hasta reducirlo a un montón de carne destrozada y huesos rotos. Sin embargo, antes de que Lucián pudiera celebrar su victoria, una bola de fuego azul surgió de la nada, lanzándose hacia él con una velocidad sorprendente. Era la otra "Incompleta", la mujer que se había recompuesto tras el ataque devastador de Lucián. Con un grito lunático y desgarrador, la mujer se abalanzó hacia Lucián con una ferocidad desenfrenada. Lucián, sin perder la compostura, esquivaba sus golpes y ataques con una agilidad asombrosa, anticipando cada movimiento con precisión milimétrica.

El último de los "Incompletos" observaba el combate con una sonrisa sádica, disfrutando del caos y la destrucción desatados en el bosque. Su mirada inquietante y terrorífica se centraba en el feroz enfrentamiento entre Lucián y la "Incompleta" que había logrado evadir las cadenas con una risa maníaca. La mujer lanzaba pequeñas y explosivas bolas de fuego con una destreza sorprendente, pero Lucián las repelía con facilidad, anticipando cada movimiento con una precisión asombrosa. A pesar de los feroces ataques de la mujer, Lucián se mantenía imperturbable; sus movimientos eran fluidos y ágiles, como si estuviera bailando en medio del peligro y la destrucción.

Harto de la situación, Lucián hizo aparecer pequeñas cadenas que atacaron desde todas direcciones, pero sorprendentemente, la mujer desapareció en una tormenta de llamas y reapareció al lado de Lucián, apuntando su corazón con su brazo convertido en una grotesca y sangrante espada de hueso bañada en fuego azul. El ataque de la mujer fue tan veloz que apenas Lucián tuvo tiempo de reaccionar. La espada de hueso apuntaba directamente a su corazón, emanando un aura azul de peligro y muerte.

Con un movimiento rápido, Lucián invocó una barrera de fuego morado para protegerse, pero la espada de hueso atravesó la barrera con facilidad, aproximándose peligrosamente a su objetivo. El tiempo pareció detenerse por un instante mientras Lucián se preparaba para el impacto. En ese momento crucial, una luz brillante y cegadora surgió de la nada, envolviendo a Lucián y a la mujer en un resplandor dorado. Una voz poderosa resonó en el aire, rompiendo el silencio del bosque con su autoridad.

"¡Deténganse!", ordenó la voz, llena de autoridad y poder. Cuando la luz se desvaneció, reveló la figura de una mujer joven con un aura de majestuosidad y autoridad. Sus ojos brillaban con una intensidad sobrenatural. Era Aurora, manifestando su poder como "Despertada".

Aprovechando la distracción, Lucián desapareció en un destello de fuego morado, imitando el movimiento de la mujer, solo para reaparecer por encima de ella con un ataque sorpresa. Sus cadenas se lanzaron con precisión milimétrica, atrapando las extremidades de la mujer y dejándola inmovilizada en el suelo desgarrado del bosque. Sin darle tiempo para reaccionar, Lucián desató un poderoso torrente de llamas moradas, envolviendo a la mujer en un abrazo mortal que la redujo a cenizas en cuestión de segundos.

El silencio descendió sobre el bosque, interrumpido solo por el crepitar de las llamas y el susurro del viento entre los árboles. Lucián se mantuvo en su posición, mirando fijamente los restos carbonizados de su oponente, su respiración agitada pero su expresión tranquila y decidida. Sabía que había hecho lo necesario para proteger a sus compañeras y poner fin a la amenaza de los "Incompletos".

El aire se llenó con el olor acre del humo y el sonido de los gritos desgarradores de la última "Incompleta" mientras era consumida por el fuego implacable de Lucián. Al final del combate, el polvo se asentó y el silencio descendió sobre el bosque. Solo quedaba un montón de cuerpos carbonizados y retorcidos como testigos mudos de la brutalidad de los enfrentamientos. Lucián, cubierto de sangre y cenizas, se quedó de pie en el centro del bosque, su mirada vacía reflejando la oscuridad que había dentro de él. En ese momento, no había lugar para la compasión ni la piedad, solo la sombra implacable de un asesino despiadado.

El aire se cargó de tensión mientras el último "Incompleto" emergía de entre las sombras, su presencia imponente llenando el bosque de una oscuridad palpable. Lucián se preparó para el enfrentamiento final, su mirada firme y decidida, listo para enfrentar al líder de los "Incompletos". El hombre se acercó con paso seguro y una mirada sádica y enloquecida, sus ojos reflejando una oscuridad interna que enviaba escalofríos por la espalda. A diferencia de sus seguidores caídos, este individuo había logrado sobrevivir, lo que lo hacía aún más peligroso y despiadado. Lucián se mantuvo firme ante la presencia del líder, preparado para cualquier cosa que pudiera venir.

El líder de los "Incompletos" sonrió de manera perversa, y con un tono lleno de locura, desagrado y desprecio, habló: 

—Eres hábil para ser solo un mocoso insignificante. Cuando te derrote, voy a arrancarte el corazón y después haré que esas tres putas vean cómo las uso hasta matarlas. Luego, tomaré ese elixir platino de tu cadáver.

Con un gesto imperceptible, desató su primer "Talento": la capacidad de controlar las sombras a su voluntad. La oscuridad cobró vida a su alrededor, retorciéndose y contorsionándose como si tuviera una voluntad propia. Las sombras se arremolinaban a su alrededor, formando tentáculos oscuros que se lanzaban hacia Lucián con una ferocidad inigualable. Lucián, sin embargo, no se amilanó ante el despliegue de poder de su enemigo. Con un simple gesto invocó sus cadenas, ahora de un morado oscuro, desafiando las sombras con una luz morada intensa que cortaba a través de la oscuridad con una precisión letal. Los tentáculos y las cadenas chocaron en un encuentro violento, creando una explosión de energía que iluminó el oscuro bosque con una luz deslumbrante.

El líder de los "Incompletos" no se detuvo ahí. Con un movimiento rápido, desató su segundo "Talento": la capacidad de manipular el fuego oscuro. Llamas negras brotaron de sus manos, ardiendo con una intensidad abrasadora que devoraba todo a su paso. El fuego negro consumía los árboles y el suelo, creando una barrera ardiente que amenazaba con engullir a Lucián en un mar de llamas infernales. Lucián, sin embargo, no retrocedió ante el fuego oscuro. Levantó la mano y desató un torrente de fuego morado que se enfrentó al fuego negro con una fuerza arrolladora. Las dos energías se encontraron en un choque titánico, crepitando y rugiendo mientras luchaban por dominar la otra.

El líder de los "Incompletos", desatando su tercer y último "Talento", creó una tormenta de oscuridad densa que envolvió a Lucián en un abrazo sofocante. La oscuridad se retorcía a su alrededor, amenazando con aplastarlo con su peso abrumador. Pero Lucián no se dejó intimidar. Con un gesto rápido y preciso, invocó más cadenas, cortando a través de la oscuridad con una fuerza devastadora. Las cadenas se retorcían y serpenteaban en el aire, formando una red mortífera que envolvía al líder de los "Incompletos" en un abrazo de hierro.

Mientras tanto, el enfrentamiento entre el fuego morado y el fuego oscuro alcanzaba un nuevo nivel de ferocidad. Las llamas moradas de Lucián rugían con una intensidad abrasadora, devorando todo a su paso con una voracidad insaciable. El fuego negro del líder de los "Incompletos" ardía con una ferocidad igualmente despiadada, creando una tormenta de llamas que iluminaba el bosque con una luz siniestra y ominosa. A pesar del poder despiadado de su enemigo, Lucián permaneció imperturbable. Con una determinación fría y calculada, canalizó sus "Talentos" con una maestría asombrosa. Cada movimiento era calculado, cada ataque era preciso, y con cada golpe, Lucián se acercaba un paso más hacia la victoria. El aire vibraba con la intensidad del enfrentamiento, mientras el fuego morado y el fuego oscuro luchaban por dominar el terreno. Lucián se mantenía firme en medio de la vorágine de llamas, su mirada fija en su enemigo.

Con un movimiento rápido y fluido, Lucián desató un torrente aún más poderoso de fuego morado, envolviendo al líder de los "Incompletos" en una espiral de llamas ardientes. El calor era abrasador, pero Lucián no retrocedía; su voluntad era inquebrantable. El líder de los "Incompletos", sin embargo, no se rendía tan fácilmente. Con un grito de furia, redobló su ofensiva, aumentando la intensidad de su fuego oscuro en un intento desesperado por superar a su oponente. Las llamas negras rugían con una ferocidad renovada, devorando todo a su paso en un torbellino de destrucción. Pero Lucián no cedía terreno. Canalizó todo su poder en un último esfuerzo, elevando su fuego morado a nuevas alturas de intensidad. Las llamas brillaban con una luminosidad deslumbrante, desafiando al fuego oscuro con una fuerza imparable.

Con un último esfuerzo, Lucián concentró todo su poder en un ataque final. Las cadenas salieron disparadas de su cuerpo, extendiéndose en todas direcciones con una precisión letal. Cada cadena estaba cargada con una explosión de fuego morado, creando una lluvia de púas ardientes que caían sobre el líder de los "Incompletos". El fuego abrasador envolvió al enemigo en un torbellino de llamas, consumiendo su cuerpo con una ferocidad indescriptible. El líder de los "Incompletos" lanzó un grito desgarrador mientras el fuego morado lo devoraba, reduciéndolo a cenizas en cuestión de segundos.

Con el líder de los "Incompletos" derrotado, el bosque quedó en silencio, solo interrumpido por el crepitar de las llamas moradas. Lucián permaneció de pie en medio de la destrucción, con un suspiro de cansancio y alivio. Se apartó de los restos y se volvió hacia Aurora, Mei y Val, que observaban la escena con asombro.

Aurora se acercó a Lucián con una mezcla de admiración y preocupación en sus ojos rosados, su cabello rosado pálido ondeando suavemente en la brisa del bosque.

—Lucián... ¿Estás bien? —preguntó con voz suave, colocando una mano en su hombro con ternura.

Lucián asintió con una expresión cansada y seria.

—Sí, estoy bien.

Mei y Val se acercaron también.

—Eso estuvo... increíble —dijo Mei, con admiración en su voz.

Aurora asintió en acuerdo.

—Nunca había visto algo así antes. Eres asombroso, Lucián.

Val se acercó y le dio un abrazo, pero este era maternal y preocupado, su actitud coqueta y sugerente no estaba presente, solo una preocupación genuina y maternal.

—¿Estás bien, Luci? —Su voz era preocupada. No se había dado cuenta, pero la mirada de Lucián estaba algo perdida—. Sé lo que se siente después de matar, pero recuerda que eran Incompletos. Seguramente primero nos violarían y después nos comerían vivos el corazón, ojos y cerebro —Val le dijo con voz seria, sin dejar de abrazarlo.

Lucián devolvió el abrazo de Val con gratitud, sintiendo el peso de la batalla aún sobre sus hombros. Asintió lentamente ante las palabras de Val, reconociendo la verdad en ellas.

—Gracias, Val. Tienes razón... era necesario. Pero hace mucho que no... ya sabes, no había asesinado a nadie en un tiempo desde que la Sra. Abigail me dio trabajo en el "Rincón del Café". Solo olvidé lo que se siente —respondió con sinceridad, su voz llevando el peso de la experiencia.

Mei se acercó también, con una expresión de admiración y respeto en su rostro.

—De verdad, Lucián, fue impresionante. Nunca había visto a alguien pelear así. ¿Cómo... cómo aprendiste a hacer todo eso? —preguntó, con curiosidad genuina brillando en sus ojos castaños.

Lucián reflexionó por un momento antes de responder.

—No lo sé... es como un instinto que tengo desde niño. Además, cuando me expulsaron de la casa de acogida donde vivía después de perder mi memoria, estuve viviendo en las calles y alguien me encontró y me dio una invitación a pelear en los coliseos clandestinos.

La confesión de Lucián resonó en el aire, llenando el bosque con un silencio tenso. Mei, Aurora y Val lo miraban con una mezcla de compasión y asombro, mientras absorbían cada palabra de su historia. Lucián se sintió un poco incómodo bajo sus miradas, pero sabía que era importante compartir esa parte de su pasado con ellas.

Luego de un momento de reflexión, Lucián sacó las llaves de su bolsillo y se las entregó a Val con un gesto cansado pero agradecido.

—Val, ¿podrías...? —empezó a decir, pero antes de que pudiera terminar, Val lo interrumpió con una sonrisa comprensiva.

—Claro, Luci. Ven, te llevaré a casa. No tienes que pasar la noche solo —dijo con amabilidad, colocando una mano reconfortante en su hombro.

Lucián asintió con un gesto de gratitud, agradecido por la comprensión de Val. Pero antes de que pudieran partir, se volvió hacia Mei y Aurora con una expresión de súplica en su rostro.

—Mei, Aurora... ¿podrían acompañarnos también? No quiero estar solo esta noche —pidió con sinceridad, sus ojos reflejando la angustia que sentía.

Mei y Aurora intercambiaron miradas antes de asentir con determinación.

—Por supuesto, Lucián. Estaremos contigo —respondió Mei, con un tono reconfortante en su voz.

—No tienes que pasar por esto solo. Estamos aquí para ti —añadió Aurora, mostrando su apoyo con un gesto solidario.

Con el apoyo de sus amigas, Lucián se sintió un poco más reconfortado mientras se dirigían juntos hacia su hogar, sabiendo que no estaría solo esa noche.

Aurora, junto con Mei y Lucián, se dirigieron al departamento de Val en un silencio cargado de pensamientos. Una vez allí, Val les indicó que se hicieran cómodos mientras ella preparaba algo de cena. Mientras Val estaba en la cocina, Aurora se dirigió al baño para darse un baño reconfortante, dejando a Mei y Lucián en la sala de estar.

Después de un rato, Aurora emergió del baño, sintiéndose un poco más relajada después de la ducha. Se había vestido con la pijama prestada por Val, una playera blanca que, aunque algo transparente, le proporcionaba una sensación de frescura y comodidad. Sus bragas de encaje rosa, que había usado durante el día, le agregaban un toque de feminidad delicada, haciendo juego con el tono de sus ojos rosados. Aunque no era su ropa habitual para dormir, se sentía reconfortada por el gesto amable de Val al ofrecerle la playera.

Cuando salió del baño, se encontró con Lucián sentado en el sofá, mirando pensativamente hacia el vacío.

—Lucián, ¿te gustaría hablar? —preguntó Aurora, acercándose a él con delicadeza.

Lucián la miró con sorpresa, pero luego asintió con una sonrisa leve.

—Claro, Aurora. ¿Qué tienes en mente? —respondió, invitándola a sentarse a su lado.

Aurora se sentó junto a él, buscando las palabras adecuadas para expresar sus pensamientos.

—Bueno, estuve pensando... cuando estábamos en el bosque con los "Incompletos", ¿por qué no nos dejaste a Mei y a mí pelear también? ¿Por qué le pediste a Val que nos protegiera y no que te ayudara? —preguntó, con curiosidad sincera en su voz.

Lucián reflexionó por un momento antes de responder, sus ojos mostrando una mezcla de emociones.

—Lo siento, Aurora. No fue mi intención excluirlas. Simplemente... en ese momento, mi instinto de protección se activó y solo quería mantenerlas a salvo. Las aprecio mucho, y sé que Val me hubiera podido ayudar mucho, pero no quería que ella o ustedes se lastimaran. Ustedes son personas importantes para mí —explicó, su voz cargada de sinceridad.

Aurora asintió, comprendiendo sus motivos, pero aún así quería saber más.

—Entiendo, Lucián. Pero, ¿crees que podríamos haber sido útiles en la pelea? —preguntó, con un destello de determinación en sus ojos rosados.

Lucián la miró con seriedad, considerando sus palabras.

—Tal vez... Pero en ese momento, no quería correr el riesgo. No puedo soportar la idea de que les suceda algo malo —respondió con honestidad, su voz mostrando su preocupación por ellas.

Aurora asintió lentamente, sintiendo el peso de sus palabras.

—Lo entiendo, Lucián. Gracias por preocuparte por nosotras —dijo, con gratitud en su voz.

Lucián le devolvió una sonrisa reconfortante, agradecido por su comprensión.

—Siempre estaré aquí para ustedes, Aurora, ¿de acuerdo? —dijo, extendiendo su mano en un gesto de amistad.

Aurora asintió, sintiéndose reconfortada por la promesa de Lucián.

—De acuerdo, Lucián —respondió, estrechando su mano con firmeza.

Aurora, sintiendo el impulso del momento, se acercó a Lucián con timidez y le dio un suave beso en los labios, sorprendiéndolo gratamente. Lucián se quedó momentáneamente aturdido por el gesto, pero luego le devolvió el beso con ternura, sintiendo un cálido cosquilleo en el estómago. Sin embargo, su momento íntimo fue interrumpido por la entrada de Mei en la sala de estar. Mei llevaba puesta una playera blanca y estaba en bragas, lo que la hacía lucir increíblemente atractiva y provocativa.

Al ver la escena entre Aurora y Lucián, Mei frunció el ceño con evidente celos, su expresión tornándose sombría y descontenta.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Mei, con una mezcla de sorpresa y resentimiento en su voz.

Aurora se apartó rápidamente de Lucián, sintiéndose avergonzada por haber sido atrapada en un momento íntimo por su amiga. Lucián también se puso de pie, sintiendo el peso de la tensión en el aire.

—Lo siento, Mei. No fue lo que parecía. Fue solo un... momento de confusión —explicó Lucián, tratando de calmar la situación.

Mei los miró con desconfianza, su ceño fruncido aún más profundamente.

—¿Confusión? ¿Desde cuándo se besan los amigos en un momento de confusión? —replicó Mei, su tono lleno de amargura y celos.

Lucián intervino rápidamente, tratando de suavizar la situación.

—No te pongas celosa, Mei —dijo, su voz suave y algo coqueta. —Además... —añadió, descubriendo parte del cuello de Mei donde Lucián le había dado su "recompensa", un notorio chupetón por darle el masaje.

Mei se sonrojó al darse cuenta de lo que Lucián estaba insinuando, pero antes de que pudiera responder, Val hizo su entrada triunfal en la sala de estar. Lucián y Mei se giraron hacia ella, y sus ojos se ampliaron al ver el atrevido atuendo que llevaba puesto. Val, coqueta como siempre, lucía unas pequeñas bragas de encaje y una pequeña playera transparente que dejaba poco a la imaginación.

Mei y Aurora no pudieron evitar quejarse ante la audaz elección de ropa de Val.

—¿En serio, Val? ¿No puedes vestirte con algo más... adecuado para dormir? —protestó Mei, frunciendo el ceño con desaprobación.

Aurora asintió en acuerdo, sintiéndose incómoda ante la sugerente vestimenta de su amiga.

Val, sin embargo, solo sonrió con picardía, ignorando las quejas de Mei y Aurora.

—Oh, vamos chicas, no sean tan mojigatas. Al menos tengo algo de ropa puesta esta vez. ¿Sabían que por lo general duermo completamente desnuda? Luci lo sabe muy bien, ¿verdad, cariño? —bromeó Val, provocando sonrojos en Mei y Aurora. Ambas se sentían celosas por la revelación de que Lucián sabía que Val dormía desnuda.

Lucián carraspeó incómodo, tratando de desviar la conversación a algo menos comprometedor.

—Bueno, ¿qué les parece si cenamos lo que Val preparó antes de dormir? —propuso Lucián, esperando cambiar de tema rápidamente antes de que la situación se volviera aún más incómoda.

Val, con una sonrisa, asintió y los guió hacia la cocina, donde una comida sencilla pero reconfortante estaba lista para ser servida. A medida que se sentaban a la mesa, la tensión en el aire comenzó a disiparse lentamente.

—¿Qué opinan si todos dormimos juntos? Mi cama es grande y cómoda —propuso Val con tono coqueto mientras recogía los platos de la cena.

Aurora se sintió un poco nerviosa ante la sugerencia de Val, pero al mismo tiempo, una chispa de emoción se encendió en su interior. La idea de dormir junto a Lucian, aunque fuera en compañía de Mei y Val, la llenaba de un extraño y reconfortante calor.

—Bueno, supongo que no sería tan malo —dijo Aurora, tratando de ocultar su ligero rubor con una sonrisa tímida.

Mei asintió en acuerdo, aparentemente más emocionada de lo que estaba dispuesta a admitir.

—Sí, suena bien. Además, creo que todos podríamos usar un poco de compañía después de lo que acabamos de pasar —agregó Mei, con una mirada significativa hacia Lucián.

Val sonrió satisfecha ante la aceptación de sus amigos y se encaminó hacia su habitación, seguida por Mei y Aurora. Lucián los siguió, sintiéndose un poco abrumado por la situación, pero al mismo tiempo, reconociendo la comodidad de la compañía de sus amigos después de la intensa batalla.

Una vez en la habitación de Val, se acomodaron en la amplia cama, cada uno buscando su propio espacio mientras se preparaban para dormir. Lucián se encontró en el medio, con Mei a su izquierda abrazando su brazo derecho y Aurora a su derecha abrazándolo del brazo respectivo, mientras Val se acurrucaba en su pecho.

El ambiente estaba lleno de una extraña mezcla de incomodidad y calidez. Las suaves respiraciones de Mei y Aurora a su lado y el peso reconfortante de Val en su pecho le recordaban a Lucián que no estaba solo, que las tenía cerca para apoyarlo.

Aurora rompió el silencio, su voz apenas un susurro en la penumbra de la habitación.

—Lucian, gracias por todo lo que hiciste hoy. Realmente significó mucho para nosotras —dijo, apretando ligeramente su brazo en un gesto de gratitud.

Lucian giró la cabeza para mirarla, sus ojos encontrando los suyos en la oscuridad.

—No hay de qué, Aurora. Siempre estaré aquí para ustedes —respondió con sinceridad, sintiendo una oleada de afecto por ellas.

Val levantó la cabeza ligeramente, sonriendo con ternura.

—Bueno, ahora que estamos todos aquí, intentemos descansar un poco. Creo que todos lo necesitamos —sugirió, acurrucándose de nuevo en el pecho de Lucian.

Con ese pensamiento reconfortante, el grupo se acomodó más cómodamente, dejando que el agotamiento y la tranquilidad de estar juntos los envolviera. Poco a poco, las respiraciones se volvieron más lentas y regulares, y el sueño se apoderó de ellos, brindándoles un merecido descanso después de un día tan peculiar.